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in 2010 with funding from
University of Toronto
http://www.archive.org/details/lapolticadefusOOonet
LA POLÍTICA DE FUSIÓN
Biblioteca del Club Vida Nueva
Carlos Oaelo y Viaaa
La Política de Fusiói)
Corresponde á la acción intelectual :
a) Estimular el estudio de la Historia
Patria;
b) Escribir y publicar en forma de car-
tillas populares, para que estén al al-
cance de todos, la Historia del Parti-
do Colorado y las biografías de sus
prohombres ;
c) Extractar, publicar y coleccionar bajo
el título de Biblioteca del Club Vida
Nueva los mejores trabajos políticos
y literarios de los escritores y hom-
bres de Estado de nuestro Partido, y
las conferencias, estudios y reportajes
de actualidad de los socios del Club.
(Incisos a, b,' c, del artículo 4. o
de los Estatutos del Club Vida
Nueva.)
MONTEVIDEO
Imprenta y Encuadernación, de Dornaleche y Reyes
Calle del 18 de Julio, núms. 77 y 79
1902
1147397
Juan Carlos Gómez
CARTAS CAMBIADAS
ENTRE EL SEÑOR ONETO Y VIANA Y EL CLUB VIDA NUEVA ^
li
Montevideo, Diciembre 10 de 1901.
Señor Carlos Oneto y Viana.
Informada la Comisión Directiva, por el miem-
bro de la misma que requirió de usted una en-
trevista con el objeto de pedirle para ser publi-
cado por cuenta de este Club su trabajo histórico
titulado La Política de Fusión;, de que usted
no tendría inconveniente en cederlo con el refe-
rido fin, cúmpleme significarle que en la última
sesión celebrada se resolvió por unanimidad so-
licitarle el envío de los originales de su intere-
sante estudio, para ser entregados á la casa im-
presora de los seíiores Dornaleche y Reyes, en-
cargada de editar las obras que han de constituir
la Biblioteca del Club Vida Nueva .
Considera esta Comisión que propender por
medio de la propaganda escrita á formar el crite-
rio contemporáneo sobre los acontecimientos y
hombres más culminantes de la tradicionalidad
nacional y partidaria, es propender también, aun-
que fragmentariamente por ahora, á ofrecer ele-
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
mentos de análisis para el examen psicológico de
nuestro pasado histórico á la juventud que se
consagra á las investigaciones y estudios de este
género, y á la cual le corresponde, en razón de
que actúa en un ambiente más ilustrado y exento
de las influencias que movieron el alma de aque-
llos tiempos heroicos y legendarios, contribuir á
preparar, por la documentación ordenada y la de-
ducción racional y científica, la síntesis de la His-
toria de la nacionalidad y del Partido Colorado.
Explicado el propósito principal de este Club
al difundir por el libro ó el folleto los estudios
y juicios críticos de esa índole y tendencia, sobre
los cuales no contrae solidaridad de opiniones
con sus autores, desde que su misión se reduce
al rol de propagandista bibliográfico, me es grato
participarle á usted que puede enviar á la Secre-
taría de esta Comisión los originales de su tra-
bajo, del cual se puede decir que viene prestigiado
por la competencia de su labor encomiable é in-
telectualidad reconocida.
Lo saluda con su mayor consideración y es-
tima,
Alberto Zorrilla,
\'icepresidente.
Osear Ferrando y Olaondo,
Secretario.
CARLOS ONETO Y VI ANA
Montevideo, Diciembre 11 de 1901.
Señor Vicepresidente del Club Vida Nueva >,
don Alberto Zorrilla.
Acuso recibo de su nota fechada el día de ayer,
en la que me pide usted en nombre del Club —
del que es usted Vicepresidente los originales
de mi obra inédita La Política de Fusión, para
ser editada por los talleres de Dornaleche y Re-
yes y destinada á la Biblioteca que forma el Club
Vida Nueva .
Como tuve ocasión de manifestar á usted per-
sonalmente, no tengo inconveniente en acceder al
petitorio.
Creo, sin embargo, que por lealtad, y hasta para
corresponder dignamente á la deferencia de que
soy objeto, estoy obligado á hacer una salvedad.
Si bien es cierto que la declaración contenida
en su nota, de que el < Club Vida Nueva no
contrae solidaridad de opiniones con los autores
de las obras que publique, me relevaría de cual-
quier explicación, no quiero dejar lugar á que en
alguna forma se pueda más tarde acusarme.
La Política de Fusión es un libro destinado
al estudio de diez años de nuestra vida pasada,
en los cuales nuestros hombres han actuado de
modo muy distinto.
Al lado de las grandes abnegaciones, de es-
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
fuerzos patrióticos y meritorios, de tendencias sa-
nas y altruistas, se encuentran los grandes críme-
nes, las grandes claudicaciones y felonías inau-
ditas.
Así como tengo para los primeros mi aplauso
incondicional — espontáneo y sincero — tengo para
los segundos mi condenación severa — igualmente
espontánea y sincera.
Entiendo que para estudiar el pasado y juz-
gado, se requiere sobre todas las cosas una cua-
lidad especial: pasión por el bien y por la ver-
dad.
Yo bien sé que soy severo, tal vez excesiva-
mente severo; pero en mi descargo y para tran-
quilidad de mi conciencia está la persuasión que
tengo de que ningún sentimiento secundario me
impulsa y que sólo me mueve un profundo amor
á la verdad y á la justicia.
Siento odio á todo lo que signifique brutali-
dad, á toda prepotencia, á toda violación del
derecho y á toda transgresión de la moral.
Siguiendo esa norma, en La Política de Fusión
he formulado mi elogio franco y abierto á todas
las buenas obras, á la conducta de nuestros patri-
cios y pensadores que se han esforzado en todo
tiempo por el bien del país, ya propendiendo á
su engrandecimiento material, ya á su elevación
moral. Así también he fulminado todo lo malo y
lo innoble, á las figuras siniestras que nos afren-
taron con sus crímenes y á las nulidades entro-
CARLOS ONETO Y VIANA
nizadas que nos dejaron de su actuación ejemplos
de servilismos y de claudicaciones.
Tal como he sentido y pensado las cosas, las
he expuesto, sin reservas y sin temores, sin ca-
vilosidades ni reticencias.
Me he despojado de toda preocupación y de
todo prejuicio para poder encarar los sucesos
con un espíritu ecuánime.
De ahí ha resultado una crítica rigurosamente
impersonal y justa.
Sé que voy á herir muchos sentimientos, al-
gunos legítimos; que pasiones bravias se des-
encadenarán contra mí; que no faltarán quienes
traten de concitar en mi perjuicio todo género de
prevenciones y hasta gente poco escrupulosa que
se esfuerce por presentarme ante la opinión como
un insultador de profesión.
Pero eso nada significa para quien se precia
de tener entereza bastante y carácter. Serán me-
ros detalles que no llegarán á inquietarme.
Hechas estas declaraciones, puede el Club
Vida Nueva disponer de los originales de mi
obra.
Queda á sus órdenes su afmo.
Carlos Onefo y Viana.
Fallada la combinación que debía asegurar en las
Cámaras del 52 la absoluta igualdad de las anti-
guas fracciones, quedó por ese hecho establecido
el predominio de un partido.
Dueño de la mayoría, quedaba librado á su vo-
luntad el buen acierto en la dirección de la política
fusionista iniciada por los hombres de la Defensa
en Octubre de 1851.
Aquella Asamblea estaba viciada en su origen.
El país fué llamado á comicios inmediatamente de
firmado el Pacto, en momentos de grandes expec-
tativas, cuando todos tenían fijo el pensamiento en
los sucesos que debían producirse en el otro lado
del Plata.
La paz de Octubre no había tenido la virtud de
desarmar simultáneamente á los dos combatientes,
pues mientras que en la República se acudía á
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
las urnas para formar los nuevos Poderes, los hom-
bres de la Defensa hacían aún en tierra argentina los
últimos esfuerzos para destruir el sistema de Rosas.
El hecho bastante sorprendente, de contarse en
la composición de las Cámaras una mayoría for-
mada de elementos que habían sido sitiadores de
Montevideo, no fué, sin embargo, en sus principios
muy alarmante. Esto se explica.
El problema presidencial, el más importante y
grave de todos los que tenía que resolver aquella
Legislatura, estaba de antemano solucionado con
la candidatura de Garzón, que si no era la que re-
clamaba el decoro del país, era al menos la que ha-
bían impuesto los acontecimientos.
La muerte de Garzón, ocurrida el Lo de Diciem-
bre del 51, vino á dar á la situación una extraordi-
naria gravedad.
Los miembros de la Asamblea quedaron absolu-
tamente desvinculados de todo compromiso.
Los hombres de la Defensa podían legítima-
mente exigirlo todo; sin embargo nada pidieron.
Y no hicieron otra cosa que preparar el triunfo de-
finitivo de la República, que debía tener su corona-
miento el 3 de Febrero.
La mayoría comprendió que todo estaba en sus
manos.
Adueñada del Cuerpo Legislativo, tarea fácil era
apoderarse del Poder Ejecutivo.
Para ello, bastaba con prescindir de las conve-
niencias nacionales.
CARLOS ONETO Y VIANA
El día 15 de Febrero del 52 eligió Presidente del
Senado á don Bernardo P. Berro, quien se hizo
cargo del Poder Ejecutivo.
Quedaba dado el primer paso que falsearía la
política de fusión.
Los hombres de la Defensa, que habían llevado
su abnegación hasta buscar una paz en la que no
hubiese para nadie /// derrota ni victoria recono-
ciendo en todos los ciudadanos orientales de las
diferentes opiniones en que estaba dividida la Re-
pública iguales derechos, iguales servicios é igua-
les méritos ' - fueron despojados del poder que
venían ejerciendo hacía tres lustros, con sacrificios
cruentos, para defender los principios de la huma-
nidad combatidos sin tregua por los sicarios de
Rosas.
El viejo patricio don Joaquín Suárez, dando ejem-
plo admirable de desinterés y lealtad, resignó el
mando, apresurándose á suscribir el Decreto que
premiaba á los vencedores de Caseros.
Del 15 de Febrero al 1.'^ de Marzo se pasó por
un período angustioso.
La discusión de candidatos no había sido posi-
ble.
Por otra parte, no hubiera sido conveniente.
Los miembros de la minoría, en vista de la elec-
ción del 15 de Febrero, se empeñaron en asegurar
el predominio de la política fusionista.
( 1 ) 4." cláusula del Pacto de Octubre.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Para ello, se requería una solución que no alte-
rase el orden de cosas, que había proclamado como
medida salvadora í'/ olvido del pasado.
Lo contrario, además de absurdo, importaba una
conducta incompatible con la estabilidad de la paz,
por cuanto significaba una provocación á los ven-
cedores, tanto más imprudente y peligrosa en aque-
llos momentos, cuanto que iba dirigida en primer
término á las legiones que regresaban victoriosas
de Caseros.
Los elementos déla Defensa considerando una
condición indispensable y una necesidad de la ac-
tualidad la representación equilibrada y completa
de los partidos en que desgraciadamente había es-
tado el país dividido, porque solamente así se con-
seguiría prevenir las alarmas recíprocas y se obten-
dría la leal concurrencia de todos los orientales á
la marcha del Gobierno Constitucional > y < pene-
trados de esa verdad procuraron por la persuasión
que se estableciera una representación igual de los
partidos en los altos Poderes del Estado.
< En presencia de una mayoría en el Poder Le-
gislativo, compuesta de hombres de uno de los par-
tidos, después de la elección de Presidente del Sena-
do — que era el Vicepresidente de la República —
juzgaron deber insistir en que la Presidencia reca-
yese en un ciudadano que hubiese pertenecido al
otro partido ó que á lo menos no hubiese pertene-
cido á ninguno.
Todo fué inútil.
CARLOS ONETO Y VIANA
Los hombres de la mayoría no transigieron.
Juzgaron necesario que fueran vencidos aquellos
que, vencedores, habían proclamado la necesidad
de encontrar una fórmula dentro de la cual no hu-
biese ni derrota ni victoria.
É impusieron su candidato.
< Con todo, la minoría juzgó patriótico no sepa-
rarse del programa fusionista en que el país fun-
daba todas sus esperanzas y que todos los orien-
tales habían aceptado como medio de reparar los
males del pasado y evitar en lo futuro su repeti-
ción. >
Y consecuente con estas ideas , llevó su ab-
negación, en frente de la conducta torpe de la ma-
yoría para no dar pábulo á escisiones inconve-
nientes : hasta sufragar por el candidato de aqué-
lla, sin exigirle más que una condición, la de que se
elevara á la altura de los caros intereses del país »
realizando ^ una política prudente y digna en el ex-
terior y en el interior una política liberal, de fusión,
de olvido, con exclusión absoluta de toda tenden-
cia reaccionaria por ser el único remedio á nues-
tros viejos males y la única base sólida de la paz
que se necesitaba y que todos debían desear ^^^. »
(1) «Señor don Juan Francisco Giró.
«Señor :
«Terminada la lucha fratricida que desgarraba el seno de nues-
tra patria, las dulces y atractivas palabras de fusión y olvido en-
contraron eco en el corazón de los orientales y todos abrigába-
mos la esperanza de verlas reducidas á hechos prácticos á me-
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La elección de don Juan Francisco Giró fué un
grave error.
Muerto Garzón, se imponía evidentemente don
Manuel Herrera y Obes.
Con su triunfo no se variaba absolutamente
nada el orden de cosas creado jDor el Pacto.
Por otra parte, sus antecedentes y su conducta
al establecer las concesiones de Octubre, consti-
tuían una seria garantía para los hombres que ha-
bían desempeiíado el rol de sitiadores durante la
guerra de los diez aiios. Además concurrían en
dida que fuese estableciéndose el régimen constitucional; pero
para que eso pudiese surtir resultados tan anhelados considerá-
bamos como una condición indispensable y una necesidad de la
actualidad la representación equilibrada }• completa de los par-
tidos en que desgraciadamente habíamos estado divididos, por-
que solainente así se conseguiría prevenir las alarmas recíprocas
y se obtendría la leal concurrencia de todos los orientales á la
marcha de la Administración Constitucional, en la cual la acción
comiin de esos partidos produciría necesariamente su extinción y
verdadera fusión deseada por los orientales.
« Penetrados de esta verdad, los Senadores y Representantes
que suscribimos hemos puesto los medios á nuestro alcance para
establecer esa representación igual de los partidos en los Altos
Poderes del Estado : en presencia de una mayoría en el Poder
Legisl^itivo compuL'sto de hombres de uno de los partidos, des-
pués de la elección de Presidente del Senado, en igual caso, he-
mos creído de nuestro deber insistir en que la Presidencia de la
República recaj-ese en una persona que hubiera pertenecido al
otro partido ó que al menos no hubiese pertenecido á ninguno.
— Nuestros esfuerzos han fracasado, y poniéndonos en el caso de
adherirnos al candidato de la mayoría para no dar pábulo á es-
cisiones inconvenientes, lo hacemos en la persuasión, como se
nos ha hecho sentir, de que su programa político se elevaría á
la altura de los caros intereses que se le confían ; — que realizará
una política prudente y digna en el exterior y en el interior una
política liberal, de fusión, de olvido absoluto del pasado, con ex-
clusión completa de toda tendencia reaccionaria ; en una palabra,
CARLOS ONETO V VIANA
SU persona ciertas cualidades que hacían indiscu-
tible su superioridad '\
Moderado y enérgico á la vez, con un profundo
conocimiento de nuestras cosas y de nuestros hom-
bres, con un gran caudal de experiencia, con un
cerebro vigoroso, ninguno mejor para iniciar una
política reparadora, amplia, liberal y humana, que
concillase todas las exigencias buscando siempre
la conservación de la paz.
Don Juan Francisco Giró tenía indudablemente
una política estrictamente ceñida á los principios constituciona-
les, único remedio á los males pasados y única base sólida de
una paz que necesitamos todos y que todos debemos desear.
I Quiera el cielo que esa esperanza se realice y que su período
de presidencia de la República termine dejándola en la vía del
progreso y prosperidad á que tiene derecho de aspirar como na-
ción.
♦ Montevideo, ^larzo 1." de 185:?.
* José María Muñoz, Representante por Mon-
tevideo ; Salvador Tort, Representante por
Montevideo ; Enrique M211Í02, Representante
por Montevideo ; Bruno Más, Senador por Ta-
cuarembó ; Tomás Goinensoro, Senador por
el Salto ; Tomás Rodrigues, Senador por la
Colonia : León Zubillaga, Representante por
Maldonado ; Francisco Ordcñana. Represen-
tante por Canelones ; y7(í7« Miguel Martínez,
Senador por Maldonado: Apolinario Gayoso,
Representante por la Colonia : Pedro Busta-
mante. Representante por ^Maldonado.»
(i; Á pesar de eso, don Juan Francisco Giró obtuvo casi la
unanimidad de votos. De 38 votantes, sufragaron 35 por su can
didatura.
El señor Giró votó por Lavalleja : don José Antonio Zubillaga
por el doctor don Florentino Castellanos, y don Bernardo Suárez
por don Martín García de Zúñiga.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
buenas cualidades personales, pero le faltaban al-
gunas de las indispensables en un gobernante.
Era un hombre anciano y sin carácter.
Tuvo la virtud de comprender, desde su elección,
la abnegación de la minoría parlamentaria como
comprendió también lo absurdo y peligroso que
sería variar el orden de cosas que había creado el
Pacto de Octubre.
Sus esfuerzos se enderezaron á atenuar el error
que envolvía la solución dada al país el 1.'^ de
Marzo.
Entregó la cartera de Gobierno y Relaciones al
doctor don Florentino Castellanos, ciudadano es-
pectable, desvinculado de los antiguos partidos,
que, durante la Guerra Grande, había permanecido
dentro de los muros de la ciudad sitiada sin tomar
participación en los sucesos políticos. ( Decreto
del 3 de Marzo de 1852.)
Para consolidar más la situación llamó al Minis-
terio de la Guerra á César Díaz, que regresaba á
la patria al frente de los escuadrones victoriosos
en Caseros. (Decreto de Marzo 13-52.)
Don Venancio Flores fué nombrado Jefe Político
de Montevideo.
Estas medidas acusaban una prudencia y habili-
dad que enaltecían al nuevo gobernante.
El nombramiento de César Díaz tenía en aque-
llos momentos una gran significación.
Con él se demostraba que todos debían aceptar
la saludable evolución operada con la caída de Ro-
CARLOS ONETO Y VIANA
sas y que el porvenir de la República y su pros-
peridad estaban identificados con los principios de
la Defensa.
Consecuente con esas ideas, el Presidente Giró
esforzóse por que el país se convenciera de la im-
periosa necesidad de tomar por base para lo futuro
la situación consolidada con el triunfo de Caseros.
De ahí que se apresurara á distribuir personal-
mente las condecoraciones con que el Gobierno de
don Joaquín Suárez había premiado á los vencedo-
res del 3 de Febrero; y dando el ejemplo, por pri-
mero, llamóles representantes armados del prin-
cipio de la libertad é independencia de la patria en
la gran jornada de Monte Caseros agregando:
« Vais á recibir un premio humilde, pero elocuente
de vuestro valor y abnegación, que es el valor y la
abnegación de los orientales cuando se les habla de
independencia y libertad. Conservad ese recuerdo
como timbre eterno de vuestro mérito y de la glo-
ria que él refleja á la República. >
La Guerra Grande había creado profundos anta-
gonismos.
Tres lustros de lucha incesante fueron suficien-
tes para caracterizar de manera bien marcada á las
dos grandes agrupaciones en que se había dividido
el país.
La anexión de Oribe á Rosas vino á incorporar
sus elementos á la causa de éste. De ahí que las
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tendencias y hábitos de aquéllos fueran identifi-
cándose con las tendencias y hábitos de los ele-
mentos rosistas.
Las clases incultas que vinieron á constituir los
elementos de fuerza con que contó Oribe, entraron
de lleno en el aprendizaje de la barbarie de la es-
cuela de Rosas. No tardaron en rivalizar con los
elementos rosistas en sus hábitos de matanza y de
devastación.
Los hombres de pensamiento (vinculados á
Oribe desde su caída el 36) viéronse sin rol en
un escenario en el que sólo podían actuar los ele-
mentos de acción, donde la prepotencia del sable
se imponía con brutalidad enervante.
Contaminados por el ambiente, viciados en
aquel régimen, cedieron ignominiosamente al des-
potismo de Oribe, vinculándose á sus atrocidades
y haciéndose solidarios de todas las empresas aco-
metidas por Rosas.
El nuevo orden de cosas creado por el Pacto
de Octubre y consolidado en Caseros estableció
una situación por demás vidriosa.
Los hombres de la Defensa, vencedores en la
gran contienda, habían juzgado que no era posible
la reconstrucción del país sin la cooperación de
todos sus hombres, y que se debía, por tanto, bus-
car una solución que asegurase la coexistencia de
los dos partidos en el escenario político.
La solución fué encontrada con la fórmula de no
hay vencidos ni vencedores que descansaba sobre
CARLOS ONETO Y VIANA
un doble fundamento, la no discusión de los hechos
consumados y la incorporación de los elementos ven-
cidos á la evolución que se había operado.
El Presidente Giró, penetrado de la necesidad de
hacer prácticos los principios que servían de base
al Pacto de Octubre, dio sus primeros pasos con
cordura.
Los hombres de la Defensa, que tenían la minoría
en la Asamblea, se esforzaron por secundarlo.
Lo indispensable entonces, era que los elementos
de la mayoría parlamentaria coadyuvaran á la po-
lítica de concordia que se había iniciado ; y esto se
creyó en un principio factible.
E! regreso á Montevideo de la División oriental
comandada por César Díaz (el 12 de Marzo del
52) dio lugar á entusiastas manifestaciones de con-
fraternidad.
Los personajes más espectables del Cerrito riva-
lizaron con los hombres de la Defensa en sus aga-
sajos á los vencedores.
Junto con Muñoz (J. M.), Ferreyra (F.), Busta-
mante (P.), Mitre, Batlle, Magariños, Mezquita, Fi-
gueroa, levantaron su copa Juanicó, Estrázulas
y Acevedo para brindar por los dignos soldados
« que habían contribuido eficazmente al restableci-
miento de la paz en las Repúblicas del Plata, i^»
( 1 ] Del doctor Eduardo Acevedo.
Como homenaje á los soldados de Caseros, se les preparó una
gran recepción, hecha por toda la población de Montevideo,
Se obsequió especialmente á los jefes y Oficiales con un lunch, en
12 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Muy pronto, sin embargo, vendrían á sentirse los
primeros síntomas precursores de la discordia.
La mayoría, dominada por sus ideas de into-
lerancia—que no eran otra cosa que la resultante
del ambiente de despotismo en que había vivido-
inicio su campaña obstruccionista, con lo que
vino á marcar rumbos distintos de los que seguía
el Jefe del Estado secundado por la minoría.
Los debates parlamentarios de la época ponen
en evidencia la lucha entre las Cámaras y el P. E.;
lucha que fatalmente debía ser de resultados'desas-
trosos para el país.
el cual lev^antaron sus copas muchos de los concurrentes, para
saludar á los vencedores.
Uno de los brindis más elocuentps fué el del doctor don Eduardo
Acevedo, concebido en estos términos:
«Por la División Oriental, por su digno Jefe el General don
César Díaz que han contribuido eilcazmente al restablecimiento de
la paz en las Repúblicas del Plata. »
Don Cándido Juanicó, después de brindar, lej'ó las siguientes
estrofas de Figueroa:
La División Oriental
Que al gran Urquiza siguió,
A Rosas pulverizó,
Y hoy torna al suelo natal,
Aplauso y lauro triunfal
Reciba por parabién:
Va unidos los libres ven
En ese cuerpo aguerrido
Del Gobierno constituido
El fiel apo3-o y s stén.
Dos veces, ¡feliz destino!
Tuvo mi patria el honor
De enviar su auxilio y favor
Al noble pueblo argentino.
Estas dos veces también
Prestó su amparo a! Oriente :
CARLOS ONETO Y VIANA 13
Es indudable que los ataques de la mayoría
no iban dirigidos personalmente al Presidente, que
no era precisamente quien daba carácter á la si-
tuación, sino á sus Secretarios de Estado, quie-
nes imprimían rumbo á la política seguida por
don Juan F, Giró.
El Ministerio tomaba por punto de partida para
desenvolverse, el nuevo orden de cosas creado
por el Pacto de Octubre y consolidado en Ca-
seros.
Ambos países igualmente
Reciban mi parabién.
Pueblos de heroica virtud
Y en valor esclarecidos,
Vivan gloriosos y unidos
Con lazos de gratitud.
En su cruzada de horor
Con el ejército aliado,
Los brasileros han dado
Mil pruebas de alto valor.
El Grande Pedro Segundo,
Hijo de un héroe inmortal.
Se muestra con gloria sin igual
Digno monarca ante el mundo
¡Viva el Brasil, que es blasón
De las libres monarquías!
¡Gloria al Conde de Caxias,
Grenffeld y Carneiro Leaol
— Siguió en los brindis á don Cándido Tuanicó el doctor don
Jaime Estrázulas.
— El entonces teniente coronel don Bartolomé Mitre, invitado
con insistencia por la concurrencia á que hablara, brindó también
por César Diax y su heroica División.
— Tomaron también la palabra, abundando en frases entusiastas
para los vencedores y para la concordia y unión de todos los
orientales el doctor don Marcelo Mezquita, el doctor don Mateo
Magariños, el doctor don Fermín Ferreyra, el doctor don José Ma-
ría Muñoz, etc.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Los hombres de la mayoría que habían acep-
tado las generosas concesiones del Pacto y pres-
tigiado Caseros incorporándose á la evolución que
se había operado, volvieron sobre sus pasos.
En la sesión del 19 de Abril del 52, en la Cá-
mara de Diputados se produjo el primer con-
flicto, cuyo origen revela bien á las claras el pro-
pósito de los que lo provocaron.
El P. E., dirigiéndose en Mensaje á la Asamblea,
pedía la disminución al impuesto sobre luces
' establecido por ley de Agosto 2 de 1844 ^ , >■> para
atender á las exigencias de la guerra.
La Comisión informante, compuesta en su ma-
yor número por elementos de la mayoría, acon-
sejaba la supresión del referido impuesto creado
por determinación de Agosto 2 de 1844 -^•»
Aquella sustitución de palabras tenía su signi-
ficación alarmante.
La minoría, resuelta á apoyar su conducta en
el Pacto y á impedir se tocaran los hechos con-
sumados—pues con eso no se obtendría otro resul-
tado sino reanimar el espíritu de partido, que
creía sinceramente iba extinguiéndose— juzgando
el alcance de aquella sustitución se opuso tenaz-
mente.
Hizo notar que la salvación de la República
y su tranquilidad estaban estrechamente ligadas
(1) Palabras del Mensaje del Poder Ejecutivo.
(2) Palabras del Informe de la Comisión.
CARLOS ONETO Y VIANA
al doble fundamento sobre que descansaba el
Pacto de 1851 y que se pretendía cometer una
grave infracción entrando á calificar los actos del
Gobierno de la Defensa.
Las intemperancias de algunos miembros de la
mayoría dieron lugar á escenas deplorables.
El doctor don Cándido Juanicó pretendió, con
una profesión de fe política extravagante, justifi-
car su conducta extraviada en aquellos momen-
tos.
Entró francamente á juzgar los sucesos ante-
riores á la Paz de Octubre, produciéndose en
términos violentos, y en medio de las interrup-
ciones de la Mesa y protestas de la Cámara, lanzó
su fulminación al pasado, declarando, respecto á
la Guerra Grande, que en su concepto había sido
el país víctima de una lucha de influencias ex-
tranjeras unas contra otras comenzando por el
Ejército argentino que invadió la República en
1843.
La minoría, procediendo con tino y celo patrió-
ticos, rehusó todo debate que tuviera por fin exhu-
mar el pasado.
Desde ese día la situación adquirió cierto ma-
lestar.
La desconfianza comenzó á inquietar los es-
píritus.
Muy pronto un nuevo hecho vino á caldear
más las pasiones ya excitadas.
La discusión en las Cámaras de las modifica-
16 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ciones á los tratados del 51, obtenidas por el
doctor don F. Castellanos con la intervención ofi-
ciosa del Gobierno Argentino, dio lugar á sesio-
nes borrascosas, en las que el espíritu de partido
de los miembros de la mayoría, mal disimulado
con aparentes arranques de indignación patriótica,
agredió despiadadamente á los hombres de la
Defensa, quienes, consecuentes con sus propósi-
tos de no volver al pasado, se abrazaban al Pacto
de Octubre, convencidos de que él debía servir de
piedra angular en la reconstrucción del país.
Después de esto, los hombres de la mayoría, á
despecho de las conveniencias públicas que re-
clamaban una política tolerante, de mutuas con-
cesiones y absolutamente exenta de reproches,
prosiguieron con su conducta reaccionaria empe-
ñados en arrastrar al Presidente Giró.
La política de fusión peligraba cada vez más
desde que se falseaban sus fundamentos.
El desacuerdo existente entre la mayoría parla-
mentaria y los hombres del Fuerte secundados por
la minoría, lejos de consolidar la situación é infun-
dir en los ánimos esperanzas halagüeñas, fomentaba
la anarquía y preparaba un porvenir desastroso.
Un nuevo suceso vino á definir más las cosas.
Melchor Pacheco y Obes llegaba á Río Janeiro
de regreso de su misión diplomática á París. En
Lisboa fué sorprendido con la noticia de la elección
presidencial recaída en el señor Giró.
Al llegar á Bahía el <^ Teviot > recogió á los Dipu-
CARLOS ONETO Y VIANA 17
lados del Estado que venían á Río; por ellos fué
impuesto Pacheco de los acontecimientos de Mon-
tevideo, principalmente de las sesiones borrasco-
sas de las Cámaras relativas á los tratados con el
Imperio.
Pudo valorar la abnegación de los hombres de
la Defensa en frente de la actitud agresiva de la. ma-
yoría.
Pacheco dióse cuenta incontinenti del estado de
cosas de la República y previo la conducta de fu-
turo de nuestros hombres públicos.
Juzgó que aquella situación de lucha no podría
perdurar.
El conflicto existente entre el Ministerio y la
Asamblea no era otra cosa que el choque de las
dos tendencias que encarnaban los viejos parti-
dos: el principio liberal y republicano de un lado,
la intolerancia y el autoritarismo del otro.
Ó cedían los hombres de la mayoría, respetando
lealmente el Pacto de Octubre y aceptando la situa-
ción que los acontecimientos habían creado, — ó
triunfaba su política reaccionaria envolviendo al
Presidente Giró y arrastrando al país á una situa-
ción intolerable.
En aquella lucha, los principios déla Defensa pe-
ligraban evidentemente.
Pacheco, que así lo comprendió, se dispuso á
impedir su derrumbe.
Y con el pensamiento fijo en Montevideo, dio su
18 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
primer paso acercándose á Rivera, que se encon-
traba en el Janeiro desde su destierro de 1847 ^^ •
Entre tanto, en Montevideo, la mayoría obte-
nía un verdadero triunfo, que facilitaría su predo-
minio.
César Díaz que por temperamento era refractario á
situaciones de equilibrio, convencido de la debili-
dad del Presidente de la República, presentó dimi-
sión del cargo, declarando < que había llegado á
apercibirse de que su permanencia en el Ministe-
rio era inconveniente en la actualidad '-\>
Don Juan F. Giró aún resistió á los avances déla
mayoría. Dispuesto á sostener un orden de cosas
que se ajustase á las exigencias de la política de
fusión, llamó al Ministerio de la Guerra á don Ve-
nancio Flores.
La mayoría continuó su campaña, empeñada en
variar radicalmente la situación, anulando la in-
fluencia de los hombres de la Defensa.
Muy pronto realizó una nueva agresión.
La elección de los miembros que debían formar
(1) Pacheco asistió á un banquete dado en Río por Rivera en
aquellos días, al cual concurrieron numerosos personajes de sig-
nificación política y social.
Pacheco brindó por el valeroso y anciano general Rivera y por
los heroicos y firmes defensores de Montevideo durante el sitio
de los nueve años.
(2) «Habiendo llegado á. apercibirme de que mi permanencia
en el Ministerio con que V. E. se sirvió favorecerme, es inconve-
niente en la actualidad, ruego á V. E. quiera aceptar la renuncia
que de él hago.
«Dios guarde á \^. E. muchos Viños.— César Días.
«Excmo. señor Presidente de la República, donjuán Francisco Giró.»
CARLOS ONETO Y VIANA 19
la Comisión Permanente, dio origen á un condena-
ble conflicto.
La minoría propuso la formación de una Comi-
sión mixta, que salvando los derechos de la mayo-
ría, estableciera una representación proporcional (3
y 4) « porque era justo y razonable y ajustado al
principio proclamado el 8 de Octubre. »
Los miembros déla mayoría no vacilaron: dieron
nuevamente pruebas de su intolerancia rechazando
la proposición, que, aparte de su justicia, era re-
comendable por los sentimientos conciliadores
que la inspiraban '^'\
Los hombres de la Defensa ante la nueva prue-
ba á que se les sometía, -lejos de abandonar la con-
ducta que se habían trazado, no trepidaron en adhe-
rirse al mayor número de los candidatos presenta-
dos por la mayoría. > De ahí la forma curiosa de
sufragios — de los votos dobles — que apareció en
aquella ocasión.
Todos estos hechos hacían presentir el fracaso
de la política fusionista.
Sin embargo, no debía pasar el año 52 sin que se
hiciera un nuevo esfuerzo con el propósito de con-
solidar la situación sobre la base de la tolerancia y
la concordia.
En Noviembre se fundó la «■ Sociedad de los Ami-
gos del País ».
(1) Resultaron electos los Senadores D. F. S. Antufta j' Anto-
nino D. Costa, y los Representantes E. Acevedo, A, Aguirre, Cán-
dido Juanicó, Doroteo García y Gaj-oso.
20 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
En SU manifiesto -programa se encargaba depo-
ner en evidencia los resultados obtenidos durante
el tiempo que había transcurrido desde el Pacto de
Octubre. Decía:
<; La pacificación de la República en Octubre de
1851 hizo nacer en todos grandes esperanzas de
prosperidad.
< Un año ha transcurrido, y no viendo realizadas
esas esperanzas, la duda, la intranquilidad, el ma-
lestar han sucedido á la lisonjera expectativa de los
primeros días de paz.
« Dejemos á la historia el juicio de lo que fué,
tanto respecto de los sucesos como de los hombres.
«En caso de necesidad de apreciar hechos pasa-
dos para resoluciones de efectos en lo venidero,
busquemos su apreciación en la solución del 8 de
Octubre de 1851, aceptada por todos los orientales
como punto de partida de la nueva era constitu-
cional.
Era muy poco lo que se adelantaba, pues en
punto á programa y fraseologías rimbombantes, nin-
gún documento podía superar al manifiesto lanza-
do al país el l.o de Marzo, suscrito por los miem-
bros de la Asamblea después de la elección de Giró,
que decía:
< Hoy empieza una nueva era para la República,
que esperamos en el favor del Ser Supremo, lo será
de paz y de prosperidad.
CARLOS ONETO Y VIANA
« . . . . juremos absoluto olvido de todo lo pasado.
Desde los primeros días de la República nos
mostramos al mundo valientes: mostrémonos tam-
bién generosos.
« Cesen esas odiosas distinciones de colores polí-
ticos : no se mencionen más esos partidos, que desde
este momento deben dejar de existir.
La unión más estrecha y los más fraternales
sentimientos liguen á todos los orientales.
No haya más distinciones que el mérito, el sa-
ber, la virtud y el patriotismo.
Orientales: Vuestros Senadores y Representan-
tes, al dirigiros la palabra, se honran en felicitaros y
recomendaros nuevamente el olvido del pasado,
unión y respeto á la Constitución.
Los sucesos habían demostrado la ineficacia de
esta proclama.
Ellos también pondrían en evidencia el fracaso de
la Sociedad de los Amigos del País >.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
No había aún la < Sociedad de Amigos del
País hecho sentir su influjo, cuando nuevos acon-
tecimientos vinieron á agravar la situación.
Tan pronto inauguróse el período ordinario le-
gislativo del 53, la mayoría reanudó su campaña
agresiva.
El espíritu de intolerancia que la dominaba iba
vigorizándose á medida que imposibilitaba la
acción del Gobierno.
La perspectiva de enseñorearse del escenario, ale-
jando completamente á los hombres de la De-
fensa, le daba alientos poderosos, y ya no trepi-
dó en dar por tierra con el Pacto de Octubre.
La discusión relativa á la medalla de Caseros,
acusa una forma más franca de ataque.
Fué ya un reto lanzado en medio de aquella
CARLOS ONETO Y VIANA 23
situación embarazosa, para demostrar que no exis-
tía control á su poder.
El 13 de Febrero del 52 había aparecido el de-
creto suscrito por don Joaquín Suárez, premiando
á los vencedores de Caseros.
La situación excepcional por que atravesaba la
República, sin Cuerpo Legislativo ni ninguna otra
corporación que ejerciese sus funciones, hacía que
fuera perfectamente legal aquel decreto.
Tenía la calidad de ley por cuanto emanaba de
la única autoridad existente en el país; autoridad
que había sido unánimemente reconocida en 1851.
Ni una voz siquiera se había levantado para
discutir su legitimidad.
El Presidente Giró, juzgándolo así, se apresuró
á darle cumplimiento, y personalmente distribuyó
las medallas, en acto público, al que fueron espe-
cialmente invitados los miembros de las Cáma-
ras.
Próximamente un año había transcurrido sin que
la Asamblea juzgara que debía observar respecto
de la constitucionalidad del acto.
Sobrevino una circunstancia que le sirvió de
ocasión.
Don Anacleto Medina y algunos otros jefes
orientales que habían combatido en Caseros á las
órdenes inmediatas de Urquiza, juzgando que te-
nían derecho al premio acordado por decreto del
13 de Febrero, se presentaron en demanda ante
el Cuerpo Legislativo.
24 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
En la Cámara de Diputados la discusión tomó
proporciones alarmantes. Las sesiones del 4 y 5
de Marzo fueron borrascosas.
El espíritu de intransigencia de la mayoría puso
nuevamente á prueba la moderación y tolerancia
de los hombres de la Defensa.
La Comisión informante aconsejaba se hiciera ex-
tensivo el honor de la condecoración á todos los
orientales que hubieran tomado parte en la memora-
ble jornada; para ello declaraba que, en su con-
cepto tenían opción á la medalla acordada por
decreto de ley de Febrero de 1852.»
« Puesta á discusión la minuta de la Comisión,
los miembros de la mayoría opusiéronse á su
sanción, alegando que el decreto del 13 de Fe-
brero había sido un acto inconstitucional, una vio-
lación de la Carta Fundamental, un avance dentro
de las atribuciones de la Asamblea, cometido por
el P. E. cuando ya el Cuerpo Legislativo se ha-
llaba funcionando y que la Cámara no podía acep-
tarlo como legal y vigente. >
La minoría invocó el Pacto de Octubre, que era
el punto de partida de la nueva era y que tenía
por fundamento < la no discusión de los hechos con-
sumados.
Hizo notar que entrar á discutir hechos ante-
riores era absurdo y peligroso; < que daría origen
á la reanimación del espíritu de partido que se
iba extinguiendo y podía volvernos á sumergir en
los excesos y los dolores de la guerra civil;
CARLOS ONETO Y VIANA 25
que la Cámara, atendiendo al espíritu de la so-
lución de Octubre, no debía, por amor á la paz
pública y á la concordia entre los orientales, re-
volver de nuevo las cenizas del pasado. >
La mayoría objetó que el decreto en cuestión
era posterior á la Paz de 1851; y que, por tanto,
con su discusión no había desconocimiento de
ninguna de las cláusulas del Pacto.
Su propósito era evidente: quería entrar á juz-
gar los actos del Gobierno de la Defensa.
Y, en consecuencia, comenzaba por declarar que
e¡ Gobierno de don Joaquín Suárez no podía
haber concedido honores ni distinciones que por
precepto constitucional es facultad exclusiva del
Cuerpo Legislativo.
La minoría perentoriamente expuso su réplica,
declarando que por la Carta Fundamental, la
Asamblea no funcionaba legítimamente sino desde
el 15 de Febrero ^ y esforzóse por llevar al con-
vencimiento de sus adversarios que las Cámaras
sólo podían juzgar los sucesos ocurridos después
de su instalación, desde la fecha en que el país
había entrado nuevamente á la vida institucional.
Toda otra conducta aparte de no ajustarse á los
principios de derecho, sería contraria al espíritu
del Pacto de Octubre.
Hizo notar, además, lo desdoroso que sería
para la Asamblea — en cuya presencia se habían
distribuido las medallas — atacar un acto que ha-
bía consentido no oponiéndose á tiempo. »
26 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Persuadida la miñona de la ineficacia de todo
razonamisjito -- después de agotar las considera-
ciones de derecho y de justicia existentes en fa-
vor de su tesis, siempre con la obsesión de ase-
gurar la tranquilidad del país, desde que la reno-
vación de la guerra importaba la ruina — expuso
los peligros que podrían sobrevenir en caso deque
las Cámaras optasen por la revocación del de-
creto.
En primer lugar, el conflicto con el P, E., < por
cuanto, habiendo el Presidente de la República
dado ejecución al decreto, lo había hecho suyo;»
y por tanto estaba en el caso de oponerse á una
intromisión indebida de la Asamblea.
Además, ¿quién arrancaba del pecho de los
vencedores de Caseros la condecoración?
La mayoría buscó una solución que dejase en
evidencia su triunfo, sin anular los efectos del
decreto del 13 de Febrero.
Ratificóla, dándole sanción legislativa.
El Presidente Giró, á quien tocaba una buena
parte de las inculpaciones de la mayoría, juzgó
conveniente poner término á aquel asunto eno-
joso que venía preocupando seriamente el espí-
ritu público.
Y, en vez de oponer el veto al avance injusti-
ficado de la Asamblea prestigiando la conducta
noble y moderada de la minoría, salvando con-
juntamente los fundamentos de la política de fu-
sión y el decoro de sus actos de gobernante.
CARLOS ONETO Y VIANA
cedió á las exigencias de la mayoría, poniendo el
cúmplase á la ley.
Las consecuencias de esta conducta se vieron
inmediatamente.
Don Venancio Flores resistióse decorosamente
á refrendar, en su calidad de Secretario de Estado
en el Departamento de Guerra, el cúmplase del
Ejecutivo, y abandonó el Ministerio ('^•
La confianza en la paz desaparecía
Los triunfos de la mayoría mostraban al país
que el espíritu intransigente de partido acabaría
con todo.
Por lo pronto se violaba abiertamente el Pacto
de Octubre.
La norma de conducta que se había impuesto
la mayoría, consultando únicamente sus conve-
niencias de círculo, tenía forzosamente que pro-
vocar represalias y precipitar al país á la lucha.
Los hombres de la Defensa, que desde el mo-
mento en que fueron despojados del poder no
habían hecho otra cosa sino dar pruebas elo-
cuentes de su amor á la paz y su acatamiento
al Pacto del 51, eran abandonados precisamente
cuando se esforzaban por consolidar el prestigio
y la autoridad del jefe del Estado.
Don Juan Francisco Giró, que había aceptado
(1) Llamado á ocuparlo don José Brito del Pino, que había
suscrito conjuntamente con don Joaquín Suárez el decreto del 13
de Febrero, cometió la indignidad de refrendar el cúiiiplase del
Ejecutivo.
28 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
SU cooperación para mantener el orden de cosas
creado por el Pacto, revelaba su falta de carácter
abandonándolos en los momentos en que opo-
nían una patriótica resistencia á las pretensiones
anárquicas de la mayoría.
Quebrada la autoridad del Presidente Giró y
alejado don Venancio Flores, sólo quedaba en el
Fuerte el doctor don F. Castellanos, como último
representante de las ideas de moderación y con-
cordia.
La mayoría, desde su ingreso al Ministerio,
había visto en él á un enemigo. De ahí la mar-
cada hostilidad al Ministro, cada vez más acen-
tuada, que se traducía en frecuentes interpelacio-
nes y rechazos á todos sus pedidos.
El doctor Castellanos era quien daba carácter
al Ministerio, después de la separación de los
representantes de la Defensa.
Por manera que, para la mayoría, que quería
dominar exclusivamente el escenario y variar ra-
dicalmente el orden de cosas creado por el Pacto
de Octubre, era cuestión fundamental desalojar
de su puesto al Ministro de Gobierno y Rela-
ciones.
Después de su triunfo sobre el Presidente de
la República en el asunto relativo á las condecora-
ciones de Caseros, quedó ensoberbecida.
Sólo esperó el momento oportuno para inten-
tar la destrucción del último obstáculo á la rea-
lización de su obra.
CARLOS ONETO Y VIANA
Éste se presentó el 3 de Mayo del 53, con
motivo de la discusión en la Cámara de Dipu-
tados de un proyecto de hacienda remitido por
el Poder Ejecutivo.
Los Ministros asistían á la sesión, respondiendo
al llamado que se les había hecho.
Los más conspicuos representantes de la ma-
yoría declararon que la Cámara no debería con-
ceder ningún crédito al P. E. por cuanto el
Ministerio no merecía la confianza necesaria.
Reconocían sin embargo la necesidad de pro-
veer al Poder Administrador de los fondos in-
dispensables para hacer frente á los pagos que
indebidamente se habían retrasado.
El ataque iba dirigido directamente contra el
doctor Castellanos, único representante del Mi-
nisterio formado en Marzo del 52 ^ ^ .
Su injusticia era saltante, pues todos los actos
referentes á la hacienda correspondían al Minis-
tro del ramo, don Manuel Errázquin, que había
renunciado.
(1) El ^Ministerio de Guerra y Marina lo desempeñaba desde
Abril el general don José Brito del Pino, que reemplazó á don
Venancio Flores.
En cuanto al Ministerio de Hacienda, ror renuncia de don Ma-
nuel Errázquin, que había sido llamado conjuntamente con Cas-
tellanos en Marzo del 52, fué nombrado don Bernabé Caravia la
semana anterior á la interpelación de la Cámara; pero, por des-
acuerdo con el Presidente, no llegó á recibirse de la cartera. Xom
bróse entonces á don ^'icente A'ázquez.
Por tanto, no se dirigían contra éstos las acusaciones, desde que
no podían ser responsables por la gestión administrativa pasada,
30 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La responsabilidad del doctor Castellanos, como
Secretario de Estado, por actos de otro Minis-
terio que el suyo, tenía que ser necesariamente
menor que la del Presidente de la República, Jefe
Superior de la Administración.
Lo que se quería era, en definitiva, dar una
gran batalla.
En el campo se encontraban ya los combatientes.
De un lado, los que se obstinaban por esta-
blecer el predominio de sus principios reacciona-
rios; del otro, un Ministro casi abandonado, que
no contaba con otro aliado que una minoría im-
potente.
La sesión del 3 de Mayo fué de las más bri-
llantes de los anales parlamentarios del país.
En ella los hombres de la Defensa dieron una
nueva prueba de su abnegación, haciendo los úl-
timos esfuerzos por asegurar la conservación de
la paz.
Pero todo sería estéril en frente de una ma-
yoría regimentada, obstinada en desprestigiar la
acción del Gobierno.
Los primaces de la mayoría rivalizaron en sus
ataques al Ministerio.
Dieron la nota más fuerte del apasionamiento
político, haciendo de un simple proyecto de ha-
cienda, todo un problema cuya solución pare-
ciera ser cuestión de existencia para el país.
Las más extravagantes doctrinas constituciona-
les fueron sostenidas en el debate.
CARLOS ONETO Y VIANA
La minoría, consecuente con su conducta, de-
fendió calurosamente al Gobierno.
El doctor don Ambrosio Velazco propuso se
declarase la incapacidad administrativa de los
Ministros; verdadero absurdo dentro de nuestro
régimen constitucional. Don Cándido Juanicó y el
doctor don Jaime Estrázulas apoyaron resuelta-
mente la tesis sostenida por el proponente, ata-
cando duramente la gestión administrativa del
Ministerio.
Se quería de todos modos eliminar á don Flo-
rentino Castellanos.
Juan Carlos Gómez puso en evidencia su amor
á la paz, defendiendo brillantemente, en un elo-
cuente discurso, la gestión del Gobierno^.
Expuso con sencillez admirable los fundamen-
tos de nuestro régimen político, demostrando lo
absurdo de la declaratoria de incapacidad.
Hizo notar que por la Carta Fundamental, el
Cuerpo Legislativo no dispone de otro medio para
establecer la responsabilidad de los Ministros,
(1) Juan Carlos Gómez llegó á Montevideo, procedente de Chile,
en la segunda quincena de ^Maj-o de 185'2.
Poco tiempo después fundaba la c Sociedad Protectora de los
Inmigrantes» cuyos benéficos resultados inmediatamente se vie-
ron.
En Noviembre de ese mismo año entró á la Cámara de Dipu-
tados, como representante por el Salto.
Su candidatura fué prestigiada por Melchor Pacheco }' Obes y
proclamada por la «Sociedad de los Amigos del País».
Lavalleja contribuyó á su triunfo aconsejando á sus amigos que
la votaran. Esto hacia el jefe de los 3-'^, obedeciendo á las instruc-
ciones de Pacheco.
32 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
que el del juicio político; y que si llegaba el caso
de establecer responsabilidades, era necesario en-
volver al Presidente de la República, que es el
primer responsable de la marcha administrativo -
política del país.
Don Florentino Castellanos tomó la palabra
para hacer una extensa defensa del Ministerio,
demostrando la rectitud de sus procederes, é in-
vocó el nombre del Presidente Giró, como que
había tenido participación en todos los actos gu-
bernativos.
El doctor Eduardo Acevedo, que se había in-
corporado resueltamente á la mayoría, atacando
el Ministerio desde las columnas de La Consti-
tución y en la Cámara, terció en el debate repli-
cando al doctor Castellanos.
Sus ataques fueron violentos, llegando con des-
dén á declarar, en refutación á la larga argumenta-
ción del doctor Castellanos, « que la marcha del
Ministerio no podía salvarse con palabras.
Y consecuente con las teorías constitucionales
expuestas por la mayoría, estableciendo diferen-^
cias radicales entre las responsabilidades del Pre-
sidente de la República y la de sus Secretarios,
hacía notar, calculada y hábilmente que ni den-
tro ni fuera de la Cámara había nadie que no
confiase en el patriotismo y capacidad del jefe
del Estado; que era el Ministerio, que no contaba
con la confianza de la Cámara ni del país.
La mayoría, después de esta nueva demostra-
CARLOS ONETO Y VIANA 33
ción de sus fuerzas, accedió á la solicitud del
P. E. votando los créditos pedidos ' .
La lucha entre las dos fracciones concluyó por
hacerse constante y permanente, inutilizando así
la labor legislativa.
La mayoría prescindía en absoluto de los hom-
bres de la Defensa para toda deliberación. Con-
cluyó por resolver, sistemadamente, con el solo
concurso de los suyos.
Contra todas las protestas de la minoría, el
Senado resolvió que la capital fuera trasladada al
Durazno, con el fin de anular la influencia natu-
ral de Montevideo.
En la discusión relativa á la Administración de
Justicia, propuso la minoría dos medidas sabias,
como lo son la de hacer efectiva la responsabi-
lidad de los jueces y la incompatibilidad entre
las funciones de juez y legislador.
Fueron rechazadas.
En la discusión sobre derechos de aduana, fué
también la minoría vencida.
Su proyecto de enajenación de las rentas, ni
siquiera fué discutido. La mayoría no lo tomó
en consideración.
Propuso se aumentase en el Presupuesto la
(1) Más tarde fueron sancionadas por el Senado con nuevas
modificaciones.
Se trataba de la facultad para contratar un empréstito de
IiOOO.COj de pesos.
34 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
cantidad destinada á Instrucción pública, con el
fin de crear nuevas escuelas.
Fué nuevamente vencida.
Propuso el aumento del personal de policías
para mejor garantir la seguridad á la vida y á
la propiedad en campaña.
También se rechazó la proposición.
Resistióse al aumento inútil del Presupuesto
para movilizar la Guardia Nacional, exponiendo
los inconvenientes de la militarización del país en
momentos de grandes pasiones, haciendo además
notar que se debía fomentar los hábitos de tra-
bajo y matar toda tendencia bélica.
Fué otra vez vencida.
Propuso la abolición inmediata del pasaporte,
institución monstruosa y absurda en épocas de
paz.
Fué también vencida.
Pidió la supresión de los derechos de expor-
tación á ciertos productos indispensables para el
desarrollo de la industria nacional.
Fué rechazada.
El espíritu intolerante de la mayoría se reveló
nuevamente con la ley monstruosa de ciudada-
nía, sancionada á despecho de la franca resis-
tencia de los miembros de la minoría.
La ley del 4 de Junio del 53, aparte de ser con-
traria al espíritu liberal de nuestro Código Polí-
tico, es de una injusticia irritante, por cuanto aleja
del escenario á los elementos extranjeros, despo-
CARLOS ONETO Y VIANA 35
jándolos del legítimo derecho de intervenir en la
gestión de los negocios públicos ' .
La mayoría, siempre prepotente, obtuvo nue-
vos triunfos.
Continuó su obra demoledora vejando á los
representantes de la Defensa é hiriendo al doc-
tor Castellanos.
(1) El fin de esa exclusión fué anular el concurso que los re-
sidentes extranjeros, italianos y franceses principalmente, pudie-
sen prestar á los hombres de la Defensa.
Los elementos nacionalistas emprendieron una campaña contra
los extranjeros, los que fueron defendidos brillantemente por Juan
Carlos Gómez.
«LA GUERRA A LOS EXTRANJEROS
«Hay cuestiones que, según la feliz expresión de un escritor, no
se pueden tratar con la pluma sino con el látigo del periodista.
« Hace 10 años que trabajamos por mellar ese sentimiento báy-
haro de odio al extranjero, cansa primera del atraso, de la igno-
rancia, déla miseria de América.
« ese sentimiento retrógrado de un nacionalismo absurdo....
«Miramos con curiosidad á los que sublevan odios contra los
extranjeros, y no encontramos en su cuerpo una pulgada de ele-
mento nacional. Extranjero es el frac con que se visten civiliza-
damente; extranjero el charol de la bota que ostentan lustrosa;
extranjero el sombrero con que se cubren de la intemperie; ex-
tranjera la construcción de la casa que habitan; extranjera la
lengua que hablan, las nociones que tienen de la ciencia, las ins-
tituciones que les garanten sus derechos, las costumbres de donde
proceden algunos de sus goces.
«Cuanto hay de adelantado y cómodo, de bueno y ventajoso en
los países americanos, es de procedencia extranjera.
«Para encontrar el elemento puramente nacional, tendríamos
que recurrir á las hordas de los charrúas, con su vida miserable,
con su sistema de depredación y de degüello, con su derecho del
más fuerte.
«El verdadero nacionalismo consiste en nacionalizarlos buenos
36 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
<;Á la minoría se le llegó á negar el derecho
de la palabra; tuvo que levantarse de las sesio-
nes porque no se le permitía discutir; tuvo que
guardar silencio muchas veces para evitar cues-
tiones irritantes, y si no se retiró en masa del
Cuerpo Legislativo, fué por no dejar al país sin
legalidad, por no precipitarlo á las vías de hecho,
lisos, las buenas prácticas, las buenas ideas que del extranjero
nos vienen
«La nacionalidad oriental será grande el día en que haya im-
portado toda la civilización de las naciones más cultas de la tierra,
el día que esté al nivel de ellas en ciencias, en artes, en fábri-
cas, en manufacturas, en medios de producción y de progreso.
€ Cuanto menos ella se acerque á esas naciones cultas, cuantos
menos elementos extranjeros asimile en hombres, en capitales, en
procederes científicos é industriales, en hábitos, etc., tanto más
pequeña, tanto más pobre 3- más atrasada estará en la escala de
los pueblos del Universo.
« Para nuestros adversarios, hay en el país diarios extranjeros
y diarios ciudadanos.
«En la monstruosa ley de naturalización no se ha llevado el
disparate hasta prescribir que tomen carta de ciudadanía los pe-
riódicos.
«Un periódico es siempre nacional, cualquiera que sea el país
de nacimiento de sus redactores.
«El pensamiento no pertenece á ningún país: es ciudadano del
mundo.
« En su espíritu estrecho, los adversarios de los extranjeros creen
que éstos vienen á quitarles el pan, á arrebatarles los medios de
riqueza, á apoderarse de sus bienes y del país.
«Sienten su nulidad y quieren poner obstáculos á que el hom-
bre inteligente y laborioso venga á explotar los veneros fecundos
de la prosperidad nacional, que ellos dejan esterilizar en la inercia.
«Por nuestra parte, somos de los naturales que creen que el
país encierra bastante riqueza para todos los que vengan á po-
blarlo y cultivarlo, y deseamos que los hijos de todas las nacio-
nes de la tierra participen de todos los beneficios con que nos dotó
la naturaleza.
CARLOS ONETO Y VIANA
por moderación y por amor á la paz, que ante-
puso á los resentimientos de partido ^^^.>
Nuevas interpelaciones llevaron al doctor Flo-
rentino Castellanos al recinto de las Cámaras.
Se le declaró guerra abierta, franca y sin tre-
gua.
Persuadido el Ministro de que su permanencia
en el Fuerte era inconciliable con su decoro y de
la inutilidad de sus esfuerzos en frente de la con-
ducta obstinada de la mayoría, presentó su di-
misión (Junio 28 de 1853).
Inmediatamente le siguió el Ministro de Ha-
cienda.
La mayoría seguía triunfando. . . .
Producida la crisis ministerial, el Presidente Giró
se vio en una situación difícil.
Por un lado, la necesidad de salvar la paz, que
tenía su fundamento en el fiel cumplimiento del
Pacto de Octubre.
Por el otro, la ineficacia de la acción guberna-
« Somos de los naturales que creen que hay en el país muchos
elementos de riqueza que nosotros no sabemos explotar, y que es
un bien que los explote el industrial extranjero }• contribuya con^
ello á ensanchar la prosperidad de la República.
«Somos de los naturales persuadidos de que sería la maj'or fe-
licidad para la República, poder introducir inmediatamente un
millón de extranjeros.
» es preciso'acordar al extranjero el derecho de influir por
todos los medios legales }• morales en el mejor destino del país á
que ha asociado las esperanzas de su existencia.
«y//rt« Carlos Gómez. >
(1) De Juan Carlos Gómez.
38 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tiva en lucha constante con la Asamblea, que se
traducía en un conflicto permanente entre los dos
Poderes.
Juzgando incontrastable el poder de la mayo-
ría, cedió á sus exigencias, confiando al azar la
tranquilidad del país.
Llamó á su lado á don Bernardo P. Berro,
quien se encargó de los Ministerios de Gobierno
y Relaciones y Hacienda f^^^.
El nombramiento de don Bernardo P. Berro
fué algo así como el toque dé alarma para los
hombres de la Defensa, quienes comprendieron
que nada podrían ya esperar del Presidente de la
República.
Aliados la mayoría y los hombres del Fiieríe,
la situación de la minoría venía á ser precaria.
La mayoría empleó todas sus fuerzas en ence-
rrar más y más á los que se oponían al triunfo
de sus planes.
Corrían los primeros días de Julio, cuando la
situación tomó caracteres de verdadera gravedad.
La conducta del Presidente Giró había dado en
tierra con el Pacto de Octubre.
La política de fusión desaparecía, si bien se
continuaba juzgando delito pronunciar el nombre
de los antiguos partidos.
( 1 ) Don José Brito del Pino continuó en el Ministerio de la
Guerra.
CARLOS ONETO Y VIANA 39
No se traía á colación al pasado, pero se clasifi-
caba á los ciudadanos como en épocas anteriores.
Por otra parte, los resultados de la pretendida
fusión eran bastante evidentes.
Los hombres de la Defensa habían sido expul-
sados de los tres Altos Poderes; por tanto, toda
proporcionalidad en la coparticipación política ha-
bía desaparecido.
El Presidente de la República, el Vicepresi-
dente, todo el Ministerio, los Presidentes de las
Cámaras, la mayoría del Cuerpo Legislativo, todos
los Alcaldes Ordinarios, la mayoría de los miem-
bros de la Administración de Justicia, diez de los
doce Jefes Políticos existentes en el país, perte-
necían á la vieja agrupación sitiadora de Montevi-
deo, á la misma que se había amparado en las
concesiones de Octubre.
Los hombres de la Defensa, que en la victoria
habían sabido ser generosos, buscando fórmulas
de concordia que salvasen á los vencidos, en la
derrota supieron ser abnegados guardando deco-
roso silencio.
Resolvieron esperar el desarrollo de los sucesos,
que no podía, bajo ningún principio, ser favora-
ble á los intereses del país.
Ante el espectáculo que ofrecía la situación,
don Andrés Lamas exclamaba desde el Janeiro:
« ... esto es mortal.
No era necesario previsiones de estadista para
comprenderlo, pues la conciencia pública lo pro-
clamaba.
40 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Sin embargo, en medio del desastre, el doctor
don Eduardo Acevedo, que había contribuido po-
derosamente á la creación del nuevo orden de
cosas, demostraba su optimismo con la siguiente
declaración, que envolvía una revelación en punto
á nuestro régimen constitucional:
.... tenemos confianza en el tino del Presi-
dente de la República y del Primer Ministro.
Y concluía con esta profecía:
' Para el año entrante, la situación será facilí-
sima.
CARLOS ONETO Y VIANA
III
No habían transcurrido dos semanas de la pro-
fecía tranquilizadora del doctor don Eduardo Ace-
vedo, cuando Montevideo se sintió presa de la con-
moción producida por los sucesos del 18 de Julio.
Todo estaba perdido . . .
Los hombres de la Defensa habían hecho lo
humanamente posible por evitar que el país lle-
gase á aquella situación pavorosa.
Sus esfuerzos se estrellaron contra las intran-
sigencias de la fracción dominante.
A principios del período legislativo del 53 —
cuando ya la intolerancia de la mayoría había
exasperado las pasiones comprometiendo seria-
mente el sosiego público — la minoría propuso la
suspensión de las Asambleas de Guardias Na-
cionales por el término de tres años.
42 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Esta proposición no podía ser más recomen-
dable, por diversos conceptos.
Encarada por su aspecto económico, libraba al
país -que atravesaba por una mala situación fi-
nanciera—de fuertes erogaciones.
Por su lado político acusaba grandes previsio-
nes y la bondad de propósitos de sus autores.
La Guerra Grande había dejado al país en es-
combros.
La lucha incesante de tres lustros había matado
los hábitos de trabajo; en cambio, dejó odios
profundos y los malos hábitos que naturalmente
se adquieren en la guerra.
Era indispensable destruir el espíritu bélico pre-
dominante en las masas, alejándolas completa-
mente de todo lo que tuviera conexión con la
guerra ó que trajera al pensamiento la vida pa-
sada.
Por otra parte, la más elemental prudencia acon-
sejaba que se evitaran las ocasiones en que fuera
posible el choque de las viejas pasiones.
Estas razones impulsaron á la minoría á pre-
sentar su proyecto, juzgando imposible fuera dis-
cutido.
Sin embargo, la mayoría triunfó una vez más,
rechazándolo.
Los ejercicios doctrinarios de la Guardia Nacio-
nal debían hacerse en los meses de Marzo y
Abril según la ley.
Lo cierto es que en Julio fueron convocadas
CARLOS ONETO Y VIANA
las milicias en la Colonia, San José y la Capi-
tal, violándose abiertamente las disposiciones le-
gales en vigencia y dando lugar á un principio
de alarma.
En seguida se produce la caída del Ministerio
de don Florentino Castellanos, que introdujo el
desorden en la situación, y, por último, el llama-
miento de don Bernardo P. Berro al Fuerte, como
representante de los principios de la mayoría, en
el carácter de primer Ministro, que vino á com-
pletar la confusión y el caos.
Los más siniestros rumores se propalaban.
Persuadido entonces don Bernardo P. Berro
de los peligros que rodeaban al Gobierno, juzgó
necesario buscar una solución que, sin variar el
orden político reinante, alejase los males que
amenazaban á la situación.
Y en consecuencia ofreció la Cartera de Hacien-
da á los hombres de la Defensa.
Éstos convencidos de que sería un sacrificio
inútil aceptar un Ministerio, sobre todo el de Ha-
cienda—el que encerraba todas las dificultades y
el que era ajeno completamente á toda influen-
cia política — convinieron en que no se debía car-
gar con la responsabilidad de la situación -^^ >
Inmediatamente de este rechazo — efectuado en
ejercicio de un legítimo derecho — se opera la mo-
vilización de la Guardia Nacional.
(1; De Juan Carlos Gómez,
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Las fuerzas de la Colonia fueron puestas á las
órdenes de don Lucas Moreno.
Zipitría abandona precipitadamente la capital
para reunir la división maragata.
En Montevideo se forma el batallón de la Unión.
Los caudillejos del Cerrito se retiran á sus de-
partamentos después de recibir instrucciones en
el Fuerte.
Don Manuel Oribe se movió de Montevideo
sigilosamente.
Lo que ocurría estaba al alcance de todos.
El Gobierno trataba de resolver con la fuerza
la crisis política.
Las previsiones de Melchor Pacheco y Obes
se cumplían : el triunfo de la mayoría había arras-
trado al Presidente Giró y precipitaba el país á
una situación intolerable.
Los hombres de la Defensa viéronse amenaza-
dos.
Vencedores en lucha que asombró á la huma-
nidad; generosos después del triunfo; vencidos
por una combinación desgraciada que la desleal-
tad hizo fallar; abnegados en la derrota; tole-
rantes y moderados siempre; sin participación en
la dirección de la política del país; expulsados
del Fiieríe; desalojados de la Administración de
Justicia; sin influencia en el Cuerpo Legislativo,
veían aún, como coronamiento de su suerte, la
perspectiva cruel del golpe de Estado que con-
cluiría con todo.
CARLOS ONETO Y VIANA 45
Intentó la minoría pedir explicaciones al P. E.
sobre la aglomeración inusitada de fuerzas, pero
fué rechazada.
Buscaron entonces un refugio donde pudiesen
deliberar y resolver la conducta que debían seguir
en momentos tan angustiosos; y como para dar
pruebas inequívocas de su lealtad y honradez de
procederes, concurrieron ala quinta de don Joaquín
Suárez, congregándose alrededor del viejo patricio.
Allí se resolvió el nombramiento de una Comi-
sión que se apersonara á los hombres del Fuerte
para significarles las alarmas producidas por la
movilización intempestiva de las milicias y pedir-
les su cesación como medida de prudencia para
asegurar la tranquilidad general.
Esto sucedía el 14 de Julio, día en que se en-
trevistaron los representantes de la Defensa con
don Bernardo Berro.
No habían aún obtenido la contestación defi-
nitiva de lo que resolvería el Presidente de la
República, cuando un nuevo hecho vino á aumen-
tar los temores.
El 15, citada la Cámara de Diputados para la
elección de miembros de la Comisión Permanente,
fué sorprendida la minoría con un proyecto de
ley discutido y sancionado precipitadamente por
el Senado el día anterior, por el cual se movili-
zaba la Guardia Nacional en el país declarándola
en campaña y sujetándola á igual ordenanza que
la tropa de línea.
46 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Esto era querer tomar por asalto una ley.»
La minoría se opuso resueltamente, protes-
tando contra la conducta agresiva y criminal de
los hombres de la mayoría.
No había lugar á duda.
Se quería precipitar la situación en un sentido
determinado.
Como golpe capital, el Gobierno anunció que
los batallones de milicias concurrirían el 18 de
Julio — aniversario patrio — á la plaza conjunta-
mente con los cuerpos de línea.
Los hombres de la Defensa temblaron por la
paz.
La medida del P. E. era absurda y revelaba
toda su torpeza.
Despojándose de sus altiveces, venciendo to-
dos los escrúpulos en obsequio á la conserva-
ción del orden, acudieron á don Bernardo P.
Berro, verdadero jefe de la situación. Agotaron
todos los razonamientos posibles para conven-
cer al Ministro de los inconvenientes de la
resolución gubernativa en momentos de angus-
tias, de grandes pasiones é inculpaciones recí-
procas.
El amor á la paz pública los llevó hasta pedir
la intervención amistosa del Plenipotenciario del
Imperio, para que se revocara tan temeraria reso-
lución.
Tenían el presentimiento de una gran desgra-
cia.
CARLOS ONETO Y VIANA
La reacción quería arrasar del escenario cual-
quier obstáculo á su triunfo.
Anulada la influencia de los hombres de la De-
fensa, sólo quedaban como entidad valorable y
eficiente los escuadrones de Caseros.
La vorágine de las pasiones durante mucho
tiempo no logró envolverlos.
Respetuosos presenciaron las derrotas y las
humillaciones impuestas á la minoría en el parla-
mento.
La misma discusión sobre la medalla de Case-
ros—que fué un reto dirigido á ellos — no tuvo
la virtud de arrancar siquiera una manifestación
de protesta.
Devoraron en silencio la afrenta.
Triunfante la reacción en el escenario político,
quiso completar su obra demoledora imponiendo
la desorganización de aquellas fuerzas.
Para ello se movilizó la Guardia Nacional.
El desborde de las pasiones invadió entonces
los cuarteles.
Un sentimiento de profunda animadversión se
apoderó de los soldados de Caseros.
El Gobierno desatendiendo todas las conside-
raciones de los que se esforzaban por la conser-
vación de la paz, persistió en su actitud.
Por la noche del 17, estaba en la conciencia
pública que Montevideo se sentiría de un mo-
mento á otro presa de una violenta conmoción.
Las milicias concurrirían el día siguiente.
48 BIBLIOTECA DEL CLUB V^DA NUEVA
A Últimos momentos, don León de Palleja fué
impuesto de los rumores corrientes, de planes si-
niestros.
Eran ó no ciertos.
Sus fundamentos estaban en los antecedentes
de la movilización de la Guardia Nacional; en los
avances crecientes de la reacción y en la actitud
del Gobierno persistiendo en la formación con-
junta de los cuerpos de tropa y los de milicias.
E! 18, tan pronto entraran estas últimas en lí-
nea, se produjo la catástrofe.
Ai primer movimiento respondió Palleja con
estas terribles palabras: ¡fuego á esa canalla! que
sus soldados cumplieron en el acto.
Don León de Palleja juzgó incontinenti la gra-
vedad de la responsabilidad que había asumido.
Su primer pensamiento, en aquella situación
desgraciada, fué para su Jefe de Caseros.
Acude á César Díaz, exhortándole se pusiera
al frente del ejército ^ ' .
César Díaz vacila.
Entre seguir la suerte de sus compañeros, vin-
culando su nombre á un golpe de cuartel, y per-
manecer extraño á una empresa tan temeraria,
opta por lo último.
Á los primeros tiros había acudido precipitada-
mente al lugar de los sucesos Melchor Pacheco
y Obes.
( 1 ' César Díaz tenía su domicilio en la misma calle de la for-
mación de ¡as tropas, RincóH y Plaza ¡Matriz.
CARLOS ONETO V VIANA
Éste dióse cuenta de la empresa temeraria aco-
metida por Palleja.
El ilustre Jefe de la Defensa encontróse en una
situación extraordinariamente difícil.
Su conducta, desde su llegada á Montevideo,
había sido bien definida.
Declaróse opositor al orden de cosas existente,
juzgando absurda y grotesca la solución que se
dio al país el 1." de Marzo.
Las derrotas de la minoría y la conducta agre-
siva de la fracción dominante lo exasperaron.
La discusión sobre la medalla de Caseros pro-
dujo penosa impresión en su ánimo ya irritado
por los sucesos anteriores.
Urgía á Rivera á que apresurara su viaje á Mon-
tevideo.
La correspondencia cambiada con éste era fre-
cuente y sus relaciones con el vencedor de Ca-
gancha jamás fueron tan cordiales como en esa
época.
Pacheco, á su regreso á Montevideo, había in-
tentado organizar el Partido de la Defensa, agru-
pando bajo una dirección única á todos sus ele-
mentos, juzgando lo más eficiente y práctico para
oponerse á los avances de la mayoría.
Sus esfuerzos se habían estrellado contra las
mismas resistencias de sus amigos del Sitio, que
entendían deber de patriotismo el leal cumpli-
miento al compromiso de Octubre.
Su pensamiento lo explicó en carta á Rivera.
50 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
<' Mis deseos fueron esterilizados . . . por las
utopías de algunos amigos nuestros, tan hábiles
en bellas teorías cuanto inexpertos en el conoci-
miento del país y en la práctica de los hombres.
Estos amigos, en efecto, huyendo de dar á
las cosas su verdadero nombre, esquivando lo
práctico de la situación, desecharon la idea de
reorganizar el partido de la Defensa y buscaron
la im posible fusión de ambos partidos, en una cosa
que ellos pretendían sería el gran Partido Na-
cional. Fué eso lo que nos dio la Sociedad de
Amigos del País cuyo solo resultado fué su
poético programa y que fracasó á la primera reu-
nión, porque trajo la evidencia que blancos y colo-
rados podían bien encontrarse bajo el mismo techo,
sin que por eso desapareciesen los enconos que
desde largo tiempo los dividen.
Pacheco comprendió todo lo que podía hacerse
con el prestigio de Rivera: por lo mismo, la de-
mora de éste en la fronteía le preocupaba seria-
mente.
La opinión lo señalaba como el hombre que
encarnaba la resistencia á la reacción.
Todas las miradas concurrían en él.
Los hombres de la Defensa, anulados política-
mente, lo rodeaban, lo mismo que en los días
terribles del Sitio Grande.
La gente del Gobierno llegó al convenci-
miento de que Pacheco combinaba un golpe;
que su ejecución sólo dependía de la presencia
CARLOS ONETO Y VIANA 51
de Rivera en el lugar donde se desarrollarían los
sucesos.
En aquellos días de Julio la figuración de Pa-
checo era marcadamente revolucionaria.
La reagravación del estado de Rivera impidió
nuevamente su regreso á la capital, lo que ori-
ginó necesariamente la postergación de la realiza-
ción de los planes de Pacheco.
En esto se producen los sucesos del 18 de
Julio.
Pacheco era completamente extraño á todo lo
que ocurría.
No fué, sin embargo, para él sorpresa, como
tampoco lo fué para la población de Montevideo.
Era algo que estaba escrito en la atmósfera.
Por lo mismo, los amantes sinceros de la paz
se habían esforzado por impedir que la Guardia
Nacional concurriera á la plaza.
Don León de Palleja acude al Jefe de la De-
fensa para que dominara la situación.
Pacheco juzgó su gravedad.
Hombre de pensamiento y de civismo, era in-
capaz de mezclarse con soldadescas para la con-
quista del poder.
Dueño de la fuerza militar, su primer pensa-
miento fué para la conservación de la paz y del
orden constitucional.
Y en consecuencia presentóse al Fuerte, ponién-
dose á disposición del Presidente de la Repú-
blica.
52 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El Presidente encargóle de la conservación del
orden.
Don Juan Francisco Giró aceptó las cosas co-
mo los acontecimientos las habían creado.
La represión ni era un acto político ni estaba
en sus manos ejercerla.
Trató de salvar su decoro de gobernante ex-
plicando los sucesos del 18 como un < conflicto
desgraciado >^ que fatalmente debió producirse.
Esto importaba la confesión de lo absurda y
torpe que había sido la conducta del Gobierno.
Lo esencial entonces era evitar su reproducción.
La primera medida — y á título de transacción
— fué la formación del Ministerio mixto '\
(1) DECRETO
Slinisterio de Gobierno.
Montevideo, Julio IS Se l!S53.
El Presidente de la República ha acordado y
DECRETA :
Artículo 1." Habiendo hecho renuncia el general don José Brito
del Pino del cargo de Ministro Secretario de Estado en el Depar-
tamento de Guerra y Marina — que le ha sido admitida — queda
nombrado el coronel don Venancio Flores Ministro de Guerra y
Jlarina.
Art, 2.» Comuniqúese, publíquese, etc.
Giró.
Bernardo P. Berro.
Hallándose vacante el ^Ministerio de Hacienda, que interinamente
desempeñaba el señor Ministro de Gobierno y Relaciones don Ber-
nardo P. Berro, el Presidente de la República ha acordado )'
decreta:
Artículo 1." Queda nombrado Ministro Secretario de Estado en
el Departamento de Hacienda, el doctor don Manuel Herrera y
Obes.
Art. 1'.° Comuniqúese, etc.
Giró.
Bernardo P. Berro.
CARLOS ONETO Y VIANA
En seguida quedó resuelta la disolución de las
fuerzas que se habían reunido últimamente ' •
De esta manera el golpe de estado quedaba
conjurado y la reacción vencida.
Los acontecimientos desarrollados el 18 en la
Capital, conmovieron profundamente al país.
Ya nadie pudo abrigar esperanzas en la con-
servación de la paz.
Don Andrés Lamas escribía desde el Janeiro
á don Manuel Herrera y Obes, en los primeros
días de Agosto:
(1) « Circular. . .
< Ministerio de (iuerra y Marina.
- Montevideo, Julio IS de 1SÓ3.
« Por el decreto publicado en esta fecha, se impondrá \'. S. de
la elección que el Superior Gobierno ha hecho en la persona del
que suscribe para el desempeño del Ministerio de Guerra y Ma-
rina— lo que se ha hecho saber á todas las autoridades de la Re-
pública.
« El Gobierno, en acuerdo de este día, ha dispuesto se prevenga
á todos los señores Jefes de la Guardia Nacional de todos los De-
partamentos, que, deseoso de conservar el sosiego público por todos
los medios que estén en sus atribuciones, dispone que cesen las
reuniones que se hayan verificado ó se piensen hacer, dejando al
vecindario en estado de ocuparse de sus trabajos domésticos y se
libre sólo á las policías departamentales la conservación del ordga
público.
«En consecuencia, luego que V. S. reciba la presente, acusará
recibo, dando cuenta de haber cumplido lo que se previene, etc.
«Dios guarde á \'. S. muchos años.
« Venancio Flores.
«Señor Comandante de la Guardia Nacional del Departamen-
to de. . .»
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
< Sería conocer mal las pasiones humanas, creer
que el reconocimiento de sus mutuas dificultades,
que ambos partidos hicieron el 18 de Julio, los
haya modificado sustancialmente.
<; Los ha detenido nada más.
' Si en algo ha cambiado la situación, es para
el mal.
« El prestigio de la situación legal está quebrado.
« Ya hay sangre, nueva sangre por medio.
Sangre nueva circula en las venas de los an-
tiguos odios.
< No hay que equivocarse: la situación moral
del país ha empeorado.
Llegaremos á la guerra civil. Nadie podrá evi-
tarlo.
La política de fusión sufrió desde el 18 una
transformación esencial, que vino á dar un nuevo
carácter á la situación.
El Ministerio formado el 18, no era fiisionista,
aun cuando el convencionalismo de la época
persistiese en esa denominación.
Era un Ministerio mixto, compuesto por ele-
mentos antagónicos, que debía su formación á la
violencia de los acontecimientos.
Melchor Pacheco y Obes convencido de cuál
sería la situación de don Manuel Herrera y de
don Venancio Flores en el Fuerte y de la con-
ducta que fatalmente estaban destinados á seguir,
en carta á Rivera, escrita pocos días después del
movimiento, decía:
CARLOS ONETO Y VIANA
Ahora vea usted cuál es nuestra posición.
Nuestros amigos están llenos de entusiasmo,
y nuestros enemigos desalentados.
. Tenemos en el Gobierno dos hombres que
nos pertenecen.
La unidad en la dirección de la Administra-
ción y de la política del país desaparecía.
La lucha que en las Cámaras habían sostenido
las fracciones anulando la labor legislativa, se ex-
tendía al Fuerte, trastornando todo el mecanismo
gubernativo.
No podía ser de otro modo.
La composición heterogénea del Ministerio, sin
comunidad de ideales, con aspiraciones diversas,
constituía un grave error.
Era incompatible con una buena política y una
administración regular.
Luchando en el Fuerte cada cual por el pre-
dominio de ideas distintas, nada estable podía
crearse.
Don Andrés Lamas, en carta á don Manuel
Herrera y Obes, expresándose con toda franqueza,
decía :
V La idea de la representación de partidos en la
composición del P. E. por igualdad de número
y conservando cada uno su bandera sin la más
mínima modificación, me ha dejado con la boca
abierta.
56 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Me parece absurdo é imposible.
El campo de lucha cada vez fué mayor.
La influencia moderadora del Presidente no po-
día hacerse sentir. Su autoridad y prestigio ha-
bían desaparecido desde ¡a transacción del 18.
Por manera que los partidos pudieron entrar
en acción libremente.
La consecuencia de la lucha dentro de la po-
lítica de fusión no podía ser otra que la anar-
quía.
El país jamás atravesó por una época de me-
nos verdad.
El fiisionismo continuaba haciendo mal, anu-
lando toda tendencia sana y toda iniciativa útil.
Juan Carlos Gómez convencido de que se vi-
vía en medio de un convencionalismo asfixiante
y de constante é inaudita mistificación, se dis-
puso á la lucha.
Fundó El Orden, órgano del partido conser-
vador, para proclamar sin reticencias la verdad.
Su programa, expuesto con sencillez, se ence-
rraba en estas palabras:
Cumpliendo con un deber de franqueza, el
Partido Conservador comienza por declarar que
tiene por antecedentes los principios, las ideas,
los intereses sostenidos en la defensa del país
contra la agresión de don Juan Manuel de Ro-
sas.
Pero si sus antecedentes están en esa defensa
CARLOS ONETO Y VIANA
del jDaís contra las agresiones del dictador argen-
tino, ellos no excluyen la cooperación de todos los
ciudadanos que, aceptando las modificaciones que
le dan las circunstancias, quieran cooperar á tra-
bajar en el seno de su partido por la realización
de sus esperanzas.
El programa del Partido Conservador ha sido
ya formulado antes de ahora, cuando, seducidos
por la ilusión generosa de una vasta fusión, quiso
fundar, bajo la denominación de Sociedad de
Amigos del País lo que ahora establece : un par-
tido interesado en el orden y en la concordia en-
tre los orientales.
El Orden envuelve ideas de paz, de marcha
regular, de economía administrativa, de crédito
público, de prosperidad material, de moralidad, de
progreso intelectual ; en dos palabras, de civiliza-
ción y de riqueza.
El Orden será incansable en combatir toda
intolerancia política, en resistir á toda provocación
de partido, en perseguir todo favoritismo y toda
desviación en sus deberes de los encargados de la
dirección de los negocios del Estado y en estimu-
lar los sentimientos generosos.
El Orden no aspira á otra recompensa que la
aprobación de los hombres de bien. >
La campaña de El Orden fué digna de Juan
Carlos Gómez.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Empeñado en señalar al país sus males, tuvo
la suficiente entereza de atacar con franqueza el
artificialisnw de la época.
Haciendo un proceso del período transcurrido
desde el pacto de Octubre, después de un con-
cienzudo examen, decía:
< ¿ En qué situación nos encontramos hoy ? —
Pobres, desunidos, llorando víctimas inocentes, te-
miendo por la duración de la paz, debiendo á los
servidores del Estado, impagos los acreedores,
empeñadas y disminuidas las rentas, sin crédito,
mal avenidos con las naciones vecinas, descon-
ceptuados ante los demás países como incapaces
de gobernarnos por instituciones libres....
«¿Á qué se debe esta situación?— Á haberse
falseado la política de conciliación que era la sal-
vadora del país y á haber sido reemplazada por
una política de reacción, que es la destructora de
todo germen de ventura, de toda esperanza de
porvenir.
El Orden marcaba rumbos ciertos que revela-
ban el espíritu práctico de Juan Carlos Gómez,
formando contraste con los ilusionismos de los
hombres de la época.
Persuadido de la necesidad que sentía el país
de una política que tuviera por fundamento la ver-
dad, esforzóse por destruir la mentira dominante.
CARLOS ONETO Y VIANA 59
Estudiando las causas que habían arrastrado la
República á aquella situación deplorable revelá-
base el maestro, cuando decía:
c Dejemos los sofismas con que después del 8
de Octubre de 1851 se burló la buena fe de los
que anhelaban sinceramente la fusión entonces
decantada.
« Hemos visto ya con una dolorosa experien-
cia sus resultados.
< Seamos hoy francos. La franqueza es el pri-
mer atributo de la sinceridad.
«Nuestras desgracias han hecho que se pro-
nuncie con miedo la palabra partido .
< La palabra se calla, pero no por eso deja de
existir el hecho que ella simboliza. Los partidos
existen.
' En la República, modificados por la paz que
siguió á la lucha de los diez años, han tenido
su expresión en la mayoría y en la minoiía de
las Cámaras.
Allí, en la Asamblea, se ha mostrado en toda
su luz la fisonomía de los partidos que nos divi-
den.
En manera alguna podía significar esta propa-
ganda apasionamientos insanos, que estaban muy
lejos de su alma noble y generosa.
Por el contrario, Juan Carlos Gómez juzgaba
indispensable la concordia entre los orientales; y
60 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
á igual de Melchor Pacheco y Obes, entendía
que era propio de partidos retrógrados la lucha
por el exterminio.
Declaró guerra á la fusión porque la juzgaba
absurda y sobre todo porque había servido de
fundamento á una política oprobiosa y funesta.
Buscaba sinceramente la conciliación como
que era el único medio de asegurar la paz pública
y propender á la educación de los viejos partidos.
Pero, en su manera de pensar la conciliación no
es el sacrificio de la libertad, ni el abandono de la
independencia de opiniones, ni la abdicación de
sí mismo.
Juzgaba que la verdadera conciliación consistía
en la tolerancia que debe profesar el hombre
para con las ideas divergentes délas suyas; en
el respeto que debe tributar al derecho que tie-
nen los demás de opinar y sentir de distinta ma-
nera. >
Su espíritu honrado no podía admitir que se
invocasen las ideas de fusión y de tolerancia,
como se había hecho hasta entonces, para apo-
yar una política de engaños, de mentira y á todas
luces perjudicial para el país.
Por eso exclamaba:
'<■ Pero la conciliación, como la tolerancia, como
la justicia, rechaza los exclusivismos, el pandillaje
y la camarilla.
La campaña de Juan Carlos Gómez, llena de
inspiraciones patrióticas, moderada y sincera, fué
CARLOS OMETO Y VIANA
agrupando los elementos de la Defensa alrede-
dor de Melchor Pacheco y Obes, que era el alma
de la resistencia á la reacción.
Don Juan Francisco Giró, inmediatamente de
restablecerse la calma en la capital, preocupóse
de la conservación del orden, necesidad suprema
en aquellos momentos.
Juzgando sinceramente que su palabra fuese ca-
paz de conjurar los peligros que le rodeaban, cal-
mando las pasiones, dirigió al país la siguiente
proclama:
El Presidente de la República á sus conciu-
dadanos:
Orientales: La primera necesidad de la Re-
pública es la paz doméstica; el primer deber de
los ciudadanos es trabajar con el mayor empeño
por conservarla.
< Juremos todos no ahorrar ningún género de
sacrificios para mantener ese bien inestimable en
que está cifrado el porvenir de nuestra patria.
Terminado el desgraciado conflicto de ayer,
todos nuestros esfuerzos deben dirigirse á ase-
gurar el orden bajo los auspicios de la ley y la
autoridad.
Compatriotas: Confiad en el Gobierno, como
él confía en vuestras virtudes y vuestro buen
sentido.
62 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Nadie podía creer en la eficacia de las palabras
del Jefe de! Estado.
Era además absurdo suponer que la situación
pudiera consolidarse.
La solución del 18 había decretado su ruina.
Los partidos quedaron de pie, preparándose
para la lucha: la reacción, contando con la mayoría
en las Cámaras y con don Bernardo P. Berro en
el Fuerte — los hombres de la Defensa, con la pre-
ponderancia en los acuerdos del Gobierno y con
los cuerpos que constituían la fuerza pública.
La incertidumbre y la intranquilidad fueron
aumentando día á día.
Á mediados de Agosto la situación volvió á
tomar caracteres de verdadera gravedad.
La anarquía se había extendido á todas las
clases sociales.
No había poder capaz de detenerla, desde que
su origen estaba en los hombres del Gobierno,
Éstos en medio del desborde de pasiones, cada
vez más impetuoso que producía la efervescen-
cia en todo el país, esforzáronse por llevar la
calma á los espíritus.
Don Venancio Flores fué encargado por el
Presidente de disipar las zozobras de aquella
agitación sin objeto. >
Con ese fin recorrió de un extremo á otro la
República, repartiendo palabras tranquilizadoras.
El Gobierno sabrá mantener la paz, decía en
su proclama á los habitantes de campana, y hará
CARLOS ONETO Y VIANA
respetar la ley y la autoridad. Vuestros derechos
y vuestros sosiegos no serán impunemente holla-
dos.
Y terminaba: Tened plena confianza en el
Gobierno.
Todo era absolutamente ineficaz.
El prestigio de la situación legal estaba que-
brado, como había dicho don Andrés Lamas.
Don Bernardo P. Berro apeló en la capital á
los medios coercitivos, juzgándolos de mayor efi-
ciencia.
Dirigióse al Jefe Político en estos términos, que
son elocuentes para demostrar el estado á que
había llegado el país :
Montevideo, Agosto IS de 1S53.
'■'■ Los rumores alarmantes que de algunos días
á esta parte han circulado con profusión, y las
provocaciones que los acompañan, están produ-
ciendo los más perniciosos efectos.
« Los temores de nuevos desórdenes toman cuerpo,
la confianza se retira, el comercio y la indus-
tria desfallecen, las pasiones se inflaman otra vez,
y la sociedad, entregada á una zozobra continua,
sufre un malestar de que todo se está resintiendo.
La situación no puede prolongarse más tiempo
sin traer gravísimos daños al país.
El Gobierno, cuyo principal deber es velar por
la tranquilidad, no puede permitir que tal estado
de cosas pase adelante.
64 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
En SU consecuencia, ordena á V. S. que por
el Departamento á su cargo se proceda á em-
plear todos los medios que estén dentro de la
esfera de sus atribuciones para ahogar esos ru-
mores y provocaciones que tanto mal hacen ; de-
biendo considerar y tratar á sus autores como
perturbadores del orden público.
i' Se recomienda á V. S. muy especialmente pro-
hiba con toda severidad el que se profieran en pú-
blico vivas ó mueras provocativos y que exciten al
desorden, ú otros cualesquier discursos del mismo
carácter, aprehendiendo á los que se encuentren
practicando eso, para sujetarlos á la responsabili-
dad que por la ley haya lugar y dando cuenta
inmediatamente.
« Dios guarde á V. S. muchos aiios.
< Bernardo P. Berro.
< Al señor Jefe Político de la Capital.
Nuevos sucesos vinieron á agravar la situación,
Don Venancio Flores regresa de su excursión
pacificadora, penetrado de las necesidades de la
campaíia.
Pudo ver de cerca á sus amigos de la Guerra
Grande entregados á las brutalidades de las auto-
ridades policiales que respondían incondicional-
mente á los elementos reaccionarios de Monte-
video.
CARLOS ONETO Y VIANA 03
Reclama entonces del Presidente Giró el nombra-
miento de tres Jefes Políticos para contrabalan-
cear en el Poder á los dos partidos en cumplimiento
al programa de pacificación de Octubre de 1851.
Don Juan Francisco Giró vio delante de sí un
abismo.
Creyó, acaso, existiese conexión entre esa exi-
gencia y la conducta por demás extraña que ve-
nía asumiendo Melchor Pacheco y Obes, y juzgó
de su deber resistir.
Don Venancio Flores presenta entonces dimi-
sión.
Esto importaba volver al estado de cosas an-
terior al 18 de Julio.
Don Juan F. Giró así lo comprendió. El pobre
anciano, viéndose en una situación difícil, anulada
su acción, se esfuerza porque el Ministro dimi-
tente revoque su resolución.
Pide en su favor la intervención del plenipo-
tenciario del Imperio.
Y como si esto no fuera bastante fuerte para
su decoro de Jefe de Estado, escribe las siguien-
tes líneas:
Señor Ministro.
Muy señor mío y de todo mi aprecio:
El abandono que usted ha hecho del Ministe-
rio tiene alarmados á todos por las consecuencias
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
que temen. Usted se ha ido sin decir por qué y
sin explicarse conmigo.
Antes de consentir que usted se separe deseo
verlo hoy porque esto no da espera, pues estamos
en víspera de una disolución.
Juan Francisco Giró. >
Don Venancio Flores creyendo aún posible
una evolución, consintió en el retiro de su renun-
cia.
Entre tanto Melchor Pacheco y Obes adoptaba
una conducta muy distinta á la de los hombres
del Gobierno.
Observador profundo, reconoció que el mal de
la situación era incurable.
Todo el organismo político estaba minado.
La catástrofe fatalmente debía producirse, pues
los acontecimientos tenían que seguir su desarrollo
lógico.
Con la constante preocupación del porvenir del
país y de la suerte de los principios de la De-
fensa, urgía más y más á Rivera que precipitara
su viaje.
En una de sus cartas decía:
No puede consolidarse nuestra posición si us-
ted no viene inmediatamente.
CARLOS ONETO Y VIANA 57
: Nada puede hacerse decisivo sin que usted
esté entre nosotros.
No tarde usted, pues con su tardanza puede
arriesgarse todo. >
Y como si temiera que el desterrado de 1847
pudiese guardar recelos, evocando los días terri-
bles del Sitio Grande, de lucha entre riverisfas
y pacliequistas, le adelantaba:
No ha de encontrar usted /// una sola opo-
sición.
Los hombres que le fueron más opuestos en-
tre nosotros, están hoy firmemente persuadidos
de que el Partido de la Defensa sólo puede as-
pirar á la dirección política del país, estando unido
á usted y mirándolo como su Jefe. >
Nuevas correspondencias posteriores imponían
á Rivera de la situación por que atravesaba Mon-
tevideo.
El aislamiento del Gobierno era cada vez ma-
yor. El vacío concluiría por matario.
La vuelta de don Venancio Flores al Ministe-
rio no haría otra cosa que dar vida á la situa-
ción por un corto tiempo.
La anarquía continuaría entre los hombres del
Fuerte y concluiría por destruirio todo.
En los primeros días de Septiembre, estaba en
la conciencia nacional que el Gobierno no podría
resistir á sus propios desaciertos.
Pacheco se desesperaba por la ausencia de Rivera.
fri BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Temía que súbitamente se produjera una con-
flagración y necesitaba de los prestigios de aquél
y sus valiosos elementos.
Rivera seguía en la frontera, postrado por la en-
fermedad que poco después lo llevaría á la tumba.
En una de las alternativas por que pasaba fre-
cuentemente, respondía con esta elocuencia á una
de las exigencias de Pacheco:
< Querido General: La lucha que usted sostiene
por la vida y el porvenir de la Patria, está abra-
zada conmigo en la que sostengo por la conser-
vación de una vida que sólo está consagrada para
ella.
Los elementos riveristas respondían en todo el
país á los trabajos de Pacheco.
Por manera que, en medio de aquella situación
de confusión y desorden, era la única agrupación
seriamente organizada para hacer frente á una
grave emergencia.
Pacheco reveló habilidad extraordinaria.
Juzgó peligroso precipitar los acontecimientos,
cosa que podría arrojarlos á correr los riesgos de
aventuras difíciles.
Y en consecuencia limitó su acción á mante-
ner la cohesión indispensable entre las antiguas
fracciones del partido de la Defensa.
Á ese efecto fundó E/ Nacional, cuya aparición
llevó la alarma al Fuerte.
Su propaganda netamente partidaria, daba alien-
tos á los elementos opositores.
CARLOS ONETO Y \IANA
El desánimo comenzó á dominar á los iiombres
del Gobierno.
Don Manuel Herrera y Obes comprendió que
la campaña de El Nacional arrasaría con todo.
El Presidente Giró hizo entonces un último
esfuerzo por mantener el resto de política de fu-
sión imperante.
El Ministerio lo acompañó suscribiendo el si-
guiente decreto, que fué un ataque dirigido direc-
tamente contra Melchor Pacheco y Obes :
Montevideo, Septiembre 17 de 1S33.
Considerando: 1." que toda recriminación so-
bre opiniones y actos referentes á la guerra que
terminó en Octubre de 1851, es una violación
flagrante de los pactos que precedieron á la pa-
cificación de la República, y que ella aceptó como
base fundamental y precisa de su vida ulterior;
Considerando: 2." que la observancia fiel y
severa de esas estipulaciones no sólo interesa á
la fe y al honor de la nación, sino que de ella
depende la conservación del orden y de la paz
pública, primera de todas las necesidades y con-
veniencias del país, el Presidente de la República,
en virtud de los deberes y facultades que tiene
por los artículos 81 y 79 de la Constitución del
Estado, decreta:
l.t> Queda de todo punto prohibida á la prensa
70 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
periódica, el traer á juicio los actos y opiniones
referidas.
'■ 2/' Toda transgresión á esa disposición será
calificada y penada como una concitación al des-
orden y á la anarquía.
<'3.c De esta resolución se dará cuenta al Cuer-
po Legislativo, sin perjuicio de hacerlo á la Co-
misión Permanente, á cuya consideración se ele-
vará sin demora.
4." Publíquese, comuniqúese, etc.
< Juan Francisco Giró.
Bernardo P. Berro.
<í Manuel Herrera y Obes.
< Venancio Flores.
Los resultados de esta disposición gubernativa
no se hicieron esperar.
La exaltación de los ánimos colmó toda me-
dida.
Don Venancio Flores, que había dado suficien-
tes pruebas de abnegación prestando á la política
fusionista su cooperación leal y decidida, juzgó
entonces que debía nuevamente exigir el nombra-
miento de los tres Jefes Políticos, como medida
justa y tranquilizadora, capaz de conservar el or-
den y calmar la violencia de las pasiones.
La promesa del Jefe del Estado, de que acce-
dería á su legítima exigencia, lo había llevado á
CARLOS ONETO V VIANA
suscribir el decreto atentatorio contra la prensa.
El Presidente Giró, siempre vacilante, fluctuando
entre la evolución y la reacción, sin rumbos cier-
tos, temiendo las consecuencias de esta conce-
sión, resistió otra vez.
Don Venancio Flores no se resuelve á cargar
con las responsabilidades de la situación, y aban-
donó el Ministerio el mismo día 17, con el pro-
pósito irrevocable de no volver sobre sus pasos.
La política de fusión tocaba á su término. . . .
El Presidente de la República vio sobre su ca-
beza el derrumbe de todo el andamiaje político.
Y no atinó á otra cosa que á la redacción de
este documento, que revela el estado de su espí-
ritu y su situación desgraciada:
■-■ Señor Ministro.
Señor de todo mi respeto:
Me ha sorprendido mucho la renuncia que
hace usted de su cargo y la razón que da para
ella.
Tengo la conciencia de que los inconvenien-
tes que usted alega y la ineficacia de su perma-
nencia en el Ministerio no vienen de mi parte.
He mostrado á usted la mayor confianza en
sus intenciones y en su patriotismo. No me he
opuesto hasta ahora á ninguna medida de usted
72 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA .NUEVA
que se me haya joresentado como necesaria al
restablecimiento del orden.
He aprobado cuanto usted ha hecho. No se
qué más se quiere de mí. Si usted sale del Mi-
nisterio, yo también salgo de la Presideneia.
Vaya usted ahora al Fuerte y hablaremos.
De lo que resulte pende la guerra civil y el
bienestar general de nuestra tierra.
Su afmo. q. b. s. m.
Juan Francisco Giró.
Don Venancio Flores no vaciló. Su propósito
era inquebrantable.
Había accedido una vez á la rogativa del Jefe
del Estado, creyendo que algo se podía esperar
del señor Giró.
Su vuelta al Ministerio había sido del todo
ineficaz, pues á su sacrificio no siguió ningún
provecho para el país.
Disgustado por la conducta del Presidente que
revelaba una incapacidad absoluta para el go-
bierno, y por la falta de cumplimiento al compro-
miso que con él había contraído, contestó al
mensaje del primer magistrado en esta forma, por
demás severa y un tanto irrespetuosa:
Respetable señor: Quedo en posesión de la
de V. E. de hoy, y en contestación digo : que si
el señor Presidente tiene la conciencia de que los
CARLOS ONETO Y VIANA
inconvenientes que alego y la ineficacia de mi
permanencia en el Ministerio no vienen de su
parte, tampoco vienen de la mía.
En ese sentido el país será el juez, y á su fallo
me someto; y la responsabilidad caerá sobre aquel
que ha dejado de hacer el bien que tuvo y ha te-
nido en sus manos hacer.
<: La cita que V. E. me da en el Fuerte, me es
imposible en estos momentos ...
Estoy resuelto á separarme de mi país por
algún tiempo.
Después de esto mi renuncia es imprescin-
dible y no haré retroceso en ella. No quiero ha-
cerme responsable de una situación que no pende
de mí dominar.
Creo haber hecho cuanto ha dependido de un
hombre de honor para conseguirlo : todo ha sido
inútil.
Nada me resta hacer, sino evitar envolverme
en una crisis funesta y salpicarme quizás con la
sangre de mis compatriotas, cuya idea me aterra.
Venancio Flores.
Con el alejamiento de don Venancio Flores del
Fuerte, el Gobierno quedaba completamente des-
amparado.
¿A quién dirigirse?
Era absurdo hacerlo á los soldados con quie-
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
nes había pactado el 18 de Julio, anulando toda
su autoridad.
Aquello era un verdadero desastre.
En medio de la confusión, don Manuel Oribe»
que residía en su quinta del Miguelete desde la
paz de Octubre, tuvo la clarovidencia de las cosas-
Comprendió que la situación fatalmente ven-
dría á manos de Pacheco, y recordando que la
muerte del ilustre Florencio Várela no estaba in-
cluida en las cláusulas liberatorias del pacto del
51, embarcóse precipitadamente con rumbo á
Europa.
Revelábase hombre prudente y previsor po-
niendo entre su persona y el país todas las aguas
del Atlántico.
Mientras tanto, Montevideo se hacía presa de
espantosas zozobras.
El Presidente de la República apenas conser-
vaba su título, sin que se sintiera capaz del más
insignificante acto de gobierno.
Don Bernardo P. Berro entendió que no era
posible continuar en esa forma. El antiguo Mi-
nistro de Oribe, que en otro tiempo había mi-
litado en las filas de los defensores de la inde-
pendencia americana en guerra á muerte con
los que, encerrados dentro de las murallas de
Montevideo habían perdido el sentimiento patrio,
dando al extranjero intervención en nuestras cues-
tiones internas, venciendo sus escrúpulos de dis-
cípulo de Rosas, redactó en forma de circular el
CARLOS ONETO V VIANA
siguiente mensaje, dirigido á los representantes di-
plomáticos acreditados cerca del Gobierno:
A\oiitev¡deo, Setiembre 21 de 1S53
á las S de la noche .
< Señor Ministro:
El infrascrito, Ministro de Relaciones Exte-
riores, tiene el honor de dirigirse al señor. . . parti-
cipándole, de orden de S. E. el señor Presidente
de la República, que la capital se halla amenazada
de una conmoción que puede venir acompañada
de graves desórdenes, sin que al Gobierno sea
dado impedirlo por la absoluta falta de fuerza á
su disposición.
cEn tal situación, no puede el Gobierno res-
ponder de la seguridad de las personas ni de las
propiedades; y, en tal virtud, cree llegado el mo-
mento de que los Agentes Extranjeros, con la fuerza
armada de que puedan disponer, se encarguen de
la protección de la ciudad.
El abajo firmado reitera al señor. ... la pro-
testa de su más distinguida consideración.
Bernardo P. Berro. >
Y como si esta medida no fuera bastante, so-
licitó del plenipotenciario del Brasil la interven-
ción imperial en favor de la autoridad legal.
76 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Bernardo P. Berro invocaba las cláusulas
6.=^ y 7.'i de los tratados de 1851, por los cuales
quedaba obligado el Imperio á prestar su coope-
ración con las fuerzas de mar y Tierra al Gobierno
constitucional de la República, á requisición de
éste en el caso de realizarse un movimiento
armado contra su existencia ó autoridad, pres-
cindiendo de los motivos y en el caso de de-
posición del Presidente por medios inconstitucio-
nales.
El doctor J. M. da Silva Paranhos contestó al
mensaje del Ministro declarando que no tenía
instrucciones de su Gobierno para acordar los
auxilios requeridos ' .
La crisis ministerial imposibilitó absolutamente
al Gobierno.
En este estado de indecisión se siguió hasta
el 23, día en que el Presidente de la República
invitaba al señor Ministro del Brasil para obte-
ner la vuelta de Flores al Ministerio, con la in-
terposición de la garantía oficial del Gobierno im-
perial en prenda de que sería observado con
lealtad el programa político y administrativo que
^1) La diplomacia imperial, debe decirse en honor á la verdad
procedió así atendiendo á fines bastardos.
El Imperio siempre se intereso por fomentar la anarquía en la
República.
Negó á don Juan Francisco (iirú la intervención armada, pero
supo acordarla más tarde, en 1854, á don \"enancio Flores — para
abandonarlo después — cuando éste se encontró en el caso de ne-
cesitar de su apo3"o.
CARLOS ONETO Y VIANA
con el coronel Flores se llegara á acordar defi-
nitivamente.
No podía pedirse nada más desdoroso que
esta forma de transacciones, que hacía de un
hombre una entidad indispensable.
< En momentos que el 24 conferenciaba el Mi-
nistro del Brasil con Flores y sus amigos sobre
la determinación de ese programa el señor Giró,
acompañado de don Bernardo P. Berro, abando-
nó el Fuerte^ buscando ambos asilo en la Le-
gación de Francia.
Desde allí dirigen al Cuerpo diplomático este
tan extraño como curioso documento:
«Ministerio de Relaciones Exteriores.
« CIRCULAR A LOS MINISTROS EXTRANJEROS
El que suscribe, Ministro de Relaciones Ex-
teriores, ha recibido de S. E. el señor Presidente
de la República el encargo de poner en conoci-
miento del señor que, cediendo á la vio-
lencia, ha tenido que suspender el ejercicio de su
autoridad en la capital y proveer rí su seguridad
personal.
En semejante situación, el Presidente de la
República, que no quiere ensangrentar inútilmente
las calles de Montevideo, se ha decidido á aban-
donar el campo á los revoltosos antes que pres-
78 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tars-e á humillaciones que harían más deplorable la
guerra, que ya no puede evitarse.
Dejando cumplido el encargo de S. E. el se-
ñor Presidente de la República, saluda el que sus-
cribe al señor Ministro de . . . con la más dis-
tinguida consideración.
Bernardo P. Berro. ^
Llevado á la Legación de Francia el resultado
de la conferencia habida entre Flores y sus ami-
gos y el Ministro del hriperio, don Juan Francisco
Giró declaró que no podía aceptar la solución
propuesta ( igualdad de los dos partidos en el
gobierno de los Departamentos >) sin la salida
inmediata del país, en misión diploniáfiea, del
General Melchor Pacheco y Obes, contra quien
se especializaban sus prevenciones.
Ante tal actitud, Pacheco, que no las tenía to-
das consigo, por la ausencia de Rivera, y que tam-
poco mendigaba cargos diplomáticos, hizo saber
al Presidente de la República que si su persona
era un obstáculo á la solución deseada, se em-
barcaría en el día y saldría inmediatamente del
país sin misión ni cargo alguno, así que estu-
viese resuelto y garantido por el Brasil el pro-
grama de conciliación y equilibrio político. >
El señor Giró, rodeado por los elementos
reaccionarios, que habían hecho á la política de
CARLOS ONETO Y VIANA 79
fusión odiosa para el país, rechazó de plano
toda proposición y puso término á las negocia-
ciones.
Se daría comienzo á la guerra civil.
Ante el peligro de una completa disolución, don
Venancio Flores acude á los cuarteles, y confiando
en que los cuerpos se mantendrían en orden
inalterable adoptando una actitud pasiva, se dirige
á la Honorable Comisión Permanente en estos
términos:
« Montevideo. Setiembre 25 de 1S53.
Abandonado el Gobierno de la República por
el señor Juan Francisco Giró — su Presidente
hasta ahora — ha quedado en mis manos la fuerza
pública de que estaba encargado como Ministro
de Guerra y Marina en esta posición, obligán-
dome la necesidad á emplearlas en salvarlas ga-
rantías de la sociedad y el porvenir de la nación
de la terrible acefalía en que yace, creo cumplir
con mi deber en comunicar esta situación á la
Honorable Comisión Permanente de la Honora-
ble Asamblea General, pidiendo que reunida y sin
pérdida de tiempo, delibere y resuelva lo conve-
niente para concurrir á llenar los deberes que ella
le impone.
Dios guarde á la H. C. P. muchos años.
Venancio Flores.
83 BIBLIOTECA DEL CLL'B VIDA NL'EVA
La Comisión Permanente juzgó absurdo tomar
cualquiera resolución, desde que el Presidente de
la República no había presentado su dimisión.
Y en consecuencia, se limitó su Presidente á
acusar recibo del oficio; lo que ya constituía una
perversión de las prácticas constitucionales por
cuanto el Cuerpo Legislativo no podía, sin un des-
conocimiento completo de su rol y de su propio
decoro, entrar en explicaciones de esa índole con
quien no tenía ninguna investidura legal.
El Triunvirato que sucedió á donjuán F. Giró
fué obra exclusiva de Pacheco.
El jefe de la Defensa, que tenía mucho que
perder y estaba en el caso de salvar su reputa-
ción de hombre de Estado, desde luego compren-
dió la necesidad de un Gobierno que ofreciera al
país todas las seguridades de paz, con una con-
ducta tolerante y moderada y que al mismo tiempo
supiera proceder enérgicamente en frente de cual-
quier movimiento anárquico.
Partiendo de este principio, juzgó conveniente
llevar al Fuerte el mayor caudal posible de pres-
tigio, encarnado en hombres de verdaderos sacri-
ficios vinculados á las distintas fracciones parti-
darias y muy principalmente á los elementos de
acción.
Como forma de Poder Ejecutivo, el Triunvirato
es evidentemente absurdo. Aparte de ser completa-
CARLOS 0\ETO Y VIANA
mente extraño á nuestro régimen político, es in-
conciliable con una buena gestión gubernativa,
por la falta de unidad en su dirección. Sin em-
bargo, en aquellos momentos lo primordial era
la creación de un Gobierno Provisorio que ase-
gurase el mantenimiento del orden, para que la
reconstrucción de los poderes constitucionales
se operase en condiciones provechosas.
La dictadura en manos de Pacheco, no ofrecía
otras ventajas que las de una acción hábil y enér-
gica en la capital. En campaña, la influencia del
jefe de la Defensa era nula y hasta daría origen
á resistencias peligrosas entre los mismos ele-
mentos que durante la Guerra Grande habían res-
pondido á los sitiados.
Persuadido de eso. Pacheco preocupóse de la
formación de un Gobierno que, reuniendo la ma-
yor autoridad, levantase la menor resistencia.
Y encontró esa solución en la fórmula del
Triunvirato integrado con Rivera, Flores y Lava-
lleja.
Rivera era hombre indispensable. No había en
la República, entonces, como tampoco ha habido
en épocas posteriores, personaje de mayor pres-
tigio.
Por tanto, aportaba un contingente poderoso.
Don Venancio Flores, si bien no era aún una
personalidad de gran significación, sin embargo
su concurso no por eso dejaba de ser valioso.
Los últimos sucesos lo habían hecho arbitro
82 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
de la situación. Ausente Rivera, ninguno como él
tan estrechamente vinculado á los soldados de la
Guerra Grande.
En cuanto á Lavalleja, por su nulidad satisfa-
cía á la gran masa de los poco exigentes.
Además, la integración del Triunvirato con La-
valleja, respondía á propósitos políticos bien me-
ditados por Pacheco.
Muchos elementos del Cerrito, desvinculados
de Oribe, algunos de los que lo traicionaron tan
pronto vieron en 1851 la perspectiva de su des-
gracia ^' se habían inclinado hacia Lavalleja,
quien abrigaba grandes prevenciones contra don
Manuel Oribe desde 1832, por su defección á la
revolución iniciada por Garzón.
(1) Después del pronunciamienio de don justo José de Urquiza
}- de la actitud asumida por don Eug-enio Garzón, poniéndose am-
bos al servicio de la Defensa, los jefes del Cerrito comenzaron á
pasarse al ejército que tenía que combatir á Rosas.
Hasta los que habían sido amigos de Oribe defeccionaron.
Don Servando Gómez, el jefe de las fuerzas federales destrui-
das por Garibaldi en San Antonio, fué uno de los primeros.
Don Lucas Moreno, autor de los excesos del 2 de Agosto en la
Colonia, donde penetró al grito de « Oribe ó muerte », siguióle al
poco tiempo.
Don Manuel Lavalleja, don Lucas Píriz, don Dionisio Coronel,
Villaurreta, Peñarol, Barbat y otros, hicieron otro tanto.
Abandonado Oribe, destituido por Rosas, desmoralizado, in-
capacitado para luchar con el ejército del Gobernador de Entre
Ríos, que debía operar conjuntamente con una división salida de
Montevideo, tuvo que humillarse y apelar «á los conocidos senti-
mientos de Urquiza > á quien poco antes llamara «loco inmundo,
salvaje unitario, traidor, desertor á la causa sagrada que defiende
el Ilustre .lefe que preside los destinos de la Confederación» para
obtener « honrosas condiciones de un vencedor que sabía apreciar
la verdadera gloria. »
CARLOS ONETO Y VIAN'A 83
De modo que la entrada de Lavalleja al Go-
bierno podría tener la virtud de sustraer á aquella
gente de cualquier movimiento subversivo.
Esto, sin embargo, no era lo principal.
Pacheco haría sentir fácilmente su influjo en
los actos del Gobierno por Lavalleja, quien, en
medio de su apocamiento, sentía verdadera admi-
ración por el jefe de la Defensa, en cambio de
una viva simpatía que éste siempre profesó al
que había sido su jefe en las luchas del año 1825.
Pacheco creía sinceramente en la bondad de
Lavalleja, aun cuando tuviera para ello que olvi-
dar la masacre horrible del 29 de Diciembre, ope-
rada con los indefensos heridos de Cagancha.
El jefe de la Defensa juzgaba una necesidad
indispensable la conservación de la paz, para evi-
tar la reacción funesta, perjudicial, que sobreven-
dría á la guerra, y entendía que con esos elemen-
tos se había de llevar la confianza á todo el país.
Comenzó por impulsar al Gobierno Provisorio
por el camino de una política tolerante, sin ex-
clusivismos, prudente y juiciosa.
Tenía el convencimiento de que las persecucio-
nes y medidas violentas era incompatible con la
estabilidad del orden, y que lo razonable y lo que
aconsejaba el patriotismo era una conducta mode-
rada, como para que no se sintiera sino por sus
efectos saludables el cambio radical operado en el
Gobierno.
La reacción de parte de los elementos vencí-
84 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
dos, que tanto temía el jefe de la Defensa, des-
naturalizaría la misión del Gobierno Provisorio y
malograría todos sus propósitos.
Solamente la paz podía permitir la reconstruc-
ción de los poderes constitucionales, en condi-
ciones que garantiesen de modo permanente el
sosiego público.
El Gobierno civil no podía resultar de la lucha
armada.
Encendida la guerra, producida la reacción en-
cabezada por los caudillos del Cerrito, habría lle-
gado el caso de oponer en la lucha hombre á
hombre, hierro á hierro como decía don Andrés
Lamas; y la consecuencia sería el triunfo en la
solución presidencial del caudillo victorioso.
Pacheco, que en la guerra < era soldado hasta
la punta de los cabellos en la paz revelábase
un perfecto estadista, de grandes previsiones y
sobre todo de un espíritu práctico admirable. Es-
taba persuadido de que el Gobierno militar no
era el adecuado para una época llena de peligros
y dificultades, que reclamaba una gestión guber-
nativa humana y conciliadora. Por otra parte, era
evidente que solamente la paz podía impedir su
creación.
Por eso puso en juego los medios á su alcance
para evitar cualquier acto de violencia que pu-
diera dar origen á la reacción armada.
Las primeras medidas del Gobierno Provisorio
revelan una conducta inspirada en estos senti-
CARLOS ONFTO Y VIANA 85
mientos moderados, y sus manifestaciones son tan
elocuentes como patrióticas.
El Gobierno Provisorio, en cumplimiento de
los altos deberes que le están confiados, declara
categóricamente al país que todas las garantías
constitucionales están vigentes.
Declara que ningíín ciudadano tendrá que su-
frir ni en su persona ni en sus propiedades, mien-
tras rija los destinos del país; y reprimirá seve-
ramente el menor exceso de los funcionarios públi-
cos contra la propiedad ó la persona.
Declara que á ningún ciudadano se le tendrán
en cuenta sus anteriores opiniones políticas y hará
respetar sus derechos por las fuerzas que están á
sus órdenes.
Declara que su misión es salvar las garantías
sociales y el porvenir de la nación ; y firme en
este propósito, será enérgico en la acción y se-
vero en la represión con aquellos que, con las
armas en la mano, pongan obstáculos al desem-
peño de su ardua misión. >
La composición del Ministerio ' era además
(1) Ministerio de Gobierno.
DECRETO
Montevideo, Septiembre 25 ie 1853.
El Gobierno Provisorio de la República Oriental del Urugua}-:
Que debiendo precederse á la organización del Ministerio, el
Gobierno Provisorio ha acordado y
decreta:
Artículo 1." Quedan nombrados ^linistros Secretarios de Estado:
•85 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
garantía de fiel cumplimiento á todas las pro-
mesas que se hacían al país.
En cuanto á la fuerza pública, no podía ser
más tranquilizador el hecho de que estuviese en
la capital confiada á ciudadanos de la talla moral
de Pacheco y don José María Muñoz ^\
Para ganar tiempo y prevenir cualquier movi-
miento subversivo, don Venancio Flores abandona
temporalmente la capital y se traslada á los De-
partamentos en misión pacificadora ^-'.
En el Departamento de Gobierno y Relaciones, don .luán Carlos
Gómez.
En el Departamento de Guerra v Marina, el Coronel don Lorenzo
Batlle.
En el Departamento de Hacienda, don Santiago Sayago.
Art. 2." Comuniqúese, publíquese, etc.
Lavalleja. — Flores.
(1) Ministerio de Guerra y ^larina.
El Gobierno Provisorio de la República ha acordado }"
■decreta:
Artículo 1.° El señor General don ¡Melchor Pacheco }• Obes
queda nombrado Jefe del Estado ^layor General del Ejército.
Art. 2.° El señor don José ¡María Muñoz queda nombrado Jefe
de la Guardia Nacional de la Capital y su Departamento.
Art. 3.° Comuniqúese, publíquese. etc.
Lavalleja. — Flores.
Lorenzo Batlle.
DECRETO
Montevideo, Septiembre 25 de 1833.
(2 ) El f .obierno Provisorio de la República Oriental del Uruguay :
Importando en las graves circunstancias del país que se to-
men inmediatamente en la campaña las medidas gubernativas que
demande la conservación de la paz pública — primer necesidad
de la nación — ha acordado y
DECRETA ;
Artículo 1." El señor Coronel don \'enancio Flores, miembro del
CARLOS ONETO Y VIANA
Su excursión fué breve, pues los caudillejos
del Cerrito, que se habían alzado en armas á la
primer noticia de los acontecimientos de Monte-
video, fueron sometiéndose á su paso y pres-
tando acatamiento al Gobierno Provisorio.
Don Lucas Moreno, corrido hasta el Uruguay,
tuvo que embarcarse para Buenos Aires, donde
ni siquiera pudo descansar tranquilamente, pues
las manifestaciones populares hostiles al sicario
de Rosas, obligáronle á reembarcarse con direc-
ción á Entre Ríos.
Don Dionisio Coronel, perseguido tenazmente
por las fuerzas de don Anacleto Medina, vióse
en el caso de reconocer al Gobierno Provisorio,
entregando sus armas y otros bagajes bélicos.
Gobierno Provisorio, marchará en el carácter de Coiuandante Ge-
nera/ de Campaña.
Art. 2.° El Gobierno Provisorio de la Repúb'.ica delega en el
Comandante General de Campaña todos los poderes del Gobierno,
autorizándolo del modo más amplio pai-a dictar las medidas que
exija la seguridad del país.
Art. 3." Llenados los objetos de esta medida, el señor Coronel
Flores volverá á su puesto en el (Gobierno Provisorio.
Art. 5.° Comuniqúese, publiquese, etc.
Lavalleja. — Flores.
Juan C. Gómez.— Lorenzo Bal ¡le.
— Santiago Sayago.
.Articulo l.o El señor José Antonio Zubillaga integrará el Go-
bierno Provisorio en el tiempo que dure la ausencia del Coronel
Flores, que marcha á campaña.
Art. 2.° Comuniqúese, publiquese, etc.
Lavalleja. — Flores.
Juan C. Gómez. — Lorenzo Batl/e.
— Santiago Sayago.
S8 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Los demás caudillejos fueron dispersándose
unos tras otros, de modo que á los veinte días
de producirse el nuevo orden de cosas en Mon-
tevideo, el país entero estaba completamente pa-
cificado, cumpliéndose las predicciones de Mel-
chor Pacheco y Obes sin disparar un tiro ni
derramar una sola gota de sangre.
El Gobierno Provisorio, inmediatamente de es-
tablecido y á título de medida reparadora, de-
rogó el decreto atentatorio del 17 de Septiem-
bre, contra la libertad de pensamiento ' .
Siguiendo la norma que se había impuesto, tan
pronto tuvo conocimiento de que la paz estaba
asegurada, promulgó el siguiente decreto, redactado
por Juan C. Gómez, que significa una demostra-
ción de la bondad de sus propósitos y sus ideas
de concordia y tolerancia:
(1) Ministerio de (Jobierno,
Artículo 1." Confiado el Gobierno Provisorio en que la prensa
guardará la moderación que las circunstancias requieren y no
comprometerá con discusiones intempestivas las esperanzas de
tranquilidad pública, acuerda 3-
DECRETA :
Artículo 1.° Queda derogado el decreto del 17 del corriente, con-
trario á las garantías constitucionales en favor de la libertad de
imprenta.
Art. L'.o Comuniqúese, publiquese, etc.
L.AVALLEjA. — Flores.
Juan C. Góniex.
CARLOS ONETO Y VIANA
• .Montevideo, Octubre ló de 1833.
« ^?inisteriü de (¡ubierno.
El Pacto de Octubre, que quitó las armas de
la mano á los orientales, haciendo suceder la
paz á una guerra desastrosa, fué falseado por la
Administración que caducó.
« Desconociendo su misión, haciéndose órgano
de los intereses y de los enconos de una fracción,
esa Administración provocó la reacción que la ha
expulsado del Poder; provocó los peligros in-
mensos que han amenazado á la Patria.
Desaparecidos esos peligros ; afianzado el or-
den en el Estado y reconocida sin contradicción
la autoridad del Gobierno Provisorio, // se apre-
sura á proclamar que mira en la ejecución del
Pacto de Octubre, la base más sólida de la paz,
y que se reconoce obligado al cumplimiento leal
de sus condiciones.
En su consecuencia, ha acordado y
DECRETA:
« Artículo 1.'^ Quedan en todo su vigor las esti-
pulaciones del Pacto de Octubre de 1851 .
< Art. 2p Todos los Orientales que por ese Pacto
pudiesen considerarse autorizados para vivir en
90 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
el país, si lo han abandonado, pueden volver á él,
garantiendo el Gobierno á todos, sin ninguna excep-
eión, el goce de los derechos que la ley les acuerda.
Art. 3.0 El artículo que precede no excluye á
ninguno de los individuos que en la pasada crisis
se han presentado en armas contra la autoridad
del Gobierno; siendo uno de sus principios el res-
petar las convicciones políticas del hombre y el no
reconocer como crímenes, sino los actos que las
leyes comunes califican de tales.
< Art. 4." Publíquese, etc.
< LAVALLEJA. — ZUBILLAQA.
Juan C. Gómez. — Lorenzo Batlle.
— Santiago Sayago.
Don Juan Francisco Giró, asilado en la Lega-
ción de Francia, incorporóse francamente á la
corriente revolucionaria.
Anciano y sin carácter, Heno de prevenciones
contra los que habían creado el nuevo orden de
cosas, convirtióse en instrumento de los que que-
rían de todos modos entregar el país á los aza-
res de la guerra civil.
El señor don Bernardo P. Berro, que tomó el
título de Ministro interino de la Guerra, refu-
giado conjuntamente con el Presidente en casa de
Monsieur de Maillefer, hace un llamado en auxi-
lio de la legalidad caída — que había desertado
CARLOS ONETO Y VIANA
del Fuerte — á los caudillos de la escuela de Ro-
sas '' que chorreaban sangre - personajes
siniestros que merced á las concesiones de Octu-
bre vivían afrentando estas regiones.
El país sufriría nuevamente la ignominia de la
figuración de aquellos hombres que, en tiempos
no lejanos, al terminar los combates, daban la
nota más alta del salvajismo fabricando correas
con piel humana; hecho pavoroso que llevó el
espanto á la ciudad sitiada •'• .
(1)
Artículo 1.° Queda nombrado Jefe de la Guardia Nacional de
los Departamentos de Cerro Largo }• Yí, el Comandante de la
Guardia Nacional del primero de esos Departamentos, don Dio-
nisio Coronel.
Art. 2." Comuniqúese, publíquese, etc.
Giró.
Bernardo P. Berro.
Articulo 1.° Queda nombrado Jefe Superior de la Guardia Na-
cional de los Departamentos al .Sur del Río Negrro, el Coronel don
Lucas Moreno.
Art. 1." Comuniqúese, publíquese, etc.
Giró.
Bernardo P. Berro.
Artículo 1.° Queda nombrado Jefe de las fuerzas armadas al
Norte de Río Negro, el Brigadier General don Servando Gómez.
Art. 1.° Comuniqúese, publíquese, etc.
Giró.
Bernardo P. Berro.
[2] De Sarmiento.
(3) Los caudillejos de Oribe tomaron esos hábitos en la cam-
paña de las Provincias. Con la piel de Avellaneda fabricáronse
maneas, que fueron convertidas en trofeos de victoria.
92 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Adueñado don Bernardo P. Berro de la volun-
tad del señor Giró, impuso á éste la serie de
decretos absurdos salidos aquellos días de la
Legación de Francia.
El primer pensamiento del Ministro -dictador
fué provocar un conflicto sangriento entre el Go-
bierno Provisorio y las fuerzas navales extranje-
ras de estación en el puerto.
Poco tiempo después de establecido el Sitio, pusieron en prác-
tica nuevamente esa barbarie.
El Gobierno de la Defensa juzgó que debía tomar medidas se-
veras contra los que en el campo de Oribe estpban destinados á esa
clase de tarea, y en consecuencia dictó el siguiente decreto, en
el cual, después de declarar la inviolabilidad de los prisioneros
comunes, establecía :
Art. 3.° Son exceptuados de la disposición del artículo anterior,
los individuos que en los cuerpos enemigos.... hayan hecho uso
de maneas ú otras especies de correas fabricadas con piel hu-
mana
Art 4.° El presente decreto será comunicado á los Ejércitos de
la República, dado en la orden del día durante ocho días conse-
cutivos, publicado é insertado en el R. X. y en los diarios durante
el mismo tiempo.
SUÁREZ.
Melchor Pacheco y Obcs,
( «Rectification des faits calomnieux attribuCs a la Defensa de
Montevideo >. — Melchor Pacheco y Obes. — Editado en París en
1849.)
Pacheco en un principio quiso hacer efectivo el decreto, fusi-
lando irremisiblemente á todo individuo que fuera merecedor de
la pena ; pero muy pronto tuvo que abandonar esa conducta, por-
que era tal la cantidad de individuos que en el campo sitiador
se ocupaban de la fabricación de correas con piel de los desgra-
ciados que caían á sus manos, que, á aplicarse severamente el
decreto de la referencia, hubiera habido que rivalizar con Oribe
en la matanza de prisioneros.
Esta circunstancia los libró á la impunidad.
CARLOS ONETO Y VIANA 93
Á ese efecto, pretextando que la Deuda Fran-
cesa estaba garantida con los derechos de Aduana,
promulgó el siguiente decreto:
«Artículo 1.0 Queda bajo la protección de los
Agentes de Francia la Aduana de Montevideo.
' Art. 2s' Comuniqúese, publíquese, etc.
Giró.
« Bernardo P. Berro.
Obedeciendo al mismo propósito de ensan-
grentar el empedrado de la ciudad, envolviendo
al país en una crisis funesta, esforzóse el Minis-
tro por crear complicaciones que obstasen al des-
envolvimiento de la nueva situación. Con tal fin
dictó este otro decreto :
< l.o Las personas y propiedades de los extran-
jeros quedan bajo la inmediata protección de sus
respectivos Agentes.
< 2p En su consecuencia podrán desembarcar la
fuerza armada á su disposición para hacer efec-
tiva dicha protección.
' 3." Comuniqúese, publíquese, etc.
Giró.
« Bernardo P. Berro.
94 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Para facilitar las operaciones de guerra, dividió
el territorio de la República en zonas militares,
entregándolas á don Lucas Moreno, don Dionisio
Coronel, don Diego Lamas y don Servando Gó-
mez.
Como medida terrorista, fueron declarados
' traidores á la nación > todos los ciudadanos que
prestasen su concurso al Gobierno Provisorio,
< los que como tales traidores serían perseguidos
y castigados.
Por otro decreto quedaron autorizados los
extranjeros de la capital para armarse y combatir
á la rebelión.
Don Bernardo P. Berro dando prueba de cómo
entendía el honor de los hombres, se dirige
confidencialmente á don Juan Antonio Lavalleja é
invocando sus antecedentes de soldado de orden,
le invita á que defeccione del Fuerte.
Después de asegurarle que el Gobierno asilado
en la casa del Encargado de Negocios de Francia
disponía de fuerzas suficientes para dominar la
situación, buscando halagar la vanidad de Lava-
lleja—que conocía perfectamente — le hace ver la
perspectiva de una posición espectable, en estos
términos:
Usted tiene en su mano ésto, con tal que se
preste á sobreponerse á lo que tiene color de par-
tido exaltado en el lado á que usted está arri-
mado ahora.
'.'■—... no crea usted que al fin le han de de-
CARLOS ONETO Y VIANA 95
jar el primer |3uesto, si salen bien. Ellos no quie-
ren gauchos, como llaman á todos los ciudadanos
honrados que pertenecen á la campaña. Usted es
un elemento que les repugna, que está en con-
tradicción con lo que han sustentado siempre. Es
la vieja táctica ... se valen de los hombres de
campaña, para deshacerse de ellos después, lla-
mándolos bárbaros, retrógrados, etc. ^
Y terminaba diciéndole: Yo me entrego á la
honradez y discreción de usted, fiado en que esta
carta será para usted y nadie más.
Lavalleja, entregado de alma y cuerpo á los que
le rodeaban, juzgó que no estaba obligado á
guardar la absoluta reserva que en obsequio á la
antigua amistad le pedía el Ministro, y entregó la
carta á Pacheco, quien la dio á la publicidad.
Como coronamiento á todas estas insensate-
ces, don Bernardo P. Berro llevó su aturdimiento
hasta hacer un llamado á los antiguos legionarios
italianos y franceses.
Imposible concebir nada más absurdo.
El Gobierno de la Defensa había decretado
premios á los beneméritos legionarios y pensio-
nes á las viudas é hijos de los que habían pere-
cido en los combates ó á manos de los verdu-
gos de Oribe.
Terminada la Guerra Grande y entrado el país
al régimen constitucional, los esfuerzos de Mel-
chor Pacheco y Obes para que se cumpliese la
ley de los premios, se estrellaron contra la indi-
ferencia de los hombres del Gobierno.
96 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Bernardo P. Berro, en momentos supre-
mos, abandonado de todo el país, refugiado en
casa del Ministro de Francia, se dirige á ios bra-
vos legionarios declarando < que los que se unie-
ran á los rebeldes perderían los premios acorda-
dos; los que permaneciesen fieles al. Gobierno los
conservarían con un aumento que se señalaría
oportunamente ; y si le prestasen sus servicios, re-
cibirían una recompensa igual á la que se les ha-
bía acordado.
Esta conducta daba mérito á indignaciones le-
gítimas; significaba además una injuria á la me-
moria de los caídos y era la más grave ofensa
que se podía inferir á los sobrevivientes.
Don Bernardo P. Berro al dirigirse á éstos, afec-
taba olvidar que había sido Ministro de Oribe en
los días terribles del Sitio Grande, en que fran-
ceses é italianos, confundidos con los soldados
de la Defensa, corrían á la línea al toque de alarma,
para caer abrazados sobre las trincheras.
Pacheco irritado por las audacias de los que
«desde el rincón donde se ocultaban osaban di-
rigir la palabra á sus antiguos compañeros res-
ponde á la invitación del Ministro con una pro-
clama á los legionarios, que, por lo sangrienta, ni
en los mismos días del Sitio se vio igual, y que
anuló completamente las tentativas de don Ber-
nardo P. Berro.
Decía:
CARLOS ONETO Y VIANA
<■ Berro y Giró, dos hombres de Rosas, dos
comensales del Cerrito, dos de nuestros antiguos
enemigos, de los que aplaudían al caer algunos
de vosotros; de los que no tenían carcajadas
bastantes para celebrar los trances de dolor de
vuestros hermanos descuartizados . . . hoy, desde
el asilo que les acuerda noblemente el digno re-
presentante de Francia, tiran decretos de ame-
nazas y de muerte y también decretos de pro-
mesas.
Al oirlos, legionarios, habréis reconocido á
los mismos hombres, á la gente del Cerrito, á
los que sólo saben ofrecer dinero y depravación
para el que no se rinde. . . habréis reconocido á
la misma gente que ensartaba en lanzas las ca-
bezas de nuestros hermanos porque combatían
como hombres, á los que ofrecían oro por quin-
tales á nuestro malogrado Thiebaut, para que se
vendiera como un miserable.
< Desde el asilo en que se encuentran Berro
y Giró, os ofrecen el premio que la ley os había
decretado, y ofrecen doblario si tomáis un fusil
para defenderios. . . . á ellos, á los rufianes de
los verdugos de Rosas.
< ¡ Legionarios ! Cuando tenían en sus manos los
dineros del Estado, nosotros, vuestros compañe-
ros de armas, vuestros hermanos en glorias y
en infortunios, les pedíamos en vano que por
honor del país cumpliesen con lo que el país os
había ofrecido — que os diesen la insignificante re-
gs BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
compensa acordada á vuestros heroicos sacrifi-
cios.—Y la turba miserable en que ellos se apo-
yaban, respondía:
Nada ; que mueran de hambre los gringos en
esta tierra.
Os adulan ahora. ... os prometen ahora. . . .
ahora reconocen que teníais justicia.
Preguntadles si no la teníais cuando estaban
en el Poder.
« Preguntadles por qué, teniendo dinero para el
último de los verdugos de Rosas, no lo tuvie-
ron para vosotros.
Preguntadles por qué se hizo un crimen de la
actitud del General Pacheco, por haber iniciado
el pensamiento de presentar una petición en fa-
vor de las Legiones.
< ¡ Legionarios ! os recuerdo lo que ellos fueron
para que, puestos en presencia su conducta pa-
sada y su lenguaje presente, no sustituyáis el
desprecio por la indignación Sí, Legiona-
rios ! la indignación puede ser inspirada por
los que .algo son ó algo representan. Berro y
Giró nada son y no representan otra cosa que la
ineptitud puesta en el lugar que le corresponde.
Algunos días más, y ellos mismos no se ha-
rán ilusiones sobre lo que pueden y sobre lo
que valen. >
La casa de Monsieur de Maillefer quedó con-
CARLOS ONETO Y VIANA
vertida en un foco de conspiración del Gobierno
asilado contra el Gobierno del Fuerte.
Aquella situación de dualidad no podía pro-
longarse.
Juan Carlos Gómez dirigió entonces al Encar-
gado de Negocios de Francia la enérgica nota
que va á continuación:
«Montevideo, Septiembre -7 de If^óS.
El infrascripto, Ministro de Relaciones Exte-
riores, ha recibido orden del Excmo. Gobierno
Provisorio de manifestar á V. S. la extrañeza con
que ha visto que desde la casa de V. S. en donde
se ha asilado, sin ser perseguido, don Juan Fran-
cisco Giró provoca la guerra civil y la perse-
cución de los habitantes de la República, lla-
mando á las armas á los ciudadanos y á los
extranjeros en sostén de una autoridad que ha
desertado voluntariamente.
« El Excmo. Gobierno Provisorio se persuade
de que el señor Giró, abusando de la hospitali-
dad de V. S. no ha trepidado en comprometer
á los ojos del mundo la dignidad y lealtad de la
Francia, antigua aliada de la República.
En esta persuasión, acompaño á V. S. el im-
preso aparecido con documentos datados el 25
del corriente, extendidos indudablemente en casa
de V. S. de donde no se ha separado el señor
Giró.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
' Confía el Gobierno Provisorio en que V. S.
no podrá menos de exigir del señor Giró, que
abandone la actitud insólita que ha asumido en
casa de V. S. ó renuncie el asilo que genero-
samente le dispensa.
< El infrascripto, dejando cumplidas las órde-
nes del Excmo. Gobierno Provisorio, reiterad V. S.
las seguridades de su más alta consideración.
Juan Cajios Gómez.
» Al señor E. de X. de S. M. el Emperador de los franceses.»
Don Juan Francisco Giró abandonó la Lega-
ción al día siguiente, embarcándose en la fragata
de guerra < Androméde , desde donde dirigió al
Cuerpo Diplomático una circular con la declara-
ción de ' que no se había despojado de la au-
toridad constitucional de que se hallaba inves-
tido y que tampoco había abandonado el puesto
á que lo llevó la nación por el órgano de sus
legítimos representantes ^ .
f 1 ) <A boi'do de < L ' Andrómeda.
< Octubre 4 de 1S53.
« Señor
«Sé que el Gobierno intruso de Montevideo ppopala en el país
y manda divulgar fuera de él que yo lie abandonado el puesto (!)
ú que me elevó la nación por el órgano de sus legítimos repre-
sentantes.
<\'isto esto, es mi deber dejar bien establecida la verdad por
medio de una declaración franca, á fin de que no se pueda argüir
nada con mi silencio en favor de esa falsedad con que se ha pre-
tendido cohonestar el hecho escandaloso que ha tenido lugar.
CARLOS ONETO Y VIANA 101
Desde el buque francés, el señor Giró, invo-
cando las cláusulas 6.-^ y 7.-'^ de los tratados de
1851, exigió del Plenipotenciario del Brasil la in-
tervención imperial en favor del restablecimiento
de su autoridad.
El doctor Paranhos, que ya se había negado
una vez á acceder á las exigencias del Presi-
dente de la República, contestó en términos cate-
góricos declarando que no le correspondía to-
mar parte en una cuestión interna.
Permaneció á bordo el señor Giró hasta el
día 21 de Octubre.
La situación del Gobierno Provisorio muy
pronto fué modificada por acontecimientos impre-
vistos, en un sentido nada favorable para el país.
Melchor Pacheco y Obes, que había sido el
alma de la resistencia á los propósitos reaccio-
narios de la inayoiía pariamentaria y después del
24 de Setiembre el organizador del nuevo orden
de cosas, se retiró de la Jefatura del Estado Ma-
yor precisamente cuando más necesaria era su
actuación allí.
« Declaro, pues, del modo más solemne, que no me he despojado
de mi autoridad constitucional; que he querido solamente sus-
traerme á las violencias de que me creía amenazado, buscando un
asilo, primero en la Legación francesa, después en un buque de
la misma nación; pero sin renunciar por eso al deber que tengo,
como Primer Magistrado de la República, de conservar la auto
ridad que se me ha confiado y dejarla conforme á la dignidad j'
á los derechos que corresponden.
«Saluda al señor con la más distinguida consideración.
« luAX Franxisco Giró.»
102 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Las intrigas de los caudiiiejos colorados tenían
disgustado á Pacheco, que no era hombre capaz
de contemporizaciones.
En los primeros días de Octubre presentó la
renuncia del cargo que venía ejerciendo.
No había terminado aún la gira pacificadora
de don Venancio Flores, y los caudillos del
Cerrito recorrían la campaña con sus monto-
neras.
Juan Carlos Gómez y don Lorenzo Batlle juz-
garon que era absurdo admitir la separación de
Pacheco en aquellos momentos, y en consecuen-
cia fué aplazada su consideración.
Pero, apenas llegó á Montevideo el parte ofi-
cial de la pacificación del país, el jefe de la De-
fensa insistió en su renuncia, que fué aceptada <^''.
( 1) « Montevideo, Octubre 15 de 1853.
«Las noticias felices para el país que hoy celebra la capital del
Estado, me habilitan para insistir en la renuncia de la comisión
que desempeño.
« La paz está afianzada. En toda la República se ve acatada la
autoridad del Gobierno Provisorio,
«Mi permanencia en este destino no tiene, pues, ningún objeto
de conveniencia pública, )• debe, por lo mismo, serme permitido
proceder como me manda mi conciencia.
«Eso es lo que á V. E. pido se sirva recab/tr de la Superioridad.
« Dios g'uarde ;'i V. E. muchos años.
« Melclior Paclieco y Obes.
« Excmo. sefior Ministro de Guerra 3- Marina, coronel don Lorenzo
Batlle.»
Ministerio de Ciuerra y Marina.
Montevideo, Octubre 15 de 1853.
El Gobierno Provisorio, á cuya consideración elevé la renuncia
de \' . -S., de fecha o del corriente, juz^ó c¡ue no estando asegu-
CARLOS ONETO Y VIANA 1Ü3
Á pesar de su separación del Estado Mayor, el
influjo de Pacheco en las deliberaciones del
Fuerte hubiera podido continuar invariable por su
ascendiente sobre Lavalleja y por dos de los Se-
cretarios de Estado, don Lorenzo BatUe y Juan
Carlos Gómez que profesaban al jefe de la De-
fensa admiración sincera por sus energías inven-
cibles, su talento y sus grandes cualidades de
hombre de Estado.
Un hecho desgraciado vino, en mala hora á anu-
lar la influencia de Pacheco, al mismo tiempo que
marcó nuevos rumbos á la situación.
Lavalleja muere repentinamente ' el día 21 de
Octubre, en su despacho, en momentos que fir-
maba una resolución gubernativa, dejando á los
suyos como herencia su gran admiración por Pa-
rada la paz pública en todos los extremos del país, los servicios
de W S. en el E. !M. G. eran importantes aún al logro de aquel
objeto, y resolvió aplazar su aceptación.
Insistiendo V. S. en el mismo propósito, hoy que está ya afian-
zada la tranquililad de la República, el Gobierno, apreciando lo^
sentimientos que lo inspiran, se hace un deber en satisfacer el
deseo del señor General, aceptando la renuncia del cargo que
eierce y encomendándome el grato deber de agradecerle, en nom-
tire de la Patria, los muy relevantes servicios que le ha prestado.
Dios guarde á A'. S. muchos años.
Lorenzo Batlte.
Al señor General don Melchor Pacheco y Obes.
( 1 ) Inmediatamente se ordenó que se verificase la autopsia del
cadáver, que debía ser practicada por todos los médicos existen
tes entonces en Montevideo.
Los hombres del Ciobierno comprendieron la gravedad del caso.
La muerte de Lavalleja en aquellas circunstancias y en la forma
repentina como se produjo, podía ser objeto de explotación por
los interesados en desprestigiar á la situación.
104 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
checo '^' y sus prevenciones contra el caudillaje
del Cerrito.
Su desaparición del escenario trastornó com-
El informe médico fué extensísimo, detallando las resultancias
de las investigaciones hechas en cada parte del cuerpo, para arri-
bar á las siguientes conclusiones :
«De lo expuesto infieren los facultativos infrascritos, que la
causa de la muerte del Excmo. señor Brigadier General don Juar»
Antonio Lavalleja debe atribuirse á una congestión cerebral re-
sidente especialgiente en las membranas del encéfalo, la que pro-
dujo la ruptura del seno lateral y el colapso de las fuerzas subsi
guientes al derrame sanguíneo.
«Este género de muerte está en conformidad con los accidentes
de que ha sido acometido en diversas épocas de su vida, en las
cuales ha sido asistido por dos de los infrascritos, los doctores
Vavasseur y Odíccini, y con la circunstancia muy notable de ha-
ber fallecido repentinamente varios miembros de su familia.
«Montevideo, Octubre 19 de 185?.
« Fcriiiin Ferreyra. — Enrique Muñoz.
—Gabriel Méndez.—Bartolonié Odic-
cini. — Teodoro Vilardebó. — Martin
Motissy, — Lilis Michaelsoji. —Ber-
nardo Canstat. — Juan Francisco Co-
rrea. — Pedro Vavasseur.— Juan Car-
los Neves. »
En la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo, á los 23
días del mes de Octubre de 1853, hallándose reunidos en la casa
del finado señor Brigadier General don Juan .A. Lavalleja, los
señores doctores don Fermín Ferreyra, don Enrique Muñoz, don
Gabriel Méndez, don Bartolomé Odiccini, don Teodoro Vilardebó,
don Martín JIouss}-, don Luis ;\IichaeIson, don Bernardo Canstat,
don Juan Francisco Correa, don Pedro Vavasseur, don Juan Car-
los Neves, con el objeto de proceder á la autopsia del cadáver
del mencionado señor Brigadier General, que estaba de mani-
fiesto en la sala principal del edificio ; presente el Oficial Mayor
del ?vIinisterio de Gobierno y Relaciones don Alberto Flangini,
con asistencia también de mí el escribano, siendo las tres horas
y media de la tarde, dieron principio á la operación en presencia
de gran número de Jefes y Oficiales del Ejército, y resultó de
CARLOS ONETO Y VIANA
pletamente la marcha política del Gobierno Pro-
visorio y en aquellos momentos de crisis tenía el
carácter de una calamidad pública.
aquélla según la opinión unánime de los señores facultativos, que
el referido señor Brig-adier (¡eneral don Juan A. Lavalleja había
fíillecido de una congestión sanguínea del cerebro, según lo deta-
llará á la Junta de Higiene Pública en su informe.
En prueba de lo cual firman los señores mencionados faculta-
tivos, por ante mí que doy fe.
Ante mí: Juan José F. A'<iiiar, Escribano de (gobierno y Ha-
cienda.
(1) La gratitud de Lavalleja á Pacheco llegó hasta resolverlo
á obsequiar á éste con lo que más apreciaba en su vida: la es-
pada de Sarandí.
^luerto Lavalleja sin poder cumplir su propósito, sus deudos se
encargaron de su ejecución.
Conjuntamente con la espada Pacheco recibió la siguiente
carta :
« Señor (ieneral don Melchor Pacheco y Obes.
«Señor de mi amistad y aprecio :
« Mí esposo, que apreciaba en usted el puro patriotismo de que
le había visto dar pruebas desde que á sus órdenes empezó usted
su carrera el año 1825: que estaba unido con usted cu ideas poli-
ticas, había pensado antes que la muerte nos lo arrebatara, hacer
presente á usted de la espada que llevó en Sarandí, como la ma-
yor prueba de aprecio que podía dar á usted, y también como
galardón merecido por el que con tanto tino y desprendimiento ha
realizado la revolución que ha asegurado la libertad y el porve-
nir de la patria.
«La muerte impidió que ese acto de justicia se llevara á cabo
por mi esposo, pero no por eso ha de quedar sin cumplimiento lo
que era su voluntad.
«Vengo, pues, á cumplirla remitiéndole por mi hijo Constan-
tino la espada del que fué General Lavalleja.
•< .Acéptela usted, señor, y acepte las seguridades de la amistad
invariable que le profesa su af. y S. S.
• Ana M. de Lavalleja. >
Pacheco no aceptó la espada de Sarandí, \-, al devolverla, de-
claraba que ella pertenecía á la nación.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Venancio Flores, que había regresado á
la capital precipitadamente la noche del día an-
terior, por motivos tal vez no extraños á los que
indujeron á Pacheco á presentar su dimisión, tomó
posesión de su puesto, reconcentrando en sus
manos todas las facultades del Gobierno '.
Pacheco comprendió la gravedad de la situación.
El prestigio que el Triunvirato había llevado al
Fuerte desaparecía.
Rivera, postrado en Yaguarón, no había po-
dido suscribir ni una sola resolución gubernativa
y su acción era completamente nula. Con la
El Gobierno Provisorio decretó grandes honores fúnebres.
El decreto lleva las firmas de don A'enancio Flores, don Lo-
renzo Batlle j" Juan Carlos Gómez.
Los hombres del Sitio concurrieron al entierro, en homenaje al
veterano que después de haber cometido graves errores, reaccionó
radicalmente, á punto de morir unido en idias politicns con el
jefe de la Defensa.
Las exequias se verificaron el dfa 2:i.
Pacheco presidía el duelo.
(1) «¡Ministerio de Ciobierno.
«¡Montevideo, _'_' de Octubre de 1833.
«El Gobierno Provisorio de la República,—
« Habiendo regresado de la campaña el señor Coronel don \'e-
nancio Flores, decreta :
« 1." \'uelva el señor Coronel don N'enancio Flores al desem-
peño del puesto que como miembro del Ciobierno Provisorio le
está confiado.
«-." Cesa en sus efectos el decreto del 26 de Septiembre, que
encargaba interinamente de su puesto al señor don .losé Antonio
Zubillaga.
«3." Comuniqúese, publiquese, etc.
« Zubillaga.
ajilan Carlos Gomes. »
CARLOS ONETO Y VIANA
muerte de Lavalleja, retirado el jefe de la De-
fensa del Estado Mayor, su influjo moderador
en el escenario político desaparecía también.
Quedaba todo librado al gobierno personal de
un solo hombre, precisamente del triunviro que
más resistencias levantaba entre los elementos del
régimen caído, por su conducta en los días que
precedieron á la deserción del Presidente Giró.
Pacheco hace volar un chasque á Yaguarón
comunicando á Rivera el fallecimiento de La-
valleja y urgiendo una vez más por su regreso á
la capital. Le decía:
. . . hemos tenido la desgracia de perder al
General Lavalleja, que sucumbió instantáneamente
á un ataque de apoplejía fulminante. Estaba fir-
mando una resolución, cuando declaró que sen-
tía algo en el brazo. Acabando de firmar se mo-
vió hacia la sala grande del Fuerte, se tiró en
una silla y al instante perdió el conocimiento.
Este suceso, como usted comprenderá, ha cau-
sado una gran impresión, y no sería extraño que
fuese explotado en campaña por los enemigos
del orden.
YL\ Coronel Flores, que llegó la noche del 21,
tomó su asiento en el Gobierno, pero como no
se había previsto el medio de integrar la Comi-
sión Gubernativa cuando muriese alguno de sus
miembros queda el Coronel Flores solo, lo que
es contrario al espíritu de la creación del Go-
108 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
bierno Provisorio. Hay más: en estas circunstan-
cias, la presencia de uno solo de sus miembros
no bastará á llenar las necesidades de la si-
tuación.
Es necesario que la Comisión Gubernativa
no carezca del prestigio de algunos nombres,
desde que no tiene su fundamento en la ley es-
crita sino en la voluntad popular que la creó.
« En presencia de tal necesidad es que yo hago
volar á Gallinares, para que usted, á su vez, si le
es posible, vuele también hacia nosotros.
Sería una verdadera fatalidad que su salud
no hubiera progresado, y que por ello estuviera
inhabilitado para emprender viaje. . . >
Rivera juzgó el alcance de estas consideraciones
y dióse perfecta cuenta de la situación creada
por la muerte de Lavalleja.
Postrado por la enfermedad mortal que domi-
naba su organismo, pero con una entereza de es-
píritu admirable, responde inmediatamente á Pa-
checo :
« Vajíuarón, Octubre 'J9 de 1853.
« Comprendo ser la realidad cuanto dice usted
en el cuarto párrafo de su correspondencia; así
como entiendo que no hay que perder un mo-
mento para llenar ese vacío para que la Junta
CARLOS ONETO Y VIANA 109
Gubernativa pueda con toda fuerza de su repre-
sentación actuar en los asuntos de sus atribu-
ciones.
La situación me precipita á emprender mi
viaje en la fuerza de una convalecencia que alto
importaría á mi conservación fuese pacífica.
« Hoy mismo hago correr un propio al coro-
nel Silveyra, á fin de que me mande 50 hombres
de sus fuerzas para que me sirvan de escolta, y
en el momento que estén aquí haré seguir el
aviso anunciando mi partida.
Todos sus esfuerzos fueron inútiles. No pu-
do moverse de Ya^uarón.
En este estado de cosas era de apremiante ne-
cesidad volver inmediatamente á la vida consti-
tucional para dar al poder el prestigio legal que
salvara á la República de la anarquía y la guerra
civil.
El país fué llamado á comicios pocos días des-
pués de la muerte de Lavalleja.
Juan Carlos Gómez impuso la fórmula de la
<' Doble Asamblea que debía tener el carácter
de constituyente, la que se ocuparía en primer
término de la reforma de la Carta Fundamental,
medida peligrosa y poco práctica en la ocasión,
aparte de no ser el procedimiento adecuado y
lio BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
juicioso para acometer la obra de tocar nuestro
Código Político ^ .
El ambiente era ya demasiado revolucionario
para que se pudiera sacar resultado provechoso
de la lucha pacífica del comicio.
Las previsiones de Pacheco una vez más se
cumplirían.
Los caudillos del Cerrito, obedeciendo á las
inspiraciones de don Bernardo P. Berro, levanta-
ron otra vez el estandarte de la rebelión, con el
fin de impedir la formación del Cuerpo Legisla-
tivo.
Los mism.os que habían prestado su acatamiento
• (1) «Ministerio de Gobierno.
< Montevideo, Octubre 127 de 1853.
«En todo el territorio de la República no hay un solo hombre
en armas ni en resistencia contra la autoridad del Gobierno Pro-
visorio.
« En posesión la República de una tranquilidad perfecta, sin
que haya un solo ciudadano proscripto de su seno cuj'o voto falte
á la expresión de la soberanía nacional, el Gobierno Provisorio,
llenando el compromiso que tenía con el país, acuerda y
«decreta:
«Articulo l.''De conformidad con lo dispuesto por el artículo -L' de
la Constitución del Estado, procédase el Domingo último del mes
de Noviembre á las elecciones de Representantes y Senadores que
han de componer la Grande Asamblea Constituyente y Le(i,is-
lativa.
« Art. 2." Cada Departamento elegirá doble número de Senadores
y Representantes que mandó á la última Asamblea Legislativa.
« Art. 3." Los Representantes y Senadores vendrán autorizados
con poderes amplísimos para revisar la Constitución del Estado,
cambiarla en parte ó en todo, juzgar los actos del (¡obierno Pro-
CARLOS ONETO Y VIANA 111
al orden de cosas creado en Septiembre, reco-
nociendo á la nueva autoridad, iniciaron las corre-
rías aprovechándose de la situación anómala en
que se encontraba el Gobierno.
Don Venancio Flores no podía abandonar Mon-
tevideo y dejar acéfalo el Poder.
Esto traería mayor desorden y confusión.
Parte precipitadamente para el interior don
Anacleto Medina, en el carácter de Comandante
General de Campaña, con la misión de sofocar
la rebelión ' que se extendía con rapidez.
Pacheco comprendió que había llegado al tér-
mino de su actuación.
visorio y delegar el Gobierno del país en mandatarios que desig-
naren mientras no estatuyan lo conveniente sobre el Gobierno de-
finitivo de la República.
«Art. 4.'^ La Grande Asamblea Legislativa Constituyente se reu-
nirá en Montevideo el día 1.° de Enero del año próximo de 1854,
quedando desde ahora convocados los Senadores y Representan-
tes que resultaren electos.
« Art. 5." La Grande Asamblea debe ocuparse preferentemente
de la revisación de la Constitución de la República, y terminada
su reforma, cesarán en el acto sus poderes y se disolverá.
«Art. 6." Expídanse las órdenes consiguientes, comuniqúese, pu-
blíquese y dése al R. N.
« Flores.
■'Juan Carlos Gomes. — Lorenso Batlle. —
Santiago Sayas.o. »
(1; «Ministerio de (iuerra y Marina.
« Montevideo, Noviembre ó de ISiS.
«Artículo 1." Queda nombrado el Brigadier General don Ana-
cleto Medina, Comandante General de Campaña
• Art. 2.° Comuniqúese, publíquese, etc.
« Flores.
« Lorenzo Batlle. —Juan Carlos Góniíz. —
Santiago Sayas,o. >
112 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Predicar tolerancia y concordia en plena lucha,
era absurdo. Su influencia quedaba anulada.
Tuvo el convencimiento de que habíamos lle-
gado al caso previsto por don Andrés Lamas < de
tener que oponer en la lucha, hombre á hombre,
hierro á hierro.
El país sufriría las consecuencias.
La rebelión de los elementos del Cerrito daría
origen á la reacción colorada, y como resultado de
los excesos de aquélla, surgiría el establecimiento
del Gobierno militar, que vendría á consolidar la
situación para á su vez dar origen á nuevas reac-
ciones que llevarían al país á vivir en continuo
desorden.
Pacheco juzgó que estaba de más en el esce-
nario, desde que la acción quedaba librada á los
caudillos; y, en consecuencia, retiróse á Buenos
Aires, á mediados de Noviembre, en tanto que la
campaña sangraba en la guerra civil.
Nuevos sucesos vinieron á dar mayor grave-
dad á la situación.
Juan Carlos Gómez, que había sabido mante-
ner solidaridad con Pacheco; que no estaba con-
forme con las tendencias de don Venancio Flores,
y que solamente venciendo escrúpulos había per-
manecido en el Ministerio, presentó su dimisión.
(Noviembre 9 de 1853.)
Don Lorenzo Batlle tampoco quiso hacerse
responsable de las consecuencias de la guerra.
Previo el carácter que podía tomar— por sus
CARLOS ONETO V VIANA 113
progresos alarmantes en algunos departamentos
— y la necesidad de suscribir medidas violentas,
y resolvió abandonar la cartera. ( Noviembre 10
de 1853.)
Con la dimisión del Ministerio creado el 25
de Septiembre, el Gobierno Provisorio, ya en ma-
nos de uno solo de los triunviros, concluyó de
perder todo su prestigio ' .
Don Juan José Aguiar, el General don Enri-
que Martínez y don José Antonio Zubillaga, que
reemplazaron á los Ministros dimitentes, no po-
dían en rigor sustituirlos; si bien el segundo era
un ciudadano benemérito, de grandes sacrificios,
inteligente é ilustrado, compañero abnegado de
Lavalle y Las Heras, á las órdenes de San Mar-
tín en las campañas de Chile y Perú, pero sin
las cualidades de moderación y templanza y sin
el prestigio necesario para ocupar en aquellos mo-
mentos el Ministerio de la Guerra.
La rebelión adquirió proporciones alarmantes.
La campaña se vio arrasada por montoneras
que la recorrían en todas direcciones. Bandas de
cuatreros tomaron también el título de rebeldes
y á la sombra de la bandera de la restauración
cometían las más grandes fechorías.
Don Bernardo P. Berro supo combinar hábil-
1; Don Saniiago Sayag-o había renunciado la cartera de Ha-
cienda el 31 de Octubre.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
mente sus elementos, de manera que en todo el
país, de modo casi simultáneo, se produjo el le-
vantamiento de los antiguos tenientes de Oribe.
Don Marcos Neira, famoso forajido, terror del
vecindario de Paysandú, fué uno de los primeros
en levantarse.
Su guarida estaba en los montes del Queguay.
Don Dionisio Coronel, el mismo que habíase
sometido á Medina y reconocido al Gobierno
Provisorio, rebelóse nuevamente en Cerro-Largo.
Don Jacinto Barbat hizo igual cosa en Tacua-
rembó, refugiándose en los bosques del Río Ne-
gro.
Don Pedro Carro, autor de los excesos del 2
de Agosto en la Colonia, donde penetraron las
fuerzas resistas, incendiando y matando al grito
de ¡Oribe ó muerte! alzóse también, reuniendo
muy pronto un contingente de sus viejos solda-
dos de la Guerra Grande.
Don León Benítez, antiguo jefe de Rosas, si-
cario del monstruo, que escapara en Caseros á la
cólera de Urquiza, invadió el país arrasando las
comarcas por donde pasara, titulándose Coro-
nel, Jefe de Vanguardia de las fuerzas al Sur de
Río Negro .
Don Lucas Moreno, figura siniestra, manchado
con la sangre de los Villalba, de Escalada, de
Maidana, Corrales, de Arce y tantos otros infortu-
nado?, llamándose Jefe Superior de las fuerzas de
la Guardia Nacional de los Departamentos al Sur
CARLOS ONETO Y VIANA 115
del Río Negro con que lo invistiera don Ber-
nardo P. Berro, reunió precipitadamente su anti-
gua división de la Colonia, para hacer conocer d
los miserables de Montevideo, que no era con 400
negros que se había de imponer á la nación
oriental.
Don Cipriano Carnes, verdadera hiena, fiera con
apariencia humana, que en el Cerrito bebió la
sangre del primer oriental degollado frente á los
muros de Montevideo ^ respondió también á
la voz de don Bernardo P. Berro, tomando por
teatro de sus hazañas al Departamento de San
José.
Don Bernardino Olid, de quien la sola evo-
cación hacía hervir la sangre á Melchor Pacheco
y Obes, el mismo que degolló, una vez rendi-
dos, al infortunado Coronel Silva y á sus veinti-
dós compañeros, después de haberles ofrecido la
vida, sujeto famoso, manchado con la sangre de
tanta víctima inocente '- alzóse en Maldonado
proclamando la restauración del Gobierno caído.
Don Diego Lamas rebelóse en el Salto ' .
Amarillo, en el mismo paraje.
Francisco y Plácido Laguna, Timoteo Aparicio,
Juan Carvallo, Doroteo López, Villaurreta, etc., se
( 1 ) De Juan Carlos Gómez y Sarmiento.
(2) De Melchor Pacheco y Obes.
(3) Respecto á don Diego Lamas, debo hacer una salvedad, que
en manera alguna importa una defensa de su actuación.
Como jefe al servicio de Rosas, podrA imputársele solidaridad
con los crímenes monstruosos de la época, pero personalmente no
116 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
convirtieron en otros tantos jefes de montoneras,
que recorrían la campaña dejando á su paso liuella
de sus empresas vandálicas.
Aquel caudillaje infame que había vivido en
perpetua orgía de sangre, se levantaba para ultra-
jar la dignidad del país invocando principios que
justificasen sus correrías.
Nuestros campos tomaron igual aspecto que en
la Guerra Grande, quedando la vida y la pro-
piedad á merced de las partidas de merodeadores.
Don Anacleto Medina se vio impotente para
sofocar la revuelta.
Mientras tanto el clamor de los hombres hones-
tos reclamaba angustiosamente una acción enér-
gica de parte del Gobierno.
Don Venancio Flores, inmovilizado por su pro-
pia situación, se vio solo, casi aislado.
Con Rivera no había que contar, desde que
agonizaba allá en la frontera.
Pacheco, alejado de los hombres del Fuerte,
seguía en Buenos Aires.
Don Lorenzo Batlle, disgustado por los rum-
bos que había tomado el Gobierno Provisorio»
también lo había abandonado.
fuij hombre sanguinario c|ue vinculara su nombre especialmente
á ninguna de las carnicerías de las tan frecuentes en las luchas
sostenidas por Oribe y Rosas.
Es cierto que en 1858 se le acusó de haber ordenado se asesi-
nara al infortunado capitán Silva, pero tal hecho no quedó ple-
namente probado.
CARLOS ONETO Y VIANA
César Díaz, convertido en mero espectador de
los sucesos.
En este estado de cosas, don Venancio Flores
reúne todas sus energías y resuelve ir personal-'
mente á librar batalla á las bandas que infesta-
ban el país.
Los avances de la rebelión fueron acentuando
naturalmente la reacción colorada.
Se entró en el terreno de las medidas arbitra-
rias ; comenzóse por deportar, como perturbado-
res del orden público, á los que habían sido pri-
maces de la mayoría parlamentaria, personajes
conspicuos del Cerrito.
Éste fué un acto impolítico, que venía á vigo-
rizar la rebelión sin beneficiar absolutamente al
Gobierno Provisorio.
Entre los deportados había ciudadanos como
el doctor don Eduardo Acevedo, que si bien se
incorporó á la mayoría en el parlamento y contri-
buyó á la creación de la situación intolerable en
que vivió el país, no era hombre de mayores
vinculaciones con el caudillaje del Cerrito, contra
el que tenía marcadas prevenciones desde el día
en que vio su casa asaltada por una turba inde-
cente de oficialejos que hizo irrupción en ella
al grito de muera el salvaje unitarío Acevedo !
Los demás desterrados, Juanicó, Estrázulas, An-
íuña, etc., se convertirían en otros tantos agentes
activos de la rebelión, siguiendo incondicional-
mente las indicaciones de don Bernardo P. Berro.
BIBLIOTECA DtL CLUB VIDA NUEVA
El Gobierno Provisorio, en medio de una situa-
ción extraordinaria vio enemigos por todos lados.
Desterró á don Manuel Herrera y Obes, con-
fundiéndolo con los representantes de los prin-
cipios retrógrados, como instigador de la campaña
restauradora.
Esta medida encerraba toda una monstruosi-
dad.
Don Manuel Herrera y Obes había sido un
fusionista tan decidido como sincero, como lo fue-
ron los principales hombres de la Defensa.
La deserción de don Juan Francisco Giró lo
tomó en el Ministerio, á donde había ido con-
juntamente con don Venancio Flores, tan resuelto
fusionista como él.
Pero de ahí nada podía resultar contra la repu-
tación del diplomático de la Defensa.
Atribuirle vinculaciones con el caudillaje ori-
bista, era especie tan absurda como injusta.
Pretender que don Manuel Herrera y Obes
fuera capaz de incorporarse á aquella gente, impor-
taba suponerlo sin sentido moral.
La rebelión no contaba con otro instigador
dirigente que don Bernardo P. Berro.
El mismo señor Giró — cuyo nombre se invo-
caba por los que defendían la legalidad caída —
que pacientemente aceptaba el desarrollo de los
sucesos por su falta de carácter, no era capaz de
cargar con las grandes responsabilidades que traía
aparejada aquella reacción criminal de un caudi-
CARLOS ONETO Y VIANA IIQ
llaje semi salvaje, que reproducía en el país las
escenas horripilantes de la Guerra Grande.
Toda la dirección de la guerra estaba concen-
trada en manos de don Bernardo P. Berro, hom-
bre intransigente, de grandes pasiones, de ener-
gías indomables, temerario, inteligente, vinculado
como ninguno á los caudillos oribistas.
Don Bernardo P. Berro, que profesaba odios
profundos á los hombres de la Defensa; que no te-
nía escrúpulos para hacer vida común con caudi-
llos que al decir de Melchor Pacheco y Obes ha-
bían vivido resbalando en la sangre; que en el
Cerrito había presenciado impasible todas las
monstruosidades de Oribe; que junto con éste
profesó idolatría por el genio americano de Rosas ;
que ni el asesinato del ilustre Florencio Várela,
ni el fusilamiento de la desgraciada Camila O'Gor-
man, ni la matanza de los 800 orientales ultimados
por la cuchilla del verdugo en India Muerta, ni la
de los 1300 de Arroyo Grande lograron arrancar
de sus labios una palabra siquiera de condena-
ción contra esos hechos que rebajaban la dignidad
humana y hacían solidarios en responsabilidad á
todos los que de un modo ó de otro, prestaran
su concurso, propendiendo por el triunfo de aquel
sistema.
La rebelión se extendió, llegando á alarmar á
todos los que habían en tiempo atrás luchado
por destruir la tiranía de Rosas.
La opinión en Buenos Aires lanzó su grito al
120 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
cielo, temiendo que la restauración oribista en
este lado del Plata, pudiese facilitar la reacción
de los elementos rosistas, contando con la pro-
tección de don Justo José de Urquiza, que ya
había dejado de ser el hombre de Caseros para
declararse enemigo de Buenos Aires.
Tribuna, el diario más caracterizado de la capi-
tal argentina, sintetizaba las ¡deas allí predomi-
nantes, con estas palabras:
< El triunfo de ciertos principios en una de
las márgenes del Plata, trae necesariamente una
acción favorable ó desfavorable en la otra.
El desborde de las pasiones insanas en un
lado produce inevitablemente una resaca que
enturbia y descamina las corrientes pacíficas en
el otro ; pues que en el orden moral como en el
físico, hay hechos que se encadenan forzosa-
mente.
' . . . del resultado de una reacción oribista en
el Estado Oriental, depende en gran manera la
conservación del actual orden pacífico de la Pro-
vincia de Buenos Aires.
.... la reacción oribista — que es serrucho y
cuchilla — compromete nuestra estabilidad y el
principio social que tanta sangre ha costado á
estos pueblos restablecer. ;
Don Venancio Flores con la clarovidencia de
CARLOS ONETO Y VIANA
SU situación, hace un llarríado á los hombres de
la Defensa.
Los conservadores, que se habían alejado un
tanto del Gobierno por los nuevos rumbos que
le imprimiera don Venancio Flores, ante la gra-
vedad del peligro, que amenazaba, no ya la esta-
bilidad de los principios partidarios, sino de los
mismos principios sociales, depusieron sus escrú-
pulos, prestándole su concurso.
No exigieron otra cosa que la suspensión de
las elecciones generales que según decreto de 27
de Octubre debía efectuarse en el último domingo
de Noviembre; pues era absurdo suponer que las
Cámaras formadas en plena guerra civil, pudiesen
significar la expresión de la voluntad popular.
Inmediatamente de promulgada esa resolución ^ ''
don Venancio Flores delega las facultades del
Gobierno Provisorio en César Díaz - y parte
1 ; c Ministerio de Gobiein'^.
« ^Montevideo, .3 de Noviembre de 1S53.
< Articulo 1." Quedan suspendidas las elecciones que debían te-
ner lugar el domingo 27 del corriente, hasta que el Gobierno Pro
visorio juzgue oportuno que se proceda á ellas.
« Art. 2." Comuniqúese, etc.
« Flokes.
^Jiian José Agiiíar. >
(2' «^Ministerio de Gobierno
«Montevideo, Noviembre 24 de 1853.
«El Gobierno Provisorio de la República decreta :
«Artículo 1." Quedan delegadas en la persona del General don
César Díaz las atribuciones anexas al Gobierno Provisorio.
«Art. 2." Comuniqúese, etc.
« Flores.
'Juan José A^uiar. '
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
para el interior en carácter de Comandante Ge-
neral de Campaña ^ .
La elección de César Díaz no fué acertada.
Faltábanle al soldado de Caseros condiciones de
estadista y sobre todo cordura y moderación, cua-
lidades indispensables en aquellos momentos.
Era César Díaz hombre severo, intransigente,
de carácter violento, que profesaba odio al cau-
dillaje oribista.
Sus inclinaciones no lo llevaban á ambicionar
puestos políticos.
Su inteligencia y su ilustración quedaban ajus-
tadas dentro de su condición de soldado.
Aceptó el Gobierno porque juzgó que todo
hombre honesto estaba obligado á oponerse á
los avances de quienes habían personificado la
barbarie en el Río de la Plata.
Fué al Fuerte resuelto á proceder radicalmente,
sin complacencias, con el propósito de no entrar
en el terreno de las concesiones, que en su en-
tender era absurdo en los momentos difíciles.
Temperamento igual al de Monteagudo, como
este patricio, no temía cargar con responsabili-
(!) «El Gobierno Provisorio de la República decreta:
«Artículo I.° Queda nombrado «Comandante (¡eneral de Cam-
paña» el señor Coronel don \'enancio Flores, y cesa en su cense
cuencia en sus atribuciones el señor Brigadier General don Ana
cleto Medina.
« .Art. 2." Comuniqúese, etc.
«Díaz.
« Enrique Martines. »
CARLOS ONETO Y VIANA 123
dades de sangre cuando las exigencias de la situa-
ción lo reclamaban.
Don Venancio Flores encontró la campaña ate-
rrada.
Don Lucas Moreno, que en Entre Ríos había
entrado en relaciones con Urquiza, se presentaba
en acción con un fuerte contingente.
Don Bernardino Olid y don Dionisio Coronel
dominaban la parte oriental del país: Rocha, Mal-
donado, Treinta y Tres y Cerro -Largo.
Don Diego Lamas había reunido fuerzas nume-
rosas.
Los demás caudillejos, diseminados aquí y allá,
se mostraban prepotentes, dominando como feu-
dos sus comarcas.
Don Venancio Flores reveló energías extraor-
dinarias. Mostróse al país capaz de heredar los
prestigios de Rivera. Desde su salida de la capi-
tal, las operaciones militares tomaron un carácter
más activo. Impartió órdenes severas de persecu-
ción á todos los puntos de la campaña.
Pero aún así no se vieron inmediatamente los
resultados favorables á la paz pública.
El señor don Bernardo P. Berro daba alientos
á los suyos, haciéndoles ver la perspectiva de la
restauración.
Pequeños descalabros de las fuerzas gubernis-
tas exasperaron los ánimos.
Montevideo reclamó entonces medidas enér-
gicas.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Rodeado el Gobierno Provisorio de peligros,
irritado César Díaz por la marcha de los sucesos,
juzgó llegado el momento de las resoluciones su-
premas.
De ahí el decreto brutal y sangriento contra
don Bernardo P. Berro '' y una serie de decre-
( 1 ) « Ministerio de Gobierno.
«DECRETO
«Montevideo, Diciembre 1'- de 1S53.
«Proponiéndose decididamente el Gobierno Provisorio adquirir
y consolidar la tranquilidad de la República, la paz y concordia
de sus habitantes, expidió el decreto de 23 de Noviembre próximo
pasado, por el cual mandó separar del territorio del país algunos
malos ciudadanos que obstaban por sus maquinaciones á un ob-
jeto tan grande como patriótico; teniendo, por otra parte, pre-
sente la manifiesta rebeldía de Bernardo P. Berro, y considerando
que esa rebeldía ha sido la causa principal de la perturbación
del orden publico y de que algunos ciudadanos extraviados se
hayan puesto en armas contra la autoridad de la República, que
habían aceptado y reconocido; considerando que el cargo público
de Ministro Interino de la Guerra que osa invocT Bernardo P.
Berro, es un crimen de lesa patria, y ejercitándolo, según lo cora-
prueba su comunicación al traidor Diego Lamas, fecha 22 de No-
viembre último, hace derramar impíamente sangre de los orien-
tales ; }• por último, siendo necesario poner término á esta situa-
ción é impedir sus planes de promover enemigos y conspiradores
contra la causa nacional, el Gobierno Provisorio acuerda y decreta:
«Artículo 1.° Por el presente decreto ge auoriza á las autorida-
des del Gobierno Provisorio para que procedan á aprehenderá
Bernardo P. Berro en cualquier parte de su jurisdicción donde
se encuentre.
«.\rt. 2." Quedan igualmente autorizadas las indicadas autorida-
des para que en el acto de ser aprehendido el mencionado Bernardo
P. Berro, sea pasado por las armas sin más formalidad que la jus-
tificación de la identidad de su persona, dando cuenta al Ministerio
respectivo.
«Art. .3.° Comuniqúese, publíquese, etc.
«Díaz.
€juan José Aguiar. — Enrique
Martines. — .lost' Zuhillaga.*
CARLOS ONETO V VIANA
tos atentatorios ' que en manera alguna pueden
justificarse, pero que tienen natural explicación
como consecuencia lógica de la reacción llevada
á sus extremos, ante las perspectivas del predomi-
nio de los elementos que habían barbarizado
(1) «Ministerio de Gobrerno.
« DECRETO
«Montevideo. Diciembre 12 de 1853.
«El Gobierno de la República sintiendo profundamente los males
de la Patria, procuró remediarlos: resuelto á hacer por el bien de
los orientales todos sin excepción cuanto fuese compatible con su
posición y sus deberes: cre^-endo afianzado el orden en el Estado
)• reconocida su autoridad, expidió el decreto del 15 de Octubre
último, que no fué recibido por sus enemigos con el reconoci-
miento que debía inspirarles. En consecuencia y considerando que
el Pacto del 8 de Octubre de 1851 no ha sido efectivamente ni
puede ni debe reputarse sino como una generosa concesión del
momento, hecha al ejército invasor que obedecía al tirano de Bue-
nos Aires, y que fué vencido por las armas de la República }• de
los Poderes aliados, — Que algunos de los orientales, á quienes fa-
vorecía ese pacto estaban en el deber de coadyuvar con todas
sus fuerzas al mantenimiento de la paz, á fin de reponer á la Re-
pública de sus graves quebrantos : lejos de emplear todo su co-
nato en cerrar las llagas que una larga }■ sangrienta lucha había
abierto en el seno de la patria, han tratado de agravarlos
más todavía, haciéndose indignos, por la conducta que han obser-
vado desde aquella fecha, de la clemencia con que les quisieron
mirar sus vencedores: y finalmente, que esos hombres han llevado
sus inicuos procedimientos hasta el extremo de hacer que manche
nuevamente el suelo de la República preciosa sangre oriental, 3-
que por consecuencia debe pesar sobre ellos la que por desgracia
ha corrido y la que en adelante se derrame; el Gobierno Provi-
sorio acuerda y decreta :
«Artículo 1." Queda derogado el referido decreto del 15 de Octu-
bre último, que puso en vigencia las concesiones del 8 de Octubre
de 1851.
«Art. 2." Comuniqúese, publiquese, etc.
«Díaz.
« Enrique Maitines.—Jiian losé
Aginar. — José Ziibiliaga. »
126 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
el país, haciendo de la matanza un expediente
político.
Era precisamente lo que había previsto y tanto
había temido Melchor Pacheco y Obes.
La alarma cundió por todas partes. El mismo
Rivera, viejo, arruinado por sus males, á veinte
días de la tumba, abandonó el lecho.
Haciendo un esfuerzo supremo se precipitó á
campaña, para incorporarse á las fuerzas de don
Erigido Silveyra, encargadas de la persecución de
don Bernardino Olid y don Dionisio Coronel '^\
(1) Esta conducta de Rivera precipitó S'i muerte.
Atravesó los campos de Cerro Largo bajo un recio temporal.
Su mal se agravó y falleció á los pocos días, el 13 de Enero.
Su cuerpo fué traído á Montevideo, donde se decretaron gran-
des honores fúnebres.
La línea militar era mandada por César Díaz.
Asistían al entierro, presidiendo el duelo, el patricio argentino
General Paz, el almirante ^Murature, Jefe de la Escuadra de Bue-
nos Aires, don Francisco Tajes don ^Manuel Freiré, don Ana-
cleto Medina }' el doctor don Enrique Muñoz.
« Ministerio de Gobierno.
« DECRETO
« Montevideo, Enero 19 de 1854.
« Considerando :
♦ 1.° Que la República acaba de perder en el Brigadier General
don Fructuoso Rivera el más ilustre de sus defensores, cu}"a vida
entera ocupa ya una de las páginas brillantes de la historia Oriental ;
« 2.° Que la muerte de este campeón de la Independencia y de
la libertad constitucional de la República es uno de esos aconte-
cimientos que deben ser señalados con la expresión del profundo
sentimiento que producen ;
« 3." Que la memoria de sus heroicos servicios debe ser reco-
mendada á las futuras generaciones como ejemplo de patriotismo
y como estímulo para las grandes acciones :
CARLOS ONETO Y VIANA 127
Su actitud electrizó á los viejos soldados de la
Guerra Grande, que corrieron presurosos á las
armas.
Don Anacleto Medina, Francisco Tajes, Eu-
genio Abella, isidro Caballero, León de Palle-
ja, Juan José Poyo, Juan Benito Hubo, José
María Solsona, Manuel Espinosa, Manuel Freiré,
veteranos en las luchas por la libertad, ocupa-
ron su puesto en la contienda reparadora.
La rebelión pronto quedaría anulada.
Don Bernardino Olid, don Dionisio Coronel,
« 4." Que el especial honor acordado por el artículo 2." del
decreto de 13 de Octubre á los restoí del General don Juan An-
tonio Lavalleja no pueden ser negados A los del Brigadier Gene-
ral don Fructuoso Rivera, y que el Gobierno Provisorio al dictar
esa disposición sólo quiso no ponerse en el caso de la pérdida
que hoy deplora, 3" en ninguna manera establecer una distinción
exclusiva entre las dos principales glorias del pueblo Oriental,
acuerda v
«Articulo 1." En la Iglesia Matriz se construirá, á expensas del
tesoro público, un sepulcro donde serán sepultados los restos del
Brigadier General don Fructuoso Rivera.
« Art. 2.'' En el frontis de este monumento, después de escritos
su nombre, sus títulos y el día de su fallecimiento, se grabará la
siguiente inscripción: El Pueblo Oriental á su perpetuo De-
fen-ior.
«Art. 3.° En la parte lateral de la derecha se inscribirán estas
palabras : Sirvió á la Patria. Ganó diferentes batallas. Consagró
toda su vida á la PcUria y murió sin dejar fortuna.
«Art. 4.° En la de la izquierda: Desempeñó la i." Presidencia
Constitucional desde el año 1830 y la 5." desde 1S38. Mandó
siempre en jefe los Ejércitos de la Pepüblica. Falleció siendo
miembro del Gobierno Provisorio.
« Art. 5.° Se declara día de duelo para la nación el aniversario
del fallecimiento del General Rivera.
• Art. 6." Desde la publicación del presente decreto, hasta 15 días
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Barrios, etc., perseguidos tenazmente, desjDués de
varios fracasos en pequeños encuentros con las
fuerzas gubernistas, se refugiaron en el Brasil,
donde fueron internados por las autoridades de la
frontera.
Don León Benítez, corrido hasta el Uruguay, se
asiló en Entre- Ríos, buscando amparo en los do-
minios de don Justo José de Urquiza.
Don AAarcos Neyra, alcanzado en los bosques
del Queguay por fuerzas de Sandes, recibió allí la
muerte.
Amarillo fué fusilado cerca del Salto.
Los demás caudillejos se incorporaron á don
Lucas Moreno, que vino á ser el último rebelde
que quedara en el país.
Don Venancio Flores emprende marcha sobre
él, y después de una persecución tenaz y cons-
tante, logró alcanzarlo.
El siguiente parte informa de los resultados del
combate :
después de realizados los funerales, usar;ín los empleados civiles y
militares luto oficial, en cu^o día permaneceri\n cerradas las ofi-
cinas públicas, privándose también los espectáculos.
« Art. 1° El Gobierno dirigirá á la viuda del General Rivera una
carta de pésame, y las demás corporaciones le harán una demos-
tración sentimental por medio de Comisiones especiales nombra"
das de su seno.
« Art. 8." Comuniqúese, publíquese, etc.
« Flores.
« \iinti ]osé A^ii/ar. — Enrique Martines. —
« .l"5£'' A. Zubülaga. »
CARLOS ONETO Y VIANA 129
« ¡Viva la República!
€ Costas de las \'acas. — Paso de Barrios.
Diciembre 30 de 1853.
« Excmo. señor General don César Díaz.
«Son las seis de la mañana, y los valientes de
la División á mi mando acaban de obtener un
triunfo completo sobre el asesino Lucas Moreno,
que ha sido completamente derrotado, sufriendo
inmensa dispersión, muertos, heridos y prisioneros.
< Felicito al Gobierno Provisorio, á nombre de
esta benemérita División, por la bella comporta-
ción que ha observado en la jornada de este día,
recomendando á la consideración superior y de
la patria el servicio que acaba de prestar á la
República.
«Venancio Flores.»
Don Venancio Flores hizo su entrada triunfal á
Montevideo en los primeros días de Enero del 54.
El 7 tomó nuevamente posesión de su cargo ' .
1.' «Ministerio de Gobierno.
« Montevideo, Enero 7 de 1854.
«Habiendo regresado de la campaña el Coronel don Venancio
Flores, después de llenada satisfactoriamente la delicada é impor-
tante misión que se le confió, el Gobierno Provisorio acuerda y
130 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
César Díaz no quiso abandonar el Gobierno
sin dejar como último acto de su desgraciada
administración, un decreto revocatorio del que
puso fuera de ley á don Bernardo P. Berro.
c Ministerio de Guerra y ^larina.
DECRETO
< ^lontevideo, Enero 5 de 1854.
Considerando que es humano y santo el
principio de unir el triunfo á la indulgencia;
principio que está en perfecta armonía con los
nobles antecedentes de la inmortal Defensa de
Montevideo, el Gobierno de la República, que en
presencia del funesto amago, exento- de temor
é inspirado por el amor á la patria, tomó la acti-
tud firme y severa que las circunstancias deman-
daban, deseando hoy patentizar que no le agita
el espíritu de venganza, é invitando á todos á se-
guir su ejemplo, ha acordado y
DECRETA:
Artículo 1." Queda derogado el decreto fecha
«decreta:
« Artículo 1. " Vuelve el Coronel don \'enancio Flores al desem.
peño de las funciones de miembro del Gobierno Provisorio, que-
dando por consiguiente sin efecto el decreto del 2t de Noviembre
de 1853, por el cual delegó sus funciones.
.Díaz.
« .i/<íj« }of:c /lg«/n>-. »
CARLOS ONETO Y VIANA 131
12 de Diciembre de 1853 en la parte que pone
fuera de la ley á don Bernardo P. Berro '■■'^ .
Art. 2/1 Comuniqúese y publíquese, etc.
DÍAZ.
Enrique Martínez. »
El país fué llamado á comicios inmediata-
mente - .
El problema electoral vendría á agitarlo nueva-
mente.
Eliminados los elementos del Cerrito, que des-
pués de la derrota optaron por la abstención,
quedaba librada la solución del problema á los
que habían sido vencedores en la guerra.
;i) En el decreto sangriento del 12 de Diciembre hasta el don
se le había quitado al señor Berro.
{2) «Ministerio de Gobierno.
« ^Montevideo, Enero 12 de 1854.
« Hallándose restablecida la paz pública en rodo el territorio de
la República, el Gobierno Provisorio decreta :
« Artículo 1." De conformidad con la disposición del decreto del
27 de Octubre de 1S53. precédase el domingo 5 de Febrero, con
arreglo á la lej- de elecciones, á la de Senadores y de Represen-
tantes, que han de formar la Grande Asamblea Constituyente y
Legislativa de la República.
« Art. 2." Los ciudadanos electos para la Grande Asamblea Cons-
tituyente y Legislativa se reunirán en la sala que está destinada
para sus sesiones, el día 19 del expresado mes de Febrero : sir-
viendo de suficiente convocatoria el recibo del acta de su
elección.
« Art. 3." Comuniqúese, publíquese, etc.
« Flores.
« T«rt« iosé Agniar. — Enrique Martines. —
]osé A, Zíibillaga. »
132 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La campaña militar había dado prestigios in-
mensos á don Venancio Flores.
Su elección era inevitable.
Solamente la acción de Rivera hubiera podido
impedirlo. Muerto Rivera, sus elementos se con-
gregaron alrededor del jefe victorioso, que vino
á ser el dueño absoluto de la situación.
Entretanto, Melchor Pacheco y Obes, desde
Buenos Aires, observaba con desagrado el giro
que tomaban los sucesos políticos en el país.
En plena guerra civil había sido enemigo deci-
dido de las medidas violentas tomadas por el
Gobierno Provisorio.
Condenó con toda franqueza el ukase que puso
fuera de ley á don Bernardo P. Berro, calificán-
dolo de decreto de sangre.
Entendía Pacheco que el partido de ÍS Defensa
debía buscar el aumento de su poder haciéndose
valer más y más en la opinión, por su inteligencia
de los verdaderos intereses del país, por la altura de
sus miras y por la generosidad de su conducta.
Juzgaba que lucliar en las divisiones intestinas
por el exterminio era propio de los partidos retró-
grados ^ ^ .
< Humillar y exterminar — decía — fué el pensa-
miento de Rosas, fué el deseo constante de Oribe.
< He creído que nosotros no debíamos ser los
imitadores de Rosas y Oribe; en el Poder debe-
(1 ) De Pacheco.
CARLOS ONETO Y VIANA 133
mos ser fieles á los principios proclamados en
la oposición.
He querido hacer al país el servicio de huma-
nizar las revoluciones, cuando no pudiéramos
hacerle el de ponerles un término. »
Establecida la paz, Pacheco fué el primero en
pedir una ley de olvido.
Su conducta, como es de suponer, en medio
de un ambiente caldeado por la pasión partidaria,
provocó la indignación de la turba, que se des-
cargó en recios ataques contra su persona.
El ¡lustre jefe de la Defensa fué calificado de
« jefe de los pasteleros .
Pacheco, brillantemente defendióse de la acu-
sación gratuita é infamante que se le hacía.
Declaraba:— Sin pretender la reputación de há-
biles, ten'emos conciencia de ser hombres prác-
ticos ....
Si pedimos una ley de olvido, una política de
altura y generosidad, es precisamente porque
creemos que en ello no sólo hay conveniencia
para el país, sino que también la hay, muy grande,
para el partido de la Defensa.
Entiéndase bien que no creamos los partidos
ni ha estado en nuestras manos evitar su exis-
tencia, que es un bien ó un mal necesario ....
Nosotros en una lucha que no habíamos
creado, hemos entrado de corazón ' ' , hemos
buscado la victoria, pero hemos entendido que
( 1 ; Se refería á los sucesos de Septiembre de 1853.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
la victoria debía ser protección para nuestros con-
trarios.
< Del día á la mañana no desaparecen las luchas
civiles : nosotros que no las amamos, hemos creído
que en el uso del triunfo se encontraba un pode-
roso medio de dificultar otras luchas, de ir dis-
minuyendo los odios que nos dividen. >
El distinguido estadista, que era hombre de
profundas convicciones partidarias, de espíritu ele-
vado y de alma generosa no hacía un crimen
en los adversarios tener también sus conviccio-
nes.
Su altruismo lo llevaba hasta la persuasión de
que con las mejores intenciones y con el más puro
patriotismo pudiesen colocarse otros en filas opues-
tas á las suyas.
<No tengo la facultad de aborrecer — decía — no
tengo repulsión sistemada, sino para los que colo-
cados allí ^) se han manchado con crímenes inú-
tiles á la causa y vergonzosos para el país. »
Por lo demás, las acusaciones que se hacían á
Pacheco eran de una injusticia tan evidente como
irritante.
Los mismos que lo cubrían de injurias ha-
bían sido entusiastas propagandistas de \afusió/i
cuando Pacheco la combatía por juzgaria absurda
é imposible.
El jefe de la Defensa manifestó sin reservas su
( 1) En el Cerrito.
CARLOS ONETO Y VIANA 135
disgusto por la abstención á que se había con-
denado el antiguo partido blanco, pues aparte de
que podría ejercer en el escenario una saludable
acción controladora, veía en la abstención ////
medio de aumentar el malestar reinante, porque el
partido político que renuncia su acción en el campo
legal, parece indicar su resolución de obrar fuera
de él.... ''
Luego que se hubo formado la Asamblea que
debía resolver el problema presidencial, notóse
en su composición una mayoría numerosa de los
antiguos riveristas que respondían incondicional-
mente á don Venancio Flores.
Pacheco juzgaba que la elección de Flores no
era solución práctica y conveniente.
El nuevo Gobierno constitucional tenía mucho
que reconstruir; pero para que pudiese lograr el
cumplimiento de su misión, debía emplear una
gestión política hábil y prudente, que tuviera Ja
virtud de calmar las pasiones enardecidas por la
guerra civil.
El jefe de la Defensa estaba convencido de
que sobre la base del odio nada estable podía
crearse. La paz pública peligraría constantemente
como consecuencia del gobierno militar que se
estableciera, y el país vendría á ser presa de las
vulgaridades entronizadas, para las que Pacheco,
como todos los hombres de pensamiento, tenía
profundo desprecio.
(Ij De ¡\I. Pacheco }" Obes.
136 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La muerte de Rivera impresionó fuertemente á
Pacheco, quien se persuadió del fracaso de todos
sus planes.
A pesar de eso abandonó inmediatamente Bue-
nos Aires, embarcándose para Montevideo.
Llegado al país emprendió nuevamente su cam-
paña.
Muy pronto se vio rodeado de enemigos.
Hasta se pretendió desautorizar su palabra,
negando sus inmensos servicios prestados á la
Defensa.
Entretanto los hombres del Poder sentían el
aislamiento á su alrededor.
Los conservadores, tan pronto terminó la lucha
contra el caudillaje oribista, volvieron nuevamente
á colocarse distantes del Gobierno.
Los elementos del Cerrito manteníanse en com-
pleta rebeldía.
Sus caudillos, á quienes don Venancio Flores
impidió que volvieran al país ^'^ amenazaban
constantemente las fronteras.
El Gobierno comenzó por tomar medidas de
carácter militar.
Dividió el territorio de la República en zonas,
(1) «Ministerio de Guerra y Marina.
«Montevideo, Enero 9 de 1854.
« Artículo 1." Quedan indultados y en libertad de volver á sus
Departamentos todos los individuos que hayan estado en armas
contra el Gobierno Provisorio y la causa que sostiene hoy la
República.
CARLOS ONETO Y VIANA 137
entregándolas á jefes oscuros, que ningún pres-
tigio aportaban á la situación.
Los conservadores quedaron completamente anu-
lados.
Apenas tenían unos pocos asientos en la Grande
Asamblea Legislativa y Constituyente.
La campaña de Pacheco, á despecho de todas
sus energías, de su lenguaje persuasivo y mode-
rado y de su habilidad en la dirección de los
elementos que le respondían, no dio resultado.
El país con el gobierno militar y la perspec-
tiva de su perpetuación, fué decayendo moral y
políticamente.
Los mismos hombres del Poder llegaron al con-
vencimiento de que era imposible con los ele-
mentos propios consolidar la situación.
Don Venancio Flores vióse rodeado de dificul-
tades é impotente para poner término al malestar
reinante.
El pensamiento de la intervención imperial fué
haciendo camino en todas las esferas sociales.
Se pensaba que de este modo quedaría garantida
la tranquilidad^ pública y que la nación saldría de
su postración.
« Art. 3. o Xo son comprendidos en este indulto los individuos
siguientes :
« Lucas ?Ioreno, Diego Lamas, Dionisio Coronel, Juan Barrios,
Cipriano Carnes, Bernardino Olid, Timoteo Aparicio, Juan Car-
valho, Jacinto Barbat, Francisco Laguna, Pedro Carro, Lázaro
Pérez, Doroteo López, Juan P. Pastrana.
« Flores.
« Eiiyiqíie Martiitex. »
138 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La ¡dea no podía ser más desgraciada: la intro-
misión extranjera jamás podía ser favorable.
Ya la experiencia nos había ensenado que sólo
había servido para fomentar nuestra ruina y la
anarquía ''■^l
Juan Carlos Gómez, siempre celoso de la dig-
nidad y de los intereses nacionales, formuló su
protesta contra toda intervención del Imperio en
nuestros asuntos internos.
Ni política ni económicamente — decía — es
sostenible la intervención armada.
Políticamente, entendían los conservadores que
era deplorable, por cuanto vendría á vigorizar el
régimen existente, asegurando la elección presi-
dencial de don Venancio Flores, lo que en aque-
llos instantes significaba una derrota para el país.
Melchor Pacheco y Obes y los conservadores
tenían la convicción de que la elección de Flores
constituía un absurdo.
La exclusión absoluta de los caudillos y el esta-
blecimiento definitivo del gobierno civil, que es
el ideal republicano, era para ellos la única solu-
ción patriótica y decorosa y en perfecta armonía
con los legítimos intereses nacionales.
Por su lado económico, la entrada al territorio
de la República del ejército del Imperio, era deplo-
rable.
{ 1 ) Ya sabemos cuál fue la conducta del Plenipotenciario bra-
silero, cuando en 1853 el Presidente Giró solicitó el apoyo del
Imperio, que por los tratados de 1851 estaba obligado á conceder.
CARLOS ONETO Y VIANA 139
El estado financiero nuestro no podía ser más
calamitoso.
El país en escombros y arruinado, sin otra
perspectiva que la de nuevas convulsiones, sin
fuente ninguna de recursos, sin industrias, sin hábi-
tos de trabajo, sin iniciativas de clase alguna.
Los presupuestos impagos acumulados, la des-
moralización y la miseria por todos lados.
Aparte de esas consideraciones de orden polí-
tico y económico, ya bastante poderosas para
justificar las resistencias de Juan Carlos Gómez
y de los conservadores á la intervención del impe-
rio, mediaban también poderosas razones de orden
moral.
Era desdoroso, significaba una tutela por demás
vejatoria, que los soldados imperiales vinieran á
consolidar el orden interno en la República y
hacer efectivas las garantías sociales.
Sin embargo, pensamiento tan desgraciado fué
echando raíces, llegando á ser una aspiración de
la inmensa mayoría de nuestros hombres.
Don Venancio Flores supo explotarlo en su
favor. Y como para mortificar el patriotismo y la
dignidad de los conservadores, que en aquellos
momentos, como siempre, defendían el buen nom-
bre del país, pidió y obtuvo la entrada de 4000
soldados del ejército brasilero, de conformidad
con las altas y elevadas miras del Gobierno de
S. M. el Emperador que tan digna y generosa-
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
mente sabía proteger los intereses generales de la
nación.
Esta conducta humillante é indigna del gobierno
militar, que debió provocar la explosión de las
iras nacionales, fué sin embargo prestigiada por
la actitud no menos indigna y humillante de los
personajes más conspicuos del Cerrito, que acu-
dieron á la Legación imperial á implorar del
«Ministerio de Gobierno y Relaciones.
«Montevideo, Enero 31 de 1854.
« ACUERDO
« Reconociendo en los actuales momentos como de la mayor nece
sidad la entrada al territorio de la República de una fuerza de 4000
hombres del ejército brasilero, de conformidad con las altas y ele-
vadas miras de S. M. el Emperador del Brasil, porque esto impor-
taría la más eficas ¡iarantia para los intereses 'generales de la
nación, que S. M. tan digna y generosamente protege;
* El Gobierno Provisorio, en acuerdo de esta fecha, ha dis-
puesto:
< 1." Autorízase al Ministro de Gobierno y Relaciones Exterio-
res para que por medio de letras reversales, acuerde con el
Ilustrísimo }• Excmo. señor doctor don José María do Amara!,
E. E. y M. P. de S. M. el Emperador del Brasil, la entrada de
aquella fuerza bajo las bases siguientes: —I.» Una División del
Ejército de S. M., compuesta de 4000 hombres, vendrá al territo-
rio de la República, haciendo su entrada el 30 de Marzo;
« 2.° El Gobierno someterá este acto á la aprobación de la
H. A. G. Constitu}-ente, de conformidad con lo que prescribe la
sección 4.», artículo 17 de la Constitución, parte 11.»
«3.» Los gastos que esa fuerza hiciese durante su permanencia
en la República, los abonará el Gobierno en los términos y bajo
la forma estipulada en el art. 11 de la Convención de subsidios
del 12 de Octubre de 1851, para el pago de dichos subsidios.
« Comuniqúese, publíquese, etc.
• Flores.
« Enrique Martines. — }os¿
A. Zitbillaga. »
CARLOS ONETO Y VIANA 141
doctor do Amaral la intervención armada como
indispensable para darnos garantías sociales y
hacer efectivos y duraderos la paz, el orden y el im-
perio de las instituciones.
Rebajado de este modo el nivel moral del país,
no había de causar extrañeza que el Mariscal don
Francisco Félix da Fonseca Pereyra Pinto, desde
« el Cuartel General de la División Imperial de
observación cerca de los cerros de Bagé pro-
clamase á sus soldados al franquear la frontera,
en esta forma:
c Montevideo, Enero 30 de 1S54.
«Excmo. señor:
« Nosotros los ciudadanos orientales que firmamos la represen-
tación anexa, declaramos que lo hacemos persuadidos de que la
intervención armada á que ella alude, es indispensable, no sólo
para darnos garantías sociales, sino también para ponernos en
pleno goce de nuestros derechos políticos, de los cuales de fado
nos hallamos privados, porque anarquizado el país, sin garantía
de género alguno, necesitamos de la intervención armada á fin
de que el Brasil, en cumplimiento de los Tratados del 12 de Octu-
bre de 1851, haga efectivos y duraderos la paz, el orden y el impe-
rio de las instituciones.
< Luis de Herrera. — Enrique de Arras-
caeta. — Carlos Jitanicó. — Federico
Nin Reyes. — Pantaleón Peres. —
Antonio de las Carreras. — Doroteo
Garda. — Lesmes Bastarrica. — Cris-
tóbal Salvañadi. — Luis G. de la
Torre. — Eduardo de las Carre-
ras . — José Váxques Sagastuiiie. —
Jjian losé Segundo. — Avelino Lere-
na.—Jitan José de Herrera. — Car-
los Lacalle. — José P. Clave. — Be-
nito Baenn. — Andrés Viana.'
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
v: Soldados:
No tenemos enemigos que combatir, ni enarbo-
lanios la bandera de ningún partido.
Vamos á prestar el auxilio que de nosotros
necesitan los ciudadanos honrados de todos los
partidos en favor de la organización de ese país.
< Nuestra misión es enteramente de paz y de
conciliación.
La conducta de la tropa imperial debe ser tan
noble como el fin que se ha propuesto nuestro
Augusto Soberano, cuyo pensamiento de no vul-
gar magnitud, se halla claramente enunciado por
su ilustre Delegado el Excmo. señor doctor don
Joáo Luis Viera Cansangao de Sinimbú, digno
Presidente de la Provincia de Río Grande del Sud. »
Y don Venancio Flores colmaba poco después
toda medida recibiendo á los soldados imperiales
con esta proclama:
« ¡Hijos del Brasil! Digna y generosa es la mi-
sión que vais á desempeñar en la patria de los
Orientales : que la fraternidad iguale á la disci-
plina y al valor, y los objetos humanitarios de la
intervención coresponderán á tan alta misión.
Así conquistaréis los aplausos y las bendicio-
nes de todos los gobiernos y pueblos que la con-
templan; así lo espera vuestro aliado y amigo,
Venancio Flores. >
CARLOS ONETO Y VIANA
Los sucesos habían venido preparando el triunfo
de don Venancio Flores.
La reacción criminal de los caudillos del Ce-
rrito había decretado su elección.
Exactamente como lo había previsto Melchor
Pacheco y Obes.
Los hombres de pensamiento hicieron sin em-
bargo un último esfuerzo para asegurar otra so-
lución.
Don Andrés Lamas, en Río Janeiro, juzgó poder
sacar partido de la intervención armada, y ya que
á ésta se le había atribuido una digna y generosa
misión en la patria de los orientales, juzgó el
hábil diplomático que nuestro decoro no queda-
ría mucho más menoscabado con su intromisión
en la cuestión presidencial.
El 18 de Febrero de 1854 escribía á su amigo
el Vizconde Paraná, Ministro de Negocios Ex-
tranjeros del Imperio, estas líneas:
En esta situación está en manos del Brasil
darnos un gobierno regular y evitar la recons-
trucción del caudillaje...
En esto está la salvación de mi país y el su-
ceso de la política de V. E.
Si se retrocede ante las dificultades que puede
crear la posición accidental y sin base sólida
de algunos hombres ^ ; si se abandona la elec-
( 1 ) Se refería A don Venancio Flores.
144 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ción de Presidente ó se auxilia la elevación de
un caudillo, mi país y la política de V. E. están
irremisiblemente perdidos.
< Dentro de poco, todos los sacrificios que hoy
se hacen irán á parar en una nueva catástrofe.
« Mejor sería abandonar ahora la obra que darle
por base la reconstrucción del caudillaje.
El 12 de Marzo de 1854, la Doble Asamblea
elegía unánimemente Presidente Constitucional por
el período complementario de dos años, hasta el
1.0 de Marzo de 1856, á don Venancio Flores.
Los conservadores, momentos antes de la elec-
ción, habían abandonado la sala. . . .
Aquella solución fué el coronamiento de la obra
de la guerra civil.
« . . . . en nuestro tristísimo modo de ser, era
lógico que el soldado victorioso asumiese el
mando supremo '. -
El primer ensayo de fusión había dado sus
frutos.
Nos dejaba en estado más desesperante que el
anterior al Pacto de Octubre.
De Marzo del 52 á Septiembre del 53, vivimos
( 1 ) De don Andrés Lamas.
CARLOS ONETO Y VIANA
bajo el imperio de una política de mistificación
constante, de mentira, de extravíos y desaciertos
de todo orden, predominando un artificialismo
funesto que no tuvo más virtud que arrastrar el
país á una situación intolerable.
Producida la reacción é implantado un régimen
saludable de libertad, de política sincera, se opera
la contra -reacción de los que invocando los prin-
cipios fusionistas, pretendían entregar el país al
caudillaje semi salvaje del Cerrito.
Como consecuencia lógica de esta conducta
criminal, se acentúa la reacción colorada que da
en tierra con la política liberal establecida en Sep-
tiembre, para sustituirla por las intransigencias
partidarias y una política de arbitrariedades.
Y como coronamiento á tantas desgracias, el
establecimiento, por medios legales, del gobierno
militar, que había de imponer al país el vejamen
de consolidar su situación con la intervención
armada del Gobierno imperial.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
IV
Los desaciertos del gobierno militar provoca-
ron en todo el país un movimiento de opinión
contrario á su marcha.
Las medidas atentatorias contra la prensa, de
Marzo del 54, en vez de calmar las pasiones, que
era el fin buscado por los hombres del Poder,
sólo tuvieron la virtud de exasperar los ánimos.
Los elementos floristas se sintieron impotentes
para resolver solos el problema comicial del 54.
Cedieron ala ley de la necesidad, transigiendo nue-
vamente con los conservadores; pero tan pronto
quedó constituido el Cuerpo Legislativo, las vie-
jas disensiones reaparecieron, colocando á aqué-
llos otra vez á buena distancia del Gobierno • ^ ■.
(1) \'éase «El i'acto de la L'nión > — Carlos Oneto y \'iana.
Capítulo n.
CARLOS ONETO Y VIANA
El año 55 se inició bajo terribles auspicios.
A una situación política sin horizontes se unió
una mala situación económica, que muy pronto
había de volverse desastrosa ^ .
La lucha entre conservadores y floristas llegó
á ser cuestión de vida ó muerte.
Dio origen á una serie de disposiciones gu-
bernativas contra la libertad de pensamiento y el
honor de los ciudadanos, que vino á hacer más
profundos los antagonismos existentes entre el
país y los hombres del Poder.
Don Venancio Flores, sintiendo el vacío á su
alrededor, perdió la serenidad que su situación
reclamaba.
Sólo atinó á desaciertos mayores.
Cometió la indignidad de atribuirá los conser-
vadores, que habían asumido una actitud amena-
zante, connivencias con don Manuel Oribe, que
llegaba entonces de Europa, de regreso del viaje
emprendido en 1853.
Las violencias de las autoridades provocaron
las violencias de la oposición.
En Agosto, los conservadores, dirigidos por
don Lorenzo Batlle, don José María Muñoz y don
Fernando Torres, acudieron á las armas y ex-
pulsaron á don Venancio Flores del Fuerte '■-'>.
1 ) El Imperio se negó á seguir prestándonos el subsidio pe-
cuniario mensual que don A. Lamas había conseguido á princi-
pios de 1854.
(2) Véase «El Pacto delaUnión» — Carlos Oneto y Mana, pá-
ginas 47 á 55.
14S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La transacción absurda del 9 de Septiembre -^^
puso término á la lucha; sin embargo la autori-
dad del Gobierno que surgió de concesiones recí-
procas, no podía tener la virtud de infundir con-
fianza al país.
Por otra parte, don Venancio Flores, que con
sus extravíos había provocado la rebelión, á pesar
de su derrocamiento continuó siendo el jefe de
la situación.
Los hombres del Gobierno se esforzaron por
encontrar una solución que consolidase la auto-
ridad y la rodeara de prestigio.
Don Venancio Flores juzgó sin embargo in-
eficaz buscar esa solución entre los elementos que
permanecían en abierta rebeldía contra el Poder.
Nada se obtendría de ellos sino mediante nue-
vas transacciones que modificarían casi radical-
mente el régimen político imperante.
Prefirió recurrir á don Manuel Oribe.
El siniestro personaje vinculado estrechamente
á los caudillos del Cerrito y á todos los elemen-
tos de acción que le habían respondido en la
Guerra Grande, podría aportar al Gobierno un
contingente poderoso que, aliado al caudillaje
florista, anulase completamente las resistencias de
la oposición.
(1) Renunció don \'enancio Flores la Presidencia y se aceptó
á don ^lanuel Basilio ' Bustamante, como Presidente del Senado
en ejercicio del Poder Ejecutivo. A mayor abundamiento, véase
€ El Pacto de la Unión», páginas 56 A. &).
CARLOS ONETO Y VIAXA
La alianza del antiguo soldado de Rivera con
el teniente de Rosas, provocó la indignación de
los hombres de la Defensa.
Aquel acto significaba la mayor infamia con
que el caudillaje analfabeto podía ultrajar la dig-
nidad del país; y don Venancio Flores al reali-
zarlo, acometía una empresa vandálica que ten-
dría su coronamiento en una charca de sangre.
Además envolvía un peligro extraordinario para
el partido de la Defensa, pues faltando Pacheco ^^
y Rivera, entregado aquél á los verdugos de Ro-
sas, quedaba amenazado en su propia existencia.
Los conservadores supieron nuevamente dar
pruebas de abnegación y altivez patrióticas.
Sin calcular las consecuencias de una lucha te-
meraria, enfrente de enemigos formidables, toma-
ron otra vez las armas y corrieron al Fuerte - .
Las jornadas memorables de Noviembre dan
cuenta de su heroísmo legendario; de loque eran
capaces siempre que hubiese necesidad de soste-
ner los principios de la Defensa.
Cinco días de lucha en las mismas calles de
Montevideo; cinco días de sufrimientos, de es-
fuerzos y de sacrificios para salvar el decoro
y los intereses del país.
(i; Melchor Pacheco y Obes murió el 24 de Maj-o de 1S54 en Bue-
nos Aires, donde residía.
Después del triunfo de don \^enancio Flores resolvió Pacheco
abandonar el país.
(2; Véase c El Pacto de la Unión », por Carlos Oneto y Viana ;
páginas 68 A 72.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Destruidas á metralla las resistencias de los
conservadores, don Manuel Oribe y don Venancio
Flores restablecieron en el Gobierno la política
fusionista.
Se da comienzo á una nueva era.
Pero es de notar que este nuevo ensayo de
fusión presenta un carácter radicalmente distinto
al ensayo operado á raíz de la paz del 51.
La fusión de 1851 tuvo su fundamento en el
Pacto de Octubre.
La fusión de 1855 lo tuvo en el Pacto del 11
de Noviembre.
El primero fué obra de la abnegación y el al-
truismo de los hombres de la Defensa, que creían
un deber de conveniencia nacional y de concien-
cia (^^ olvidar el pasado y juzgaban imposible la
reconstrucción del país sin la cooperación de los
elementos honestos que por cualquier motivo hu-
bieran seguido á don Manuel Oribe.
Fué además una fórmula para poner término á
la lucha sangrienta, horrible y devastadora que
venía sufriendo la República desde tres lustros
atrás y por la que se encontraba en estado ago-
nizante.
Por otra parte, don Manuel Herrera y Obes
juzgó que podía ser de graves consecuencias
la terminación de la guerra por la guerra^ en-
frente de Montevideo, con la intervención de Ur-
quiza y sobre todo del Ejército Imperial.
( 1 ) De don Andrés Lamas.
CARLOS ONETO Y VIANA
Pensó que era medida práctica y de grandes
previsiones poner término de una vez á la lucha
dentro de nuestro territorio, para presentarnos á
los políticos del Imperio como avenidos y en per-
fecta concordia, demostrándoles que el único ene-
migo que había que combatir no estaba dentro de
la República, sino que era Rosas, el perturbador
de la paz de estos países y el que podía más
tarde con sus ambiciones desmedidas causar muy
serios trastornos al Brasil.
AI mismo caudillo entrerriano convenía ense-
ñarle que en nuestro país no tenía ninguna mi-
sión que cumplir; que su intervención en nues-
tras cuestiones internas, fuera cual fuera, sería
abusiva.
El Pacto del 55, en cambio, no tuvo ninguno
de esos fines.
No había que poner término á ninguna guerra
interna.
No había ningún enemigo extraño que combatir.
Ningún peligro existía tampoco de intervención
de los gobiernos vecinos en nuestros asuntos do-
mésticos.
Ni fué un acuerdo al que entraran los viejos
partidos representados por sus elementos cons-
picuos.
El Pacto de la Unión presenta un carácter muy
distinto.
Fué puramente la alianza del caudillaje//<?r¿s/¿7,
en rebelión franca y resuelta contra los hombres
152 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
de pensamiento, con el caudillaje oríbista : los ene-
migos á muerte de 1853 constituidos en gran
asociación fraternal.
Ni siquiera los elementos civiles de valía del
antiguo partido blanco concurrieron á su celebra-
ción. Desvinculados de don Manuel Oribe por
razones varias, se habían anexado á los conser-
vadores en defensa de sus propias garantías con-
tra las arbitrariedades del gobierno militar.
Restablecido el orden con el caudillaje del
Cerrito, vino éste naturalmente á ejercer un domi-
nio casi absoluto en el escenario político.
Las consecuencias del cambio de situación se
vieron de inmediato.
Los blancos llamados liberales ó constituciona-
les, ante la perspectiva de la soñada restauración
que les ofrecía la conducta de don Venancio Flo-
res, no trepidaron en cometer una gran felonía :
traicionaron á los conservadores y rodearon á su
antiguo jefe.
Desde ese momento el influjo ejercido por don
Manuel Oribe fué siendo cada día mayor, en tanto
que la acción de don Venancio Flores iba redu-
ciéndose sensiblemente.
No podía ser de otro modo.
De un lado se encontraba todo el partido oribista
aleccionado con sus triunfos, organizado y perfec-
tamente regimentado, con su antiguo jefe á la
cabeza, ocupando por la fuerza de los aconteci-
mientos, posiciones oficiales importantes.
CARLOS ONETO Y VI ANA
Del otro, don Venancio Flores con los caudillos
que le seguían y una fracción partidaria pequeña,
sin valimiento, sin prestigios, sin autoridad, en
la que los personajes espectables eran algunas
perfectas nulidades del antiguo partido riverista.
La lucha presidencial del 56 puso en eviden-
cia el poder de cada uno de los caudillos.
Don Venancio Flores contaba en las Cámaras
con mayoría suficiente para resolver el problema
del 1.'^ de Marzo.
Los miembros de la Asamblea que le eran
adictos habíanle declarado bajo la más solemne
promesa, que no procederían á la aceptación de
candidato alguno sin ponerse previamente de
acuerdo con él ' .
Don Venancio Flores se inclinaba por el señor
Francisco Agell, persona de su confianza, que
conocía íntimamente por haberle dispensado du-
rante largo tiempo su amistad y que había tenido
por repetidas veces á su lado ocupando alter-
nativamente los Ministerios de Gobierno y Rela-
ciones y Hacienda.
Á don Manuel Oribe no le convenía el candi-
dato propuesto, que pecaba por extremada adhe-
sión á su aliado.
Juzgó que una vez restablecida la tranquilidad
en el país y entrado éste de lleno á la política
fusionista bajo el nuevo Gobierno, don Venancio
Flores volvería á ser arbitro de la situación.
(1) Véase < El Pacto de la Unión», pág. 94.
154 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Opuso entonces hábilmente serias resistencias
al triunfo de Agell.
Don Venancio FFores aceptó resignado el
rechazo de su candidato, con gran asombro de
sus partidarios, que no le creían capaz de llevar
su debilidad hasta una sumisión completa.
Los miembros de la Asamblea habían perma-
necido absolutamente extraños á las deliberacio-
nes de los caudillos.
Don Venancio Flores, que tenía en sus manos
la solución del gran problema, no pudo resistir
á la presión de los elementos del Cerrito; y en
vez de oponerse resueltamente á las exigencias
exorbitantes de don Manuel Oribe, cedió ponién-
dose incondicionalmente á su servicio.
La consecuencia de esta conducta fué la derrota
de César Díaz, candidato de los hombres de la
Defensa, proclamado á título de protesta contra
la intromisión humillante del teniente de Rosas
que reaparecía en el escenario político después
de una anulación que para el buen nombre y
dignidad del país debió ser irrevocable ^ '.
El triunfo del señor don Gabriel Antonio Pe-
reyra en las condiciones en que se produjo, fué
un triunfo exclusivo del caudillaje oribista.
Su candidatura fué proclamada por el órgano
oficial de Oribe é impuesta á don Venancio Flores
antes de todo acuerdo con los electores flo-
ristas.
(1) \'(5ase «El Pacto de la Unión ., pAgs. 93 á '105.
CARLOS ONETO V VIANA 155
Esto no obstante, una vez electo, el país aceptó
respetuosamente su autoridad, no teniendo en
cuenta el origen de su triunfo, sino sus antece-
dentes políticos relevantes.
Los mismos conservadores, que no sabían clau-
dicar porque habían aprendido á ser austeros al
lado de Melchor Pacheco y Obes, acataron patrió-
ticamente al nuevo gobernante, disponiéndose á
prestarle su concurso siempre que fuese reque-
rido en condiciones decorosas.
156 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
V
Don Gabriel Antonio Pereyra era hombre de
antecedentes conspicuos por su familia y por sí
mismo : varón consular, como decían los roma-
nos ' .
Había envejecido al servicio del país, al que
prestó su concurso leal y abnegado en las épocas
difíciles de la Independencia, tanto en las luchas
contra España como contra los portugueses y el
Imperio.
En 1825 se le denunció á las autoridades bra-
sileras de Montevideo como conspirador.
En ese tiempo mantenía relaciones secretas con
los patriotas emigrados en Buenos Aires.
Fué de los que con anticipación estuvieron al
(1) De don Francisco Bauza: < Estudios Literarios».
CARLOS ONETO Y VIANA 157
corriente de la Cruzada de los 33 y de todos
sus planes, que le habían sido confiados por Lava-
lleja y Oribe, principalmente por éste último, con
quien estaba ligado por estrecha amistad ^''.
Firmó en la Florida la declaratoria de incorpo-
ración el año 1825, y la sanción de nuestra Carta
Fundamental en 182Q, y ocupó un Ministerio en el
primer Gobierno patrio, presidido por Rondeau.
Constituyente, Senador, Diputado, Secretario de
Estado, siempre desempeñó con celo y patriotis-
mo los cargos que ejerciera.
Jurada la Constitución é implantado en el país
el régimen constitucional, mostróse hombre con-
servador y como tal enemigo de las revueltas y
de los caudillos.
En 1834 fué llamado al Fuerte en calidad de
(1) € Buenos Aires, ^larzo 24 de 1825.
« Querido compadre :
« Sé que has sido informado por Lavalleja de nuestra próxima
empresa de invasión ; y que nuestro amigo Lecocq te ha dado los
detalles de que era portador.
« Es preciso una reserva absoluta y completa, pues parece que
el Gobierno de aquí ha recibido reiteradas reclamaciones para
alejarnos y hostilizarnos.
«Estamos decididos á invadir lo más pronto y salir de una vez
de esta situación incierta é insegura.
«Creo que saldremos airosos de nuestra empresa; contando
que los patriotas como tú secundarán nuestra obra de regenerar
la patria, conquistar su libertad y lanzar al extranjero usurpa-
dor de nuestro hermoso territorio.
« Te desea salud y felicidad tu afrao.
« Manuel Oribe.
«Ésta te la entregará el amigo Trápani. »
15S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Presidente del Senado en ejercicio del Poder Eje-
cutivo.
La invasión de Echagüe y Lavalleja en 183Q al
frente del ejército de Rosas, lo tomó en el Go-
bierno, á donde había ¡do por ausencia de Rivera,
que se encontraba en campaña.
De esa época arrancaba su fama de una ener-
gía rayana del despotismo cuando la contradicción
ponía á prueba su temeridad ' ' \ >
Se señaló por sus arbitrariedades persiguiendo
á muchos ciudadanos que juzgaba fueran enemi-
gos de la situación.
Como partidario revelóse entonces hombre de
ideas arraigadas, sincero y capaz de sacrificios.
Al invadir las legiones de Rosas, proclamó al
país en estos términos:
'¡Conciudadanos! La Independencia Nacional,
la Constitución y el orden público se ven ya
atacados á mano armada por una horda de extran-
jeros inibécUes y por algunos orientales desnatu-
ralizados, á quienes es preciso oponer una resis-
tencia firme y constante.
«¡Conciudadanos! El honor nos llama á to-
dos. >
Al frente del Gobierno supo proceder como las
circunstancias exigían, y no contribuyó poco su
( 1 ) Bauza.
CARLOS ONETO Y VIANA 159
energía al triunfo de la República sobre el tirano
de Buenos Aires.
El 1.'5 de Enero de 1840, después de destruidas
por Rivera en los campos de Cagancha las hues-
tes rosistas, dirigiéndose en Mensaje á la H. A. O.,
decía:
Hace ya medio año que nuestro territorio fué
invadido por un numeroso ejército extranjero,
enviado por el tirano de Buenos Aires.
5^ componía de hordas de aventureros y de
algunos desnaturalizados orientales que, apelli-
dando por escarnio las leyes, derramaban la muerte
y desolación.
<' El territorio por donde han atravesado, ha
quedado yermo.
Sus partidas han visitado la mayor parte de
los Departamentos y para todos han sido una
plaga devoradora. >
Comenzada la resistencia contra la segunda
agresión de Rosas, iniciada en 1843 con la inva-
sión de Oribe, investido por aquél con el doble
título de Presidente legal del Estado Oriental y
General en Jefe del Ejército de Vanguardia de la
Confederación Argentina, don Gabriel Antonio
Pereyra prestó su cooperación franca y decidida
á la causa de la República.
En la Defensa fué uno de tantos ciudadanos
distinguidos que se singularizara por su palabra
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
sensata, sus consejos siempre prudentes y sus
convicciones sinceras.
Terminada la Guerra Grande con la fórmula no
hay vencidos ni vencedores, y establecida en el país
la política de fusión, fué el señor Pereyra uno de
los más ardientes propagandistas de las nuevas
ideas.
Y en efecto, como pocos, despojóse realmente
de todas sus antiguas afecciones, abandonando
completamente su vieja divisa.
En 1854, don Venancio Flores le ofreció el
Ministerio de Gobierno y Relaciones.
Pereyra supo declinar el cargo en una situación
que se caracterizaba por sus intransigencias par-
tidarias.
Retirado á la vida privada, en 1855, ya sexage-
nario, entregado á los trabajos domésticos, al
cuidado de su fortuna personal y al vicio que se
había apoderado de su persona á punto de obs-
curecer su inteligencia, fué visitado por don Ma-
nuel Oribe, quien le instó á que aceptara la pro-
clamación de su candidatura á la Presidencia de
la República.
El señor Pereyra era hombre desvinculado abso-
lutamente del caudillaje, muy principalmente del
caudillaje del Cerrito, pues sus entusiasmos fu-
sionistas no habían llegado jamás hasta estable-
cer solidaridades con los caudillos de la escuela
de Rosas.
CARLOS ONETO Y VIANA
Halagado, sin embargo, en su vanidad por don
Venancio Flores y don Manuel Oribe, que con-
juntamente fueron á su casa á ofrecerle la Primera
Magistratura, aceptóla, contando con las seguri-
dades del triunfo que le fueron anticipadas por los
caudillos aliados.
Su candidatura en otras condiciones que las
que rodearon su proclamación, no hubiera podido
levantar resistencias legítimas; pero en las circuns-
tancias en que apareció, apuntalada por el caudillaje,
tuvo que ser impuesta al país á hierro y á fuego.
El señor Pereyra fué al Gobierno con el pro-
pósito de hacer verdadera política de fusión.
En su programa inscribió por lema estas pa-
labras :
Paz, Unión, Progreso y Libertad.
Su primer Ministerio ' ' y sus primeros actos
acusan una intención sana, exenta de exclusi-
vismos odiosos.
La composición del Consejo Consultivo, insti-
tución destinada á « asesorar al Gobierno cuando
éste considerase oportuno y conveniente oir su
dictamen, que no llegó á instalarse, revela el
pensamiento de implantar con verdad la política
fusionista.
( 1 ■ ^Ministro de Gobierno r Relaciones, doctor don José EUauri.
¡Ministro de Hacienda, don Doroteo García.
^linistro de Guerra }• Jlarina, don Carlos de San Vicente.
11
162 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Sin embargo, por el origen de su triunfo y por
el propio encadenamiento lógico de los sucesos,
no era posible ni humano establecer una política
conciliadora y de concordia.
El Pacto de la Unión había entregado el país á
los elementos oribistas. La influencia de los hom-
bres de la Defensa había casi desaparecido. Los
caudillos del Cerrito eran nuevamente dueños y
señores de sus comarcas.
Don Manuel Oribe imperaba en Montevideo,
desde las memorables jornadas de Noviembre, en
que con el auxilio de don Venancio Flores ame-
tralló despiadadamente á los conservadores.
La proclamación del triunfo del señor Pereyra en
la Asamblea, había sido recibida por la barra con
aplausos estruendosos, mezclados con gritos de
¡Mueran los salvajes unitarios! y vivas á don
Manuel Oribe.
Aquello era sarcástico. Se festejaba por los si-
carios de Rosas la elevación al Poder de quien
desde lo alto del Fuerte había anunciado al país
la victoria de las armas nacionales en los cam-
pos de Cagancha sobre las hordas de don Justo
J. de Urquiza y de don Pascual Echagüe.
Triunfante el candidato de Oribe, naturalmente
debía producirse el desborde de los hombres que
lo habían levantado.
Don Gabriel Antonio Pereyra se encontró con
que era imposible dar por fundamento de su
marcha gubernativa el Pacto de la Unión.
CARLOS ONETO Y VIANA 163
Juzgó necesario en primer término consolidar la
situación ; pero para ello había que apoyarse en
elementos que significaran fuerza y prestigio den-
tro del país.
Don Venancio Flores había quedado inmedia-
tamente liquidado por la fuerza de los aconteci-
mientos.
El triunfo del señor Pereyra llevaba envuelta su
derrota, dado que la candidatura de aquél no ha-
bía tenido otro origen que la voluntad de Oribe.
Los elementos del Cerrito se esforzaron por
anular las tendencias conciliadoras del Jefe del
Estado, alejando del Fuerte á los hombres de la
Defensa.
El primer paso fué rodear estrechamente al
Presidente, colmándole de agasajos, halagando en
toda forma su egolatría, que era uno de sus
graves defectos.
Y esto hicieron no sólo los elementos escoriá-
ceos que habían acompañado á Oribe en su
alianza con Flores, sino también los llamados
blancos liberales , aquellos que se habían dado
cuenta perfecta de la ignominia del Cerrito, de
que los salvara el Pacto de Octubre, y que se
habían desvinculado del caudillaje de la escuela
de Rosas para plegarse á los conserva dores en
defensa de las garantías comunes.
La influencia de don Venancio Flores desapare-
ció totalmente á los pocos días de resuelto el
problema presidencial.
164 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El 4 de Marzo recibía del Ministerio de la
Guerra un oficio en el que se le notificaba la in-
utilidad de sus servicios por haber cesado en sus
efectos el decreto del 18 de Diciembre del año
anterior, que lo nombrara Comandante General
de Armas ^ .
Don Gabriel Antonio Pereyra le manifestó su
reconocimiento por los relevantes servicios presta-
dos con la eficacia con que había desempeñado la
comisión que le fué confiada '■-\
Se le exigía un estado demostrativo del arma-
mento que había tenido y de cómo lo había dis-
tribuido.
La permanencia del doctor Ellauri en el Mi-
nisterio no era suficiente garantía de tranquilidad
y de respeto á los preceptos constitucionales.
El eminente ciudadano se encontraba solo,
aislado, en medio de gente enemiga dueña de
todo el escenario.
No pasarían muchos días sin que llegara á la
persuasión de que sólo como elemento decora-
tivo ocupaba el Ministerio.
Los elementos adictos á don Manuel Oribe
andaban inquietos, resueltos á dar el golpe que
caracterizase definitivamente su predominio.
(1) Don Venancio Flores había sido nombrado Comandante
General de Armas por todo el tiempo que durase la Presidencia
de don Manuel Basilio Bustaiiiante. Así decía el decreto de fe-
cha 18 de Diciembre de 1855.
(2) Nota del Ministro de Chierra y Marina, don Carlos de San
\'icente.
CARLOS ONETO Y VIAXA
Nada habían aprendido, nada habían olvidado,
como los emigrados de Coblentz ^: >
El 15 de Marzo el doctor don Mateo Magari-
ños Cervantes hacía moción en la Cámara de
Diputados para que la Mesa oficiase al P. E.
pidiendo la convocatoria de los Representantes
don Fernando Torres y don Eduardo Bertrand,
llegados de Buenos Aires después del levanta-
miento de su destierro.
El P. E. había convocado por oficio especial-
mente á cada miembro de la Asamblea para la
apertura del 15 de Febrero, exceptuando á los Di-
putados don José María Muñoz, don Eduardo
Bertrand y don Fernando Torres.
Estos ciudadanos, después de la derrota en las
jornadas de Noviembre, se habían embarcado para
Buenos Aires -I
El Gobierno de don Manuel Basilio Busta-
mante dictó un decreto en Enero 11 de 1856,
prohibiéndoles el regreso al país ^^l
(1) De !MeIchor Pacheco y Obes.
(2) Véase « El Pacto de la Unión » — Carlos Oneto y Viana,
pág. 70.
(3) « JIontevideo, Enero 11 de ISóó.
« Considerando que la permanencia en el territorio de la Repú-
blica de los Diputados don José María !Muñoz, don Fernando To-
rres 3' don Eduardo Bertrand perjudicaría en las presentes circuns-
tancias el orden y la tranquilidad pública, usando de la facultad
que le conceden los artículos 79 y 81 de la Constitución del Es-
tado, el Presidente de la República ha acordado y
«DECRETA :
« 1.° Se prohibe á los Diputados doctor don José María !Muñoz, don
166 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Asegurado el triunfo de la elección presiden-
cial en favor del candidato del Pacto, don José
María Plá, Presidente del Senado en ejercicio del
P. E., revocó la resolución arbitraria que les im-
pusiera el ostracismo ('^.
La moción del doctor Magariños dio lugar á
que el día 18 de Marzo se reprodujeran en las
calles de Montevideo las escenas de barbarie que
había presenciado Buenos Aires en los tiempos
de don Juan Manuel de Rosas.
Don Fernando Torres era el hombre de las revo-
luciones de Agosto y de Noviembre. Su reingreso
á la Cámara importaba allí la presencia de un
implacable defensor de las libertades populares.
Fernando Torres 3' don Eduardo Bertrand el regreso al país sin
el previo permiso del Gobierno.
«2.° La prohibición impuesta por el artículo anterior subsistirá
hasta que por la respectiva Cámara se declare si hay ó no lugar
á la formación de causa contra los expresados Diputados por el
crimen de rebelión á mano armada, que les instruye el Gobierno
ante la H. C. P. por oficio de fecha Noviembre 28 de 1855.
« BUSTAMA.XTE.
' * Antonio Rodiig:,ncz. — José Antonio
« Costa. —Juan Josc Duran. >
(1) «^Ministerio de Gobierno.
« ¡Montevideo, l'ebrero 28 de 1856.
€ 1.0 Todos los ciudadanos que por motivos políticos están ausen-
tes del país, quedan en libertad de volver á él.
<2.o Queda derogado el decreto del 11 de Enero próximo pasado,
referente & los sei^ores Diputados doctor don José María Mufioz
don Fernando Torres y don Eduardo Bertrand, estando sin em-
bargo suietos á lo que la respectiva Cámara resuelva sobre ellos.
.Plá.
* Alberto Fie ngini.— Juan }osc Duran.—
» ]osé Antonio Costa. >
CARLOS ONETO Y VIANA 107
Desde luego había que alejarlo. En momentos
que aquel distinguido ciudadano subía las esca-
leras del Cabildo para ocupar su puesto en la
Cámara, fué asaltado por unos cuantos forajidos
y cobardemente apuñaleado.
El esforzado luchador vio teñir con su propia
sangre las gradas de la Representación Nacio-
nal ' .
La efervescencia rosista se apoderó aquel día
nefasto del Cabildo.
En los corredores, patios, escaleras, en todas
partes grupos de sujetos mal trazados, vocifera-
ban amenazando á los Representantes que ha-
bían tenido la dignidad y altivez cívicas de opo-
nerse á los avances de los hombres del Pacto.
El eminente ciudadano doctor don Pedro Bus-
tamante, entusiasta fusionista de 1851, abnegado
miembro de la Sociedad de los Amigos del País
en 1852, de la < Unión Liberal > en 1855, rodeado
por una cuadrilla de furiosos logró escapar de sus
iras ocultándose en la Secretaría de la Cámara,
donde pasara largo tiempo, en tanto se disipara
la efervescencia.
De allí fué sacado por el Jefe Político y por
don José Gabriel Palomeque, representantes de
la pueblada, quienes podían en esos momentos
mostrarse generosos hasta perdonar vidas.
La plebe que vociferaba se había prometido
(1) ^'éase «El Pacto de la Unión», pi'ig. 110.
168 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
« lavar con la sangre de don Pedro Bustamante
el empedrado de la ciudad.
Terminada la vergonzosa sesión, luego que
los Diputados abandonaron el recinto de la Cá-
mara, la turba oribista se precipitó á las calles,
entregándose á excesos incalificables.
Don Patricio Vázquez y don José A. Lavan-
dera fueron brutalmente apaleados.
La prensa fulminó aquella barbarie.
El Mercurio revelaba toda su indignación con
estas palabras:
< Antes, se empleó simplemente la amenaza,
ahora el palo, el puñal y el trabuco ^ .
Estos actos de salvajismo llegaron al Gobierno
en toda su brutalidad.
El doctor Ellauri, dominado por viva irritación,
sublevada su conciencia, redactó el siguiente Men-
saje :
^lontevideo, Marzo 10 de 1856.
♦ Poder Ejecutivo.
El P. E. tiene el honor de dirigirse á Vuestra
Honorabilidad, para significar todo el pesar, como
la gran indignación que le ha causado el hecho
altamente vandálico que en el día de ayer tuvo
lugar en la propia casa de la Representación Na-
cional.
(1; «El Pacto de la Unión», pág. 111.
CARLOS ONETO Y VIANA 16Q
* Befados así, de manera tan villana, los Repre-
sentantes, el P. E. el primero en hacer que se
guarde á los Altos Poderes del Estado el acata-
miento y respetos debidos, ha adoptado inmedia-
tamente las medidas más enérgicas y severas, no
ahorrando medio alguno para descubrir los auto-
res de tan temerario como criminal atentado, á
fin de que sufran todo el rigor de la ley y sirva
de escarmiento para lo sucesivo.
Dios guarde á V. H. muchos años.
Gabriel A. Perevra.
José Ellaiiri.
Ante aquel hecho que conmovió á Montevideo,
el Jefe del Estado juzgó conveniente hacer oir su
palabra.
El Presidente de la República al Pueblo.
Un hecho inaudito acaba de tener lugar en la
misma casa de la Representación Nacional, atacán-
dose impune y vilmente á algunos miembros de ella.
Ajado así el Código Fundamental del Estado
que garante la inviolabilidad de los que invisten
tal carácter, el Presidente de la República ha de-
bido tomar y ha tomado inmediatamente las dis-
posiciones oportunas para castigar con todo el
rigor de la ley á los que resulten autores de tan
criminal atentado.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
' El Presidente de la República confía en vues-
tro buen sentido, y espera que el pueblo aguarde
con sosiego las ulteriores medidas que el caso exija
adoptar.
-Mientras tanto, confiad en la autoridad, pues
ella vela y velará siempre por el orden y la tran-
quilidad pública.
Gabriel A. Perevra.
Míintevideo, Jlarzo 18 de 1S56. ■
Aún el señor Pereyra escribió en forma de
proclama al país una larga exposición explicando
sus propósitos al aceptar el Gobierno y su ma-
nera de pensar respecto de la mazhorcada que
tuvo por teatro al Cabildo.
Entre otras cosas decía:
í Apenas — habitantes de la República — tenemos
18 días pasados en la tarea de empezar la repa-
ractón de las inmensas ruinas de nuestra socie-
dad, ya se presenta un lamentable suceso, una
inaudita tragedia en el santuario de la Represen-
tación Nacional; hecho nuevo en nuestra Repú-
blica, cometido por unos pocos hombres, que de-
ben ser castigados ; hecho que al parecer es tan
sistemado, como peligroso : si este hecho se dejase
impune, sería capaz de por sí de envolvernos en
CARLOS ONETO Y VIANA
peores desgracias que las que aun lamentamos,
y deplorará la historia.
El inesperado suceso amenaza hacer fracasar
nuestro programa y la dignidad de la Suprema
Autoridad ofendida.
Nuestro deber nos impone hacer saber á la
Nación que mientras nosotros estamos decididos
á marchar rectos para cicatrizar las hondas heri-
das y establecer el buen régimen afianzando el
orden y el crédito perdido, por la confianza — y
aumentar la estabilidad de nuestras instituciones,
se presenta un grupo de hombres armados, come-
tiendo escándalos; suceso enmascarado que traba
la marcha del Gobierno;— aún más: hay síntomas
amenazadores de revuelta, que es lo peor — y Dios
quiera no se verifique. >
Sintiéndose débil el Primer Magistrado y ais-
lado en medio de la anarquía, buscó una vez más
amparo entre los caudillos que no podían dar al
país otra cosa que nuevos escándalos y mayores
oprobios.
< Mientras tanto, concluía, confío en la fideli-
dad del Pacto de los señores Brigadieres Gene-
rales don Venancio Flores y don Manuel Oribe,
en consecuencia de los poderes de que estoy in-
vestido coino Presidente de la República; — scVí?
descansaré cuando haya logrado castigar constiüi-
cionalmente á los burladores del orden, que fal-
tan el respeto al Superior Gobierno. >
172 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Después de declaraciones tan explícitas nadie
podía dudar de la sinceridad del Jefe del Estado.
No había otro camino juicioso á seguir, sino
esperar la acción represiva del Gobierno, encar-
gado de velar por el cumplimiento de la ley.
El mismo don Fernando Torres, la víctima de
las iras de la plebe, creyó en la palabra del señor
Pereyra.
Revelando su entereza de carácter, su espíritu
de una ecuanimidad admirable, escribió al Presi-
dente de la República estas líneas:
Excmo. señor don Gabriel Antonio Pereyra.
«Señor:
Creo grave la situación del Estado, y me tomo
por consiguiente el permiso de dirigir á V. E. algu-
nas observaciones.
« Lo sucedido ayer en las escaleras de la Sala
y en el Departamento de Policía no es más que
un ensayo y á la vez una intimidación.
« És un ensayo de efervescencia popular verifica-
do por dos docenas de hombres desconocidos,
ensayo que si no es severamente castigado, traerá
en pos de sí nuevas efervescencias y nuevos asesina-
tos que el Gobierno no estará ya en disposición
de reprimir.
'■ He dicho que es una intimidación, porque es
anunciar su destino á todo el que pretenda pedir
CARLOS ONETO Y VIANA 173
cuenta del pasado, á todo el que pretenda esta-
blecer la verdad, esa verdad que iba á pedir á la
Asamblea, esa verdad que si fuera plenamente
conocida, aniquilaría á muchos hombres que han
empobrecido al Estado robándolo ; que lo han
sumido en un océano de desgracias por sus
odios personales y su fiebre de venganza ; así,
esos hombres, señor, tienen un interés vital en
que la verdad no sea conocida, y sirviéndose de
la exaltación pública, como dicen, exaltación re-
presentada por dos ó tres docenas de miserables,
intimidan todo lo que es noble y pacífico, todo
lo que es patriótico y honrado.
< Sed fuerte, señor; no tengáis temores; poned
la fuerza pública bajo el mando de hombres que
os inspiren confianza y de los cuales dispon-
gáis, y ponedla hoy mismo porque la alarma se
acrecienta y dentro de pocos días os encontraréis
débil.
< El hacer dimisión, como se dice que lo habíais
intentado, es sumir á la República en un mar de
sangre : no lo hagáis, señor, porque debéis sdlvah
la República.
< Aceptad, señor, estas observaciones, y dispo-
ned del respeto que os consagra
« Fernando Torres. »
< Los que atacaron ayer eran capitaneados por un escri-
bano Castillo y un tal Méndez Caldeira : fui salvado por
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Botana. Así lo he declarado en el sumario que á las 12 de
la noche ha venido la policía á levantar.
Vuestro respetuoso S. S.
To)-res.'
El Ministro de Gobierno ordenó la formación
del sumario que correspondía al caso ; mas no
pasaron muchas horas sin que el doctor Ellauri
comprendiera de dónde procedían aquellos suce-
sos ' '.
La mazhorcada no había sido obra de la turba
arrastrada puramente por sus pasiones.
Por el contrario, individuos conocidos, agentes de
don Manuel Oribe la dirigían, contando para faci-
litar la impunidad con el concurso de personas
influyentes, como don José Gabriel Palomeque, Pre-
sidente de la Cámara, que confundido con la plebe
y por ella vitoreado, presenció el apaleamiento de
los Representantes que no habían cometido otro
delito que denunciar al país la obra criminal del
Pacto de Noviembre.
Convencido el doctor Ellauri de que la Santa
Federación estaba adueñada del Fuerte, presentó
su dimisión, pretextando motivos de salud. (Marzo
20 de 1856.)
Aún Montevideo esperó el cumpíimiento de las
promesas del Jefe del Estado, que había ofrecido
( 1 ) «El Pacto de la Unión», p;'ig. 112.
CARLOS ONETO Y VIANA
el escarmiento para los autores del criminal, inaudito
y temerario atentado, del hecho al parecer tan teme-
rario como peligroso, que si se dejase impune sería
capaz de por sí de envolvernos en peores desgra-
cias que las que el país lamentaba.
Era deber de patriotismo esperar pacientemente
la acción de la autoridad, ya que el Jefe del Estado,
confiando en el buen sentido del pueblo, había re-
clamado sosiego hasta tanto se tomaran las ulte-
riores medidas que el caso exigía adoptar.
Aceptada la dimisión del doctor Ellauri, fué nom-
brado en su reemplazo el doctor don Joaquín
Requena, miembro conspicuo que había sido de
la Unión Liberal - y ardiente partidario de la polí-
tica de fusión.
El señor Requena, á los seis días de consumarse
aquel bárbaro atentado, que negaba la más ele-
mental cultura y significaba el salvajismo en el
centro de Montevideo, ordenó se archivase el suma-
rio por no haber contra ningún individuo determi-
nado, ni semiplena prueba de culpabilidad que
requiere la Constitución del Estado para proce-
derse criminalmente ' ,
Esta resolución que importaba un estímulo para
los malhechores, dio mérito á que se agravara nota-
blemente la situación.
Las turbas oribistas recorrieron la ciudad feste-
jando el triunfo, dando vivas á los caudillos del
( 1 ) «El Pacto de la Unión ., pág-. 113.
[176 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Pacto é injuriando á los hombres de la Defensa.
Los conservadores juzgaron que peligraba su
existencia. El doctor don José María Muñoz en
aquella emergencia escribióle estas líneas al Presi-
dente:
«Señor don Gabriel Antonio Pereyra.
< Estimado señor:
Consecuente con la promesa que le he hecho de
apoyar la marcha del Gobierno, cumplo con un
deber de patriotismo al poner en conocimiento de
V. E. que anoche ha recorrido las calles de la ciu-
dad una serenata dando vivas á los generales Oribe
y Flores y mueras á los conservadores.
< Estos actos, señor don Gabriel, no tienen otra
tendencia que menoscabar la autoridad alejando
la confianza que el pueblo deposita en ella y estor-
bando por consiguiente el orden público.
< Saluda á V. E. con toda consideración y res-
peto su afmo. servidor, Q. B. S. M.
José María Muñoz.
<Casa de vd.. Marzo ..i de 1856.»
La alarma cundió por todas partes.
Los ciudadanos se veían en el caso de armarse
para defenderse personalmente, ya que los hom-
CARLOS ONETO Y VIANA 177
bres del Poder, encargados de sostener el prin-
cipio del derecho, eran los mismos que armaban
de puñal á los asesinos ' .
El descontento invadió todos los espíritus y Mon-
tevideo sintióse presa de la desesperación y del
miedo.
El día 27 de Marzo fué creada nuevamente la
Comandancia General de Armas por el tiempo
necesario para el mantenimiento en acción de las
medidas militares, debido á que el orden aparecía
perturbado por hombres inquietos.
Así hablaba el Gobierno después de la brutali-
dad de los sucesos del 18, que habían aterrado al
país, entregándolo al desquicio y á la anarquía.
El 28 se prendió á César Díaz colocándosele
un centinela de vista.
Inmediatamente corren igual suerte Francisco Ta-
jes, Solsona, Sussini y algunos otros, siendo todos
embarcados en la goleta Relámpago y deste-
rrados á Buenos Aires - .
El segundo ensayo de fusión daba sus frutos.
No había transcurrido aún un mes del nuevo
período presidencial y ya se encontraban rotos
todos los diques legales.
Entretanto don Manuel Oribe, el verdadero cau-
sante de todos aquellos crímenes, que se había
apresurado á reunir fuerzas en la Unión en pre-
visión de cualquier eventualidad, recibía demostra-
'l «El Pacto de la Unión», pág. lio.
..' ; «El Pacto de la Unión», pág-. lU.
178 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ciones de gratitud de parte de los hombres del
Poder.
El Ministro de Guerra y Marina cumplía el
encargo del Jefe del Estado, en esta forma:
Señor Brigadier General don Manuel Oribe,
S. E. el señor Presidente de la República me
ha encomendado manifieste á V. S. el reconoci-
miento del Gobierno por la puntualidad con que
se ha apresurado á reunir todo el personal con que
concurrió á sostener el orden amenazado por un
pequeño número de revoltosos.
« Dios guarde á V. S. muchos años.
' Carlos de San Vicente. »
El oficio que antecede pone en evidencia el es-
tado de cosas dominante.
El Presidente de la República después de haber
prometido el severo castigo de los autores de la
mazhorcada del 18, se abandonaba á ellos, y para
consolidar la situación, imponía al país la afrenta
de encargar de la conservación del orden al autor
de aquellos atropellos.
La política de fusión se presentaba cien veces
más cruel que en 1851.
La intervención personal y directa de don Manuel
Oribe secundado por don Venancio Flores y el
CARLOS ONETO Y VIAXA 179
caudillaje colorado, hacía imposible íoda tentativa
de reacción.
Los esfuerzos de los hombres de la Defensa y
de todos los elementos de pensamiento se estre-
llarían contra la amalgama odiosa de los caudi-
llos que constituía el fundamento inconmovible
del régimen fusionista.
Don Manuel Oribe, director de los sucesos últi-
mos, contestaba al Ministerio de la Guerra en estos
términos:
< Señor Ministro de Guerra y Marina, don Carlos
de San Vicente.
« Excmo. señor:
La expresión de gratitud que V. E. se digna
trasmitirme y con que me favorece el Presidente
de la República, es la más alta recompensa á que
me fuera dado aspirar por el débil servicio que
me ha cabido la honra de hacer á mi patria, ofre-
ciéndole el testimonio de la más firme adhesión
por el Gobierno que felizmente está al frente de sus
destinos.
Dios guarde á V. E. muchos años.
« Manuel Oribe. >
Pasado el mes de Marzo, sensiblemente fué em-
peorando la situación.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Fernando Torres juzgó que no debía per-
manecer impasible ante la conducta criminal del
Gobierno, convertido en Tribunal, absolviendo á
los malhechores que intentaron asesinarlo.
La Cámara de Diputados recibió un mensaje
suyo, donde dejaba constatada la falsedad de las
afirmaciones del Ministro Requena.
El Mercurio publicó este documento á los pocos
días de haber sido presentado á la Cámara, cuando
ya tenía todo el carácter de un documento oficial.
Inmediatamente fué acusado y obligado su redac-
tor á abandonar el diarismo.
Comienza entonces la persecución á la prensa.
Era un nuevo expediente que empleaba la po-
lítica de fusión para establecer en el país la con-
ciliación y la concordia.
LUnioíi Europécnne, órgano de los residentes
extranjeros, en un violento artículo protestó con
altivez contra la arbitrariedad erigida en sistema
gubernativo.
Esto dio mérito á que su redactor, sin ninguna
forma de proceso, fuera arrastrado á la cárcel,
donde sufrió varios días de incomunicación.
El Mercurio, que pretendía continuar la campaña
opositora, fué condenado á su desaparición.
El Comercio del Plata se resistió á acatar la orden
de que todo artículo que apareciera en sus co-
lumnas debía estar suscrito por su autor.
La política de fusión, á pretexto de matar el pasa-
do, destruía los más sagrados derechos, en conside-
CARLOS ONETO Y VIANA
ración á las exigencias bastardas del caudillaje,
principalmente del caudillaje oribista, que at'rentaba
al país.
Los sucesos de Marzo dieron á la situación
un carácter gravísimo.
La desconfianza que se apoderó de Montevi-
deo inspiraba serios temores de revuelta.
Para conjurarla se reunieron en el Fuerte los
caudillos del Pacto. Una vez allí don Manuel Oribe
triunfó una vez más de don Venancio Flores.
Convencido aquél de que toda acción aislada
de los hombres de pensamiento sería ineficaz,
juzgó medida práctica y de grandes previsiones
someter al caudillaje florista de modo que si-
guiera éste cooperando con su actitud pasiva al
sostenimiento de la situación.
Don Venancio Flores, sin voluntad propia en
aquellos instantes, sojuzgado por el verdugo de
Marcos Avellaneda, suscribió el siguiente docu-
mento, ratificatorio del Pacto del 11 de Noviem-
bre, que significaba una elocuente aprobación á
todos los atentados cometidos:
Montevideo, Abril ~~ de 18ó6.
El Pacto que celebramos, para afianzar la es-
tabilidad del Gobierno Constitucional que se ha-
bía de elegir el \s> de Marzo, y que con acepta-
1S2 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ción pública recayó en la persona del distinguido
ciudadano don Gabriel Antonio Pereyra, no sólo no
ha disminuido un ápice de sus compromisos, sino
que en la reunión á que hemos sido invitados por
el P. E., á solicitud de varios Senadores y Repre-
sentantes, lia sido explícita y categóricamente ra-
tificado por cada uno de los que suscriben, pres-
tando cooperación franca y leal á sus actos.
< Es por ello que ponemos en conocimiento
de nuestros compatriotas.
«Venancio Flores. — Manuel Oribe.
Apenas disipada la atmósfera producida por
estos sucesos, la efervescencia popular de que ha-
blaba don Fernando Torres, compuesta por unas
dos ó tres docenas de miserables •■'^', comenzó
á hacerse sentir alrededor de don Venancio Flores.
La impunidad que siguió á las mazhorcadas
del 18 daba sus frutos....
< Este ensayo — había dicho en su carta al Jefe
del Estado don Fernando Torres — si no es se-
veramente castigado, traerá en pos de sí nuevas
efervescencias y nuevos asesinatos, que el Go-
bierno no estará ya en disposición de reprimir. >
El mismo Presidente, al comentar los sucesos,
había escrito estas palabras en su manifiesto á
la nación:
(1) De don Fernando Torres
CARLOS ONETO Y VI ANA 183
Si este hecho, que al parecer es tan sistemado
como peligroso, quedase impune, sería capaz de
por sí de envolvernos en peores desgracias que
las que aún lamentamos y deplorará la historia.
Fatalmente tenía que suceder.
Los elementos del Cerrito en un principio ha-
bían tratado de alejar del Fuerte á los hombres
de la Defensa. Una vez obtenido el éxito, no se
conformaron, y buscaron la anulación completa de
aquéllos, aliándose á ese efecto al caudillaje florista
rebelado contra los hombres de pensamiento.
Conseguido el objeto, para coronamiento de la
obra restauradora era indispensable la anulación
de don Venancio Flores, que se volvía personaje
incómodo.
Convencido el antiguo soldado de Rivera del
fracaso del Pacto y de todos sus propósitos,
viéndose anulado, en peligro su existencia, con la
inmensa responsabilidad de los acontecimientos
que sobrevendrían, que serían consecuencia for-
zosa de su traición de 1855, pidió sus pasaportes.
Entendió que tenía derecho á hacer algunas
observaciones al Jefe del Estado, antes de partir,
relativas á la importancia de sus servicios pres-
tados á la situación ' .
(1) «Excmo. señor Pr sidente de la República, don Gabriel
Pereyra.
« Excmo. señor :
« La alarma que mis enemigos esparcen, haciendo creer á esta
sociedad que soy el ag-en'-e de nuevas convulsiones políticas, que
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Gabriel Antonio Pereyra, que no necesi-
taba del concurso de un hombre caído, desdeñó
tomarlas en cuenta y llamó al orden al caudillo
del Pacto ' .
traerían necesarian ente inmensas desg-^acias á mi patria, me im-
pulsan á dejar esta tierra tan querida, probando asi una vez
más, que jamás seré yo quien promueva el desorden y el des-
quicio de ella.
«Mi abnegación en momentos aciagos; mi desprendimiento sin
ejemplo en muchas }• repetidas ocasiones, debían ser suficientes
garantías de que jamás mi nombre seria considerado como e'e
mentó desorganizador; pero hoy, que mis enemigos se empeñan
en comprometerlo, para agitar la sociedad — }• que aún el misino
Gobierno quiere creerle— s^gún ¡o muestran las extraordinarias
medidas que de su orden se toman, me colocan en la imprescin-
dible necesidad de dar el desmentido más solemne, para así pro-
bar á mis conciudadanos, que el General Flores es fiel á sus an-
tecedentes; y que como patriota hace este gran sacrificio per-
sonal, en obsequio al bienestar de esta tan querida cuanto des-
graciada patria.
« V, E. que conoce los esfuerzos que he hecho con mis amigos
para colocarlo en el lugar que ocupa— es/ ucrsos que V. E-
mismo un dia supo valorar — es quien menos debía dar crédito á
la vil intriga, que quiere empañar un nombre que tanta abnega-
ción ha mostrado en el servicio del país.
« Así, pues, para satisfacer á mis compatriotas y mostrarles que
en »T>í no existe sino el amigo del orden y de las instituciones,
vengo á pedir á V. E. se digne mandarme los pasaportes para
el exterior á la brevedad posible.
« Soy, Excmo. señor, de \'. E. atento servidor.
• Venancio Flores. »
(1) «Señor Brigadier General don Venancio Flores.
c Señor General : La carta de V. S. que me ha sido entregada,
me instruye de las imputaciones que según V. S. le hacen sus
enemigos.
« Siento el disgusto que V. S. experimentará, pero debo obser-
var que V. S. no puede permitirse juzgar que el (¡obierno dé
crédito á esas imputaciones, y tanto menos que yo quiera dar
oídos á viles intrigas.
« La política de la Administración actual es una política de
CARLOS OXETO Y VIAXA 185
Éste se alejó para Entre Ríos á mediados de
Julio, dejando el país entregado á los que ha-
bían sido sus aliados en 1855.
equidad, igual para todos, que dé garantías á todos, y aunque
procure salvar el principio de autoridad, á nadie persigue gratui-
tamente.
« El General Flores menos que nadie puede quejarse de que le
falten garantías por parte del Gobierno ; y si ha notado algunas
medidas, aunque fueran extraordinarias — que no lo son — nadie
menos que el General Flores puede deducir que esas medidas se
refieran á su persona.
«El Presidente de la República tiene presentes las protestas del
señor General ; y, si en realidad hubiera asentido A las imputa-
ciones de que hacen referencia, uo habría dejado de exif^ir del
señor General las convenientes explicaciones.
« Por lo demás, si el señor General Jusga conveniente á sus
intereses particulares y d su tranquilidad personal el ausen-
tarse del país, le serán expedidos sus pasaportes.
« Queda de V. S. atento S. Q. B. S. M.
«Gabriel Antonio Pe<eyra.
< S, c Julio 14 56.»
186 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Vil
Un nuevo suceso vino á alterar un tanto el
orden de cosas existente, variando en cierto modo
los rumbos políticos del Gobierno.
La situación económico-financiera de la República
llegó á mediados del 56 á un estado desesperante.
Es de notar, sin embargo, que esto no tenía su
origen puramente en los desaciertos de la época.
Causas complejas, muchas de las cuales arran-
caban de épocas muy anteriores, vinieron acumu-
lándose, produciendo efectos desastrosos.
Aparte de los dos primeros períodos presiden-
ciales que fueron de positivo desarrollo y pros-
peridad, el país en los demás años de existencia
política había arrastrado una vida desgraciada, de
anarquía y de guerra, que destruyó todas las fuen-
tes de riqueza y todas las iniciativas útiles.
CARLOS ONETO Y VIANA
Restablecida en 1851 la paz, é implantado el ré-
gimen fiisionista, la constante zozobra en que
vivimos, impidió hacer efectivas las grandes repa-
raciones que reclamaban las más apremiantes ne-
cesidades de la vitalidad nacional.
Los acontecimientos que siguieron á la caída
del Presidente Giró, principalmente la guerra ci-
vil iniciada por el caudillaje del Cerrito y el esta-
blecimiento del Gobierno militar que fué su con-
secuencia, completaron la ruina de la hacienda.
El Gobierno de don Venancio Flores, que tuvo
una vida financiera miserable, vivió merced al sub-
sidio pecuniario mensual que le pasara el impe-
rio, conseguido por el Plenipotenciario en la Corte
don Andrés Lamas.
El Gobierno Imperial puso término á la pro-
tección que nos dispensaba, en Noviembre del
año 1854 ^ .
Desde ese momento la República quedó librada
á sus propios recursos, con los que no podía aten-
der ni á las más indispensables exigencias del
Presupuesto.
Don Gabriel Antonio Pereyra encontró en el
Fuerte una miseria desoladora.
El señor don Doroteo García, nombrado Mi-
nistro de Hacienda en los primeros días de Marzo,
se declaró impotente después de cuatro meses de
constante labor.
( 1} \'éase «El Pacto de la Unión », págs. 37 y 3S.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Abandonó el Ministerio y en su lugar fué nom-
brado don Francisco Lecocq, que no pudo perma-
necer en su puesto ni siquiera veinte días.
El señor Pereyra no encontraba entre los elemen-
tos situacionistas nadie tan temerario que fuera
capaz de hacerse cargo de la hacienda.
En este estado de cosas hizo un llamado al pa-
triotismo de don Lorenzo Batlle, el benemérito
Ministro de la Guerra de la Defensa, que había
tenido la Cartera de Hacienda en 1855, durante el
período terrible de la administración de don Ve-
nancio Flores.
La cooperación de una personalidad espectable
del Sitio Grande al Gobierno de Pereyra, después
de los vandálicos sucesos de Marzo, tiene que ser
para muchos un hecho sorprendente.
Hasta podría calificarse de inaudita claudicación
por quienes no juzgaran las circunstancias espe-
ciales que rodearon al acto de abnegación del be-
nemérito patriota.
Don Lorenzo Batlle en manera alguna iba al
Fuerte á hacerse solidario de los excesos de la turba
oribista.
Juzgó que sus antecedentes gloriosos, sus gran-
des sacrificios por el país, lo ponían á cubierto
de toda presunción malevolente.
La historia de la Defensa tenía escrito su nom-
bre en cada una de sus páginas, con una reco-
mendación dignificante.
En el Sitio había representado siempre las ten-
CARLOS ONETO Y VIANA 189
dencias radicales y progresistas, y á su lado
llegaron á agruparse los elementos conspicuos de
la época.
Después del retiro de Melchor Pacheco y Obes,
que en 1847 se dirigió á París en misión diplo-
mática, él había sabido ocupar su puesto reempla-
zando dignamente al gran patricio.
En 1853, como Ministro de Guerra y Marina
del Gobierno Provisorio, prestó su concurso leal y
sincero á la obra patriótica de Pacheco, revelándose
hombre moderado, enemigo de las medidas vio-
lentas y apasionado por la paz.
En 1855 fué uno de tantos ciudadanos distingui-
dos que ofreció su concurso á don Venancio Flo-
res, esforzándose por incorporarle á una corriente
saludable, provechosa para el país y sus liber-
tades.
Cuando adquirió el convencimiento de que todos
sus esfuerzos eran inútiles, abandonó la Cartera,
y pocos meses después se le veía tomar un fusil
y asaltar el Fuerte, confundiéndose con la juventud
entusiasta que libraba batalla á la arbitrariedad.
Estos antecedentes hacían de don Lorenzo Bat-
lle un ciudadano insospechable, dándole títulos
para que hasta los más radicales estuvieran obli-
gados á respetar su posibilismo, que profesaba con
sinceridad.
Por otra parte, debemos hacer notar que don
Lorenzo Batlle, en 1856, era todavía partidario con-
vencido de las ideas fusionistas.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Sus entusiasmos arrancaban de épocas muy an-
teriores.
En plena Guerra Grande, cuando aún predomi-
naba en el Sitio la idea de terminar la guerra por
la guerra, ya dominado por sus deseos de con-
cordia, hacía declaraciones de este orden :
Harto tiempo hemos estado divididos, nacien-
do de aquí nuestra ruina; yá mi juicio el mayor
triunfo que podríamos alcanzar, sería el de la
unión.
Realizada la Paz de Octubre, convirtióse en após-
tol de las nuevas ideas.
En 1852, cuando el desencanto había invadido
muchos espíritus, ante los síntomas precursores
de los acontecimientos que sobrevinieron, don Lo-
renzo Batlle persistió en el triunfo de las ideas
de conciliación, siendo uno de los abnegados fun-
dadores de la Sociedad de los Amigos del País >.
Unos años más tarde, en 1855, fundada la < Unión
Liberal con los mismos fines de confraternidad,
la nueva institución lo contó entre sus adeptos
más entusiastas.
Don Gabriel Antonio Pereyra, al pedirle su con-
curso le ofreció todas las seguridades de que
se iniciaría una política liberal y de verdadera con-
cordia.
Las circunstancias consignadas serían suficien-
tes para justificar su conducta.
Pero además de esto, están los propósitos que
CARLOS ONETO Y VIANA 191
lo llevaron al Fuerte, que puso en evidencia en
el desempeño de su cargo, y que constituyen un
título honroso para el gran patriota.
La labor que esperaba al nuevo Secretario de
Estado era talmente penosa, que Juan Carlos Gó-
mez, tan severo siempre para juzgar á los hom-
bres, poco tiempo después, admirando la abne-
gación del Ministro, decía:
Don Lorenzo Batlle tuvo el patriotismo de sa-
crificarse, pasando por encima de todo, metién-
dose audazmente en ese foco de infección de la
Hacienda en cuya atmósfera apenas puede res-
pirar un hombre honrado.
Al tomar posesión de la Cartera, convencido
del rol que tenía que desempeñar y como si du-
dara de la eficiencia de sus esfuerzos, declaró:
Nada esperen : lo único que prometo es no empeo-
rar las cosas.
El nuevo Ministro encontróse en medio de gente
extraña, para quienes su presencia en el Ministe-
rio significaba un obstáculo invencible á la reali-
zación de muchos planes.
Los elementos oribistas enseñoreados de los
puestos administrativos y políticos, vieron en él
desde un principio un enemigo.
Don Lorenzo Batlle hallóse con la campaña en-
tregada á las bruialidades del caudillaje.
Los Departamentos gobernados á sable. Donde
no imperaba algún caudillejo del Cerrito, figura
192 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
siniestra, terror de los vecinos, imperaba algún
oscuro caudillejo colorado — de los que habían
acompañado á don Venancio Flores en su alianza
con don Manuel Oribe, y que después de la ex-
patriación de su jefe, viéndose abandonados y
perdidos, se habían convertido en instrumentos
ciegos de los hombres del Poder.
Don Lorenzo Batlle, en lucha consigo mismo,
tuvo que vencer todas las resistencias que levan-
taban sus escrúpulos.
Destruir el ignominioso andamiaje existente era
imposible.
No había sido elaborado en un día ni por un
hombre. Tenía su fundamento en el Pacto de No-
viembre y había sido la obra de las claudicacio-
nes y de los despotismos que afrentaron á toda
una época.
Se dispuso entonces audazmente intentar una
evolución en el Fuerte. De ahí que su entrada al
Ministerio señale desde el primer momento una
nueva etapa del Gobierno de Pereyra que si no
llegó á término feliz fué por la fatalidad de ios
acontecimientos.
En Noviembre del 56 debía verificarse la reno-
vación de una tercera parte del Senado.
Don Manuel Oribe que se consideraba jefe de
la situación, proclamó candidatos de eleeción suya.
Esta conducta disgustó al Presidente de la Re-
CARLOS ONETO Y VIANA 193
pública, que vio en ella un avance del siniestro
personaje; así como alarmó á todos los hombres
honestos por la audacia "que revelaba.
Era evidente el propósito del caudillo de reconsti-
tuir su sistema gubernativo con elementos propios.
Resuelto don Gabriel Antonio Pereyra á hacer
sentir una vez su autoridad, juzgó que debía in-
tervenir francamente en la lucha comicial.
El Jefe del Estado cumplía en aquellos momen-
tos con lo que había prometido á don Lorenzo
Batlle, que era hacer verdadera política fusionista
oponiéndose á los avances de quienes pretendie-
ran restaurar el pasado.
Don Manuel Oribe — que ya había adoptado
nuevamente el título áe Jefe de partido — coniíaáo
en que todos los resortes administrativos estaban
en manos de sus amigos, persistió en su actitud
oponiéndose á la evolución que ofrecía el Presi-
dente de la República.
La lucha entre los hombres del Fuerte y el
caudillaje oribista llegó á ser de verdad en ese
momento.
Don Gabriel Antonio Pereyra manifestóse irri-
tado por la conducta irrespetuosa del caudillo y
no trepidó en declararle francamente la guerra.
El posibilismo de don Lorenzo Batlle daba sus
frutos
En esa querella la actitud de los espíritus ho-
nestos no podía ser dudosa.
Entre la evolución saludable que ofrecía el Jefe
13
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
del Estado — fuera cual fuera el pensamiento que
la presidiera — esforzándose por destruir el caudi-
llaje— y la reacción indecente presidida por el ver-
dugo del ilustre Florencio Várela, no era posible
un momento siquiera de vacilación.
Fué tal el terror que los hombres bien inten-
cionados sintieron ante la perspectiva del triunfo
de Oribe, que llegaron hasta á proclamar abierta-
mente la legitimidad de la intervención oficial en
la solución del problema electoral.
El Comercio del Plata, órgano de las clases con-
servadoras, desvinculado absolutamente de los
elementos en lucha, declaraba:
«¿Qué quiere decir en presencia del pasado este
nuevo escándalo del presente?
f La victoria de la oposición puede producir la
derrota de todos los principios, de orden, de es-
tabilidad en las cosas, de armonía entre los dere-
chos y los deberes de los ciudadanos ; sin con-
tar con el descalabro necesario de todas las es-
peranzas del país.
« Vencida la acción moral de la autoridad, queda
rota la base sobre que reposa el edificio de nues-
tra sociabilidad, y una vez hecha pedazos, ten-
dremos otros treinta años de retrocesos, de es-
cándalos, de sangre y lágrimas, antes que nos sea
posible alcanzar la situación social que hoy se
intenta poner en peligro.
CARLOS ONETO Y VIANA 105
... el Gobierno tiene que demostrar d la nación
que no es él quien la coloca al borde de una
lucha que puede arrastrar á los hombres y á las
cosas y á las instituciones á un estado en que
la familia oriental venga á ser un cadáver ó una
farsa repulsiva á la vista de las sociedades que
la rodean.
De un lado está el Gobierno Constitucional
con sus candidatos que representan el orden re-
gular, el progreso y la unión nacional.
Del otro, un particular con los suyos, que re-
presentan sus ideas y sus intereses personales.
Someter, pues, los elementos naturales de la
existencia del país á las veleidades é intereses de
un hombre, importa preparar el caos, que es la
negación de todo progreso, de todo orden, de
toda libertad y de todo bienestar.
Queremos que se llegue de una vez por to-
das al afianzamiento definitivo del equilibrio so-
cial en la República.
Queremos que no haya dos Estados en el
Estado, dos Poderes en el País, dos fuerzas que
se neutralicen esterilizándose, y que por resulta-
dos de la lucha se venga á restaurar el triste pa-
sado que todos conocemos.
196 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Las elecciones senatoriales debían tener lugar
en Montevideo, Canelones, Florida, Durazno y
Maldonado.
En el Departamento de la Capital don Manuel
Oribe no contaba con elementos capaces de
oponer una seria resistencia al Gobierno.
El señor Pereyra proclamó la candidatura de don
Juan Miguel Martínez, ciudadano distinguido, de
posición social y de fortuna, conocido por sus
buenas cualidades personales.
Cierto órgano de la prensa había proclamado
al doctor don Florentino Castellanos.
Los elementos oribistas resolvieron votarlo en
oposición á la candidatura gubernista.
Esta actitud de don Manuel Oribe prestigiando
al ciudadano que había sido en 1853 víctima de
los avances de la reacción, revelaba su incapaci-
dad para imponer candidato propio.
Es de notar que en la contienda electoral, la
mayoría de los hombres de valía del Cerrito se dis-
vinculó de su jefe, permaneciendo al lado del
Presidente de la República. Solamente los elemen-
tos reaccionarios, faltos de sentido moral, aquellos
que aun profesaban idolatría por Rosas, tuvieron
la osadía de ligar su suerte á don Manuel Oribe.
La opinión en Montevideo acusó al doctor
Castellanos de connivencia con el siniestro perso-
naje, por la circunstancia dicha de que prestaba
su nombre para que sirviese de bandera á la
reacción.
CARLOS ONETO Y VIAN'A 197
El doctor Castellanos supo protestar franca-
mente contra aquella acusación que juzgó gra-
tuita, por ser él incapaz de llegar á acuerdos con
Oribe, lo que, en su concepto significaría en-
vilecimiento y prostitución.
Á medida que se aproximaba el día de la lu-
cha, los agentes de don Manuel Oribe desplega-
ban mayor audacia, prodigando amenazas san-
grientas con el objeto de atemorizar á los electores.
Don Gabriel Antonio Pereyra, exasperado por
esta actitud destemplada y agresiva, ordenó que
por intermedio del Ministerio de Guerra se pasara
la siguiente nota al Estado Mayor General, á sus
efectos:
« Montevideo, Noviembre 29 de 1S56.
« Ministerio de Guerra y Marina.
Aunque el Gobierno respeta en todos los
ciudadanos el libre ejercicio de su derecho electo-
ral y ha expedido las órdenes convenientes para
que se evite toda coacción en los comicios inme-
diatos; como la actitud que han tomado ciertos
hombres de la íntima relación del General don
Manuel Oribe, y conocidos por agentes suyos,
alarma á la población nacional y extranjera de
esta Capital, pues ellos no se limitan ú buscar
tranquilamente el triunfo de su lista, sino que
amenazan con las vías de hecho, no puede ni
debe el Gobierno ser indiferente á semejante con-
198 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ducta, por muy impotentes que sean esas indivi-
dualidades.
<; Obligado, pues, el Gobierno y decidido á man-
tener el orden y la paz, ha resuelto que por el
E. M. G. se haga entender al General don Ma-
nuel Oribe, cuyo nombre se invoca por los agita-
dores, que el Gobierno le hace responsable de
cualquier alteración del sosiego público.
< Lo que se comunica á V. S. á sus efectos.
< Dios guarde á V. S. muchos años.
« Carlos de San Vicente.
«Al señor Jefe del E. M. (i. del E.. don Andrés Gómez.»
El caudillo rebelde respondió en el día, en tér-
minos un tanto irrespetuosos, reveladores de su
soberbia herida ' .
(1) « Señor lefe del Estado iMayor ('.eneral del Ejército, don An-
drés Gómez.
« Wiguelete, Noviembre 29 de 1856.
« Contestando á la nota de V. S. de esta fecha, en la que me
transcribe la que por el Ministerio de la Guerra y Marina ha re-
cibido \'. S. en la misma, debo decirle, que yo nunca he sido, ni
soy, ni seré agitador del orden público, ni autorizo á nadie para
que propale especies amenazantes del orden ; muy lejos de esto,
estoy siempre pronto ü sostener la autoridad contra los que pre-
tendan alterarlo.
« Si hubiese alguno ó algunos individuos, que yo ignoro, que
tuviesen la osadía de tomar mi nombre para proferir esas espe-
cies amenazantes áque se refiere la nota de S. E. el señor Ministro
de la Guerra, yo no puedo ser responsable de semejante abuso, y
el Supremo Gobierno es quien puede reprimir á quienes cometen
CARLOS ONETO Y VIANA 199
Temiendo el Presidente de la República ser víctima
de alguna traición, buscó apoyo en sus antiguos
amigos de la Guerra Grande, que corrieron presu-
rosos á su lado.
Entregó la fuerza pública á don Anacleto Me-
dina, don Manuel Freiré y Francisco Tajes, que
eran garantía segura de fidelidad, ordenando que
en el día tomaran posesión de sus cargos''' .
Para eso es de notar que los hombres de la
Defensa, exceptuando algunos pocos conservadores
que preferían la anulación á transigir con el señor
Pereyra, recordando los antecedentes de su triunfo
y las mazhorcadas de Marzo ante la actitud re-
suelta del Jefe del Estado en lucha abierta con
seiiiejaiites avances; bien es cierto que yo sería el primero en
denunciar al que osase invocar mi nombre para hacer tan culpa-
bles amenazas.
« Dios guarde á \'. S. muchos años.
« ilaiiuel Oribe »
( 1 ) c Ministerio de Guerra y Marina.
«Montevideo, Noviembre 2^* de 18.56.
« DECRETO
« El Presidente de la República acuerda y
♦ DECRETA :
« Artículo 1." Hasta que se dicte nueva disposición, nómbrase
Comandante General de las Armas al Brigadier General don
Anacleto Medina, y para su segundo al Coronel Mayor don Ma-
nuel Freiré.
« Art. ■_'.'' Nómbrase al Coronel don Francisco Tajes Jefe de la
Guardia Xacional de Extramuros.
« Art. 3.» Comuniqúese á quienes corresponda y ponga en pose
sión en el día á los íioinbrados.
» Pereyra.
« Carlos de San Vicente. »
200 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
el teniente de Rosas, prestáronle incondicional-
mente su concurso.
No tuvieron en cuenta para nada el triunfo de
la política de fusión, ni ninguna otra considera-
ción semejante, sino solamente la perspectiva pa-
vorosa de la restauración de don Manuel Oribe,
que aparte de constituir una ignominia signifi-
caba un peligro permanente para la propia con-
servación de sus personas ' .
La actitud de los hombres de la Defensa y la
conducta de ciertos elementos conspicuos del an-
tiguo partido blanco vigorizaron la autoridad del
(1) « En presencia de la actitud que ha asumido don Manuel
Oribe en la crisis electoral que atravesamos é importando esa acti-
tud la tendencia á restablecer su funesto influjo, es deber de todos
los amantes de las instituciones }• del orden, oponerse á que preva-
lezcan sus candidatos, no por éstos en sí, sino por la influencia
que los recomienda.
« Por esto y á fin de restablecer la acción de la autoridad, los
ciudadanos que suscriben votarán por la candidatura de don Juan
Migtiel ^Martínez, aceptada por el pueblo y por el señor Presidente
de la República.
* Anacleto Medina.— Manuel Freit-e.— En-
rique Martines. — Mateo Magariños.
— Manuel Magariños. — Francisco X.
de Acha.— Salvador Larrobla. — Ma-
nuel Pagóla. —José Benito Lamas
( Vicario Apostólico ). — Antonio C/iati-
/;-e ( Secretario de la Vicaría). — Fer-
viin Ferreira. — Francisco Magariños.
— Luis Magariños Cervantes. — Juan
Manuel de la Sierra. — Francisco Ta-
jes. — Doctor Adolfo Rodrigues. —Sal-
vador Tort. — Cándido Bttstamante
( hijo ). — Prudencio Ellauri. — José
EUatiri ( hijo). — (Siguen las lirmas.
CARLOS ONETO Y VIANA 201
Presidente, asegurando de antemano el triunfo
electoral ' .
El día del comicio los elementos oribistas ape-
nas triunfaron en dos secciones: la Unión, anti-
gua Villa de la Restauración — sede de aquel sujeto
famoso, y Miguelete refugio del compadraje de la
época.
En los Departamentos de campaña la lucha ofre-
ció otro aspecto.
El caudillaje podía oponer en ciertas comarcas
fuertes resistencias á los propósitos del Presidente.
Don Gabriel Antonio Pereyra revelóse entonces
el mandatario de 183Q con energías rayanas del
(1) c Declaramos que aceptamos la candidatura de donjuán
Miguel Martínez.
«Aceptamos esa candidatura porque es en sí misma irrepro-
chable.
«La aceptamos porque toda lucha electoral vendría á hacer re-
vivir el espíritu y las animosidades de los viejos partidos y porque
la extinción de esos partidos es la primera necesidad del país,
necesidad proclamada por el Presidente de la República y unifor-
memente reconocida por todos los hombres pacíficos y sensatos.
« Francisco Solano Antitña. — Jaime
Illa y Viamont. — Cánd'do Jiianicó. —
Atanasio Lapido.— F. Lecoq, — Pedro
Fuentes.— Atanasio C. Agtiirre. — An-
tonio délas Carreras. — Octavio La-
pido.— Federico JVin y Reyes-.— Enri-
que de Arrascaeta. — José Vázqites
Sa^astuine.— Pedro Lenguas. — José
María Reyes. — Julio Reyes. — Enri-
que Ltrena. — José Liiis Antuña.—
Avelina Lerena. — Miguel A. Berro. —
Xicolás Lenguas. — Enrique Jiianicú.
— Joaquín Reyes. »
202 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
despotismo cuando la contradicción ponía á prueba
su temeridad ''^ .
Notició confidencialmente á los Alcaldes Ordina-
rios y Jefes Políticos su candidato, exhortándoles
á que hade/ido uso de sii carta, procurasen por me-
dio de su relación con los Jueces de Paz y los Te-
nientes Alcaldes, contrariar los abusos de los agen-
tes de don Manuel Oribe, d fin de que los ciudadanos
se persuadieran de que con ese proceder indebido
se trataba de encubrir ó disfrazar una oposición al
Presidente de la República, perniciosa para la paz,
cuya conservación era el mayor y mas constante
a n helo del Gobierno !- .
En Canelones -departamento colorado — cuyo
( 1 ) De don Francisco Bauza.
{-) «Particular.
■ Señor Alcalde Ordinario Jel Departamento de.
« ¡\Iuv señor mío :
« Aunque conociendo usted ya el candidato de mi aceptación entre
los que se proponen para ese Departamento, debe usted inferir que
se abusa de mi nombre ó del nombre del Gobierno por los agen-
tes del General Oribe, suponiendo que los candidatos de este son
convenidos ó acordados conmigo ó con el (Gobierno. Como pudie-
ran iludir de este modo á los ciudadanos é inclinarlos á sus mi-
ras, me dirijo á usted para que haciendo usode esta carta, procure
contrariar semejante abuso por medio de su relación con los jue-
ces de Paz y Tenientes Alcaldes, á fin de que se persuadan los
ciudadanos de que con ese proceder indebico se trata de encu-
brir ó disfrazar una oposición al Presidente de la República que
puede ser perniciosa para la paz, cuya conservación es el maj-or
y más constante anhelo del (¡obierno, que ha de defenderlo con
energía porque para 01 es una obra de conciencia.
.Soy de usted afmo. S. S. Q. H. S. M.
« Gabriel Antonio Peicvia. »
CARLOS ONETO Y VIANA
Jefe Político era don Bonifacio Vidal ^\ distin-
guido ciudadano de la Defensa, don Gabriel An-
tonio Pereyra impuso la candidatura del doctor
don Ambrosio Velazco que triunfó fácilmente.
El doctor Velazco era un personaje espectable
del Cerrito, donde había desempeñado funciones
judiciales en lo que allá se llamaba Administra-
ción de Justicia. Hombre malo, inteligente, ilus-
trado, de carácter violento, de pasiones primitivas,
después de haber soportado dócilmente el des-
potismo de Oribe — dueño de vidas y haciendas —
se había rebelado contra su antiguo señor y con-
vertido en uno de sus más terribles enemigos - .
En Florida la lucha adquirió proporciones alar-
mantes.
Con bastante anticipación, don Manuel Oribe
proclamó la candidatura del señor Juan Pablo Ca-
ravia.
Tan pronto sus agentes recibieron la consigna,
(1) Hermano de doña Dolores A'idal de Pere3-ra, señora de don
Gabriel.
(2) «Lo que Rosas 3- Oribe querían imponer al país era mons-
truoso, bárbaro y absurdo : era la depravación de la patria }• el
envilecimiento del ciudadano. V reconocemos que hicieron bien
}' cumplieron con su deber, los que defendieron el país contra el
vandalaje de esos dos Caribes. »
Esto escribía el doctor Velazco á la vista de don Manuel Oribe,
aquí en Montevideo, en Enero de 1857, en su ^Crónica de varios
hechos del General don Manuel Oribe, durante la época de los 9
años en que gobernó despóticamente, disponiendo á su arbitrio de
la vida y la reputación de los ciudadanos y administrando sin
cuenta 7ti razón el tesoro público, y apropiándose del tnistno vtodo
de las haciendas de los habitantes de la campana. >
204 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
recorrieron el Departamento amenazando á los ve-
cinos que manteníanse en prudente reserva á es-
pera del candidato del Presidente de la Repú-
blica.
Don Juan José Poyo, Alcalde Ordinario, ante
la actitud audaz de los agentes de Oribe, cons-
tituyóse, auxiliado por don Isidro Caballero, en alma
de la resistencia á aquellos manejos.
El señor Pereyra optó al fin por el doctor don
Emeterio Regúnaga, que resultó electo por los ele-
mentos colorados.
En Durazno y Maldonado el Presidente sufrió
una completa derrota.
En el primero de estos Departamentos, por una
doble circunstancia: los colorados se abstuvieron
por no dar sus votos al candidato gubernista, que
había sido personaje del Cerrito, y los elementos
oribistas á último momento abandonaron la can-
didatura de don Vicente Vázquez, para votar por
el doctor don Florentino Castellanos, que contaba
con prestigio en el vecindario, y cuya candida-
tura no podía provocar repugnancias ni á los mis-
mos que respondieron á la Defensa durante la
Guerra Grande.
En Maldonado la derrota del Presidente tuvo
su origen en la felonía del caudillaje oribista y
la abstención de los elementos colorados que
no se sintieron capaces de oponerse á las ame-
nazas del Jefe Político don Bernardino Olid.
El señor Pereyra mantuvo sus reservas hasta
CARLOS ONETO Y VIANA
muy tarde respecto al candidato del Gobierno para
aquel Departamento.
Don AAanuel Oribe había proclamado al señor
Bernardo P. Berro, el jefe de la doble reacción
de 1853.
Don Bernardo P. Berro reveló nuevamente en
esta ocasión sus condiciones de hombre público.
Los ciudadanos más espectables del Cerrito, en
aquella lucha entre el Presidente y don Manuel
Oribe, rodearon decididamente al primero.
Reconocieron que de un lado estaba el princi-
pio de autoridad, el orden regular y el afianza-
miento institucional ; del otro las pretensiones in-
sanas del caudillaje.
El doctor don Cándido Juanicó, don Jaime Illa
y Viamont, el doctor Francisco Solano Antuña,
don Atanasio Lapido, don Francisco Lecocq, don
Federico Nin Reyes, don Enrique de Arrascaeta,
don Pedro Fuentes, don Atanasio C. Aguirre, el
doctor Antonio de las Carreras, don Octavio La-
pido, el doctor José Vázquez Sagastume, el doctor
Pedro Lenguas y otros muchos ciudadanos vincula-
dos al antiguo partido blanco, mantuviéronse aleja-
dos de don Manuel Oribe, para vigorizar la acción
de la autoridad y en atención á las exigencias de la
política fusionista.
Aceptaron en Montevideo la candidatura de don
Juan Miguel Martínez — candidato gubernista — de-
clarando que lo hacían por ser la extinción de los
viejos partidos la primera necesidad del país; ne-
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
cesidad proclamada por el Presidente de la Re-
pública y uniformemente reconocida por todos los
hombres pacíficos y honestos.
La actitud de don Bernardo P. Berro fué muy
distinta.
Entre la evolución saludable que ofrecía el Jefe
del Estado, con el propósito patriótico de des-
truir el influjo de un sujeto funesto, represen-
tante de un sistema cuyo ideal había sido ahogar
en sangre á todos los hombres que tuvieran en
el cerebro una idea, y la reacción dirigida por don
Manuel Oribe con el objeto de consolidar el pre-
dominio ultrajante del caudillaje, don Bernardo P.
Berro no vaciló: plegóse resueltamente al teniente
de Rosas.
Su triunfo en Maldonado y Rocha fué debido
puramente á la felonía de don Bernardino Olid,
en connivencia con los caudillos oribistas de aque-
llas regiones.
Con el fin de conquistarse la confianza del
Presidente, le escribía Olid en estos términos, en
los primeros días de Noviembre:
Señor Presidente de la República, don Gabriel A.
Pereyra.
Mi respetable señor:
Á mi regreso de la capital encontré en el De-
partamento varios trabajos electorales, siendo tam-
CARLOS OXETÜ Y VIANA
bien diferentes los candidatos que se proponían
á los ciudadanos; noté la confusión de ellos, y
comprendí que mi indiferentismo produciría la
desunión en los hombres de orden y patriotismo,
y se despertaría el espíritu de partido: así es que
espero ordenes de V. E. para obrar en consecneneia.
Tiene la satisfacción de saludarle, su muy ob-
secuente S. S. Q. B. L. M. de V. E.
. Bernardino Olid.
Don Gabriel Antonio Pereyra se decidió por el
señor Atanasio C. Aguirre, ciudadano de especta-
bilidad que en el Cerrito había desempeñado car-
gos de importancia, entre otros el de Agente de
Oribe en una misión cerca del Gobierno de Río
Grande.
Notició su resolución á su delegado y al Al-
calde Ordinario don Máximo Amorín.
El Jefe Político recorrió el Departamento para
secundar los trabajos de los agentes oribistas,
amenazando al vecindario, y por su cuenta pro-
clamó la candidatura de don Bernardo P. Berro.
Fueron inútiles los esfuerzos del Alcalde Ordi-
nario y los Jueces de Paz, pues Olid, resuelto á
sacar triunfante al candidato de Oribe, desaten-
dió toda consideración.
Una vez asegurado el triunfo — ya atemorizada
la población — esforzóse el caudillo por no perder
20S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
la confianza del Gobierno, con el fin de poder pre-
sidir en persona los manejos el día del comicio.
Escribía al señor Pereyra así:
< Siento tener que decir á V. E., en contestación
á su carta del 20 del ppdo., que en este Depar-
tamento la opinión está dividida con referencia á
la candidatura para Senador, pues los ciudadanos,
unos están por don Atanasio C. Aguirre y otros
por don Bernardo P. Berro ; yo pienso pasar ma-
ñana ó pasado á San Carlos y Maldonado para
desde allí instruir á V. E. circunstanciadamente.
Con este motivo tengo fuera de mi partido
y de círculo la firme 3.-1 con el propósito de ayu-
dar al Gobierno y cooperar por cuantos medios
estén á mi alcance á su sostén y engrandeci-
miento ....
Después de lo que antecede, poniéndose á las
órdenes del Presidente, no podía ser más contra-
dictorio el caudillo al producirse en estos térmi-
nos:
^ ... interpuse mi influencia como hombre pú-
blico ó ya como particular, para reunir las volun-
tades desunidas, y que discutidas prudentemente
las cualidades de los candidatos en competencia,
se confeccionaría una candidatura que siendo to-
talmente adicta al Gobierno, reuniese patriotismo
y honradez y la capacidad necesaria para la se-
guridad del orden y progreso: mi súplica fué oída
y resultó propuesto como candidato don Bernardo
P. Berro, aceptado por la generalidad del Depar-
tamento.
CARLOS ONETO Y VIANA 209
Para calmar las iras del Jefe del Estado, á quien
mucho conocía, continuaba con esta recomenda-
ción de su candidato:
< . . . . á cuya candidatura me plegué, sabedor
de que el señor Berro es amigo fiel del principio
de autoridad, que también lo es de la actual Admi-
nistración y que muy lejos de embarazarla, será
su celoso cooperador, siendo ésta la primera y única
exigencia que le harán sus comitentes.
El señor Aguirre goza de muy buena reputa-
ción en el Departamento, pero los ciudadanos ha-
llan en el señor Berro no sólo las cualidades que
se requieren para el fin ya designado, sino el me-
dio de salvar varios compromisos que habían
contraído en la aceptación de otros candidatos.
Olid, que por satisfacer á don Manuel Oribe
cometía con el señor Pereyra una felonía, mani-
festaba á éste que era capaz de cometer otra igual
con quienes estaba comprometido; y lo hubiera he-
cho, si el Jefe del Estado, procediendo con la
energía que requería la gravedad de! caso, hubiese
en aquellos momentos puesto á raya al verdugo
del infortunado coronel Silva.
El caudillejo decía:
Si lo antes dicho no bastase para vindicarme
para con el señor Presidente; si las razones ex-
puestas no alcanzaran á convencerlo de la since-
ridad y lealtad que rige mis procedimientos, estoy
resuelto tí darle una prueba mas prtíctica del deseo
u
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
que me anima, de marchar de acuerdo con la supe-
rioridad en este negocio, cual es la de faltar á mis
compromisos con los ciudadanos de este Departamen-
to, renunciando la cooperación que les ofrecí en pro
del candidato Berro, siempre que esta candidatura
sea francamente desagradable al Gobierno'^ .
El señor Pereyra juzgó desdoroso y hasta des-
prestigiante para el principio de autoridad entrar
á discutir candidaturas senaturiales con un sujeto
de la talla de Olid, que no ocupaba bien su puesto
siempre que no estuviera incondicionalmente á
las órdenes del superior.
Ordenó al Ministro Requena respondiera al Jefe
Político de Maldonado :
Señor Ministro:
Conteste al señor Olid que el Presidente de
la República ha propuesto su candidato, y que mu-
cho siente y mucho sentiría fuese rechazado, como
le indiqué en otra carta.
Quedo su afmo. S. S.
Gabriel Antonio Pereyra.
(1) El caudillejo que tenía ya consumada su traición, termi-
naba su mensaje con estas palabras:
«Repito á V. E. las seguridades del fino afecto y leal amistad
iou que lo distingue
Su servidor Q. B. S. .M.
« Bemardiiio O/id. »
CARLOS ONETO Y VIANA
El triunfo de don Bernardo P. Berro debía na-
turalmente producir desagrado al Presidente, no
porque temiera el señor Pereyra las rebeldías del
nuevo Senador que había dado pruebas innume-
rables de su docilidad para con los poderosos.
En el Cerrito, nunca había tenido el señor Be-
rro una palabra de protesta ni de condenación para
la barbarie de Rosas. Hasta había puesto su firma
al pie de decretos brutales puramente por compla-
cer al jefe sitiador.
Lo que irritaba al Presidente era su derrota por
los secuaces de Oribe, que se habían puesto en
lucha abierta con el principio de autoridad; era
la conducta incalificable de su delegado en Mal-
donado que revelaba todos sus atavismos obe-
deciendo á su antiguo jefe que pretendía afren-
tar nuevamente al país con su predominio.
Don Bernardino Olid, tan pronto tuvo conoci-
miento de la cólera del Presidente de la República,
audazmente escribióle en esta forma:
.... es muy cierto que prometí, contando
con la opinión de vecinos muy respetables de este
Departamento, cooperar á que la elección de Sena-
dor recayera en una persona que, muy lejos de
poner trabas al Gobierno en su administración, se-
cundara sus buenos deseos en bien del paí%,. . . .
pero no conformes los ciudadanos en gran parte
con que influencias extrañas prevalecieran sobre sus
opiniones, acordaron la candidatura del señor Be-
rro, creyéndolo un hombre patriota y por sí mismo
amigo del Gobierno.
212 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El resultado definitivo de estas cosas fué la des-
titución de don Bernardino Olid.
El señor Pereyra, que no estaba dispuesto á
dejarse ganar elecciones impunemente por un cau-
dillejo felón, tan pronto llegaron á Montevideo
los informes oficiales con los resultados del es-
crutinio, dictó el siguiente decreto:
« Ministerio de Gobierno.
« Montevideo, Diciembre 12 de 1856.
<.' Habiéndose cumplido el plazo por que se había
comprometido don Bernardino Olid á continuaren
la Jefatura de Policía de Maldonado, y siendo ne-
cesario relevarlo, el P. E. ha acordado y decreta:
■ Artículo 1.^ Cesa el expresado Olid en el des-
empeño de Jefe Político del Departamento de Mal-
donado, y dénsele las gracias.
< Art. 2.0 Se encarga interinamente de la Policía
de ese Departamento al Coronel don José Villa-
grán.
< Pereyra.
<; Joaquín Requena. »
Don Manuel Oribe, ante la actitud francamente
resuelta del Presidente de la República, juzgó pru-
dente pedir sus pasaportes.
Sus amigos lo disuadieron, y en mensaje res-
petuoso, que revela el estado moral de la época,
CARLOS ONETO Y VIANA 213
para justificar su petición llegaron á declararle
que sin su permanencia en el país no sería posi-
ble esperar el beneficio de la paz y el afianzamiento
de las instituciones ' .
Vencidos don Manuel Oribe y el caudillaje que
le seguía, procediendo con verdadera habilidad se
plegaron al Gobierno.
Don Bernardo P. Berro ajustó su conducta á
los planes del verdugo de Arroyo Grande.
Su actitud en el Senado, lejos de embarazar la
marcha de la Administración, había de ser de adhe-
sión completa á los actos del Jefe del Estado.
(1) <Señor Brigadier General don Manuel Oribe.
«Respetable señor:
«Hemos sabido por los diarios que usted ha pedido sus pasa-
portes.
«Esta noticia no ha dejado de sorprendernos inmensamente,
porque no hemos visto causa que la motive.
« La lucha electoral que acabamos de pasar es un suceso que
no ha tenido otro campo que el terreno legal y pacífico Usted, señor
General, ha hecho uso de su derecho iniciando candidaturas irre-
prochables, el mismo derecho que la ley acuerda al último de los
ciudadanos ; y esa lucha ha concluido, sin que las pasiones haj'an
tenido suficiente poder para causar la menor perturbación.
«En ese sentido, nada en nuestro concepto puede justificar la
ausencia de V. E., }• en todo 5- por demás está demostrado que
el uso del derecho de ciudadano ha sido satisfecho completamente
por V. E., el primero en acatar la lej- y las autoridades cons-
tituidas.
«Si motivos de otro orden han inducido á ^'. E. á dar aquel
paso, nosotros creemos de nuestro deber decirle que ante todo
está la Patria.
«Ella no se sirve tan sólo con la espada, sino con la abnegación
3' el sacrificio que impone el civismo.
214 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Desgraciadamente don Gabriel Antonio Pereyra
aceptó la cooperación de esos elementos, anu-
lando así los efectos benéficos de la lucha de No-
viembre.
Esta medida debía producir de inmediato sus
efectos.
Los hombres de la Defensa, que por razones
de incompatibilidad no podían actuar juntamente
con el teniente de Rosas, se alejaron nuevamente
del Fuerte.
Sólo don Lorenzo Batlle, que se había impuesto
la patriótica misión de morigerar los rigores de
la época, permaneció en su puesto. Su conducta
fué en ese momento errónea.
El Presidente de la República había demostrado
»E1 señor General ha levantado, en cuanto le ha sido posible,
el crédito de la autoridad, comprometiéndose y prestándole su
valiosa cooperación por su respeto y estabilidad.
«La Patria Oriental, á quien como \. E. nadie entre nosotros
todos lia consagrado sus mejores días, ve en V. E. el baluarte
más poderoso de las instituciones y del respeto á las Autorida-
des Constitucionales ; le prestará un sacrificio más á los innume-
rables que ha hecho y á los lauros y glorias que le debe, resin-
itándose el señor General á declinar de su propósito de ausentarse
del País, y se lo pedimos nosotros, señor General, á nombre de
los buenos orientales, su permanencia en el país, porque sin ella
no es posible esperar el estimable beneficio de la pas y como
consecuencia lógica el afianzamiento de las instituciones.
« Quedamos de Y. E. muj- atentos, S. S. Q. B. S. RI.
« Hermenegildo Fuentes. — Santiago Bo-
tana.—Eladio de la Fuente.— Adolfo
Basáñes. — Coronel Espina.» —(Si-
guen las firmas de casi todos los ve-
cinos de la Unión )
CARLOS ONETO Y VIANA
hasta la evidencia que no era capaz de completarla
obra iniciada de anular la figuración del caudillaje
del Cerrito, cuya sola existencia era una afrenta
para el país.
El posibilismo de don Lorenzo Batlle se vol-
vía desde ese momento un sacrificio estéril.
La nueva transacción del Presidente con don
Manuel Oribe, venía á reproducir la situación an-
terior á la lucha entre ellos, siendo por tanto
absurda toda esperanza de evolución.
Los conservadores juzgaron que el decoro na-
cional reclamaba una manifestación de rebeldía.
La lucha recomenzó entonces, teniendo por ac-
tores, de un lado la gente del Cerrito, que rodeaba
al Jefe del Estado, y del otro los hombres del Si-
tio.
La actuación de don Lorenzo Batlle en esas
circunstancias fué singularísima.
Esforzóse el Ministro por evitar la ruina total
de los principios de la Defensa.
Dominado por ese deseo, empleó sus energías
en impedir el desarrollo de las pasiones, pues
juzgaba que la violencia en la lucha no tendría
más virtud que vigorizar los antagonismos exis-
tentes entre el Presidente y los conservadores ; an-
tagonismos que fatalmente llevarían á los últimos
á alejarse más y más del Fuerte, cediendo el te-
rreno á los elementos oribistas.
Es muy cierto que los partidarios de don Ma-
nuel Oribe — que guardaban sus prevenciones con-
2:6 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tra don Lorenzo Batlle porque no olvidaban su
calidad de ex Ministro de la Gueira de la De-
fensa habían de esforzarse por anular su acción ;
pero como el señor Pereyra, convencido de que
aquél era elemento indispensable en la Adminis-
tración, aceptaba su intervención en las delibera-
ciones del Fuerte, daba mérito con esta actitud
á que el Ministro conservador confiara en la efi-
ciencia de su gestión.
Desgraciadamente el Presidente de la República
persistió en su conducta contradictoria.
Hombre de carácter irascible, por naturaleza au-
toritario, irritóse ante la conducta de los conser-
vadores.
Se persuadió de que era imposible contar con
los hombres de la Defensa, en una situación donde
tuviera influjo el caudillaje oribista.
Encontróse entonces frente á un grave dilema:
ó buscar sostén en sus aliados de la víspera, aven-
turándose á afrontar todas las contingencias de
la lucha con quienes estaban enseíioreados de!
país, ó abandonarse á éstos, apoyándose en los que
habían sido sus enemigos.
Y la solución debía ser inmediata, pues la dua-
lidad existente envolvía un serio peligro para la
paz pública.
Don Gabriel Antonio Pereyra reveló cuál sería
su conducta de futuro, cuando en momentos di-
fíciles, de conflicto entre dos tendencias antagó-
nicas, no encontraba otra fórmula para salvar los
CARLOS ONETO Y VIANA
inconvenientes de la situación y asegurar el orden,
que el siguiente decreto:
Artículo 1." Cesa en las funciones de Coman-
dante General de Armas que desempeñaba, el
Brigadier General, don Anacleto Medina; como
también su segundo el Coronel Mayor don Ma-
nuel Freiré.
Art. 2.'T Cesa igualmente de Jefe de la Guar-
dia Nacional de Caballería de Extramuros, el Co-
ronel don Francisco Tajes.
Art. 3.'^ Publíquese, comuniqúese, etc.
Perevra.
Carlos de San Vicente.
Otro suceso agravó la situación: la elección de
Alcalde Ordinario de Montevideo que se realizó
el 1.'^ de Enero de 1857.
El señor Pereyra, que en Noviembre del 56
había intervenido en el proceso electoral con el pro-
pósito de anular el influjo de don Manuel Oribe,
juzgó que debía intervenir también en este caso,
para vencerá los conservadores, que se habían con-
vertido en decididos opositores á la política de
fusión.
En la Capital los hombres del Sitio contaban
con una cantidad de votos que aseguraba la de-
rrota de don Andrés A. Gómez, candidato del Pre-
sidente de la República.
218 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Llegado el momento del comicio y una vez evi-
dente la mayoría de sufragios de los elementos
de la Defensa, la fuerza pública, sable en mano,
agredió á los electores agrupados en derredor de
las urnas, para imponer por la violencia el triunfo
del Presidente.
Estos acontecimientos llevaron nuevamente al
país muy pronto á un estado deplorable.
La perspectiva pavorosa de la reproducción de
las escenas de Marzo y de las jornadas de No-
viembre inquietaba á los espíritus.
Por otra parte, nada más absurdo que confiar
en los hombres del Poder.
La atmósfera política era asfixiante y no había
siquiera la posibilidad de variar de ambiente den-
tro de aquel orden de cosas.
En cuanto á la situación de la Hacienda, los
esfuerzos de don Lorenzo Batlle no habían po-
dido modificarla; y con la desconfianza reinante,
la decadencia económica y financiera de la Re-
pública fué en aumento.
Como coronamiento á tantas desgracias, el vó-
mito negro invade á Montevideo en los primeros
días de Abril de 1857.
El terrible flagelo se extendió, llegando á crear
verdadero pánico en la población.
Más de 20.000 habitantes abandonaron precipi-
tadamente la Capital.
CARLOS ONETO Y VIANA 219
Los hombres del Gobierno no hicieron otra cosa.
Solamente don Lorenzo Batlle, que no contaba
ni con los recursos indispensables para atender
á los gastos que demandaba la higiene de la
ciudad, concurría diariamente al Fuerte, impar-
tiendo las órdenes necesarias para mejorar la^
situación de las desgraciadas víctimas de la peste.
La fiebre se extendió á todas las ciases so-
ciales.
Personas respetables como el doctor don Teo-
doro Miguel Vilardebó, que desde el principio
de la epidemia prestó sus servicios desinte-
resados, llevando su abnegación hasta el heroís-
mo, el Vicario Apostólico Lamas y otros muchos
ciudadanos distinguidos sucumbieron víctimas
del mal.
En esta situación desoladora, Juan Carlos Gó-
mez, á la sazón en Buenos Aires, abandona los
placeres que le ofrecía la gran capital, para venir
á Montevideo á recoger los cadáveres de las
calles y compartir el dolor con sus compatriotas.
< Cúmpleme estar — decía aquella alma gene-
rosa—al lado de los que sufren y de los que
mueren.
Juan Carlos Gómez no pudo menos de con-
moverse al presenciar el cuadro miserable que
ofrecía el país.
, La Capital presentaba el aspecto lúgubre de
una ciudad sitiada.
La campaña vivía entregada á la ignominia del
caudillaje.
220 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Llegado acá, no pudo, 'como era natural, sus-
traerse al ambiente, y en los jDnmeros momentos
el hombre de corazón se sobrepuso al pensador
y al político.
Su primer acto fué presentarse al Hospital,
poniéndose incondicionalmente á las órdenes de
don Juan Ramón Gómez, el benemérito presi-
dente de la Comisión de Beneficencia Pública,
que en aquellos momentos dolorosos luchaba
como bueno, esforzándose por impedir la pro-
pagación de la fiebre.
Sus amigos ofrecen á Juan Carlos Gómez la
dirección de El Nacional, exhortándolo á que
tomara un puesto en la lucha sacrosanta en que
estaban empeñados.
El ilustre pensador inició su campaña el 15 de
Mayo.
Sus primeras palabras revelaban al hombre. Decía:
Hemos vuelto al país á tomar parte en el co-
mún sufrimiento.
Esto es todo nuestro programa.
Por lo demás, nuestros principios son ya co-
nocidos; y una profesión de fe sería inútil.
Toda nuestra ambición se reduce á ver feliz
y próspera la patria, por la realidad de las ins-
tituciones que aseguren á todos sus habitantes,
cualesquiera que sean sus opiniones ó disidencias
políticas, las garantías de la ley, de la Justicia
y de la moral, que iiacen fecundo el trabajo y dan
disnidad á la existencia del hombre.
CARLOS ONETO Y VIANA 221
< Felices de nosotros si nos concede el des-
tino el rol de un peón en esa obra de la felici-
dad del pueblo.
Juan Carlos Gómez traía á la patria las dos
grandes pasiones de toda su vida: un verdadero
amor á la libertad y un odio profundo al cau-
dillaje y á la prepotencia militar.
Odiaba á los caudillos del Cerrito porque eran
salvajes y sanguinarios y su sola existencia cons-
tituía un ultraje para el país; odiaba á los cau-
dillejos colorados que eran arbitrarios y desqui-
ciados.
Juan Carlos Gómez se encontró con una si-
tuación esencialmente militar, que tenía por base
de su organización el caudillaje.
Dióse cuenta incontinenti de la empresa teme-
raria que debía acometer.
El país se encontraba enfermo y atravesaba
por una crisis dolorosa, y era obra de romanos
incorporarlo á corrientes saludables.
El convencionalismo imperante, la falta abso-
luta de verdad, la mistificación de la política fu-
sionista, todo contribuía á la ruina, fomentando
la desmoralización y el desencanto.
Juan Carlos Gómez llegaba de Buenos Aires,
donde se había habituado á vivir en un am-
biente sano. Allí, después de largos sufrimientos
y martirios, habían logrado los porteños conso-
lidar la situación política sobre la base de la
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
equidad, el respeto á la tey y la exclusión com-
pleta de los caudillos y los hombres de sable.
Juan Carlos Gómez había contribuido al triunfo
de la candidatura de Alsina, patriota argen-
tino, campeón de las libertades de su país en las
luchas contra Rosas.
El triunfo de Alsina, que sucedió en el Go-
bierno al doctor don Pastor Obligado, demos-
traba que en Buenos Aires se había alcanzado
la conquista definitiva de la libertad.
Urquiza había sido relegado á las provincias,
y bien sabía que le era imposible pisar con sus
botas las calles de la capital sin antes chocar con
las legiones de Mitre.
Los hombres de la mazhorca habían desapa-
recido.
Los siniestros personajes que durante varios lus-
tros afrentaron á Buenos Aires, ya no tenían figu-
ración en el escenario político.
Cuitiño, Maza, Troncoso, Badía, Oribe, Benítez
y otros sujetos de igual traza, habían sido sus-
tituidos por Sarmiento, Mitre, Alsina, Vélez Sars-
field. Obligado, Avellaneda, Barros Pazos, etc.
La idolatría á Rosas había desaparecido para
dar lugar al culto por Rivadavia.
Juan Carlos Gómez tan pronto llegó á Mon-
tevideo, pudo notar el contraste que ofrt ^'a nues-
tro país al lado de Buenos Aires.
Don Manuel Oribe, jefe y director de su viejo
partido político, convertido en el primer personaje
de la situación.
CARLOS OXETO Y VI ANA 223
Don Lucas Moreno, don Bernardino Olid, don
Dionisio Coronel, encargados del comando de
las zonas militares.
Hasta Cipriano Cames, que bebió sangre hu-
mana, ostentaba el título de delegado militar en
el Departamento de San José.
Carro, en la Colonia. Todos los demás caudi-
llejos del Cerrito que tenían escrita su historia
con la sangre de sus víctimas, ocupaban puestos
oficiales.
Como consecuencia del predominio de estos
hombres, la campaña presentaba el aspecto de
tierra asolada por el vandalaje.
Juan Carlos Gómez, á los pocos días de ha-
cerse cargo de El Nacional, declaraba valiente-
mente:
En estos países no hay más que un ele-
mento desorganizador — y es el caudillaje.
El falseamiento de las instituciones es su
obra.
La inmoralidad es su hechura.
Para dominar y prevalecer tiene fatalmente
que levantar todo lo malo en hombres y cosas
y anonadar todo lo bueno.
El caudillaje es la negación de toda ley, de
todo derecho, de toda garantía, de todo princi-
pio, de toda marcha regular de paz y de pro-
greso.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Con el caudillaje no existe ni la seguridad
de la vida, ni el respeto á la propiedad, ni la
inviolabilidad de la familia, ni ninguna de las más
esenciales garantías del orden social.
Juan Carlos Gómez adoptó desde un princi-
pio un determinado propósito.
Juzgó indispensable emprender una campaña
severa contra el convencionalismo de la época.
La situación ofrecía muchos puntos de seme-
janza con la de 1853.
Admiró la abnegación de don Lorenzo Batlle,
que seguía esforzándose por iniciar una evolución
en el Fuerte ; y resolvió secundarlo con una pro-
paganda moderada y conciliadora, señalando al
país el mal donde apareciera, prestigiando las
obras nobles y meritorias.
Sus ataques, rudos cuando se dirigían al vicio
y al crimen, jamás alcanzaron al Presidente de
la República.
Juan Carlos Gómez olvidó el origen del triunfo
de la candidatura de don Gabriel Antonio Pe-
reyra, para recordar solamente sus antecedentes
personales gloriosos, con el propósito de pres-
tigiar su autoridad ante el país y evitar que los
apasionamientos y ofuscaciones del Jefe de Es-
tado malograran la evolución salvadora.
Por otra parte, Juan Carlos Gómez, que era
incapaz de un sentimiento insano, no perseguía
la exclusión de los elementos honestos que por
cualquier motivo hubieran podido seguir un ca-
CARLOS ONETO Y VIANA 223
mino distinto al de los hombres de la Defensa.
Nadie mejor animado de grandes altruismos,
de ideas generosas de concordia y confraternidad.
Profesaba un partidarismo depurado, dignificante,
como había profesado Melchor Pacheco y Obes,
de quien fué entusiasta admirador.
Radical é intransigente en punto á principios,
era complaciente y benévolo siempre que juzgara
los errores de los hombres.
Declaró la guerra al militarismo analfabeto y
al caudillaje porque constituían el mal social de
estas regiones.
Declaró igualmente la guerra á la política fu-
sionista porque la juzgaba absurda é imposible
y perjudicial á los intereses permanentes del país.
La fusión llevaba en 1857 seis años de ensa-
yos repetidos.
Durante ese tiempo la República había sido
víctima de acciones y reacciones deplorables.
Ruinas, sangre, escándalos, oprobios y despo-
tismo: todo eso nos había dado.
Juan Carlos Gómez se esforzó por demostrar que
no podía ser de resultados benéficos un sistema
político que no tuviese por fundamento la verdad.
Y precisamente, era lo que ocurría con la fu-
sión. Se explotaba un deseo que animaba á to-
dos los hombres honestos, fueran blancos ó co-
lorados: la conservación de la paz pública, la ce-
sación definitiva de una vida bochornosa y de
anarquía.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Sin embargo, no se hacía por conjurar los pe-
ligros con medidas prácticas, con una gestión
política sensata y humana que estimulara las
buenas obras y condenara los malos procedi-
mientos; que diera seguridad á las personas yá
la propiedad; que eliminara las arbitrariedades del
sable.
Lejos de eso, se invocaban los principios de
confraternidad, estando el país entregado á su-
jetos siniestros, enemigos del orden y de todo
lo honesto, animados por sentimientos agresivos
y llenos de odios de épocas anteriores.
Era absurdo invocar principios de concordia,
cuando en verdad quedaban subsistentes los an-
tagonismos que dividían á los antiguos bandos.
El doctor don Miguel Cañé, distinguido pu-
blicista argentino, que observaba fríamente la
marcha de nuestros sucesos y que había sido uno
de los apóstoles de las nuevas doctrinas, decía:
'< La fusión es un sueño, desde que cada co-
lor político representa ¡deas, afecciones y creen-
cias distintas.
.... la unión es un delirio. >
La fusión hasta había servido para disfrazar
propósitos criminales; y en aquellos momentos,
no era otra cosa lo que sucedía.
Estaba además fresco el recuerdo del Pacto
del 55 y de las memorables jornadas de No-
viembre en que el caudillaje invocando los prin-
cipios de confraternidad, había impuesto al país
á metralla su predominio.
CARLOS ONETO Y VIANA
Los más grandes enemigos de la fusión en 1857
habían sido sus más entusiastas partidarios en
épocas anteriores.
El doctor don Pedro Bustamante, don Fernando
Torres, el doctor don José María Muñoz, Francis-
co Tajes y la mayoría de los hombres de signi-
ficación de la Defensa habían consagrado todas
sus energías, desde 1851, á la causa de la con-
cordia y de la unión.
El mismo Juan Carlos Gómez, que jamás fué fu-
sionista, en 1852 se incorporó á la benemérita So-
ciedad de los Amigos del País > fundada con el
noble propósito de trabajar por la paz y la ex-
tinción de los viejos odios.
En 1853 ya manifestóse contrario á la fusión,
convencido de su imposibilidad.
En la campaña emprendida en El Orden — que
no alcanzó á las fogosidades de la iniciada en El
Nacional — enseñó al país que era absurdo este-
rilizar tantas energías en la prosecución de un
objeto irrealizable.
Juan Carlos Gómez enseñaba además, que opo-
nerse á la fusión por ser ella absurda no signi-
ficaba alimentar sentimientos insanos ni ideas
contrarias á la concordia.
Su pensamiento era el mismo que animó á Mel-
chor Pacheco y Obes : el odio y deseo de externii-
nio sólo pueden ser propios de las agrupaciones re-
trógradas y senil bárbaras ' .
( 1 ) De Melchor Pacheco y Obes.
22S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El verdadero patriotismo aconsejaba educar á
los partidos y propender á su evolución.
Nada más irracional que la pretensión de supri-
mir ó modificar por decretos lo que es algo así
como orgánico en los orientales.
Era perfectamente explicable que en 1851 cons-
tituyera el pensamiento predominante entre los
políticos de la época.
Explicables también y hasta plausibles los impul-
sos generosos de los fundadores de la ^ Sociedad
de los Amigos del País .
Pero después de los dolorosos sucesos de 1853,
que pusieron en evidencia el fracaso de la fusión,
después de la obra vandálica del Pacto de la Unión,
el cual, en nombre de los principios fusionistas
y de confraternidad había entregado el país al abso-
lutismo del sable, era absurdo, antipatriótico, hasta
criminal, reincidir en los mismos propósitos.
Juan Carlos Gómez, con el convencimiento de
que su propaganda era sacrosanta, escribía estas
palabras que ponen una vez más en transparencia
su alma generosa:
< Si pudiéramos borrar con toda nuestra sangre
la división de los partidos y hacer que todos nues-
tros compatriotas tuvieran los mismos anteceden-
tes y las mismas opiniones, ella no subsistiría cier-
tamente un solo momento más.
Y continuaba:
' Sin embargo, contra lo imposible nadie es fuerte.
Los partidos existen y es preciso aceptarlos.
CARLOS ONETO Y VIANA 229
En otra forma lo había declarado ya Melchor
Pacheco y Obes: . . . estos partidos son un bien
ó un mal necesario.
Juan Carlos Gómez, cuya honradez igualaba á
su sinceridad, no podía menos de oponerse resuel-
tamente á las pretensiones de quienes querían
perpetuar aquel sistema.
La fusión — decía — con su política de conten-
tillo, enervó en 1853 todos los buenos sentimien-
tos, desvirtuó todas las ideas, que son el más fuerte
apoyo de un Gobierno que debe tener en vista la
realización de las instituciones, la efectividad de
las libertades constitucionales, la elevación del país
por la consagración de todo lo que es bueno y
la condenación de lo que es malo.
Se quiere hoy todavía, á pesar de la dura lec-
ción del pasado, del amargo desengaño de tantas
esperanzas, restablecer la fusión en política y darle
á roer el resto del país cuya vitalidad ha devo-
rado ....
Las fusiones nos darán Gobiernos enfermi-
zos, impotentes para el bien .... que subsistirán
entre vacilaciones é inquietudes y acabarán sin
gloria y sin provecho, dejando á los pueblos en
peor estado del que los encontraron ....
La fusión ha hecho su tiempo. Fué la enferme-
dad de una época. Fué una epidemia, y lo que
nos cumple hoy es trabajar porque ella no rea-
230 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
parezca. . . . porque nos traería otra serie de inmo-
ralidades y otra progenie de caudillos.
« Terraplenemos ese terreno de basura que formó
la fusión. . . .
< La libertad es la base indispensable de la paz
pública, pero la libertad no se establece y se ra-
dica sino por la verdad de los principios que la
constituyen. >
Poco tiempo después, en presencia de los en-
tusiasmos fusionistas de quienes ocultaban todas
las fuerzas de sus ¡deas atávicas, sentaba el gran
pensador esta verdad:
< En la República no hay un solo hombre que
no pertenezca á un partido, por sus anteceden-
tes, por sus creencias ó al menos por sus sim-
patías.
El problema electoral de Noviembre comenzó
á agitar los espíritus desde mediados del 57.
La propaganda de El Nacional, francamente
contraria á la fusión, llevó la alarma á los hom-
bres del Poder.
El Presidente de la República, que había ido
al Gobierno con el propósito de hacer política
fusionista, no podía juzgar favorablemente la con-
ducta de Juan Carlos Gómez.
Los elementos del Cerrito, que sobre todo es-
CARLOS ONETO Y VIANA 231
taban interesados en que no se tocara el pasado,
se adhirieron á la actitud del Jefe del Estado.
La intromisión oficial en los trabajos electora-
les se hizo sentir en todo el país.
Don Gabriel Antonio Pereyra, resuelto á ser
consecuente con su programa, que había sido cal-
cado en las cláusulas del Acuerdo de los cau-
dillos de 1855, se puso al frente del movimiento
fusionista.
Pero como los hombres de la Defensa se ha-
bían retirado del Fuerte, la política de fusión venía
á ser obra en aquellos momentos, de la alianza
del Presidente de la República con los elementos
del Cerrito.
Esto importaba establecer un estado de cosas
igual al existente durante el Gobierno de don Juan
Francisco Giró después de la separación del doc-
tor don Florentino Castellanos del Ministerio.
Uno solo de los viejos partidos — adueñado del
poder — explotaba el nombre de la política de fu-
sión, que en rigor no se practicaba.
Tal sistema no solamente era absurdo, sino que
conspiraba abiertamente contra la paz pública.
La fusión constituía una asociación que mar-
caba en la frente con la seíial de reprobo al que
no se acomodara á sus propósitos.
Juan Carlos Gómez evidenciaba una vez más
la ecuanimidad de su espíritu, cuando en aque-
llos instantes de confusión y de grandes pasio-
nes, se expresaba en estos términos:
232 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La situación que atravesamos es idéntica á la
que precedió á las convulsiones de 1853.
; Si hubiera alguna diferencia, consistiría en que
hoy tenemos la experiencia del 53, y con ella la
probabilidad de salvar la paz pública, que enton-
ces comprometía la inexperiencia.
Hoy como entonces, un partido tiende á vio-
lentar las inmunidades constitucionales del otro.
< Hoy como entonces, un partido se propone
dominar á todo trance de antemano los comicios
públicos é instalarse en el Poder, fabricando una
soberanía conforme á sus intereses.
Ésta es la verdad sin rodeos ; y es preciso y
conveniente declararlo para prevenir las funestas
consecuencias del engaño.
< El mal estuvo en que en 1853 el Gobierno
se hizo partido y dejó de ser Gobierno.
El bien, en la situación actual, estaría en que el
Gobierno dejara de ser partido para ser en ver-
dad Gobierno, afianzando á todos sus inmunida-
des y sus dereclios, sus garantías y sus libertades
constitucionales.
Así la paz no será alterada.
« La paz pública estriba completamente en la
verdad de las instituciones.
« Puesto el pie en una mala pendiente, se rueda
luego fácilmente al abismo.
Recojamos las experiencias del 53; recojámos-
las, para decir á una al Poder, que el modo de
CARLOS ONETO Y VIANA 233
salvar el orden y la tranquilidad está en que el
Gobierno no se convierta en partido.
No queremos Gobierno blanco ni Gobierno
colorado.
Queremos Gobierno de las instituciones, de las
garantías y de las libertades ; Gobierno que deje
á blancos y colorados sostener libremente sus ideas,
afianzando á los unos y á los otros el imperio de
la ley y de la justicia ; Gobierno que consulte sin-
ceramente la opinión del país, y que de una vez
por todas liaga prevalecer sobre las trampas y cu-
bileteos de partido la realidad de la soberanía del
pueblo.
Así la paz pública se salvará en 1857.
A esta propaganda patriótica, animada de sen-
timientos pacíficos, respondían los primaces de la
política fusionista con denuestos y amenazas que
no alcanzaban á la altura del desdén de Juan Car-
los Gómez:
Un Gómez se lanza entre nosotros á conti-
nuar su acción civilizadora ...
¿Se le debe dejar tranquilo en esa obra de des-
quicio y destrucción? >
El austero pensador, prescindiendo de los des-
ahogos de que era víctima, resuelto á proseguir
en sus propósitos, sin soberbia, sin injuria y sin
ofuscación, se limitaba á pedir justicia y equidad.
Quitemos "decía — las leyes injustas, atentato-
rias de la Constitución.
234 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
K Quitemos las influencias del caudillaje que
pretende imponerse al país, puñal y trabuco en
mano.
Quitemos las organizaciones electorales con
medios oficiales, que tienden á armar á unos con
escudo y lanza, maniatando á los otros.
Quitemos los fraudes, las trampas, los com-
plots de las camarillas, etc.
La campaña de Juan Carlos Gómez muy pronto
exasperó á los directores de la política de fusión.
La prensa oficial y los órganos fusionistas juz-
garon más eficiente que los razonamientos serios
y la persuasión, la sátira sangrienta y el insulto
grosero y ruin.
Juan Carlos Gómez durante la Defensa se ha-
bía alejado de Montevideo dirigiéndose á Chile,
donde permaneció algunos años.
En Valparaíso entró en la redacción de El
Mercurio, desde cuyas columnas no solamente
fustigó á la tiranía de Rosas, sino que tomó par-
ticipación en el movimiento político de aquel
país, vinculándose con ese motivo á sus hom-
bres públicos más distinguidos.
Esta circunstancia dio armas á sus enemigos.
Comenzaron por negarle su derecho á la ciu-
dadanía, calificándolo desdeñosamente de chileno
y de roto.
CARLOS ONETO Y VIANA 235
Hasta se le amenazó con la publicidad de un
decreto de Melchor Pacheco y Obes, dictado
cuando Juan Carlos Gómez partía para Chile, por
el que se le declaraba traidor ; hecho falso y
calumnioso, que no tenía otro objeto sino des-
virtuar la propaganda de El Nacional.
Melchor Pacheco y Obes siempre había profe-
sado verdadero aprecio á Juan Carlos Gómez,
por sus relevantes cualidades de carácter, su
austeridad intachable y su talento.
Como no dieran resultados esos ataques, los
políticos fusionistas explotaron la actuación de
Juan Carlos Gómez en Buenos Aires.
Dijimos ya que al triunfo de Alsina había coo-
perado en buen grado la campaña periodística
de Juan Carlos Gómez.
Mitre, Sarmiento, Alsina, Obligado, Vélez Sar-
field, representantes conspicuos de la intelectuali-
dad argentina, estaban estrechamente vinculados
al gran escritor y eran otros tantos admiradores
suyos.
Estas circunstancias hicieron que Juan Carlos
Gómez se identificara con la sociedad porteña,
no considerándose por tanto allí elemento ex-
traño.
Los políticos fusionistas y los órganos del
Gobierno dirigieron sus diatribas por ese lado.
Espíritus estrechos y reaccionarios, dominados
por un charniismo deprimente, entendían que le-
jos de ser honroso para Juan Carlos Gómez
236 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
el aprecio del pueblo de Buenos Aires, menosca-
baba su dignidad y altivez cívicas.
Y los que no habían tenido escrúpulos en
admirar al genio americano de Rosas, calificaban
irónicamente á Juan Carlos Gómez de ilustre
peón de la política porteño.
Ya eran notorias en esa época las ideas anexio-
nistas de Juan Carlos Gómez.
El diario del Gobierno, insidiosamente y afec-
tando no atribuir importancia á la propaganda del
gran pensador, decía:
La política que sostiene aquí El Nacional con
don Juan Carlos Gómez, es una cuestión pura-
mente de Buenos Aires. >
Poco tiempo después se le llamaba misera-
ble » vendido al oro porteño > malvado > vil >>
« calumniador > < demagogo ».
La fusión juzgaba lícitos todos los medios de
agresión, con tal que pudiesen desautorizar su
palabra.
Consecuentes con ese sistema, imputáronle ha-
ber venido al país de orden de su amo Alsina, á
promover la anarquía que facilitara nuestra in-
corporación á Buenos Aires.
Esto significaba el supremo ultraje que aquella
gente pudiese inferir á su altivez.
En efecto, Juan Carlos Gómez profesaba sin-
ceramente ideas anexionistas.
CARLOS ONETO Y VIANA 237
Entendía que nuestra existencia política era
absurda.
País pequeño, despoblado, en ruinas, presa
constante de la maldita guerra civil, víctima de
la prepotencia de los hombres de sable y de los
caudillos que lo afrentaban, sin horizontes, es-
taba, según él, condenado fatalmente á arrastrar
una existencia oprobiosa.
Por otra parte, es de notar que las conviccio-
nes de Juan Carlos Gómez tenían su antecedente
en la propia historia nacional.
Su pensamiento no era otro que el que animó
á los patriotas del año 10; el mismo que im-
pulsó la Cruzada de los 33 y que presidió las
deliberaciones de la Asamblea de la Florida y
la declaratoria del 25 de Agosto.
Juan Carlos Gómez sentía patriótica indigna-
ción al recordar la afrenta que nos impuso la
Convención de 1828.
El Emperador del Brasil don Pedro 1, con el
fin de poner término á las discordias con las
Provincias Unidas, había concedido la desmem-
bración de la Cisplatina para que se constituyera
en país independiente.
La misma intervención de los representantes
de ambos países en la sanción de nuestra Carta
Fundamental ' constituía un hecho por demás
vejatorio.
vi] Cláusula 7.» de la Convención de Agosto de 1826.
238 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Juan Carlos Gómez entendía que la Paz del 28 no
había sido otra cosa que el resultado del triunfo
de la hábil diplomacia imperial sobre las impacien-
cias de Dorrego ; que si Rivadavia hubiera perdura-
do en el Gobierno, otra habría sido la solución: los
escuadrones de Alvear hubiesen llegado á formar
campamento en las mismas calles de Porto Alegre. . . .
Estas circunstancias justificaban plenamente la
conducta de Juan Carlos Gómez, que siempre
deploró nuestra autonomía.
La política de fusión, innoble y cruel, ensañóse
sin embargo en su adversario.
Juan Carlos Gómez juzgó que no debía guar-
dar indiferencia ante una afirmación tan grave
« porque con la calumnia se hace una opinión
que acaba por abrumar al calumniado.
Lo que más lo irritaba era la deslealtad de sus
enemigos.
Los que le acusajban llamándole sujeto sin
patria > haciendo alarde de un nacionalismo ex-
tremado, eran los mismos que en 1854, cuando
él, en nombre de la dignidad nacional protes-
taba contra el vejamen de la intervención imperial
que imponía al país el Gobierno militar, corrían
á la Legación del Brasil á solicitar del Plenipo-
tenciario del Imperio el auxilio de los 4000 sol-
dados de don Pedro 11, como indispensable para
darnos garantías sociales y hacer efectivos y du-
raderos la paz, el orden y el imperio de las
instituciones.
CARLOS ONETO Y VIANA 239
El austero patricio contestaba á sus difamado-
res en esta forma :
•' ... hoy ya no se nos imputa la pretensión
de convulsionar el país, sino la de anexar la Re-
pública á Buenos Aires.
Pero el embuste que se hace correr en me-
dias palabras, ha de disiparse también por sí
solo.
Nadie nos gana en amor á la independencia
de la patria.
Desearíamos, es cierto, para estos países, la
grandeza y la prosperidad de los Estados Uni-
dos, como desearíamos verlos con veinte millo-
nes de habitantes en vez de sus doscientos mil.
Esto es un deseo remoto, indefinido, una
utopía si se quiere. . .
«Pero consideraríamos un crimen contra la pa-
tria toda tentativa de realizar la anexión por la
violencia ó la superchería.
«Al que viniese con fuerzas del Brasil, ó del
Paraná, ó de Buenos Aires, para imponernos la
unión al Imperio, á la Confederación ó á Bue-
nos Aires ^' ; lo consideraría un traidor.
Al que hiciere de la anexión una bandera de
(1} Debe tenerse en cuenta que Buenos Aires y la Confedera-
ción eran entonces dos entidades distintas. Los porteños se se
gregaron por no aceptar la prepotencia de don Justo José de Ur-
quiza.
240 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
guerra civil, lo consideraríamos un criminal.
Si alguna vez, con el andar de los años, la
envidiable prosperidad de los Estados Unidos
del Norte y el ejemplo de su grandeza indu-
jera á estos países de común origen, á consti-
tuirse en Estados Unidos del Sud '^ tal pensa-
miento sólo sería admisible en una situación de
plena paz, de perfecta realidad de las institucio-
nes, cuando una gran mayoría del país lo deci-
diese, con aceptación previa del fallo por parte
de la minoría, que también tendría sus derechos
para no resignarse . . .
: Con estas condiciones solamente, consentiría-
mos que fuera á convertirse en pensamiento po-
lítico lo que no pasa hoy de un deseo indivi-
dual : que estos países formen un pueblo tan
grande, tan libre, tan próspero como el pueblo
de los Estados Unidos del Norte,
Pero dejemos ese deseo á las generaciones
venideras; se trata hoy de vivir, de asegurar la
salud del pueblo, amenazado por las epidemias.
Tenemos que realizar las instituciones, que
dar estabilidad á la paz pública, que consolidar
los poderes constitucionales, mantener á los ciu-
dadanos las garantías de las leyes y de las li-
( 1 ) El ideal de Juan Carlos Gómez era la reconstrucción del
antig-uo y floreciente \'irreinato: Paraguay, Bolivia, .Argentina
y Uruguay, formando un solo poderoso país.
CARLOS ONETO Y VIANA
bertades amagadas por las pretensiones del cau-
dillaje.
Los órganos de la política de fusión no se li-
mitaban á injuriar á Juan Carlos Gómez.
Sus ataques se extendían al orden político exis-
tente en Buenos Aires, donde gobernaban los uni-
tarios, quienes, una vez desalojado Rosas, se pre-
ocuparon de hacer lo mismo con Urquiza, discípulo
suyo y representante de su sistema.
Y esto hacían los preconizadores de la fusión
para halagar al caudillo entrerriano, que desde el
Paraná, donde imperaba en calidad de amo y se-
ñor, acechaba el momento propicio para lanzar sus
legiones contra los porteños.
La política fusionista puso en práctica el pro-
cedimiento de Rosas, de imputar á sus enemi-
gos connivencias con el extranjero con el pro-
pósito de menoscabar la integridad territorial del
país.
La propaganda de El Nacional, ante estas infa-
mias, tomó un carácter francamente agresivo.
Exasperado Juan Carlos Gómez por los es-
cándalos de la época, inició una campaña violenta
contra los caudillejos y una serie de sujetos si-
niestros que constituían el terror de los vecinos
honestos.
Don Dionisio Coronel había convertido la re-
gión nordeste de la República en un refugio de
forajidos, quedando por ese hecho librada la vida
y la propiedad al vandalaje de los cuatreros.
16
242 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Juan Carlos Gómez tuvo la audacia de denun-
ciar 40 asesinatos cometidos en aquellas comarcas.
El Gobierno, en lugar de proceder á una investi-
gación severa, como reclamaba la gravedad de la
denuncia, ordenó al Fiscal acusara á El Nacional
por la alarma que introducía en la sociedad.
Juan Carlos Gómez extremó la nota partidaria,
emprendiéndola contra don Manuel Oribe, que
desde su residencia en la antigua Restauración >
enseñaba al [país el triunfo de el Pacto de la
Unión >.
Los órganos fusionistas, convertidos en celo-
sos defensores del caudillo, acusan entonces á
Juan Carlos Gómez de claudicación, imputándole
haber pertenecido al antiguo partido blanco.
Otra miseria de la época.
Esta falsedad tenía su origen en las infamantes
imputaciones del director de La Reforma Pací-
fica de Buenos Aires, don Nicolás Calvo, enemigo
personal de Juan Carlos Gómez.
Don Nicolás Calvo impulsado por su animosi-
dad contra Sarmiento, juzgó arma lícita para atacar
al defensor del ilustre argentino, esa afirmación
calumniosa.
La conducta de Juan Carlos Gómez en la época
á que se referían sus detractores, tiene su per-
fecta justificación, como que no hay un solo acto
de la vida pública del austero patricio que pueda
arrojar la más ligera sombra sobre su nombre.
Las cosas habían pasado del siguiente modo:
CARLOS ONETO Y VIANA 243
En 1836 ocupaba la Presidencia de la República
don Manuel Oribe, cuya elección había sido im-
puesta al país por Rivera.
Oribe en todo tiempo había profesado odio á
Rivera.
En 1828 aceptó con placer la comisión que le
confiara el Gobierno de Buenos Aires, de perse-
guirlo é impedir su marcha á las Misiones.
Lo persiguió, y lo persiguió á muerte ' ; pero
sus esfuerzos fueron inútiles. Tuvo que declararse
impotente.
Rivera desdeñó batirse, pensando en el ene-
migo común ; atravesó el Yacuy y penetró en las
Misiones.
Consumada la brillante campana, se apresuró
su jefe á enviar emisarios á Buenos Aires, que no-
ticiaran el éxito de sus armas, para que el Go-
bierno dispusiera lo conveniente.
Los heraldos de la victoria traían oficios para don
Manuel Oribe, á quien Rivera notificaba los resul-
tados de su empresa y pedía proporcionara á los
enviados los medios necesarios para su pronto
arribo á la capital.
Don Manuel Oribe sintióse humillado. Rasgó
los oficios y ordenó fueran inmediatamente fusi-
lados los desgraciados emisarios - .
(l ) De don Andrés Lamas.
(2) Fueron fusilados donjuán Tomás Sosa ( de Entre-Ríos)
don Tomás Baca (oriental) don Encarnación Parraguera (de
Buenos Aires) don Modesto Lu :o (oriental) don Manuel Gon-
zález ( oriental ).
244 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
En 1830, cuando Rivera fué electo primer Pre-
sidente Constitucional, don Manuel Oribe, que era
entonces simplemente coronel, figuró entre los
opositores á su candidatura.
De esa época arranca su amistad con Correa
Morales, agente de Rosas, que se convirtió en
conspirador contra el Gobierno de Rivera.
Correa Morales fué el alma de la sublevación
militar del 3 de Julio de 1832, encabezada por
don Eugenio Garzón y Lavalleja.
Habían tratado de obtener para aquel movi-
miento la cooperación de Oribe, sabedores de su
animosidad contra Rivera.
Don Manuel Oribe, faltando al compromiso con-
traído con Lavalleja, se puso á las órdenes del
Gobierno ^^'.
c< Rivera no quiso ó no pudo estudiar esta acción
en sus causas íntimas y verdaderas ; y lejos de
ver en ella lo que era en realidad, y que después
había de verse por todos, una defección por mo-
tivos innobles á sus amigos políticos y á sus
compromisos, la consideró como un rasgo de ele-
vada virtud cívica, sobrepuesto á las afecciones
de la amistad y á los rencores de una pasión en-
vejecida ^-l»
( 1 ) De este hecho arrancan las desavenencias entre don Ma-
nuel Oribe y Lavalleja, desavenencias que acrecieron con los
años, convirtiéndose de parte de Lavalleja en odio, por haberlo
anulado Oribe completamente.
(2) De don Andrés Lamas.
CARLOS ONETO Y VLX.NA
En retribución á sus servicios, por decreto de
14 de Agosto de 1832, lo elevó á Coronel Mayor.
Más tarde, el 18 de Septiembre del mismo año,
lo hacía Jefe del E. M. G. del Ejército.
Por decreto de Q de Octubre de 1833, lo nom-
braba Secretario de Estado en el Departamento
de Guerra y Marina.
En el Ministerio supo hábilmente don Manuel
Oribe evidenciar su incondicional adhesión á Ri-
vera.
El empeño del Presidente de la República en
dar personalidad á Oribe, puso en transparencia
su intención.
El 26 de Febrero de 1835, tres días antes de
la elección presidencial, don Manuel Oribe era
elevado á la jerarquía de Brigadier General.
El 1.'^ de Marzo, don Fructuoso Rivera presen-
taba su candidatura á la Asamblea.
Los electores se resistieron fundándose en que
don Manuel Oribe no tenía personalidad ni sig-
nificación bastante que lo hicieran digno de la
Primera Magistratura.
Hasta pocas horas antes de la elección, los
diputados enviaban emisarios á Rivera para que
desistiera de esa candidatura. >
El caudillo persistió. La sostuvo decididamente
á pesar de todas las resistencias de sus partida-
rios ' .
(1) De don Andrés Lamas.
246 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Por SU ascendiente sobre los electores, logró
Rivera que fuera electo Oribe unánimemente.
Diéronle el voto el doctor don José Ellauri, don
Joaquín Suárez, don Lorenzo Justiniano Pérez, don
Juan Pedro Ramírez, don Miguel Barreyro, don Ju-
lián Álvarez, don Alejandro Chucarro y otros mu-
chos distinguidos ciudadanos, que tuvieron más
tarde que arrepentirse sinceramente de su com-
placencia.
La conducta de Rivera, de ningún modo puede
justificarse.
Como quiera fué un acto de violencia ejercido
sobre los que cargaban con la responsabilidad de
la elección.
Muy pronto se vieron los resultados.
Un año más tarde, el caudillo proclamaba en
campaña la rebelión.
Sus amigos se dividen.
Unos lo siguen, tal vez aquellos que tuvieron
la intuición del porvenir.
Otros permanecen al lado del Presidente de la
República.
Entre estos últimos se contaban meritorios ciu-
dadanos que resistieron un día al triunfo de don
Manuel Oribe y que habían sido víctimas de la
violencia de Rivera.
Elementos de orden, juzgaron patriótico no co-
operar á la anarquía, cuando apenas llevaba el país
un lustro de existencia política.
Don Joaquín Suárez, Tajes, los Muñoz, no con-
currieron á la lucha.
CARLOS ONETO Y VIANA 247
Juan Carlos Gómez tenía entonces 16 años. Era
poeta; cantaba á la concordia y á la paz. De ahí
que se le viera entre los elementos que sostenían
á la autoridad legal.
No existían blancos ni colorados, porque preci-
samente la existencia de nuestros partidos arranca
de las luchas de ese año.
No existían tampoco divisas, que por primera
vez aparecieron en el combate de Carpintería.
Por tanto, nada más falso é injusto que la im-
putación hecha por sus enemigos á Juan Carlos
Gómez.
Y en el supuesto de que la división de nues-
tros partidos arrancara de 1832, con la revuelta
de Lavalleja y Garzón, que, por haber sido ins-
pirada por Correa Morales, agente de Rosas, ha
dado lugar á esa creencia errónea, entonces los
que permanecieron con el Gobierno no hacían otra
cosa que contribuir al mantenimiento de una si-
tuación de procedencia colorada.
Por lo mismo, Juan Carlos Gómez respon-
diendo á sus detractores, decía:
< En 1836 fuimos blancos con Tajes, con Muñoz,
con don Joaquín Suárez, con tantos otros que
sostuvieron la Presidencia colorada de 1835.
Nosotros declaramos más:
Juan Carlos Gómez no tuvo actuación política
ninguna en la época, como no podía tener quien
era un niño.
Fué más tarde enemigo franco y resuelto de la
248 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tiranía de Rosas; como tuvo siempre palabras de
severa condenación para juzgar la conducta de
don Manuel Oribe.
Los órganos de la política de fusión continua-
ron sus ataques contra el ilustre pensador, rela-
cionando su actuación en nuestro escenario con
las miras de los políticos porteíios.
Los últimos meses de 1857 reservaban graví-
simos acontecimientos que habían de conmover
hondamente al país.
Las Cámaras que resultasen de las elecciones
generales de Noviembre eran las encargadas de
resolver la cuestión presidencial de 1860.
El problema electoral fué planteado en térmi-
nos absolutamente incompatibles con la estabili-
dad de la paz pública.
Don Gabriel Antonio Pereyra adoptó una ac-
titud distinta á la del período comicial anterior.
No señaló candidatos de su predilección, como
en las elecciones senaturiales de 1856 y en la
de Alcalde Ordinario del 1.'' de Enero de 1857;
por el contrario, dejó librada esa determinación
á los directores de la política fusionista.
Éstos encontraron un medio fácil de excluir á
los hombres de la Defensa.
Establecieron como condición sine qiia non
para poder llegar á la Representación Nacional, la
de ser partidario de la fusión.
CARLOS ONETO Y VIANA 249
No se impuso que sólo los elementos adic-
tos á la situación pudiesen ser electos, porque
esto pondría en evidencia una monstruosidad;
pero se exigía la calidad de fusionista, que, á los
fines perseguidos por los primaces políticos de
la época, era lo mismo.
Los órganos oficiales declaraban que los opo-
sitores al Gobierno podían prepararse libremente
para los comicios en la seguridad de que no se
les coartaría ningún derecho.
Á quienes el Presidente de la República no po-
día permitir que desenvolvieran su acción, sería
únicamente á los que se opusieran al triunfo de
las ideas de fusión.
Como los hombres de la Defensa, que eran
los enemigos del Poder, se habían rebeísdo fran-
camente contra las doctrinas fusionistas, la prohibi-
ción del Jefe del Estado iba dirigida directamente
contra ellos.
Don Gabriel Antonio Pereyra era consecuente
con los principios que informaban las cláusulas
del Pacto de la Unión y hacía suyo el espíritu
que animó á los autores del famoso Acuerdo.
Los hombres de la Defensa justificaban su ac-
titud con los resultados obtenidos en los dife-
rentes ensayos de fusión operados desde 185L
Ellos habían sido los iniciadores de las nue-
vas doctrinas, proclamándolas dentro del Sitio en
medio de los ardores de la lucha.
Llegado el momento de hacerlas prácticas, su
250 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
buen éxito se había estrellado contra las intran-
sigencias partidarias de los hombres del Cerrito.
La abnegación de los conservadores los había
llevado hasta reincidir en el error, siempre con el
propósito patriótico de destruir los viejos odios.
Comprobaban esta verdad, la fundación de la
< Sociedad de los Amigos del País en 1852 y de
la < Unión Liberal en 1853.
Los conservadores llegaron al convencimiento
de que la fusión era imposible.
Sobrado dolorosa había sido la experiencia y
tenía que ser aleccionadora.
Además, circunstancias especiales hacían á la
fusión de 1857 más odiosa que las que le pre-
cedieron.
Los ensayos anteriores habían contado con la
cooperación voluntaria y espontánea de todos
los hombres de los dos partidos. El error había
sido común y las responsabilidades pudieron bien
ser repartidas.
Los hombres del poder proclamaban la extin-
ción de los viejos bandos, en consorcio con los
elementos populares.
Todos los ciudadanos de valimiento figuraban
en primera fila.
Junto á Juanicó, Estrázulas, Antuña, Giró, Agui-
rre, etc., se encontraban los Muiíoz, don Fer-
nando Torres, Mezquita, Gomensoro, don Pedro
Bustamante, Tajes, Batlle, Ferreyra, Ellauri y
otros.
CARLOS ONETO Y VIANA
Basta pasar la vista por las listas fusionistas
de aquellos tiempos, para darse cuenta de la he-
terogeneidad de sus elementos.
Blancos, riveristas, conservadores, confundidos
formaban coro proclamando la bondad de la fu-
sión.
En 1857 ocurría cosa muy distinta.
Los elementos de la Defensa se habían reti-
rado en su inmensa mayoría.
Aparte de don Lorenzo Batlle y don Manuel
Herrera, personalidades cansulares, cuyos méritos
relevantes excusaban sus errores, solamente acom-
pañaban á la política fusionista ciudadanos de poca
autoridad, como don Manuel Basilio Bustamante
el director del Acuerdo de Noviembre, don José
Gabriel Palomeque el jefe de las mazhorcadas de
AAarzo, y uno que otro insignificante que con-
tinuaba proclamando la excelsitud del Pacto
del 55.
De paso sea dicho que la verdad exige no con-
fundir los primeros con los últimos.
Don Lorenzo Batlle y don Manuel Herrera y
Obes no eran fusionistas por consecuencia con la
traición del 55 cometida por los elementos flo-
ristas.
Ninguna participación tuvieron en el pacto de
los caudillos; y siempre habían sido fieles á los
principios de la Defensa.
Los entusiasmos por las ideas de fusión en
don Lorenzo Batlle y don Manuel Herrera y Obes
252 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
arrancaban de los tiempos del Sitio, y no tenían
otro fundamento que el muy noble y patriótico
deseo de ver reinar la concordia y confraternidad
entre los orientales.
Don Lorenzo Batlle hasta había combatido sin-
ceramente las deslealtades de la política fusio-
nista en 1853.
Y en 1855, si sus convicciones lo llevaron á la
« Unión Liberal ; persistiendo en que se debía
olvidar el pasado, cargado de odios y de críme-
nes, jamás transigió con los elementos siniestros
del Cerrito, con el caudillaje de la escuela de
Rosas, al que se entregaron los elementos flo-
ristas que en 1857 continuaban aplaudiendo las
iniquidades de la política de fusión.
En cuanto á Don Manuel Herrera y Obes, en
medio de los excesos de la época, profesaba un
platónico fusionismo.
Se conocía bien sus ideas contrarias á la re-
surrección de los viejos partidos, pero el diplo-
mático de la Defensa no prestaba su concurso
á la situación ni tenía participación en las deli-
beraciones de los directores de la política de fu-
sión.
Las circunstancias consignadas bastan para de-
mostrar las diferencias existentes entre el ensayo
de fusión del 57 y los ensayos anteriores.
Alejadas las personalidades del Sitio, quedaba
librada la dirección del movimiento fusionista á
CARLOS ONETO Y VIANA 233
los personajes conspicuos del antiguo partido
blanco.
Juanicó, Berro, Estrázulas, Requena, Velazco,
Caravia, Aguirre, Errázquin, etc., constituían el
elemento dirigente.
Como base de fuerza, los caudillos del Cerrito y
uno que otro caudillejo colorado de los que ha-
bían suscrito el Pacto de la Unión.
Á mediados de Septiembre la lucha tomó un as-
pecto grave, por la intromisión de otro factor, que
al mismo tiempo que venía á caracterizar espe-
cialmente la fusión del 57, diferenciándola una
vez más de los ensayos anteriores, la hace más
irritante, más arbitraria y vejatoria.
El Presidente de la República fué proclamado
por la habilidad y el cálculo de los hombres del
Cerrito Jefe del Partido Nacional.
El señor Pereyra puesto francamente á la cabeza
del movimiento fusionista, declaraba guerra á
muerte á los que se opusieran á su triunfo.
Esto importaba una completa subversión de prin-
cipios políticos y de las prácticas constitucionales
y serviría además de norma para lo futuro.
El Presidente de la República desconocía ab-
solutamente la misión que estaba reservada á su
cargo; é introducía con su conducta irregular el
desconcierto en la Administración.
El Poder público, cuya más alta misión es sos-
tener el principio de la ley asegurando á todos
los ciudadanos el libre ejercicio de sus derechos,
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
se anexaba á determinada agrupación, para im-
pedir que los demás pudiesen desenvolverse den-
tro de su legítima esfera de acción.
Esto no había sucedido en 1851, ni en 1852.
Entonces nadie proclamaba su rebeldía.
El Poder al fomentar la fusión, no hacía otra
cosa que ejecutar la expresión de la voluntad na-
cional.
Pero en 1857, trabada la lucha entre los que
ocultaban sus sentimientos atávicos con propó-
sitos insanos y los hombres de la Defensa que
ponían en evidencia su sinceridad, el Poder pú-
blico, en vez de permanecer en la actitud única
que le correspondía, que era contemplar la lucha
hasta tanto alguno salvara el límite de su legítimo
círculo de actividad, lejos de eso, terció en la
contienda, rompiendo así el equilibrio que pu-
diese existir entre las dos fuerzas en lucha.
Á esta conducta incompatible con la paz por
cuanto colocaba á determinada fracción fuera de
la lucha pacífica, se la denominaba política nacio-
nal, con fines de concordia y confraternidad.
Juan Carlos Gómez no podía menos de exas-
perarse ante la actitud de don Gabriel Antonio
Pereyra.
Sin embargo, conociendo la violencia de su ca-
rácter, haciéndose cargo de todas las circunstan-
cias que le rodeaban, temiendo siempre malograr
la evolución, continuó su propaganda salvando de
sus ataques á la persona del Jefe del Estado.
CARLOS ONETO Y VIANA 255
En los primeros días de Septiembre apareció
un manifiesto -programa de carácter netamente fu-
sionista, suscrito por don Anacleto Medina.
Era un nuevo elemento que venía á incorpo-
rarse á la lucha para combatir á los hombres de
la Defensa.
Los directores de la política de fusión no so-
lamente aceptaron con entusiasmo el contin-
gente que recibían, aplaudiendo á dos manos la
actitud del veterano de la Guerra Grande, sino
que concediéronle el honor de presidir las Asam-
bleas que se realizaban entonces.
La incorporación de Medina no significaba en
verdad mucho mientras la lucha se conservara
en el terreno pacífico.
Don Anacleto Medina era una perfecta nulidad.
Hombre ignorante hasta el punto de no saber
leer, sin prestigio, que, por otra parte, jamás había
buscado; sin ninguna otra condición positiva que
la de sus grandes servicios prestados en el ejér-
cito desde la época de la Independencia.
Su carrera militar arrancaba del año 10. En la
batalla del Cerrito alcanzó su primer ascenso, con-
quistado con el valor de que hizo gala en los
momentos terribles en que Rondeau juzgaba todo
perdido.
Las luchas que siguieron contaron siempre con
su concurso leal y decidido.
En la Guerra Grande reveló poseer cualidades
militares, llegando por ellas á ser uno de los
hombres de confianza de Rivera.
256 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Desde la primera invasión del ejército de Ro-
sas hasta Caseros, Medina tomó parte activa en
la lucha.
En 1853 habíase puesto al servicio de Melchor
Pacheco y Obes, y no contribuyó poco al triun-
fo del Gobierno Provisorio sobre la rebelión de
los caudillos oribistas.
El Pacto de la Unión lo envolvió como á tan-
tos otros que siguieron la fe de don Venancio
Flores.
Como soldado, don Anacleto Medina tenía jus-
tos títulos á la consideración del país, pues su
ignorancia, que en ningún caso le enaltece, no
podía sin embargo ser invocada para atenuar sus
merecimientos.
Gran número de guerreros de la independencia
Americana fueron igualmente ignorantes.
Pero el año 1857 don Anacleto Medina deja
de ser el hombre de los campamentos para con-
vertirse en político.
Su firma es la primera en los documentos de
la época, y su nombre es invocado á cada paso
para autorizar la propaganda fusionista.
Suscribe manifiestos, formula programas, preside
Asambleas.
Entiendo que la figuración de las nulidades no
sólo es deprimente para la dignidad nacional, sino
también funesta para el país.
Medina presidía las grandes Asambleas del Par-
tido Nacional, sin darse cuenta de lo que hacía.
CARLOS ONETO Y VIANA 257
Los directores de ia política de fusión, que se
habían convertido en panegiristas del soldado
analfabeto, ocupaban aparentemente puestos se-
cundarios.
Primero Medina, después el doctor don Cándido
Juanicó. Esto constituía una mistificación indigna.
Los conservadores, que no tenían sino despre-
cio para las vulgaridades entronizadas ; que no
eran capaces de cometer la indignidad de dejarse
presidir por un sujeto oscuro, recurrieron á don
Joaquín Suárez, encarnación sublime del civismo
y del sacrificio.
Espectáculo magnífico presenció el país.
Suárez era nuestro Rivadavia, según la expre-
sión feliz de Juan Carlos Gómez.
El venerable patriota, el gran apóstol de la con-
cordia y fraternidad, el fusionista entusiasta del
51, abandonaba el retiro de la vida privada para
ocupar un puesto entre los que defendían los prin-
cipios políticos de toda su vida, amenazados en
aquellos instantes por una combinación infernal.
El patriarca de la Defensa, bueno, noble, ge-
neroso, no podía permanecer impasible ante el
cuadro desolador que ofrecía el país.
En la segunda quincena de Octubre efectuá-
ronse grandes reuniones fusionistas para ultimar
los trabajos relativos á la lucha comicial.
La más importante tuvo lugar en la Sala de la
Universidad, presidida por don Anacleto Medina.
Á ella asistieron don Cándido Juanicó, alma
258 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
del movimiento político de la época; don Antonio
de las Carreras, don Manuel Errázquin, don José
Vázquez Sagastume, don Manuel Basilio Busta-
mante, don Julio C. Pereyra, don Luis Lamas, don
José Gabriel Palomeque y otros.
De allí surgió el Club La Unión que adoptó
por programa el del Excmo. señor Presidente de
la República.
Su fundación fué comunicada oficialmente al
Gobierno, como que éste era el Supremo Director
de la política de fusión.
De la Universidad pasaron á la casa del señor
Pereyra.
Don Cándido Juanicó encargado de hablar á
S. E. formuló breves y sublimes frases, que fue-
ron contestadas con energías y entusiasmos por
el Presidente de la República, que rejuvenecía bajo
el suave influjo de las palabras de unión y frater-
nidad ^ .
Mientras se desarrollaban estos sucesos, la pro-
paganda de El Nacional se hacía más hiriente.
Juan Carlos Gómez extremaba la nota partidaria.
Los hombres del Sitio fundaron el Club de la
Defensa > para oponerse á los avances de la fu-
sión.
El doctor don Fermín Ferreyra y Artigas recibió
el encargo de redactar su programa, que resultó
un reto á la política fusionista.
( 1 ) De La Xacióit, diario oficial.
CARLOS ONETO Y VIANA 259
Terminaba con estas palabras :
Rechazamos solemnemente toda candidatura
que no simbolice la glorificación de la heroica de-
fensa de Montevideo.»
Como si estos hechos no fueran bastantes para
exacerbar las pasiones, caldeando el ambiente po-
lítico hasta hacer imposible la vida en aquellos
momentos, un gravísimo suceso sobrevino que
tuvo la virtud de precipitar los acontecimientos
arrastrando el país al caos y á la guerra civil.
Nos referimos á la celebración del tratado de
Comercio y Navegación firmado en la corte por
don Andrés Lamas, nuestro Plenipotenciario en
Río.
260 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
VII
La historia de nuestros tratados con el Brasil
constituye una buena parte de la historia de nues-
tras desgracias.
Nuestra anarquía, nuestra debilidad y eternas dis-
cordias en unos casos; la dura ley de la necesidad
en otros; las torpezas de nuestros hombres pú-
blicos en algunos; las grandes claudicaciones á
veces, y la habilidad de la diplomacia imperial
siempre, han venido imponiendo á la República
pactos onerosos, contrarios á su dignidad é inte-
reses y atentatorios á su integridad territorial.
Estos países heredaron de la metrópoli el viejo
litigio relativo á sus límites.
La diplomacia lusitana había logrado engañar
siempre al Gabinete de Madrid, y lo que las ar-
mas españolas ganaban oponiéndose á los avan-
CARLOS ONETO Y VIANA 261
ees injustificados de Portugal, las convenciones
celebradas en la Península se encargaban de anu-
lar.
Los tratados de San Ildefonso efectuados en
1777, entre el Conde de Florida Blanca y don
Francisco Inocencio de Souza Coutinho para ex-
tinguir las desavenencias habidas por el espacio
de casi tres siglos, entre las Coronas de España y
Portugal y sus respectivos vasallos, sobre límites
de sus dominios > dejaron resuelto, convenido y
ajustado el tratado que serviría de base y funda-
mento al definitivo de límites ^^ . >
Sus cláusulas más importantes, por lo que á nos-
otros respecta, eran las siguientes:
Artículo 3.« .... los dos Altos Contratantes,
por el bien recíproco de ambas naciones y para
asegurar una paz perpetua entre las dos, convie-
nen:
« . . . . que la navegación del Río de la Plata y
el Uruguay y los terrenos de sus dos bandas sep-
tentrional y meridional pertenezcan privativamente
á la Corona de España y á sus subditos, hasta
donde desemboca en el mismo Uruguay por su
ribera Occidental, el río Pequirí ó Pepirí Guazú — »
Por esta cláusula vendría á ser dominio de Es-
paña el territorio comprendido entre el Cuareim
( 1 ) Preámbulo del tratado de S. Ildefonso, celebrado el 1.» de
Octubre de 1777. — Calvo: «Colección de tratados de la América
Latina»; tomo iii, pág. 131.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
y el Ibicuy y desde éste hasta el Pequirí-Guazú.
Por tanto, entraban todas las Misiones.
Respecto á los territorios del Nordeste, decla-
raba:
< Artículo 5.0 .... quedarán reservadas entre los
dominios de una y otra Corona las lagunas de
Merín y de Manguera y las lenguas de tierra que
medien entre ellas y la costa del mar, sin que nin-
guna de las dos naciones las ocupe, sirviendo sólo
de separación .... ^ ' • >
En cuanto á la navegación de las aguas fluvia-
les limítrofes, en previsión de cualquier conflicto,
se estableció claramente, con arreglo á los prin-
cipios más racionales del Derecho Público, la co-
munidad:
< Artículo 3.0 La navegación de los ríos por donde
pasare la frontera ó raya será común á las dos
naciones hasta aquel punto en que pertenecieren á
entrambas sus dos orillas; y quedará privativa
dicha navegación y uso de los ríos á aquella na-
ción á quien pertenecieran privativamente sus dos
riberas, desde el punto en que principiare su per-
tenencia; de modo que en todo ó en parte será co-
mún ó privativa la navegación según lo fueren las
riberas ú orillas del río ....
Se declaró además, como para dejar bien esta-
blecido el dominio territorial de cada cual en la
región nordeste, que - la pertenencia de España
(1) Carlos Calvo: «Colecciónele los tratados déla América
Latina»; tomo iii, pág. 137.
CARLOS ONETO Y VIANA
se extendería hasta la línea divisoria que se for-
mará principiando por la parte del mar en el
arroyo del Chuy y fuerte de San Miguel inclu-
sive, siguiendo las orillas de la laguna Merín á
tomar las cabeceras y vertientes del Río Negro,
las cuales, como todas las demás de los ríos que
van á desembocar á los referidos del Plata y Uru-
guay hasta la entrada en este último de dicho
Pepirí-Guazú- quedando privativo á la Corona
de España con todos los territorios que posee y
que comprenden aquellos países... i
Estos límites asignaban á nuestro país próxi-
mamente 4000 leguas cuadradas más de lo que
es nuestra superficie actual.
Comisarios que se nombrarían especialmente
al efecto, establecerían los demás detalles y pun-
tos ciertos de separación.
Aunque los portugueses se contuvieron des-
pués durante varios años, volvieron al concluir
el siglo xviii á invadir, no ya los territorios de
España, pero sí la zona neutral de la frontera 2;.
En 1801 se produjo la ruptura de relaciones
entre España y Portugal, á la que siguieron gra-
vísimos sucesos.
Conocidos que fueron éstos en América, el
Gobernador de Río Grande sin aguardar instruc-
ciones del Virrey del Brasil y persiguiendo su
plan de avance en nuestras fronteras, declaró en
(1) Calvo, obra citada tomo ni, págs. 136 y 137.
(2) Véase Berra: «Bosquejo de Historia del Uruguay», píig. US.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
una proclama rotas las hostilidades contra los
españoles, ofreciendo perdón á los desertores que
volvieran al servicio, y moviendo dos cuerpos de
tropas sobre nuestro territorio.
La primera posesión que cayó en manos de
los portugueses fué el fuerte del Chuy, sorpren-
dido y saqueado sin pérdida de un solo hombre.
Luego fué entrado el Yaguarón, cuyas fortalezas
arrasaron y demolieron.
Después, toda la línea del Yacuy hasta Santa
Tecla quedó en poder de ellos i . >
V Mandó ocupar el territorio de las Misiones
con tropas organizadas y orden de sostener el
puesto á todo trance (-').
Llegaron hasta el Cuareim.
Así que tuvo conocimiento de estos hechos
el Virrey del Río de la Plata movilizó su ejér-
cito, que se puso en marcha hacia los invaso-
res.
Pocos meses después de iniciada la guerra, el
6 de Junio del año 1801, se celebró en la Penín-
sula la paz.
Entonces la autoridad portuguesa solicitó como
señal de acatamiento á io que habían las dos Co-
ronas pactado la cesación de las hostilidades.
Don Joaquín del Pino, antiguo Gobernador
(1) Bauza, lomo ii, pág. 3.14, € Historia de la Dominación Es-
pañola ».
(2) Bauza, lomo iii, pág. 356, ♦ Historia de la Doininación Es-
pañola ».
CARLOS ONETO Y VIANA 265
de Montevideo, que regía entonces el Virreinato,
accedió á la solicitud, 5/// pedir previamente la en-
trega de los pueblos de las Misiones que el ene-
migo tenía usurpados.
Esta resolución fué un error tan indisculpa-
ble como funesto (D.»
Más tarde se reclamó la devolución, pero sin re-
sultados.
Los lusitanos alegaron que el tratado no les
obligaba á abandonar /<75 tierras conquistadas - . >
Esto era absurdo. Mal podía ocuparse de ese
asunto la paz de Badajoz, cuando no reglaba
nada respecto á los límites de estos países que ha-
bían sido definitivamente consagrados en los tra-
tados de San Ildefonso.
La autoridad portuguesa entretuvo una larga
negociación sobre este tópico, excusándose con
efugios y supercherías, y al fin el Virrey del Bra-
sil contestó rotundamente que el silencio del
tratado celebrado entre las dos Coronas sobre la
restitución que se le pedía, le obligaba á no pro-
ceder en el asunto sin especial mandato de su
Corte ^^K»'
Así perdimos las Misiones.
De ahí arranca, ó mejor dicho, tiene su origen
el uti possidetis, que después con el correr de
los años la diplomacia imperial había de invocar
íl) Bauza, obra citada, tomo ii, pág. 337.
(2) Berra, obra citada, pág. 153.
(3) Bauza, obra citada, tomo ii, pág. 358.
266 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
para imponernos el cercenamiento de nuestro te-
rritorio.
< Todavía en 1804 se estipuló en un tratado
celebrado entre ambas Coronas la devolución de
las Misiones al dominio español, debiendo éste
restituir Olivenza al de Portugal, pero no se llevó
á efecto ' ^ \
Con todo, los portugueses, si bien continuaron
atribuyéndose dominio, en rigor no lo hacían
sentir, pues las tenían en estado de completo
abandono.
En 1812, el Mariscal Tomás de Souza destacó
allí al Marqués de Alégrete y al Brigadier Cha-
gas, que entraron cometiendo toda clase de tro-
pelías incendiando y destruyendo las poblacio-
nes r-'i.
Entonces Artigas — que no tenía por qué reco-
nocer la soberanía de Portugal en aquellas re-
giones—ordenó á don Fernando Otorguez que
con una división de 800 hombres desalojara á
los invasores.
Otorguez, en cumplimiento de la misión reci-
bida, libró varios combates: el primero en Santo
Tomé, el segundo en Yapeyíí y el tercero en La
Cruz.
La torpeza del jefe artiguista y la mala orga-
nización de sus fuerzas, dieron por resultado su
completa derrota.
(1 ) Isidoro DeMan'a: c Historia de la República », lomo ii, pág:. 6.
(2) Bauza; «Historia de la Dominación Espaí^ola », tomo ni,
pág. 66.
CARLOS ONETO Y VIANA 267
El 26 de Mayo de 1812 se concluyó en Bue-
nos Aires un armisticio entre la Junta de Go-
bierno y el Príncipe Regente de Portugal, y en
su artículo 3p se establecía < que los generales
de ambos ejércitos darían las órdenes necesarias
para retirar las tropas de su mando dentro de los
límites de los Estados respectivos : i .
Á la línea del Yaguarón y del Cuareim se
retiró el general portugués á consecuencia del
pacto - .
Estos hechos consolidaron el dominio de Por-
tugal.
Sin embargo, de tal modo estaba en la con-
ciencia del país la ilegitimidad de aquella pose-
sión, que en las famosas instrucciones que se
dieron á los representantes de la Provincia Oriental
que fueron enviados á Buenos Aires el año 13
á tomar asiento en la Asamblea Constituyente,
estaba incluida la que sigue:
El territorio que ocupan estos pueblos desde
la costa Oriental del Uruguay hasta la fortaleza
de Santa Teresa, formará una sola Provincia, de-
nominada Provincia Orienta/; y los siete pueblos
de las Misiones, los de Batoví, Santa Tecla, etc.,
que hoy ocupan los portugueses y queá su tiempo
deben reclamarse, serán en iodo tiempo territo-
rio de esta Provincia (S). *
f 1 '; Bauza, obra citada, tomo iii, pág. 74.
''2} El ejército lusitano invadió nuestro territorio en combina-
ción con los realistas para auxiliar al poder español encerrado en
Montevideo.
(3) «.\rtig-as», por Carlos María Ramírez, pág. 1.
26S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
En 1817, don Juan Vi, Rey de Portugal, hace in-
vadir el país con su ejército para la conquista.
Derrotado Artigas y expulsado, la cuestión de
límites quedó en el mismo estado que antes de
la revolución.
Lecor, jefe de la expedición, no quiso desde
el primer momento de su entrada á Montevideo
hacer ostensibles sus propósitos absorbentes.
Desplegó sus habilidades de experto cortesano
para sojuzgar todas las voluntades; y aprovechán-
dose de la descomposición de la época, no tardó
en lograr el triunfo completo de sus planes.
Con la complicidad criminal del Cabildo, del
que formaban parte distinguidos ciudadanos como
don Juan Francisco Giró, don Lorenzo Justiniano
Pérez, don Juan José Duran, don Francisco J.
Muñoz, don Juan Benito Blanco, trajo los límites
de la Provincia Oriental hasta el Arapey.
La conducta de los cabildantes constituye una
de las grandes infamias que registra la historia
nacional.
Era necesaria la construcción de un faro en
la Isla de Flores que previniese los naufragios de
las embarcaciones que vinieran con rumbo á Mon-
tevideo.
Un siniestro ocurrido en el Banco Inglés, que
costó la vida á más de 50 personas, impresionó
hondamente á la población.
El Barón de la Laguna se hizo proponer en-
tonces por el Cabildo que las autoridades por-
CARLOS ONETO Y VIANA . 269
tuguesas tomasen á su cargo la construcción de
la grande obra del fanal y en retribución de
las expensas que originara, se le concedía esa
extensa zona de territorio.
Lecor se apresuró á aceptar la proposición para
demostrar los sentimientos que le animaban.
El 30 de Enero de 181Q se firmó el acta por
la cual la más grande de las claudicaciones de
la época imponía al país un nuevo desmembra-
miento.
El artículo l.o referente á límites, estaba redac-
tado en esta forma:
< Se trazaría una línea por el Oeste de los fuer-
tes de Santa Teresa y San Miguel, por la mar-
gen occidental del río Yaguarón, la laguna Merín
y el arroyo Arapey hasta su afluencia en el Uru-
guay. Se agregarían los dichos fuertes y terrenos
al norte del Arapey á la Capitanía de San Pedro
de Río Grande (i;.
Comisarios especiales nombrados al efecto por
el Cabildo y el Gobierno de la Capitanía de San
Pedro se encargarían del trazado de esas líneas
divisorias.
Se convino que la mencionada acta se mantu-
viera en riguroso secreto.
No está de más decir que el Cabildo no podía
legítimamente ceder territorios ni tomar ninguna
(l) En esa forma está redactada la proposición hecha á Le-
cor. Así quedó en el Acta, pues la aceptación se hizo en ella
misma.
270 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
otra medida semejante con arreglo á las reglas
y leyes de su institución.
Una vez entrados en el terreno de las conce-
siones "^^'los personajes conspicuos de la época
se esforzaron por complacer más y más á Lecor.
Cuando éste juzgó que ninguna resistencia po-
dría levantarse contra los propósitos de don Juan
VI, convocó el llamado Congreso de la Cispla-
tina, que debía resolver soberanamente sobre nues-
tros destinos.
Del Congreso surgió el proyecto de la ane-
xión, otra gran claudicación de aquellos tiempos '•-\
Reunidos el 31 de Julio de 1821, el Congreso,
representante de los pueblos y el barón de la La-
guna, representante del rey, acordóse ; que la Pro-
vincia Oriental del Uruguay se incorporaba al
Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves, con
la condición de que su territorio debería consi-
derarse un Estado distinto de los otros, bajo el
nombre de Cisplatino . . . ■>
En el acta de incorporación no se daba por lí-
mite al norte el Arapey, como debía ser por el
acta de Enero 30 de 1819.
< Portugal mismo, convencido de la monstruo-
(1) Don Juan Francisco G''ró y don Lorenzo .lustiniano Pérez
habían estado ya. en Río Janeiro para pedir en nombre del Cabildo
la incorporación de la Provincia al Brasil.
<2) Tenían asiento en el Congreso don Dámaso Larrañaga, que
fué uno de los más entusiastas partidarios de la incorporación,
don Fructuoso Rivera, don Francisco Llambí, don Juan José Du-
ran, don Alejandro Chucarro, etc.
CARLOS ONETO Y VIANA
sidad que encerraba aquel acuerdo, toleró que la
Provincia Oriental se anexara con los límites que
se expresan en el acta de incorporación de 1821 ' .>
Fué con motivo de este desprendimiento del
soberano don Juan VI que se hizo pública la in-
famia cometida por el Cabildo en 181Q.
El Congreso de la Provincia Cisplatina acordó
la anexión con los límites siguientes: el Océano,
el Río de la Plata, el Uruguay, el Cuareim, la Cu-
chilla de Santa Ana, el Tacuarembó Grande, el
Yaguarón, la Laguna Merín, el San Miguel y el
Chuy. Vale decir los que actualmente tenemos -.»
Transcurren algunos años.
En 1825 se produce la Cruzada de los Treinta
y Tres.
La Asamblea de la Florida declara írritos, nu-
los y de ningún valor para siempre todos los
actos de incorporación, reconocimientos, aclama-
ciones y juramentos arrancados á los pueblos de
la Provincia Oriental por la violencia de la fuerza
unida á la perfidia de los intrusos poderes de
Portugal y el Brasil, que habían hollado y usur-
pado sus inalienables derechos. >
Declara además: Queda la Provincia Oriental
del Río de la Plata unida á las demás de este nom-
bre en el territorio de Sud- América, por ser la
libre y espontánea voluntad de los pueblos que
la componen.
(1) Juan Manuel de la Sota: . Cuestiones de Límites», página 11.
(2) Tesis del doctor Rupeito Pérez Martínez, página 32.
272 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Estas declaraciones dejaban anulada el acta del
31 de Julio de 1821, que jamás tuvo valor ante la
conciencia del país.
El 25 de Octubre del mismo año 1825, el Con-
greso Constituyente reunido en Buenos Aires,
adoptando el temperamento propuesto por una
Comisión especial resuelve,
< Á nombre de los pueblos que representa:
< 1.0 Que de conformidad con el voto uniforme
de las Provincias del Estado y con el que delibe-
radamente ha producido la Provincia Oriental por
el órgano de sus legítimos representantes en la
ley de 25 de Agosto de 1825, se reconoce de he-
cho incorporada á la República de las Provincias
Unidas del Río de la Plata á que de derecho ha
pertenecido y quiere pertenecer;
< 2.0 .... en consecuencia el Gobierno encar-
gado del Poder Ejecutivo Nacional, proveerá á su
defensa y segundad. »
Mas, á todo esto, ¿con qué límites se incorpo-
raba la Provincia Oriental?
Ni la Asamblea de la Florida, ni el Congreso
Constituyente de las Provincias Unidas se ocu-
paron del punto.
Sin embargo, no podía existir otra solución ra-
cional sino la que ofrecen las cláusulas del tra-
tado de San Ildefonso, el último celebrado entre
España y Portugal, estableciendo de modo defi-
nitivo la separación de sus dominios.
CARLOS ONETO Y VIANA 273
Tal era, además, el pensamiento unánime del país,
manifestado en repetidas ocasiones.
La empresa de los patriotas triunfó en Rincón
y en Sarandí; y, en tanto que el ejército republi-
cano salvaba la frontera en busca del Marqués de
Barbacena, Rivera, escapando á la vigilancia del
Gobierno de Buenos Aires desembarca en Soriano,
reúne unos cuantos centenares de soldados, y,
venciendo dificultades de todo -orden, desdeñando
batirse con Oribe, que le sale al paso, atraviesa
el Cuareim, cruza el Ibicuy y penetra audazmente
en las Misiones.
Su campaña, hecha sin recursos oficiales, pura-
mente con los elementos que recoge al paso, prueba
una vez más cuál era el pensamiento popular.
Comprendiendo la importancia que tenía á los
efectos de la paz la reconquista de aquellas vas-
tas regiones usurpadas á la Provincia Oriental, se
apresuró Rivera á despachar emisarios á Buenos
Aires, los mismos que encontrados por Oribe
fueron inmediatamente pasados por las armas.
En Buenos Aires, desde la Cruzada de los
Treinta y Tres á la fecha de la empresa de Rivera,
se habían producido serios trastornos que habían
de dificultar desfavorablemente el desarrollo de los
sucesos.
Don Bernardino Rivadavia, que había sabido re-
chazar dignamente la convención suscrita en el
Janeiro por don Manuel José García, se dispo-
nía á imprimir una marcha regular y enérgica á
13
274 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
la guerra, cuando la producción de graves acon-
tecimientos se lo impidieron.
La reacción criminal del caudillaje de las pro-
vincias amenazaba lanzar el país á la guerra civil,
en los momentos supremos en que los ejércitos
nacionales se batían lejos de la patria con los
escuadrones del Imperio.
Rivadavia comprendió que su persona era un
obstáculo insalvable y abandonó abnegadamente
el Poder.
El ilustre estadista no podía consentir que las
montoneras provincianas y los caudillejos de la
Pampa tuvieran ingerencia en la dirección de los
negocios públicos.
Don Manuel Dorrego sucedióle en el Gobierno
en carácter de Gobernador de la Provincia de
Buenos Aires, pero como Encargado de las Rela-
ciones Exteriores de las Provincias Unidas.
Dorrego juzgó indispensable ante todo resol-
ver los grandes problemas internos que presen-
taba el país.
Para eso se debía poner término á la guerra,
pues si bien las armas republicanas se encontra-
ban triunfantes, la perspectiva que ofrecía el fu-
turo no era nada halagadora.
La República se encontraba pobre, aniquilada,
sin créditos, imposibilitada de reunir más contin-
gentes bélicos.
El Imperio, si bien derrotado en varios comba-
CARLOS ONETO Y VIANA 275
tes, contaba con recursos poderosos, tanto en di-
nero como en soldados.
En consecuencia Dorrego dio plenos poderes
á los Generales don Tomás Guido y don Juan
Ramón Balcarce, los que se embarcaron para el
Janeiro con el fin de proponer la paz.
En la Corte, las ideas predominantes estaban
por la continuación de la guerra, á no ser que
el nuevo tratado tuviera por base la conservación
de la Cisplatina como parte integrante del Brasil.
La reconquista de las Misiones alarmó á don
Pedro I.
Se dijo además que e! propósito de Rivera,
de acuerdo con Dorrego, era internarse en el Im-
perio.
Estos hechos, unidos á las condiciones venta-
josas en que los Plenipotenciarios de las Provin-
cias Unidas ofrecían la paz, indujeron al Go-
bierno Imperial á entrar en el terreno de las nego-
ciaciones.
El mes de Agosto se pasó en conferencias y
deliberaciones.
El día 27 se firmó la Convención entre los Re-
presentantes de los dos Gobiernos.
El artículo 1." después de largos debates, quedó
redactado así:
- S. M. el Emperador del Brasil declara á la
Provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina,
separada del territorio del Imperio del Brasil, para
que pueda constituirse en Estado libre é indepen-
276 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
diente de toda y cualquier nación, bajo la forma
de Gobierno que juzgare conveniente á sus in-
tereses, necesidades y recursos.
Y el artículo 2.o, corroborando el anterior, de-
claraba :
< El Gobierno de la República de las Provin-
cias Unidas concuerda en declarar por su parte
la Independencia de la Provincia de Montevideo,
hoy Cisplaiina, y en que se constituya en Estado
libre é independiente en la forma declarada en el
artículo precedente.
Esta Convención anulaba no sólo el acta del
25 de Agosto, por la cual la Asamblea de la Flo-
rida declaró la incorporación de la Provincia
Oriental < á las demás de este nombre en el terri-
torio de Sud- América, por ser la libre y espon-
tánea voluntad de los pueblos ^ sino que anuló
también la ley del 25 de Octubre de 1825, dic-
tada por el Congreso Constituyente reunido en
Buenos Aires, que reconocía á la Provincia Orien-
tal <: de hecho incorporada á la República de las
Provincias Unidas del Río de la Plata á que de
derecho había pertenecido.
En cuanto á límites del nuevo Estado, la Con-
vención del 28 guardaba igual silencio que el acta
de la Florida y la ley de incorporación del 25 de
Octubre.
Los Plenipotenciarios de las Provincias Unidas
fueron víctimas de la habilidad de la diplomacia
imperial, pues nada más elemental que establecer
CARLOS ONETO Y VIANA 277
los límites que debe tener un país dado á la vida
independiente.
Era además cuestión vital poner término de una
vez á la antigua disputa sobre dominios que ve-
nía dando origen á conflictos frecuentes; y nin-
guna ocasión más favorable que la ocurrente.
Hasta ofrecía grandes probabilidades de fácil
arreglo la circunstancia de ser aquél un Pacto rea-
lizado con el fin de impedir la continuación de
una guerra que á ninguno de los dos países con-
venía.
Anuladas por el tratado de Paz las declaracio-
nes de la Florida y la ley del 25 de Octubre —
¿qué quedaba como última estipulación sobre lí-
mites?—El acta de incorporación á Portugal, Bra-
sil y Algarves, que nos denominó Provincia Cis-
platina y nos dio por límites al Norte, el Cua-
reim, la Cuchilla de Santa Ana, el Tacuarembó
Grande, el Yaguarón y la laguna Merín.
Los delegados argentinos suscribieron sin es-
crúpulos aquel pacto leonino, en el cual, en vez
de establecerse los límites que á la Provincia Orien-
tal había dado el tratado de San Ildefonso — el úl-
timo celebrado entre España y Portugal— en los dos
primeros artículos, los que declaraban nuestra In-
dependencia, se usaba del nombre que nos dio
el Congreso cercenador de 1821: de Provincia
Cisplatina !
¿Tenía valor esa Convención por lo que res-
pecta á ía sanción de nuestro desmembramiento?
—Indudablemente.
278 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El tratado de 1828 fué ratificado, y, por -tanto,
convertido en ley.
El Gobierno de Buenos Aires — que era el en-
cargado de las Relaciones Exteriores de las Pro-
vincias Unidas — podía celebrarlo.
Esto ni es discutible.
Cierto es también que no podía ignorar el Go-
bierno de las Provincias Unidas cuáles eran los
límites asignados á la Provincia Cisplatina por el
acta de 1821.
Además, si en favor de las declaraciones de
los patriotas en 1825, puede invocarse la circuns-
tancia de no haber tenido jamás valor ante la con-
ciencia del país el acta del 21, ese hecho no puede
ser invocado para desconocer la fuerza de la Con-
vención del 28.
Ni siquiera los plenipotenciarios argentinos en
las varias conferencias que tuvieron con los re-
presentantes del Gobierno Imperial invocaron una
sola vez los antecedentes de la solución dada por
e! Congreso de 1821.
Y el hecho de aceptar el nombre de la Cis-
platina importaba la aceptación tácita de la obra
de aquel Congreso, y, por tanto, de los límites por
él asignados á la Provincia.
No es esto sólo.
Muy pronto el Gobierno de Buenos Aires dio
á conocer lo que pensaba respecto al alcance de
la Convención del 27 de Agosto, en cuanto á lí-
mites.
CARLOS ONETO Y VIANA 279
El Gobernador Dorrego mandó al General don
Hilarión de la Quintana á las Misiones, de en-
viado cerca de Rivera.
Se ordenaba á éste que abandonara el terreno
reconquistado, en vista de haberse firmado la paz
con el Imperio.
Rivera sorprendióse de la actitud del Gobierno
de Buenos Aires, que esterilizaba de manera tan
insólita su victoria, en vez de aprovecharse de
ella para obtener una paz honrosa.
Buscó una forma que disimulara su desobe-
diencia á la orden de que era portador el General
Quintana.
Concluyó por manifestar á éste que no se con-
sideraba obligado á obedecer al Gobernador Do-
rrego, por cuanto habiendo la Convención de Paz
declarado la independencia Oriental, él sólo estaba
en el caso de acatar á sus autoridades.
Y resolvió establecer una colonia en las pro-
ximidades del río Ibicuy, con los mismos habi-
tantes de las Misiones y ganados que había arras-
trado, cuando se le presentó el Brigadier del Impe-
rio don Sebastián Barreto, intimándole, en nombre
de su Gobierno, que diese soltura á las haciendas
que conducía y abandonara inmediatamente el
territorio brasilero.
El Brigadier imperial declaró que efectuada la
paz, juzgaba una agresión la permanencia de Ri-
vera en aquellos parajes.
El jefe del Imperio pretendía que los límites
280 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
verdaderos de la Provincia, según los últimos con-
venios estaban en el Arapey.
Rivera invocando tratados ajustados entre Es-
paña y Portugal, opinaba que el verdadero límite
al Norte era el Ibicuy.
Ni el uno ni el otro estaban en lo cierto.
Lo que no podía ignorar Rivera — que había te-
nido asiento en el Congreso de 1821 era que la
Cisplafina estaba limitada al Norte por el río Cua-
reim.
El jefe imperial se disponía á resolver con las
armas el conflicto.
Al fin optóse por someter el punto al fallo de
arbitros.
El reconquistador de las Misiones nombró al
coronel argentino Trole, uno de los jefes que
le habían sido enviados por Dorrego cuando llegó
á Buenos Aires la noticia del resultado de la cam-
paña.
El General del Imperio nombró al coronel Ro-
dríguez Barboza, de su Estado Mayor.
Firmaron éstos un tratado aci referendum — dL\)xo-
bado después por sus respectivos jefes — por el
cual se establecía que la línea divisoria justa se-
ría el Cuareim, término medio entre el ibicuy y
el Arapey.
¡Curiosa manera de resolver una cuestión de lí-
mites!
Rivera vadeó entonces el Cuareim.
Entretanto formóse en la República el Gobierno
CARLOS ONETO Y VIANA 281
nacional, pero el asunto de límites quedó tal como
estaba.
La maldita guerra civil hizo su aparición.
Ni siquiera el primer período presidencial se
vivió en paz.
Y lo peor es que la anarquía se encargó de
envolver al país en funestas complicaciones inter-
nacionales.
No habían transcurrido muchos años del na-
cimiento de la República á la vida independiente,
cuando los mismos que por el Tratado Prelimi-
nar de Paz de 1828 estaban llamados á defender
su independencia y consolidación política pusie-
ron en juego los medios para destruirla.
El uno fué Rosas, representante de la Confe-
deración Argentina, enviando á don Manuel Oribe
á luchar contra su patria.
El otro fué don Pedro 11, Emperador del Bra-
sil, desconociendo á la República Oriental dere-
chos de navegación en la laguna Merín ' y
en el río Yaguarón.
Hemos dicho ya que el tratado de San Ilde-
fonso estableció con toda precisión la comuni-
dad en la navegación de las aguas por donde pa-
sare la frontera ó raya común.
Estableció además que sería privativa dicíia na-
vegación y uso de los ríos á aquella nación á quien
(1) Del doctor don Alberto Palomeque. Tesis «La Laguna Jle-
rín», presentada en Buenos Aires en el año 1874.
282 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
pertenecieran privativamente sus dos riberas desde
el punto en que principiare su pertenencia.
Dijimos que la comunidad de que habla la pri-
mera parte del artículo 3.'^ del tratado es la regla
más avanzada de Derecho Público.
Lo que ya se reconocía entonces, constituye
hoy un principio inconcuso.
No significa otra cosa que un atentado la ex-
clusión de un país en la navegación de las aguas
que bañan sus costas.
La 2.a parte del artículo 3." puede muy bien jus-
tificarse, teniendo en cuenta las ¡deas predominan-
tes en el siglo xviii.
En la actualidad sería un tanto absurda.
Solamente por la confusión del concepto de
propiedad de las aguas de los ríos con el de na-
vegación de los mismos, puede explicarse ' ' .
La propiedad de las aguas de un río cuyas dos
riberas pertenecen privativamente á un Estado
desde su nacimiento hasta su desembocadura, in-
discutiblemente es de ese Estado - .
Su navegación, sin embargo, debe ser libre para
todas las naciones, salvo que medien motivos espe-
ciales que pongan en peligro la seguridad del país
propietario.
Tratándose de ríos que atraviesan varios países,
(1) Véase Pradier Foderé : «Cours de Droil International Pu-
blic », tomo II, pág. 2-4.
(2) \'éase Pradier Federé: « Droit International F'ublic •, tomo
II, pSg. 303.
CARLOS ONETO Y VIANA 233
sería atentatorio invocar la propiedad de las aguas
en determinada extensión, para impedir la nave-
gación por la misma.
Con tal medida podría dejarse enclavado un país
que no tuviera más vías de comunicación con las
demás naciones ' .
Ahora bien : según el Acta de incorporación
de 1821, la Cisplatina quedaba separada de Río
Grande por el Cuareim, el Yaguarón y la laguna
Merín, además de las líneas divisorias territoriales.
Declarada la independencia de la Cisplatina, esos
mismos eran sus límites.
Nada absolutamente se estableció respecto á la
navegación del Yaguarón y la laguna Merín.
De modo que venía á ser perfectamente común,
como lo son todas las fronteras; principio ya re-
conocido en la época que se celebró el tratado
de San Ildefonso.
El Imperio tuvo embarcaciones que navegaron
constantemente en esas aguas.
La República no pudo hacer lo mismo, por mo-
tivos varios.
Ese abandono había de servir de origen á una
usurpación odiosa.
La Guerra Grande vino á completar la obra.
El Imperio mantenía cordiales relaciones con
don Juan Manuel de Rosas.
Llegóse á celebrar en la Corte un tratado de
(1; \'éase Pradier Federé: « Droit International Public», tomo
11, pág. 30Ci.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
alianza firmado por don Tomás Guido, Plenipo-
tenciario de la Confederación y don Honorio
Hermeto Carneiro Leáo, Ministro de Negocios
Extranjeros y Presidente del Consejo de S. M. I.
que tenía por fin conseguir la expulsión de Ri-
vera de estos países ^ ^ '.
El Gobierno Imperial estaba interesado en esa
expulsión, porque Rivera mantenía estrechas rela-
ciones con los principales jefes del movimiento
separatista de Río Grande.
Hasta contó el ejército republicano riograndense
con elementos riveristas.
Por manera que, aliados los Gobiernos de Bue-
nos Aires y el Imperial contra la causa de Mon-
tevideo, mal podía dirigirse la República á las
partes contratantes de la Convención de 1828, re-
clamando sus derechos.
Las cosas así hubieran seguido indefinidamente
(1) Los dos primeros artículos, que fueron propuestos por el
Plenipotenciario de Rosas, estaban redactados en esta forma cu-
riosa :
«Artículo 1.° El Gobierno encargado délas Relaciones Exterio-
res de la Confederación Argentina y S. M. I. declaran la existen-
cia del caudillo Fructuoso Rivera, en cualquier parte de la Re-
pública Oriental del Uruguay, con autoridad, ó sin ella, incompa-
tible con la tranquilidad é independencia de ese país y con la paz
é integridad de la Confederación Argentina (!) y del Imperio del
Brasil (! !).
« Art. 2.° Ambas Altas Partes Contratantes se comprometen á
promover la inmediata expulsión del caudillo Fructuoso Rivera y
el desarme de todas las fuerzas que le obedecen ; y convienen en
no admitir al expresado caudillo dentro de sus respectivas juris-
dicciones, ni en clase de asilado, en cuanto por ulteriores ajustes
no se levantare tal prohibición. »
CARLOS ONETO Y VIANA 285
si no fuera que Rosas por motivos especiales — que
no son del caso consignar — negóse á ratificar
el tratado celebrado por su representante, infi-
riendo de este modo una grave ofensa al imperio.
El Gobierno de la Defensa que se encontraba
en situación por demás precaria, sin dinero, sin
crédito, sin elementos bélicos, teniendo por de-
lante la perspectiva pavorosa del triunfo de Oribe,
trató entonces de ganar la amistad del Gobierno
Imperial.
Juzgó, sin embargo, que debía ante todo cele-
brar un arreglo definitivo de límites que previ-
niese todo conflicto ulterior, poniendo término de
una vez á la vieja querella de fronteras.
Á ese efecto, expidió los poderes correspon-
dientes á su Ministro en la Corte, doctor don Fran-
cisco Magariños.
El doctor don Santiago Vázquez, estadista ilus-
tre que honró á la República con su talento, su
carácter y su civismo, Ministro de Relaciones Exte-
riores, redactó las instrucciones que se manda-
ron al Janeiro á nuestro Plenipotenciario.
Entre otras estaba la que sigue:
' Art. 4.0 Cuidará de estipular explícitamente
el dominio y uso común de las aguas de la la-
guna Merin en la parte que su costa sirve de lí-
mites y del Yaguarón y Cuareim en toda su ex-
tensión ■^.»
í\) Mateo Magariños Cervantes. Folleto: «Conversaciones fami-
liares sobre historia >.
286 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUPVA
En cuanto á las demás líneas divisorias, el Go-
bierno de Montevideo declaraba al Imperio que
la República quedaría definitivamente con los lí-
mites actuales.
Don Santiago Vázquez, espíritu práctico, que
no soñaba con reconquistas imposibles, aceptaba
los hechos tal como se habían producido, con-
formándose con que las ambiciones imperiales
respetaran los límites que teníamos desde que en-
tró el país á la vida independiente. Y tratando
de sacar partido en favor de la plaza sitiada, ex-
hausta de recursos en frente de un enemigo po-
deroso, pedía al Gobierno Imperial por los dere-
chos que pudiese tener la República á más te-
rritorio, la cantidad de 1.000.000 de pesos oro.
Don Francisco Magariños tan pronto dio los
primeros pasos que facilitaran la ocasión para
cumplir su delicado cometido, convencióse de la
mala voluntad de los políticos del Imperio.
Estos seguían alimentando esperanzas de ex-
pansión territorial de un país que contaba con
8:000.000 de kilómetros cuadrados.
El Ministro del Imperio don Ernesto Ferreyra
Franqa viendo la situación desgraciada del Go-
bierno de Montevideo, cometió la indignidad de
proponer que se trajera la línea de separación al
Norte hasta el Arapey y por el Este hasta el
arroyo de San Carlos, quedándose así el Impe-
rio con los Departamentos actuales de Artigas,
Rivera, Cerro Largo, Treinta y Tres y Rocha.
CARLOS ONETO Y VIANA 2S7
Ofrecía en cambio de esa vasta zona 1200 con-
tos de reís (600.000 pesos).
Los hombres de la Defensa prefirieron correr
el riesgo de caer bajo la cuchilla de Rosas antes
que suscribir tal ignominia.
Un hecho sobreviniente puso en evidencia el
fracaso de la misión Magariños.
El 14 de Agosto de 1845 don Manuel Oribe
expidió un decreto habilitando puertos en la la-
guna Merín y en algunos otros puntos fronte-
rizos.
La Legación de la República en la Corte so-
licitó del Gobierno Imperial que desconociese esa
habilitación por ser hecha por poder incompe-
tente, y con ese motivo, aventuró la idea de la
comunidad de aquellas aguas.
El Gobierno Imperial rehusó en efecto reco-
nocer los puertos habilitados por don Manuel
Oribe; pero lo rehusó fundado en que las aguas
y todos los puertos de la laguna Merín pertene-
cían exclusivamente al Brasil i ;. ?
Esto era una monstruosidad.
Ningún principio, ningún antecedente, ningún
tratado podía invocar el Gabinete del Imperio.
Nada más absurdo que negar á un país dere-
chos de navegación sobre las aguas que bañan
sus costas.
La laguna Merín --en el supuesto de que fuera
(1) De ilon Andics Lamas, ^Memoria Xin Re\es, páfr. -69; años
iaT6-58.
28S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
el límite justo de la República — tal como lo había
asignado el Acta de 1821, estaría exactamente en
igual caso que el Uruguay y el Cuareim.
Las aguas fronterizas todas se rigen por dis-
posiciones comunes, sean ríos, arroyos, lagos ó
lagunas i ).
La propiedad de cada país ribereño tiene su
límite en la mitad del cauce ó en la línea del
talweg si es corriente, y en caso que se trate de
lago ó laguna precisamente en el punto medio en
una extensión igual á la que tuviese de costa.
En cuanto á la navegación, será común á los
dos países ribereños y exclusiva de ellos ó libre
á todas las naciones según los casos; pero nunca
jamás exclusiva de uno solo de los países pro-
pietarios.
Solamente en las tendencias absorbentes de la
diplomacia imperial puede encontrarse la expli-
cación de su conducta.
Á nuestro Plenipotenciario en Río no le tomó
de sorpresa la solución.
Ya la había previsto desde que entró en rela-
ción con los políticos influyentes en la Corte.
Más tarde, Limpo de Abreu, Ministro de Ne-
gocios Extranjeros, pasaba con fecha 17 de Enero
de 1846, al doctor Magariños, la nota transcripta
á continuación, que revela la soberbia de los
hombres del Imperio en frente de la debilidad de
(1) ^'éase Pradier Foderc, obra citada, pág. 303.
CARLOS OXETO Y VI ANA 2S9
un país que agonizaba en una lucha temeraria,
defendiendo junto á ios sacrosantos principios
republicanos, ios principios del progreso y de la
humanidad.
c Le cabe al abajo firmado declarar muy positi-
vamente al señor Magariños, que el Gobierno im-
perial no reconoce al Estado Oriental propiedad ni
ningún otro derecho en los puertos de la laguna
Merim, pues que todos sin excepción pertenecen ex-
clusivamente al Brasil, y por tanto no hay comu-
nidad alguna de aguas en la laguna ni en ella
puede darse lugar á la hipótesis figurada por el
señor Magariños.
< El Gobierno Imperial tomando con la debida
atención el decreto del 14 de Agosto de 1845,
del señor General don Manuel Oribe, por el cual
habilitó algunos puertos en la Merim y frontera
del Chuy, para lo que ninguna autoridad tiene,
como no la tiene tampoco el Estado Oriental, se
opondrá por todos los medios á que se dé eje-
cución á las medidas con ese fin adoptadas con
mengua de los intereses del Imperio ' .
Ante esta declaración en la que rivalizan la fran-
queza y la brutalidad, tanto el Gobierno de la De-
fensa como las autoridades del Cerrito se resig-
naron.
En 1847, acreditado don Andrés Lamas en ca-
(1) Relatorio da Reparti<]ao de N'egocios Extranjeiros apre-
sentado á Assemb/ea General Lejislativa.—Awio 1846.
19
290 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
lidad de Plenipotenciario de la República en la
Corte, con el fin de obtener la cooperación del
Brasil para la guerra contra Rosas, el Gobierno
de la Defensa, que recelaba las habilidades y am-
biciones de los políticos imperiales, por lo mismo
que los conocía bastante, en las instrucciones que
debían servir de norma á nuestro Ministro, esta-
blecía :
« El Gobierno está decidido á no hacer concesión
alguna territorial que deslustre los esfuerzos que
él y los ciudadanos que combaten á su lado ha-
cen por el mantenimiento de la integridad nacio-
nal; pero deseando dar una prueba inequívoca
de todo lo que aprecia la amistad del Brasil,
autoriza á usted para celebrar un ajuste en la ma-
teria sobre una base altamente provechosa para
el \m\i&x\o — que usted hará valer como debe.
Esta base es : que la República no hará coa-
lición con los otros Estados que con ella deri-
van sus derechos del tratado de 1777, para el
arreglo de sus límites con el imperio; que se tra-
tará esta cuestión por los dos Estados únicamente
y que en caso de discordia la someterán á la
discreción de un tercero amigo electo por am-
bos. ^
Los políticos del imperio fácilmente pudieron
hacerse cargo de la situación de la República.
El Gobierno de la Defensa no contaba con re-
cursos para dar un golpe que pulverizase el po-
der de Oribe.
CARLOS ONETO Y VIAN'A 291
Las legiones de Rosas venían ocupando el país
hacía diez años.
Se habían habituado á asolar nuestros cam-
pos como suelo propio, y en todas partes donde
alcanzara su dominio reinaban el terror y el es-
panto.
Para la República era cuestión de vida ó muerte
la alianza.
De por medio estaban no solamente los prin-
cipios de la civilización, sino su misma existencia.
La diplomacia imperial juzgó que había llegado
el momento oportuno para consumar la obra ne-
fanda de absorción.
Tenía el convencimiento de que Montevideo
atravesaba por trances terribles; y bien sabía que
ninguna consideración puede primar sobre la de
conservación, que es la ley suprema.
La crueldad del Gabinete del Imperio jamás se
reveló como en este caso.
Llegó hasta proponer como base de todo arre-
glo los límites de 181 Q ^ .
En aquellas circunstancias era inmenso salvar
lo que teníamos. ... - >
El Gobierno de la Defensa, en las instruccio-
nes por las que debía guiarse su Ministro, se re-
fería al tratado de San Ildefonso, con la preten-
sión infantil de que pudiese influir en el ánimo
(1) Declaraciones de don Andrés Lamas. <:Memoria del ilinis-
terio de Relaciones», 1856-58, pág. 269.
(2) De don Andrés Lamas.
292 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
de la diplomacia imperial la promesa de que la
República no liaría coalición en contra del Brasil
con los otros Estados sudamericanos que como
ella derivan sus derechos territoriales del mismo
tratado.
'Raya en locura imaginar que en aquella situa-
ción pudiésemos reivindicar derechos.... ^^^
Lo deplorable era el momento desgraciado en
que se iban á efectuar aquellos pactos.
Faltaba á una de las partes, la libertad, elemento
indispensable en los convenios.
La violencia era lo que resolvería; y de esto
tenía conciencia el Gobierno imperial.
Pocos casos con caracteres semejantes regis-
tra la historia de los tratados.
El imperio no quería conceder nada.
Sus proposiciones tenían que ser sencillamente
aceptadas, pues á cualquier resistencia de nues-
tro Plenipotenciario se le objetaba: ; ó eso ó nada >.
Y la perspectiva pavorosa del triunfo de Oribe
decidía. ... ''-\
(1) De don Andrés Lamas.
(2) La entrada de Oribe á Montevideo significaba el degüello
de la cuarta parte de la población.
A la rendición de la ciudad seguiría necesariamente la obra de
exterminio, ideal de los sitiadores.
Los hombres de figuración política tendrían el fin de don Marcos
Avellaneda, el infortunado Gobernador de Tucumán.
A las tropas y clases militares no les estaba reservado otro des-
tino que el que tuvieron los rendidos durante los 10 años de lu-
cha, el mismo de los 800 desgraciados ultimados en India Muerta,
los 1300 de Arroyo Grande, y los millares de Quebrachito, Pago
Largo, \'ences, Monte Grande, etc.
CARLOS ONETO Y VIANA 293
Los tratados de 1851 fueron el fruto de la ne-
cesidad.
La diplomacia imperial dictó la mayor parte de
sus cláusulas, y junto con ellas impuso á la Re-
pública vejámenes odiosos.
Yo no creo que colocado en el lugar del doctor
Lamas otro Plenipotenciario, hubiera obtenido con-
diciones menos desfavorables.
Me aparto en este caso de Juan Carlos Gómez,
que tuvo siempre frases lapidarias para juzgar al
diplomático de 1851.
Me aparto del doctor don Ángel Floro Costa,
que en Nirvana ^ condena con extrema seve-
ridad la conducta de don Andrés Lamas.
Me aparto también de la opinión de ciuda-
danos eminentes — como don Pedro Bustamante
y el doctor don José Pedro Ramírez que llega-
Eran por demás sabidoá los hábitos de los ejércitos de Rosas y
Oribe: después de la lucha se daba comienzo á la matanza de
prisioneros.
Los extranjeros tendrían igual fin que los demás defensores de
la ciudad, como ya lo había hecho saber la siguiente circular de
don Manuel Oribe á los cónsules acreditados en Montevideo :
«El Presidente Legal de la República.
«Cuartel General, Abril 1." de ISOS.
«Señor Cónsul de
« el que firma se ve obligado á declarar que no respetará
la calidad de exíranjero, ni en los bienes ni en las personas de los
subditos de otras nacionalidades que tomen partido con los infa-
mes rebeldes salvajes unitarios, contra la causa de las leyes que
el infrascripto y lasfuersas que le obedecen sostienen, sino que
serán considerados también en el caso como rebeldes salvajes
unitarios y tratados sin ninsuna consideración.
«Con ese motivo, el que firma, etc.
« Maxuel Oribe. »
294 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ron hasta ver una traición en la gestión del nego-
ciador de los tratados.
Entiendo que en las circunstancias aquellas no
era factible otra solución.
No quiere esto decir que haga yo aquí una
defensa de la personalidad del doctor Lamas, que
para mí es enigmática: solamente trato de expli-
car su conducta en este caso.
Don Honorio Hermeto Carneiro Leáo y don
Antonio Paulino Limpo de Abren, representantes
del Gobierno Imperial en la negociación, revela-
ron en las conferencias habidas con nuestro Ple-
nipotenciario todas las ambiciones del Imperio.
Mostráronse enérgicos, usando de la energía de
los cobardes, en frente de un país anémico y
mutilado.
Don Andrés Lamas no podía en aquellos mo-
mentos discutir.
El representante de la Defensa nada podía im-
poner, cuando iba en busca de auxilios que sal-
varan al país de ser estrangulado por Rosas.
Debía resignarse á suscribir. . . .
No otra cosa hizo Jules Favre en 1872 en si-
tuación semejante, cuando se imponían á su país
mutilaciones más dolorosas; sin que con esto pre-
tendamos igualar, ni mucho menos, á nuestro
negociador con el austero diplomático de Francia.
< Aquellos tratados no pueden abstraerse de la
época y de los fines con que se firmaron.
<; Era una necesidad para la República; de ellos
CARLOS ONETO Y VIANA 295
pendía, no sólo el triunfo de su independencia y
de su libertad, sino también el triunfo de la paz,
de la civilización, de la humanidad en todo el
Río de la Plata ;^).
El 12 de Octubre de 1851 fueron definitiva-
mente firmados.
Ellos eran:
Tratado de Comercio y Navegación ;
Tratado de alianza perpetua ;
Tratado de extradición de desertores y crimina-
les y devolución de esclavos;
Tratado de socorros y auxilios pecuniarios;
Tratado de límites.
En general todos eran malos — algunos con
cláusulas monstruosas.
El tratado de Comercio y Navegación, en sus
primeros artículos, ofrece ventajas al Imperio que
en verdad no eran retribuidas con ninguna com-
pensación equivalente á la República.
Sin embargo, más irritante y perjudicial había
de ser el de 1857.
El artículo 18 fué introducido hábilmente con
fines ocultos, que no llegó el Imperio á realizarlos.
Otros se encargarían de ello.
Su disposición era absurda: el desarme y neu-
tralización de Martín García.
Esto importaba por nuestra parte un abandono
total de la Isla, que no influyó poco para que la
perdiéramos para siempre.
(1) De don Andrés Lamas.
296 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El tratado de alianza perpetua establecía en sus
artículos 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, el
famoso principio de intervención que había de
ser invocado más tarde por los Presidentes Giró,
Flores y Pereyra, para solicitar el auxilio de don
Pedro II en momentos difíciles, abriendo las puer-
tas de la patria á los soldados imperiales.
El artículo 16 encerraba una irrisión: la Repú-
blica— que no podía vivir por su miseria y su anar-
quía— se comprometía á sostener conjuntamente
con el Brasil la Independencia del Paraguay, país
en aquel entonces varias veces superior al nues-
tro en población y en potencia militar.
Si el artículo 16 era irrisorio, el 4." y el 13."
eran incalificables.
La República se comprometía á garantir la in-
tegridad territorial del Imperio {\) y á contribuir al
sostenimiento de su tranquilidad pública {\) en reci-
procidad de la misma obligación que tenía el Bra-
sil para con nosotros.
— El tratado de extradición no solamente cons-
tituía una afrenta para el país y su cultura, sino
que contrariaba preceptos constitucionales y leyes
positivas de la República.
El artículo 6.», compuesto de cinco incisos, re-
glaba la entrega de los esclavos que se interna-
ran en nuestro territorio.
No sólo había que atender á las reclamaciones
oficiales de las autoridades riograndenses y las
que viniesen por vía diplomática.
CARLOS ONETO Y VIANA . 297
Los amos de los desgraciados hombres de co-
lor que trataban de escaparse á los tormentos
inquisitoriales, podían penetrar en nuestro te-
rritorio en su seguimiento y presentar la reclama-
ción respectiva á la autoridad del departamento.
El artículo 6." en cuestión venía á anular la
ley de 1844, dictada en el Sitio, por la cual des-
aparecía en absoluto la esclavitud en toda la
República.
Era además una violación fragranté del artículo
131 de la Carta Fundamental, que excluye la po-
sibilidad de que los individuos que por cualquier
motivo penetrasen al país pudiesen ser esclavos.
— El tratado de límites es el más importante.
El Imperio invocó como fundamento de todos
sus derechos, el //// possidetis.
No admitieron sus representantes discusión al-
guna que desconociese ese principio.
El //// possidetis era la posesión de hecho que
venía ejerciendo el Imperio desde mucho tiempo
atrás.
Por tanto, había que atenerse á los límites que
tenía la Provincia Cisplatina, declarada indepen-
diente por la Convención del 28.
Era absurdo pensar que pudiésemos hacernos
fuertes invocando las cláusulas de los tratados
de 1777.
Pagaba la República en aquellos momentos las
consecuencias de las impaciencias de Dorrego y
de la inhabilidad de la diplomacia argentina.
29S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Los hombres dirigentes de Buenos Aires, con
su cobardía, habían esterilizado indignamente los
triunfos obtenidos en los años 27 y 28 ; y en vez
de imponer al imperio los límites que la espada
de Rivera había trazado en las Misiones, acepta-
ron tácitamente los que el Congreso de 1821 ha-
bía asignado á la Provincia Cisplatina, ordenan-
do al Jefe del Ejército del Norte ^' abandonara
las tierras reconquistadas.
¿Cómo, pues, pretender que en 1851, cuando
iba á Río don Andrés Lamas á pedir auxilios al
Gobierno Imperial para que la República pudiese
continuar la lucha que venía sosteniendo con la
barbarie; cómo pretender que pudiese obligar al
Imperio — que siempre se caracterizó por su polí-
tica de expansión — á suscribir tratados que cer-
cenasen sus dominios, si no se había sabido im-
ponerle en 1828, en las épocas en que sus legio-
nes estaban derrotadas?
La diplomacia imperial aprovechó las circuns-
tancias para obtener la consagración de sus usur-
paciones, ya reconocidas tácitamente por la Con-
vención de 1828.
Ninguna ocasión más favorable para conseguir
la renuncia definitiva por nuestra parte de las ven-
tajas que nos ofrecían las cláusulas del tratado de
San Ildefonso, que temía pudiesen ser invocadas
más tarde en oposición á sus ambiciones.
(1) Nombre que se dio al Ejdrcito de las Misiones.
CARLOS ONETO Y VIANA 299
El artículo 1." del tratado de límites, en su pri-
mera parte quedó redactado de esta manera:
« Decláranse rotos y de ningún valor los di-
versos tratados y actos en que fundaban los de-
rechos territoriales que han pretendido hasta el
presente las dos Altas Partes Contratantes en la
demarcación de sus límites.... (D»
¿Y qué tratados podía invocar el Imperio que
fundasen ■ los derechos territoriales que había pre-
tendido, si no se celebró ninguno entre los dos
países?
Era esa la forma encubierta con la que el im-
perio nos arrancaba la renuncia de las ventajas
que nos daba el tratado de 1777, cuyas cláusu-
las fundaban los dereehos territoriales que habíamos
pretendido en otro tiempo.
Como compensación aparente á esta renuncia,
la diplomacia imperial establecía en la segunda
parte del artículo:
.... Esta renuncia se entiende muy espe-
cialmente hecha á los derechos que derivaban
de la Convención celebrada en Montevideo con
el Cabildo Gobernador el 30 de Enero de 1 81 9 . . .
El Imperio renunciaba lo que no poseía, ni
jamás había poseído.
La Convención de 181Q había sido anulada
por el Acta de 1821.
No tenía valor alguno.
(1) Colección Legislativa, Goyena. pág. ll-l.
300 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Juan VI, al incorporar la Banda Oriental
al Reino Unido, no quiso aceptar la monstruo-
sidad del desmembramiento impuesto á la Pro-
vincia por Lecor y el Cabildo á título de re-
tribución á Portugal por las erogaciones que
originó la construcción de la gran obra del fanal
de la Isla de Flores.
La Cisplatina se incorporó con los límites que
establece el Acta de 1821.
Por manera que, en cambio de una renuncia
cierta y formal que hacíamos en favor del Impe-
rio, éste renunciaba en nuestro favor las venta-
jas que le acordaba una Convención que no
estaba en vigencia y que había sido expresamente
anulada por actos posteriores.
El artículo 2.o del tratado ofrece la prueba pal-
maria de que la República no aprovechaba ab-
solutamente nada de la renuncia que afectaba ha-
cer el Imperio en el artículo l.«.
Está redactado así: Las Altas Partes Contra-
tantes reconocen como base que debe regular sus
límites, el uti possídetis —ya designado en la cláu-
sula 2.a del tratado de incorporación de 31 de
Julio de 1821 -tn los términos siguientes:— por
el Este, el Océano; por el Sur, el Río de la Plata;
por el Oeste, el Uruguay; por el Norte, el Cua-
reim hasta la cuchilla Santa Ana, que divide el
río de Santa María, y por esta parte el Arroyo
Tacuarembó Grande siguiendo las puntas del río
Yaguarón, entra en la laguna Merín y pasa por
CARLOS OXETO Y VIANA 301
el puntal de San Miguel á tomar el Chuy que
entra en el Océano ( i .
El resultado de estos dos primeros artículos
era el siguiente:
La República renunciaba expresamente y para
siempre sus pretensiones legítimas; en compensa-
ción el Imperio renunciaba á tener mayores pre-
tensiones que las que en su favor nos despojába-
mos.
¡ Magnífica compensación !
Descartada la cuestión de dominios territoria-
les, quedaba por resolver el grave asunto de la
navegación de las aguas fronterizas.
Los Plenipotenciarios del Imperio aferráronse
también al //// possidetis.
En el tratado de Comercio y Navegación, en
su artículo 14 se había reconocido la libre nave-
gación de los afluentes del Uruguay.
Este principio no fué aceptado por los Pleni-
potenciarios del Imperio para el Yaguarón y la
laguna Merín.
No podían admitir la comunidad de navegación
en aguas sobre las que el Brasil venía ejerciendo
un dominio exclusivo desde mucho tiempo atrás.
Nuestro representante invocó los principios de
derecho público aplicables al caso; y hasta hizo
notar que eso sería //// hecho desgraciado para
las relaciones y los intereses naturales de los dos
( 1 ) Colección Goj-ena.
302 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
países; — que una política alta é inteligente debía
en provecho común, no violentar la naturaleza y
respetar la comunidad de lo que era naturalmente
común. »
Fueron vanos todos los esfuerzos.
Don Andrés Lamas con el fin de llegar á un
acuerdo fincd amigable, prefirió no resolver el
punto, dejando las cosas como estaban.
El hecho cierto era la posesión exclusiva del
Imperio, que venía ejerciendo desde épocas muy
anteriores.
Se constató entonces la existencia de ese he-
cho.
La primera parte del artículo 4."^ — sin hacer
declaración ninguna de derechos limitóse «al
hecho materialmente existente, diplomáticamente
establecido al celebrarse los tratados.^
Quedó, pues, la navegación del lago Merín,
tal como estaba, tal como había existido desde que
habíamos sido Estado independiente d). »
EsP primera parte se redactó así:
Art. 4.'5 ... Reconociendo que el Brasil está
en posesión exclusiva de la navegación de la la-
guna Merín y el Yaguarón y que debe permanecer
en ella según la base adoptada del uti possidetis;
admitida con el fin de llegar á un acuerdo final
amigable ( 2 ;- . . . . »
(1) Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, años 56-
58, pág. 269. Declaraciones de don Andrés Lamas.
(2) Colección Legislativa, pág. 114.
CARLOS ONETO Y VIANA
La segunda parte de este artículo encerraba
una monstruosidad con esta declaración:
.. . reconociendo además la conveniencia (!)
de que tenga jDuertos donde puedan entrar las
embarcaciones brasileras que navegan en la la-
guna Merín - é igualmente las orientales en los
ríos que estuviesen esos puertos — \a República
Oriental del Uruguay conviene en conceder en toda
soberanía para el indicado fin, media legua en
una de las márgenes de la embocadura del Ce-
bollatí que fuese designada por el Comisario del
Gobierno Imperial, y otra media legua en una de
las márgenes del río Tacuary, designada del mismo
modo, pudiendo el Gobierno Imperial mandar ha-
cer en esos terrenos todas las obras y fortificacio-
nes que juzgare convenientes, y
Absurdo era el reconocimiento de la convenien-
cia, que sólo existía para el imperio, de que sus
embarcaciones que navegasen en la laguna Me-
rín tuvieran puertos; absurdo también el igual-
mente por lo que se refiere á embarcaciones orien-
tales que sólo podían navegar en ríos nuestros
y nada más; absurda la concesión en toda sobe-
ranía de las medias leguas desde las márgenes
del Cebollatí y el Tacuary, y por último incali-
ficable la facultad por la cual el Imperio podría
construir fortalezas dentro de nuestro territorio.
Estas humillantes concesiones fueron anuladas
en Mayo 15 de 1852 por un protocolo firm.ado
por el doctor don Florentino Castellanos, Mi-
304 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
nistro de Relaciones, y el Plenipotenciario del Im-
perio < con la intervención espontánea y oficiosa
del Gobierno Encargado de las Relaciones Exte-
riores de la Confederación Argentina por medio
de su Enviado Extraordinario y Ministro Plenipo-
tenciario doctor don Luis José de la Peña .
Transcurrieron varios años sin que se operase
ningún cambio.
El 11 de Octubre de 1856 don Andrés Lamas
presentaba nuevamente sus credenciales á don
Pedro II como Plenipotenciario de la República
en la Corte.
El señor don Gabriel Antonio Pereyra confióle
el encargo de obtener la revisión de los tratados
del 51 en aquellas partes quemas afectasen á nues-
tro país.
Otros eran los tiempos.
El dominio afrentoso de Rosas ya no existía:
por lo tanto sus legiones no ocupaban el Cerrito.
El negociador de los tratados de 1851 se en-
contraba en situación muy distinta.
Podía ahora discutir y proponer.
Don Andrés Lamas recibió sus credenciales en
los momentos precisos que el Presidente de la
República libraba batalla á las pretensiones de don
Manuel Oribe.
Todos los elementos honestos de los antiguos
partidos rodeaban al Jefe del Estado, prestándole
CARLOS OXETO Y VIANA 305
SU concurso decidido, lo que venía á vigorizar
el prestigio del principio de autoridad.
El Plenipotenciario en la Corte trató de obte-
ner en primer término la anulación de las cláu-
sulas 5 á 15 del tratado de alianza perpetua, por
las que se establecía la intervención imperial en
nuestros asuntos internos.
En nota pasada al Gobierno de S. M. en los
primeros días de Noviembre declaraba:
S. E. el señor Presidente don Gabriel Antonio
Pereyra resolvió desde el acto de su elevación al
Gobierno de la República, tener por único apoyo
de su autoridad las leyes y la opinión nacional ■ ' '. »
Las cláusulas mencionadas fueron suprimidas
por acuerdo celebrado entre nuestro Ministro y
el Plenipotenciario del Emperador.
Suprimióse además la cláusula 16, referente á
nuestra obligación de sostener la independencia
del Paraguay.
Pero la obra no fué completa.
Dejóse en vigencia el absurdo artículo 4." y
los que le anteceden, quedando así establecida en
principio la alianza y con ella la puerta abierta para
nuevas intervenciones - .
Sólo dependía la concesión de éstas por parte
del imperio, de ajustes especiales, que, llegado el
caso, fácilmente se celebrarían.
( 1 ; Memoria Xin Reyes, Anexo B : Tratado definiíivo, pág. ó.
('J' Memoria Nin Reyes, Protocolo: Anexo B, pág. 20.
306 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Andrés Lamas abordó en seguida el asunto
de la revisión del tratado de Comercio y Nave-
gación, en el que estaban las declaraciones respecto
á la laguna Merín y el Yaguarón y las franqui-
cias comerciales en favor del Imperio.
Presentó al Gabinete Imperial las bases que
servirían de fundamento al nuevo tratado, las que
fueron aceptadas en general.
Después de largos meses de sostenida corres-
pondencia con el Vizconde de Maranguape Mi-
nistro de Negocios Extranjeros, gestionando el
nombramiento de un Plenipotenciario especial, con
quien debía entenderse, le fué comunicado en nota
de fecha 1.» de Junio 1856, que S. M. I. había
designado á don Paulino José Suárez de Souza,
Vizconde del Uruguay y Senador del Imperio,
diplomático que había intervenido en 1851 en la
negociación del tratado de préstamos y auxilios.
Comenzaron inmediatamente la tarea de la re-
visión, que dio por resultados el tratado firmado
el 4 de Septiembre de 1857, cuyo texto llegó á
Montevideo en momentos de grandes pasiones —
engendradas por la campaña electoral y la lucha
que mantenían los hombres de la Defensa con
el poder oficial y los primaces de la política de
fusión.
La negociación del tratado de revisión fué
ardua y laboriosa.
Los Plenipotenciarios de ambos países emplearon
varios meses en la discusión y arreglo de las
cláusulas.
V
CARLOS ONETO Y VIANA 307
Del estudio comparativo con el de 1851, resulta
que sus dos puntos más importantes están en
las estipulaciones de los artículos 2, 13 y 14.
El primero consigna franquicias á los ganados
del Brasil, que eran verdaderos ataques á nues-
tros intereses ganaderos.
Los otros dos encierran la solución definitiva
del viejo asunto de la navegación de la laguna
Merín y río Yaguarón, en una forma que consti-
tuye un inaudito atentado al Derecho Público.
No conformes los hombres del Imperio con las
ventajas que les acordaba el artículo 4.o del tra-
tado del 12 de Octubre y el 3fi del de revisión,
en favor de los saladeros y consumidores de Río
Grande, según los cuales nuestros ganados que
se exportaban por la frontera para ser beneficia-
dos en el otro lado, estaban exentos de los de-
rechos de exportación, con lo que se establecía
una perfecta igualdad de condiciones entre los
dos países para con respecto á nuestros produc-
tos, fomentando así la competencia que los sala-
deros del Estado vecino pudiesen hacer á los
nuestros, el Vizconde del Uruguay, en la primera
conferencia habida con nuestro Representante, pro-
puso se estableciera una nueva concesión, que ade-
más de ser en sí absurda, venía á dar golpe de
muerte á nuestra industria saladeril.
Ella fué consignada en el artículo 2:\ redac-
tado así:
- No podrá ser sujeto á derecho alguno la in-
308 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
troducción de ganados que para ser criados ó en-
gordados pasen de la Provincia de Río Grande
de San Pedro del Sud para el territorio de la Re-
pública Oriental del Uruguay.
Esta estipulación venía á completar en favor de
la industria de Río Grande las grandes ventajas
ya concedidas por el tratado del 51.
Por manera que nuestros ganados gordos po-
dían ser beneficiados en los saladeros de Río
Grande al mismo precio que en nuestros salade-
ros, desde que la exportación no estaba sujeta á
ningún gravamen ; y los ganados pobres de grasa
y de carne del Estado vecino podían venir al país
á engordar en nuestros campos á expensas de
nuestros sustanciosos pastos, para después fran-
quear la frontera exentos de derechos y ser be-
neficiados con detrimento de nuestra industria
en los establecimientos saladeriles riograndenses.
Don Andrés Lamas no protestó contra seme-
jante proposición, tal vez por no chocar desde un
principio con el Plenipotenciario imperial.
Esta complacencia no tiene justificación.
La concesión era demasiado gravosa para de-
jarla pasar en silencio.
La República venía á quedar reducida á un po-
trero de engorde ^ ' y criadero de los ganados
del Brasil.
Pasemos á los artículos 13 y 14.
( 1 ) Del General Bartolomé Mitre.
CARLOS ONETO Y VIANA 309
El Plenipotenciario del Imperio rechazó de plano
las bases presentadas por nuestro representante,
que eran las mismas que en general habían sido
aceptadas por el Gabinete Imperial.
La base 2.^ estaba concebida en estos térmi-
nos:
«Artículo 1.0 El principio establecido en el ar-
tículo 14 del tratado de Comercio •'' del 12 de
Octubre, respecto á la navegación de los afluen-
tes del Uruguay, se declara común á la navega-
ción del Yagua ron y la laguna Merín.
< Art. 2.0 La aplicación de este principio, sus
condiciones respectivas, los modos y el tiempo de
ejecución quedan dependientes de ajustes ulterio-
res entre los dos Gobiernos.
Art. 3." Entre tanto S. M. el Emperador del
Brasil ofrece espontáneamente dar la mayor facili-
dad posible al tráfico que se hace por la laguna
Merín y el Yaguarón, permitiendo que los produc-
tos orientales puedan ser embarcados directamente
en los buques que deben conducirlos por aque-
llas aguas, sin estar sujetos por medidas fiscales
á trasbordos, y que los buques puedan navegar
directamente á sus destinos, para lo cual las es-
taciones se colocarán convenientemente -I >
El Vizconde del Uruguay pretendió justificar su
conducta al rechazar las bases aceptadas anterior-
(1) Se estableció en el artículo 14 del tratado del 12 de Octu-
bre la libre naveg-ación de los afluentes del Uruguay.
(2) Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, pág. 56.
310 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
mente por su Gobierno, declarando que la acepta-
ción en términos generales de bases para un arre-
glo, no importa jamás, la aceptación en particular
de todas sus cláusulas, salvo que se establezca ex-
presamente lo contrario.
Entrando en materia, el representante imperial
objetó «que el artículo 4.o del tratado del 12 de
Octubre de 1851 reconoció que el Brasil estaba en
posesión exclusiva de la navegación de la laguna
Merín y el Yaguarón, y su derecho exclusivo de
navegar esas aguas.
Que el tratado del 15 de Mayo de 1852, mo-
dificativo de aquel artículo 4.», dejó subsistente
en toda su amplitud aquel exclusivo derecho.*
Con estas declaraciones el hábil diplomático, co-
locado en el puesto que ocupaban Carneiro Leáoy
Limpo de Abren en 1851, lo mismo que éstos,
pretendía que la República reconociera el derecho
del Imperio á la propiedad y navegación exclusiva
de las aguas fronterizas.
Siguiendo la tradición de la diplomacia impe-
rial, pródiga en promesas, habilidosa y aparente-
mente siempre dispuesta á aceptar la justicia y el
derecho, el Vizconde del Uruguay manifestó que
tenía especial interés en poner en evidencia que
el Imperio no abrigaba el pensamiento antisocial áe
monopolizar en su provecho el uso de las aguas
de la laguna y del Yaguarón; pero que en su con-
cepto el ejercicio de este uso por parte nuestra
dependía necesariamente de ciertas circunstancias,
CARLOS ONETO Y VIANA 311
sin las cuales era demasiado aventurado permitirlo.
El representante imperial propuso como solu-
ción una forma especial bastante curiosa, que re-
velaba la intención odiosa de continuar excluyén-
donos indefinidamente.
A pesar de sus terminantes manifestaciones, su
proposición estaba redactada así:
Reconociendo la mutua conveniencia para el
comercio y las buenas relaciones de los dos paí-
ses (consolidada la paz y tranquilidad en la Re-
pública) de ser admitidas embarcaciones orien-
tales á hacer el comercio dentro de las aguas de
la laguna Merín y del río Yaguarón, en los tér-
minos del protocolo del 15 de Mayo de 1852, y
dependiendo cualquier concesión de indispensables
estudios y exámenes, el Gobierno imperial man-
dará estudiar y examinar prácticamente el asunto
para ser considerado y resuelto cuando se trate
del tratado definitivo.
Esto era una nueva felonía de la diplomacia im-
perial.
Su promesa llevaba envuelta la facultad de ha-
cerla ilusoria, desde que se reservaba el derecho
de hacer los estudios á que se refería, cuando le
pluguiera.
Además, era necesario que estuviera consoli-
dada la paz y la tranquilidad en la República. »
¿Y quién juzgaba de la existencia de ese hecho?
¿Cuál era el criterio que debía aplicarse?
Por otra parte, ¿qué relación podía existir legí-
312 BÍBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
timamente entre el orden y tranquilidad interna de
la República y la navegación de las aguas de la
laguna Merín y el río Yaguarón, para que la di-
plomacia imperial hiciera depender de aquéllos el
ejercicio de nuestro derecho?
Es que los políticos del imperio conocían per-
fectamente nuestros males, nuestros defectos or-
gánicos y nuestras miserias.
Sabían que desterrar del país la anarquía y la
guerra civil era obra del tiempo; que pasarían va-
rias generaciones tal vez que no tendrían derecho
á exigir del Imperio el cumplimiento de aquella es-
tipulación, por no haberse cumplido una de las
condiciones fundamentales requeridas.
Y entre tanto se postergaba la solución del pro-
blema.
El Plenipotenciario imperial, con la intrepidez
digna de un seíior vizconde, argumentando en fa-
vor del derecho de propiedad de su país, declaró
que tratándose d? la laguna Merín y el Yaguarón,
era el caso de aplicarse los principios que marca
el Derecho Internacional para las aguas inferiores.
Entendía el señor Vizconde del Uruguay vale-
rosamente que podían ser lago y río interior la Me-
rín y el Yaguarón, cuyas aguas bañan nuestras
costas lo mismo que las brasileras.
Argüía además don Paulino José Suárez de Sou-
za que mediaban razones poderosas de seguri-
dad para que el Imperio no concediese llanamente
la libre navegación; sino que sujetara el uso de
CARLOS ONETO Y VIANA 313
aquellas aguas á las condiciones mencionadas de
los estudios previos y de la consolidación del or-
den y tranquilidad en la República.
Y partiendo siempre del concepto de propiedad
atribuida por él al Brasil, declaraba:
«¿Cómo permitir la navegación de una laguna
interior, de un río interior, sin que precedan los
estudios y exámenes indispensables sobre el me-
jor modo de hacerla y fiscalizarla?
¿Cómo hacer una concesión que envuelve com-
plieaciones, sin saber lo que se concede?
■ ¿ Cómo abrir una semejante navegación inte-
rior á buques de una nación extranjera sin que las
relaciones políticas y de fronteras se hallen defini-
tivamente decididas y sin que la paz y la tranqui-
lidad se hallen firmemente consolidadas? (^^>>
Esto significaba una burla lanzada en presen-
cia de nuestro Representante.
¡Los buques de una nación extranjera (refirién-
dose á los botes nuestros que pudiesen cruzar
las aguas limítrofes) poniendo en peligro la se-
guridad del Imperio!
Don Andrés Lamas rebatió fácilmente los razo-
namientos absurdos del señor Vizconde del Uru-
guay.
Nuestro Plenipotenciario rechazó en primer lu-
gar la calificación aplicada á las aguas en litigio,
en estos términos:
(1) Protocolo de la sexta conferencia, pág. 44. Memoria del
Ministerio de R. E.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La clasificación de lago interior y río interior
de que se sirve el señor Vizconde del Uruguay
hablando de la laguna Merín y del río Yaguarón,
no la juzgo exacta y no puedo dejarla pasar sin
contestación.
Tanto las aguas de la laguna Merín copio las
del río Yaguarón son aguas fronteras, de las cua-
les el Brasil no posee más que una margen. La
otra margen pertenece á la República.
¿Cómo llamar aguas interiores á las aguas que
posee una de las márgenes una nación extranjera?
< S. E. el señor Vizconde del Uruguay sabe bien
cuáles son los principios de Derecho internacio-
nal aplicables á esas aguas.
< Los Pactos entre España y Portugal son con-
trarios al dominio exclusivo que pudiera preten-
der el Brasil á esas aguas.
< Sin derecho, ni aun alegado, entró el Brasil
en posesión de terrenos neutrales y de la nave-
gación del Yaguarón y la laguna Merín.
En la posesión de hecho de esa navegación
comercial exclusiva, se encontraba el Brasil al ce-
lebrarse los Pactos de 185L
Esos tratados eran una necesidad de existen-
cia para la República; de ellos pendía el triunfo
no sólo de su independencia y de su libertad, sino
también el triunfo de la paz, de la civilización, de
la humanidad en todo el Río de la Plata.
'■ Esos tratados no pueden abstraerse de la
época y de los fines con que se firmaron.
CARLOS OXETO Y VIANA 315
í La base menos desfavorable en aquellas cir-
cunstancias para la República, la única posible,
en una palabra, era la del //// possidetis.
<- Esa fué la adoptada.
< La adopción de esa base incluía el reconoci-
miento del liedlo existente en la laguna AAerín y
el Yaguarón.
< El Brasil tenía y quedó con la navegación
comercial exclusiva de las aguas de que se trata.
< La República tenía y ejercía los otros dere-
chos de su posesión como ribereña; con ellos
quedó.
< Pero antes de reconocerlo en 1851 el Pleni-
potenciarlo Oriental hizo sentir que esa misma
exclusión existente era un hecho desgraciado para
las relaciones y los intereses naturales de los dos
países, y que una política alta é inteligente debía,
en provecho común, no violentar la naturaleza y
respetar lo que era naturalmente común (i .
Eliminada que fué la fórmula del Vizconde del
Uruguay, don Andrés Lamas propuso para sus-
tituirla otra igualmente absurda, indigna de un
diplomático de talento, á quien la República con-
fiaba la solución de un problema que envolvía
más que intereses materiales, su propia dignidad.
Su redacción era la siguiente:
< Artículo 13. Queda reconocida en principio la
mutua conveniencia para el comercio, la indus-
(1) Protocolo de la 6.* conferencia de ambos Plenipotenciarios,
que tuvo lugar el dia 5 de Agosto de 1S57.
316 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tria y las buenas relaciones de los dos países, de
abrir, por concesión del Brasil, la navegación de la
laguna Merín y del Yaguarón á la bandera de la
República Oriental del Uruguay.
Pero dependiendo la aplicación de este prin-
cipio de exámenes y estudios á que mandará el
Gobierno Imperial proceder desde luego, esta con-
cesión será materia de una negociación ulterior
cuando se trate del tratado definitivo.
Art. 14. Entretanto el Gobierno de S. M. el
Emperador del Brasil se ofrece espontáneamente
á dar todas las facilidades posibles al comercio
que se hace i^or la laguna Merín y por el Ya-
guarón, permitiendo que los productos que son
objeto del mismo comercio puedan ser embarca-
dos directamente en los buques que deban con-
ducirlos por aquellas aguas, sin estar sujetos
por medidas fiscales á trasbordos forzados, na-
vegando dichos buques directamente á sus des-
tinos. >
El Plenipotenciario brasilero juzgó que debía
someter los artículos propuestos á la considera-
ción del Gobierno de S. M.
El Gabinete se apresuró á aceptarlos tal como
estaban, pues por la poca diferencia con los redac-
tados por el Vizconde del Uruguay, venían igual-
mente á favorecer las tendencias absorbentes de
la política Imperial.
La conducta de don Andrés Lamas en este
caso es en verdad inexplicable.
CARLOS ONETO Y VIANA 317
Había sabido nuestro Representante oponerse
á las pretensiones del Plenipotenciario del Brasil
y destruir los falsos razonamientos con que éste
fundaba su tesis.
Había rechazado la calificación de aguas infe-
riores dada por el Vizconde del Uruguay á las
del Yaguarón y la laguna Merín, negando ade-
más el pretendido derecho exclusivo del Imperio
sobre ellas, que, como todas las aguas limítrofes,
son perfectamente comunes en punto á navega-
ción y en cuanto á su propiedad obedecen á prin-
cipios que excluyen el monopolio por un solo
país.
Había demostrado además que los tratados de
1851 —celebrados bajo la presión de circunstan-
cias extraordinarias- no habían resuelto en dere-
cho el asunto de dominio de las aguas en litigio.
Y después de todo esto, nuestro Representante,
diplomático, lleno de experiencia, hombre inte-
ligente, de indiscutible preparación, propone en
oposición al artículo presentado por el Vizconde
del Uruguay, una fórmula igualmente ilusoria y
tan absurda como aquél, desde que ambos deja-
ban librado al arbitrio del Gobierno Imperial la
ejecución de los medios conducentes á hacer prác-
tico el ejercicio de nuestro derecho.
Además el artículo 13, tal como está redactado,
resuelve en favor del Brasil el principio de la pro-
piedad.
No puede pedirse aberración mayor.
3!8 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Andrés Lamas se manifestó contradictorio;
pero con una de esas contradicciones que había
de costar caro á su país y que serviría de fun-
damento, á través del tiempo, á juicios severos
contrarios á su reputación.
La diplomacia Imperial triunfó una vez más.
Nuestro Plenipotenciario entendía que en la
forma como quedaba redactado el artículo 13, se
reconocía en principio el derecho de la República
á la navegación y al dominio.
Así lo notició al Gobierno de Montevideo, dando
cuenta de la gran conquista realizada; y en el
mismo sentido se produjo en su corresponden-
cia con el Vizconde de Maranguape, Ministro de
Negocios Extranjeros del Imperio.
Sin embargo la simple lectura del artículo pone
en evidencia lo erróneo de su creencia.
No hay tal reconocimiento, en principio, del de-
recho.
Lo que se reconoce en principio en el artículo
13, es la mutua conveniencia para el comercio, la
industria y las buenas relaciones de los dos países,
de abrir la navegación del Yaguarón y la laguna
Merín á la bandera de la República Oriental del
Uruguay.
Por otra parte, el artículo es elocuente y aleja
por completo toda duda.
El hecho de establecerse en los dos incisos
del artículo que el ejercicio por nuestra parte de
la naveeación sería consecuencia de la concesión
CARLOS ONETO Y VIANA 319
del Imperio, implica necesariamente el reconoci-
miento del derecho de propiedad absoluto y ex-
clusivo en favor del Brasil.
Por tanto, venía á ser letra muerta el preten-
dido compromiso del Gobierno Imperial de ha-
cernos la concesión referida.
El Imperio postergaría ad perpetiiam la ejecu-
ción de los estudios previos; y mientras tanto
nuestras lanchas no podrían cruzar las aguas que
bañan nuestras costas /// pondrían en peligro la
integridad territorial del país vecino i .
Es indisculpable que nuestro Plenipotenciario —
que redactó de su puño y letra el artículo 13 — no
juzgara el alcance de las palabras en él conteni-
das.
Por lo demás, don Andrés Lamas no estaba en
el caso del negociador de 1851.
;l} Tal cosa es lo que ha sucedido.
El Gobierno del Brasil todavía está por realizar esos estudios
previos de que habla el artículo del tratado.
Con fecha 28 de Octubre de 1857, el Vizconde de Jlarang-uape
comunicaba á la Legación Oriental que S. M. el emperador había
ojdenado al Presidente de la Provincia de Río Grande mandara
practicar los estudios del caso.
Lo cierto es que las autoridades brasileras fronterizas impidie
ron siempre la navegación hasta el punto de prohibir que pudie-
se salir del pueblo de Artigas Departamento de Cerro Largo )
un bote con el fin de buscar en la ciudad de Yaguarón médico y
remedios— cosas que durante largo tiempo no tuvo nuestra misera
población.
Reclamaciones frecuentes de parte de nuestras autoridades, ja-
más dieron resultados.
« En 1860 el Gobierno Imperial dio órdenes terminantes para
que no permitiesen la navegación por la laguna Merín á la ban-
dera oriental. • (Tesis del doctor Alberto Palomeque, pág. 18.)
323 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Su posición era muy distinta.
Conservaba toda la independencia necesaria para
poder tratar de potencia á potencia con los di-
plomáticos del Imperio.
No iba á pedir la salvación de la causa de la
República, ni estaba en situación de quien de-
manda favores, ni tenía por qué hacer concesio-
nes indignas.
Pues á pesar de todas esas circunstancias, el
tratado de Revisión del 4 de Septiembre, era mu-
cho más funesto que el primitivo de 1851.
Sus cláusulas sancionaban despojos incalifica-
bles, encerraban vejámenes odiosos, que habían
de pesar indefinidamente sobre el país y que
serían una marca candente de oprobio colocada
en la frente de cada uno de los ciudadanos.
CARLOS ONETO Y VIANA 321
VIH
El espíritu público había seguido con verda-
dera preocupación la marcha de la negociación
del nuevo tratado.
Se sabía que don Andrés Lamas venía confe-
renciando desde tiempo atrás con el Vizconde
del Uruguay y que celebraba el tratado de revi-
sión al de Comercio de 1851, para lo que había
sido acreditado especialmente en la Corte.
Sin embargo en Montevideo se ignoraba ab-
solutamente el contenido de sus cláusulas.
Diversos motivos explicaban que el país abri-
gara serios temores de ser víctima una vez más.
No influía poco la circunstancia de que el ne-
gociador fuera el mismo Plenipotenciario de 1851.
Don Andrés Lamas, después de la negociación
de los tratados del 12 de Octubre, había perdido
mucho de su antiguo prestigio.
322 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Unos dudaban de su honorabilidad, otros de
su talento y condiciones de diplomático.
Por otra parte, las ambiciones y habilidades de
la diplomacia Imperial — que no se hartaba nunca
de arruinarnos — constituían la obsesión de los
hombres de la época.
Todo lo que venía del Imperio había que temer.
Los enemigos de la situación acusaron á los
hombres del Poder de complicidad en nuevas
usurpaciones — y esto hacían en un ambiente propi-
cio para que cualquier ataque adquiriese grandes
proporciones.
Poco antes el Gobierno había aprobado la de-
marcación y colocación de mojones que conjun-
tamente hicieron los Comisarios del Imperio y
de la República.
En esta operación perdimos también, como
siempre.
No teníamos entonces un hombre capaz de
desempeñar el cargo de Comisario de límites.
Don José María Reyes, á pesar de su título
pomposo de Coronel de Ingenieros - era una
perfecta nulidad; y su segundo, don Julio Reyes,
un hombre completa,mente inepto.
El Comisario imperial don Manuel Francisco
José de Sousa Andrea, hombre hábil, superior á
nuestro representante en inteligencia é ilustración,
obtuvo la ubicación de los postes en los lugares
que juzgó conveniente.
CARLOS ONETO Y VIANA 323
Nada más absurdo que la demarcación de nues-
tra frontera.
Los marcos están allí acusando permanente-
mente la ignorancia del Comisario de la Repú-
blica.
Estos antecedentes, unidos al largo proceso de
nuestros arreglos con el Imperio, justificaban per-
fectamente las prevenciones de nuestro pueblo,
Juan Carlos Gómez — que había sido siempre
enemigo de los tratados de 1851 — dio la voz de
alarma.
Su palabra, en aquellos instantes de inquie-
tud é incertidumbre, produjo efectos extraordi-
narios, provocando un movimiento general de pro-
testa, que muy pronto adquiriría todo el carácter
de un verdadero clamor.
Se llegó á un momento intolerable.
La lucha política había tenido la virtud de exas-
perar los ánimos en demasía y la violencia de las
pasiones llegó á colmar toda medida.
Á estas cosas habían de agregarse circunstan-
cias especiales que complicarían la situación.
La cordialidad de las relaciones del Gobierno
de Montevideo con el de la Confederación, vino
á establecer cierta tirantez en las relaciones de la
República con el Estado de Buenos Aires.
Don Justo José de Urquiza se había conver-
tido en un aliado de la política de fusión, lo que
324 BIBLIOTECA DEL CLL'B VIDA NUEVA
dio lugar á que los enemigos de ésta se des-
cargaran contra el caudillo entrerriano.
Por otra parte, la participación de Urquiza en
nuestros asuntos internos tenía alarmados á los
hombres públicos porteños, quienes se declararon
entonces manifiestamente por la causa de los
hombres de la Defensa y por la propaganda de
El Nacional.
Esto vino á dar armas á la prensa y elementos
gubernistas, que acusaban á Juan Carlos Gómez
de propósitos anexionistas.
El Nacional hacía blanco de sus ataques á
la política de fusión, al Gobierno del Paraná y
al caudillaje provinciano y oribista que formaron
en un tiempo el caudillaje de Rosas.
Á su vez, los órganos fusionistas llenaban de
injurias é improperios á los hombres de la De-
fensa y al Estado de Buenos Aires.
Y como si no fuera bastante el escándalo, el
nuevo arreglo con el Brasil da origen á una
campaña violenta contra el Imperio y sus hom-
bres públicos.
Don Gabriel Antonio Pereyra juzgó que aque-
llo no podía seguir en esa forma.
Preocupado por la actitud de la prensa < que
comprometía las relaciones internacionales y per-
sistía en esa vía peligrosa previendo hasta dón-
de se extremaría la nota cuando llegase el mo-
mento de la discusión del tratado, se apresuró á
CARLOS ONETO Y VIAXA
dictar un decreto restrictivo, cuya parte disposi-
tiva era la siguiente:
'- Que se amoneste á los redactores de los pe-
riódicos en nombre de la paz pública — base del
bienestar común para que abandonen las recri-
minaciones recíprocas, guardando en la discusión
la templanza y cordura que los bien entendidos
intereses del país exigen de todos los ciudada-
nos; y para que se abstengan de toda alusión
ofensiva hacia los pueblos y Gobiernos del Bra-
sil, de la Confederación Argentina y del Estado
de Buenos Aires; y que se excite el celo del se-
ñor Fiscal respectivo para el caso de que esta
amonestación sea desatendida.
El 18 de Septiembre llegaba en el paquete
Camila procedente del Janeiro, don Juan José
de Herrera, Secretario de la Legación Oriental en
Río, portador del tratado.
Ese mismo día apareció el decreto gubernativo
convocando las Cámaras á sesiones extraordi-
narias.
El secreto en que los hombres del Poder man-
tuvieron el texto del tratado, contribuyó á aumen-
tar la alarma.
El país lo rechazaba sin discutirlo, sin cono-
cerlo siquiera.
El órgano oficial y los elementos fusionistas lo
326 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
calificaban de bello ideal de la economía política.
La protesta se extendió tomando la forma de
rebelión.
Entretanto seguía ignorándose en qué consis-
tía el convenio.
El Gobierno juzgó que podía neutralizar con
su palabra los efectos de la prédica opositora.
El 25 de Septiembre, el Ministro Requena, en
nota á los Jefes Políticos, les notificaba que < el
señor Enviado Extraordinario y Ministro Pleni-
potenciario de la República en Río Janeiro había
concluido //// tratado comercial con el Gobierno
Imperial que aseguraba //// mercado privilegiadísimo
en los puertos del Brasil á los productos del ga-
nado del Estado Oriental y á los demás produc-
tos naturales y agrícolas.
Ese tratado — continuaba el Ministro — establece
una gran base para el desarrollo de la industria,
de la agricultura y del comercio, y por consiguiente
para el aumento de la riqueza en general del país
y bienes de sus habitantes. »
Y concluía:
< Entretanto, de orden de S. E. tengo la satis-
facción de comunicar á V. S. para su conoci-
miento y el de ese vecindario, aquel aconteci-
miento que abre una perspectiva de prosperidad
para la República.
La actitud del Gobierno, prestigiando ante la
nación un pacto que nadie conocía, era por de-
más curiosa.
CARLOS ONETO Y VIANA 327
La inquietud pública seguía en aumento.
Se supo que en el nuevo arreglo quedaba de-
finitivamente resuelta la cuestión de dominio y
navegación de la laguna Merín y el río Yaguarón.
Sin embargo, y á pesar de la gravedad del
asunto, la palabra oficial no lo había tocado abso-
lutamente.
Al país se le había hablado de tratado comer-
cial.
El Ministro Requena, en su nota encomiástica á
los delegados del P. E. anunció las grandes ven-
tajas para la colocación de los productos de nues-
tros ganados.
Y con una desenvoltura admirable — en el año
1857 — hablaba de mercados privilegiadísimos para
los demás productos naturales y agrícolas de la Re-
pública, y de una gran base para el desarrollo de
la industria, la agricultura, el comercio y riqueza
en general del país!
En punto á las aguas limítrofes, había guar-
dado completo silencio.
El 6 de Octubre el P. E. pasaba un Mensaje á
la H. A. G. acompañando el texto del tratado lla-
mado de revisión al de Comercio y Navegación
de 1851.
Conjuntamente enviaba el P. E. una exposición
del Plenipotenciario en la Corte, en la cual, se-
gún el Gobierno, se daban luminosas y satisfac-
torias explicaciones sobre cada artículo.
El P. E. adelantaba que en la revisión de mu-
22S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
chas de las estipulaciones consignadas en 1851,
se había atendido á las mudanzas ocurridas en
la situación económica de los dos países y al des-
arrollo de los nuevos intereses que nacen de los
progresos de la navegación y del comercio ' .
Entretanto continuaba en rigoroso secreto el
texto del convenio.
Si la palabra oficial se había hecho oir, sólo
había sido para formular juicios encomiásticos.
La atención pública completamente absorbida,
atenta alo que resultara de la publicidad del proto-
colo, fué conmovida por la proclama de Juan Car-
los Gómez, que arengó al país en términos vio-
lentos denunciando que las cláusulas del tratado
encerraban una traición.
(1) «Poder Ejecutivo.
« Montevideo, Octubre 6 de 1857.
« Las gestiones iniciadas ante el Gobierno de S. M. el Empera-
dor del Brasil, para la revisión del Tratado de Comercio de 1851,
han producido el nuevo tratado que el P. E. tiene el honor de
someter al juicio y aprobación de la Honorable Asamblea General.
«Se acompaña también á \'. H. una exposición del Plenipoten-
ciario de la República, en que da luminosas y satisfactorias ex-
plicaciones sobre los artículos de', tratado.
«Ambos documentos espera el P. E. que le serán devueltos
oportunamente.
« El P. E. significó á la H, A. G., en su Mensaje del aiio pasado,
la esperanza de que el Gobierno de S. M. se prestaría á la revi-
sión, explicándose )• complementándose al.yunas de las estipula-
ciones del tratado de 1851, y que se extendería en otras á las
mudanzas ocurridas en la situación económica de los dos países y
al desarrollo de los nuevos intereses que nacen de los progresos
de la navegación y el comercio.
« Todo esto comprende el nuevo tratado, que sólo como modi-
CARLOS ONETO Y VIANA 329
Es de imaginar el efecto que produjo la pala-
bra del gran patriota.
El Fiscal, interpretando la voluntad de los pri-
maces de la fusión, formula en seguida acusación
criminal contra siete editoriales áe El Nacional ; de-
clarando que esa propaganda era contraria á los
fines honestos de la sociedad é inconciliable con la
libertad bien entendida.
Todo fué inútil.
El 22 de Octubre se dan á la prensa las cláu-
sulas del famoso arreglo.
Juan Carlos Gómez, resuelto á dar en tierra con
él, prosigue audazmente:
Ahí tiene ahora el país el tratado.
Es tan malo, tan oneroso, tan funesto, tan des-
licación al de 1S5I, debiera crear una posición más favorable para
los intereses de la República.
«Pero un tratado cuj-as ventajas reposan sobre los frutos del
trabajo, depende esencialmente de la situación en que lo reciba
y ejecute el país, como lo observa el dijrno Plenipotenciario de la
República. Depende de la paz, de la estabilidad de la paz, bajo
el imperio de la ley, bases }• garantías indispensables para el tra-
bajo y para el producto del trabajo.
* La política del Gobierno y el buen sentido del pueblo asegu-
ran esos bienes ; y el P. E. tiene plena confianza en que la H. A. G-
no ha de frustrar las incuestionables ventajas que puede ad-
quirir la República, ni retardará, expidiéndose con prontitud,
puesto que el tratado entrará en plena ejecución á los tres meses
después de canjeadas las ratificaciones en Río Janeiro.
«Dios guarde W. H. muchos años.
« Gabriel Antonio Pereyra.
* Joaquín Rcqttena.
«A la Honorable Asamblea (General.»
330 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
doroso para la República, que era necesario poner
una mordaza á la prensa ^^); sólo puede pasar al
amparo del silencio, de la reserva, del misterio.
« No es discutible siquiera.
«... mientras podamos abrir los labios, no
habrá poder humano capaz de impedirnos defen-
der los derechos del país conculcados y la pro-
pia independencia de la patria amenazada.
< Ese tratado es una iniquidad.
El doctor don Miguel Cañé, redactor de El Co-
mercio del Plata, distinguido publicista argentino
vinculado al país por largos años de residencia
y por sus servicios prestados en la Defensa, de-
claró que el tratado era inaceptable.
Su artículo 13 lo viciaba radicalmente.
No existía tal reconocimiento en principio de
nuestro derecho, sino que por el contrario se de-
claraba exclusivo el dominio del Imperio sobre
las aguas fronterizas.
< La concesión no sería despreciable, en efecto —
decía — si la propiedad de esas aguas estuviese
perfectamente definida y reconocida en favor de
quien la hace; pero precisamente es esa defini-
ción la materia importante de la cuestión de lími-
tes entre este Estado y el imperio, cuestión que
constituye la incógnita y que resuelta de la ma-
nera indirecta que hoy se indica, vendría á esta-
blecer un antecedente legal en oportunidad.
(1) Se referia á la acusación del Fiscal
CARLOS ONETO Y VIANA 331
< Pero de hecho y de derecho la concesión es
irrisoria, puesto que uo es concesión la que se hace
á favor del dueño de una cosa, y mucho menos si
bajo la apariencia de la palabra se escamotea la
propiedad y se comete despojo, y se obtiene la
declaración de un dereclio que no estaba recono-
cido.
El doctor don Gregorio Pérez Gomar demostra-
ba que la misma concesión de que se hablaba co-
mo de una conquista realizada, era ilusoria. — Decía :
< Relativamente á la navegación de la laguna
Merín, no hay tal concesión, sino una promesa que
puede ó no resultar del estudio especial que man-
dará hacer el Gobierno Imperial.
« .... la concesión no es sino la sanción su-
brepticia de usurpaciones de derechos y de despo-
jos de la propiedad.
A despecho de todas estas resistencias, los di-
rectores de la política de fusión esforzáronse por
que el tratado fuera aprobado.
Su rechazo importaba una derrota para la si-
tuación.
Entendían que con su actitud vigorizaban la
acción de la autoridad.
Por lo demás, la sanción del tratado estrechaba
las relaciones con el Brasil y era un medio de
ganarse la amistad del Gobierno imperial.
El país pedía el rechazo del nuevo arreglo; pero
lo pedía á gritos, en forma de protesta violenta.
332 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Nadie formulaba petición alguna ai Cuerpo en-
cargado de discutirlo y sancionarlo.
Todos dudaban de la independencia de los
miembros de ¡as Cámaras, cuya mayoría había co-
metido la indignidad de suscribir el Pacto del 55.
Juan Carlos Gómez, pocas horas antes de es-
tar reunida la Cámara de Diputados, desesperaba
del éxito, y él, que en medio de las pasiones
nunca había tenido una palabra hiriente para don
Gabriel Antonio Pereyra, evocando los antece-
dentes gloriosos del Jefe del Estado y sus sacri-
ficios por la causa del país, en aquellos momen-
tos supremos, declaraba con toda la sinceridad
de su alma:
.... nos queda todavía la fe en el anciano Pre-
sidente de la República, que por la Constitución
tiene el derecho de veto. ^
El 29 de Octubre tuvo lugar la primera discu-
sión en la Cámara de Representantes.
El Presidente Palomeque había estado traba-
jando por conseguir sufragios en favor de la
aprobación.
Los diputados fueron invitados á una reunión
en su casa.
Convencido, en el momento de la sesión, de
que la mayoría se había declarado rebelde y de
que el rechazo era cosa cierta, el señor Palome-
que abandonó momentáneamente la presidencia,
ocupándola el vice don Eugenio Fernández, y tomó
la palabra para pedir se postergara la discusión
CARLOS ONETO V VIANA 333
hasta tanto el P. E. comunicase los protocolos
que servían de explicación y de antecedentes á los
tratados.
La voz austera del doctor don Pedro Busta-
mante se hizo oir.
El elocuente diputado se opuso enérgicamente
á la pretensión del señor Palomeque, pidiendo
que se discutiera el tratado en aquella misma
sesión y que se le rechazara, porque su sanción
importaba un abandono de los intereses del país
ligado á todo un sistema electoral.
Las palabras del doctor Bustamante dan origen
á un principio de tumulto.
La sesión se vuelve borrascosa.
Don José Gabriel Palomeque replica en térmi-
nos inconvenientes á su impugnador, enrostrán-
dole la incorrección de su actitud al dudar de la
lealtad de las personas que intervinieron en la ne-
gociación del tratado.
Hizo el Presidente de la Cámara una calurosa
defensa de los actos del Gobierno.
El Ministro Requena habló extensamente para
desvirtuar las acusaciones de don Pedro Busta-
mante y concluyó pidiendo se prestara sanción á
la moción del señor Palomeque.
El doctor Bustamante intenta hablar nuevamente
para refutar al Ministro, pero la Mesa le prohibe.
Apela á la Cámara, y ésta le concede la palabra.
Fué entonces cuando el tumulto llegó al des-
orden.
334 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La gente de la barra se agita y grita, tomando
parte en el debate.
Se produce en ese momento un hecho vergon-
zoso.
Don Luis de Herrera, Jefe Político, que ocu-
paba un puesto entre los espectadores, participa
del escándalo.
Juzgando tal vez que la Cámara fuera una de-
pendencia del Departamento de Policía, se dirige
en alta voz al Presidente preguntándole si que-
ría que expulsara á los promotores del desorden.
El tumulto crece.
La moción de don José Gabriel Palomeque es
finalmente rechazada, y se levanta la sesión en medio
de la mayor confusión, después de resolver entrar
á discutir el tratado á las 12 del día siguiente.
La noticia de la derrota del Gobierno cundió
por todas partes.
El triunfo de Juan Carlos Gómez era evidente.
La campaña de El Nacional había logrado lle-
var el convencimiento á los miembros de la Cá-
mara— en su mayoría ex floristas --de que la po-
lítica de fusión, que tanto vejamen había impuesto
al país, pretendía coronar su obra con un pacto
oneroso y humillante para la República.
En la sesión del 30 quedaría sancionado defini-
tivamente el triunfo de la propaganda viril de Juan
Carlos Gómez.
La política de fusión, que había pretendido di-
simular su derrota tratando de postergar la dis-
CARLOS ONETO Y VIAXA 335
cusión legislativa, no trepidó en llegar al atentado
para impedir la victoria del país.
El mismo día 2Q, una vez conocido el resul-
tado de la sesión, el P. E. dictó el siguiente de-
creto clausurando las sesiones extraordinarias de
las Cámaras:
« Montevideo, Octubre 1?') de 1857
El P. E. ha acordado y
DECRETA :
Artículo l.'i Á las 12 del día del 30 del co-
rriente quedarán cerradas las sesiones extraordi-
narias de las Cámaras.
Art. 2." Comuniqúese al señor Presidente de
la Honorable Asamblea General para sus efectos.
Perevra.
Joaquín Requena. Carlos de San
Vicente. — L. Batlle.
¿Qué significaba este úkase?
El P. E. sostuvo la tesis absurda de que legíti-
mamente podía clausurar las sesiones extraordi-
narias, por lo mismo que tiene la facultad de con-
vocar las Cámaras cuando á su juicio fuese ne-
cesario.
33Ó BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Esto sólo significaba un jDretexto para atenuar
su responsabilidad en el inaudito golpe de es-
tado.
No existe ninguna prescripción constitucional
que deba ser interpretada así.
El P. E. puede convocar las Cámaras á sesio-
nes extraordinarias señalando los asuntos que mo-
tivan la convocatoria, que serán los únicos que
la Asamblea podrá tratar, por una razón muy sen-
cilla. Como Poder por excelencia administrador,
ninguno en su caso para juzgar de la necesidad
de leyes que los intereses del país reclamen ur-
gentemente.
Pero una vez reunida la Asamblea, estando
como en este caso en ejercicio de sus funciones,
el P. E. de ningún modo puede hacerse arbitro
de sus destinos clausurando por decreto sus se-
siones.
Como Poder independiente es el Cuerpo Le-
gislativo soberano, y de manera alguna puede
admitirse relación de dependencia con el Poder
Ejecutivo.
El 30, á la hora indicada, se reunió la Asamblea.
La autoridad tomó medidas rigorosas que pre-
viniesen cualquier manifestación hostil.
Soldados de artillería ocupaban las escaleras del
Cabildo. Un centenar de policianos guardaba el
orden.
Se dio lectura á un Mensaje del P. E. en el que
éste declaraba, que convencido de que no era po-
CARLOS ONETO Y VIANA 337
sible una discusión templada é imparcial sobre el
tratado sometido á consideración de la Cámara,
con la exaltación en que estaban los ánimos con
motivo de la cuestión electoral que se debatía ca-
lurosamente, excitando las pasiones, había acor-
dado el decreto clausurando sus sesiones '^ .
Es realmente penoso ver la firma de don Lo-
renzo Batlle en ese decreto ruso!
(1) «Montevideo. Octubre 29 de 1S57.
« Poder Ejecutivo.
« Habiendo el P, E. convocado extraordinariamente la H. A. G.
designándole los asuntos de que únicamente podría o:uparse, en-
tre los cuales comprendía las modificaciones al tratado de Comer-
cio de 1851 celebrado con el Brasil, y, convencido de que con la
exaltación en que están los ánimos con motivo de la cuestión elec-
toral, que se debate calurosamente, excitando las pasiones, no es
posible, como lo prueba la sesión del dia de hoy, una discu-
sión templada é imparcial sobre dichas modificaciones que se
toman como pretexto para pretensiones que pueden afectar la paz
pública y alterar el orden que el P. E. debe conservar inaltera-
ble, ha acordado el decreto que acompaña, con cu^-a lectura ante
la H. A. G. quedarán clausuradas las sesiones extraordinarias.
«Dios guarde á ^'. H. muchos años.
♦ Perevra.
'Joaquín Requena. — Carlos de San
Vicente. — Lorenzo Batlle. »
338 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
IX
Descartada la discusión del tratado, quedaba por
resolver el problema electoral.
Desde Julio, las diversas fracciones venían tra-
bajando activamente en la tarea de aunar fuerzas
congregando en su derredor elementos para la
acción.
Cuando se dio comienzo en la prensa á la dis-
cusión de las cláusulas del tratado, ya los ánimos
habían llegado á un buen grado de exasperación.
Los bandos en lucha extremaron la nota.
Los f lisio/lisias, que contaban con los valiosos
elementos del oficialismo y personal administra-
tivo, se empeñaron en negar r/ aire y la luz á los
adversarios.
Los hombres de la Defensa, irritados por esta
conducta y enardecidos por la prédica de Juan
CARLOS ONETO Y VIANA 339
Carlos Gómez, manteníanse en actitud de protesta
constante.
La sesión del 2Q de Octubre en la Cámara de
Diputados y la conducta posterior del P. E. pre-
cipitaron las cosas.
El Club de la Defensa > convocó á una gran
reunión partidaria que debía verificarse el 1.'^ de
Noviembre en el teatro de San Felipe, para cam-
biar ideas sobre la mejor forma de llevar adelante
los trabajos electorales.
Es de imaginarse el efecto que produciría en
los hombres del Poder la acción franca y resuelta
de los elementos opositores.
Se pondría en evidencia la mistificación de que
era víctima el país.
La fusión era rechazada abiertamente por todo
el partido de la Defensa.
Entretanto los directores de la política fusio-
nista propalaban la especie de que solamente al-
gunos pocos rezagados, espíritus reaccionarios, se
obstinaban torpemente en oponerse á sus pro-
gresos secundando las miras anárquicas de los
políticos de Buenos Aires que alentaban la espe-
ranza de hacer práctico el ideal de Juan Carlos
Gómez.
El oficialismo puso en juego todos los medios
conducentes á obstaculizar la reunión que debía
verificarse en el teatro.
El P. E. comenzó por prohibir á los militares
que asistiesen á los Clubs electorales — ataque di-
340 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
recto al < Club de la Defensa y especialmente á
César Díaz, Francisco Tajes y General don Enrique
Martínez.
Entretanto don Anacleto Medina presidía de-
corativamente las deliberaciones del Club de la
Unión " y en campaña los caudillejos se habían
convertido en agentes de los políticos de Mon-
tevideo.
En la tarde del 30, cuando la población se en-
contraba bajo la impresión que produjo el decreto
de clausura de las Cámaras, fueron llamados al
Fuerte Juan Carlos Gómez y César Díaz, porque
el Presidente de la República quería asegurarse de
que la tranquilidad pública no sería alterada en
la reunión á celebrarse el /.« de Noviembre.
Los citados comparecieron y empeñaron su pa-
labra de caballeros de que el sosiego público se
mantendría invariable.
El 31 apareció un violento editorial de El Na-
cional, el primero tal vez que se pronunciara parti-
cularmente contra el Jefe del Estado.
La conducta del señor Pereyra en los últimos
días de Octubre, contradictoria con sus declara-
ciones anteriores, exasperó á Juan Carlos Gómez.
La obstinación del Presidente en vencer á los
hombres de la Defensa, secundando á los po-
líticos fusionistas, poniendo arbitrariamente á su
servicio todos los resortes oficiales, no podía me-
nos de sublevar el espíritu honrado de Juan Car-
los Gómez.
CARLOS ONETO Y VIANA 341
El Primer Magistrado, en nota confidencial á los
Jefes Políticos, había manifestado que el P. E. profe-
sando el más profundo respeto á los principios del
sistema que nos rige y al derecho inviolable de los
ciudadanos, quería que el sufragio fuera un hecho
positivo y práctico, dejando á los electores en toda
su plenitud la libertad necesaria para que pudie-
sen darse verdaderos representantes.
Y recomendaba á sus Delegados que no ejer-
cieran otra influencia en aquel acto solemne que el
de depositarios de la fuerza pública para conser-
var el orden, sostener y hacer respetar las rega-
lías del ciudadano en el ejercicio del más grandioso
de sus derechos en el sistema representativo popu-
lar.
Don Gabriel Antonio Pereyra juzgó que la au-
toridad del Presidente había sido enormemente ul-
trajada por la audaz publicación de El Nacional,
calculada para presentar al Primer Magistrado
como destituido de toda dignidad ^ ^ ' y resolvió
prohibir la reunión á celebrarse.
Era un golpe de muerte para los conservado-
res.
César Díaz y Francisco Tajes solicitaron una
entrevista que les fué concedida por el señor Pe-
reyra.
Una vez en su presencia, le reiteraron las se-
guridades de que el orden público se mantendría
(1) Palabras del Mensaje del P. E. á la Honorable Comisión
Permanente.
342 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
perfecto y expusieron al Jefe del Estado que con la
prohibición se afectaba el derecho indiscutible de
una gran parte de la población, que en manera
alguna podía hacerse solidaria de las ideas ex-
puestas en el artículo de la referencia.
Finalmente declararon al señor Pereyra que en
el caso de un conflicto que no estuviese á su al-
cance evitar, serían los primeros en ponerse á las
órdenes del Jefe del Estado para defender su au-
toridad.
Don Gabriel Antonio Pereyra vaciló ....
Al día siguiente apareció el decreto prohibi-
tivo 1 , el cual declaraba que el Presidente creía
poder permitir la reunión de partidos anunciada,
cuando en un principio concedió que se realizara;
pero que las doctrinas de El Nacional revelaban
que su director se proponía quebrar la autori-
dad del Gobierno; lo que ponía al P. E. en el
caso de tomar medidas prontas de seguridad.
(l i « ACUERDO
«El P. E. ha acordado y decreta:
« Guiado el Presidente de la República por los principios libe-
rales de su política y acatando el ejercicio del derecho electo
ral, creía poder permitir la reunión de partido anunciada para
hoy, á pesar de ser opuesta A su prog'rama y A sus convicciones,
limitándose A tomar las medidas convenientes para tranquilizar
la población, justamente alarmada; pero las doctrinas de E¡ A'a-
cíonal de ayer que se ha hecho circular, no obstante el proceder
liberal del Presidente de la República, revelan que el redac-
tor de El Aacional, promotor é iniciador de esa reunión de par-
CARLOS ONETO Y VIANA 343
Como complemento del decreto prohibitivo, se
publicó la siguiente resolución policial:
« Departamento de Policía.
«Montevideo, Noviembre 1." de 1S57.
Por orden superior:
Queda prohibida toda reunión en que se le-
vante la bandera de los antiguos partidos.
< En consecuencia, queda prohibida la reunión
anunciada para hoy 1." de Noviembre, en el tea-
tro de San Felipe y Santiago.
< Lilis de Herrera. >
La política de fusión decretaba la guerra civil.
Ese mismo día don Lorenzo Batlle abando-
naba el Ministerio, negándose á sancionar losaten-
tido, se propone quebrar la autoridad del Gobierno, }' so pretexto
de trabajos electorales, alterar el orden, que no es posible sin el
respeto á la autoridad.
'El Presidente de la República acuerda y decreta: que se pro-
hiba por la Policía la reunión ptiblica anunciada para hoy en el
teatro de San Felipe y Santiago, y toda otra reunión en que se
levante la bandera de cualquiera de los antiguos partidos.
« Circúlese á los Jefes Políticos esta resolución para su mAs se-
vero cumplimiento, y póngase en noticia de la H. C. Permanente.
c Gabriel A. Pereyra.
€ Joaquín Reqtteria. — Carlos de San
Vicente — Lorenzo Batlle. »
314 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tados que inmediatamente cometió el Gobierno.
Su posibilismo lo había llevado demasiado lejos.
Su firma aparece al pie de documentos reprobables.
Y esto sin referirme al decreto monstruoso del 1 .»
de Noviembre, que, según voz pública en la época,
no llegó á suscribir (D.
En el día fué creada nuevamente la Coman-
dancia Militar, nombrándose Jefe de las Armas á
don Anacleto Medina.
La política fusionista provocaba soluciones de
fuerza.
El partido conservador, que había pasado de-
vorando su indignación en presencia de los aten-
tados que se cometían en nombre de la concor-
dia, dando así lugar á poder recuperar legítima-
(1) En estos días he oído más de una vez, que don Lorenzo
Batlle no firmó el decreto del 1.° de Noviembre.
Últimamente rae lo aseguró un distinguido ciudadano estrecha-
mente ligado á don Lorenzo Batlle, y que ocupó un elevado cargo
público durante su Administración.
Por lo demás, existe una circunstancia que hace verosímil esta
afirmación,
Batlle abandonó el Ministerio después de oponer serias resis-
tencias á que se desterrara á Juan Carlos Gómez y sus amigos;
y lo hizo el mismo primero de Noviembre — día en que apareció el
decreto prohibiendo la reunión en el teatro San Felipe.
Los destierros no fueron otra cosa que el complemento del de-
creto contra el derecho de reunión. Sancionar lo uno 3' negarse
á sancionar lo otro, sería contradictorio.
Por otra parte, los conservadores re.c\h\eYor\ con agasajos á don
Lorenzo Batlle, invitándolo á las reuniones que tuvieron en los
días subsiguientes, y esto difícilmente hubieran hecho si aquél
hubiera suscrito el decreto de la referencia.
Don Lorenzo Batlle se convirtió en tin enemigo implacable del
la fusión, á la que combatiría con igual sinceridad como la había
servido.
CARLOS ONETO Y VIANA 345
mente su predominio por el triunfo en las urnas
era privado del más sagrado y elemental de los de-
rechos del ciudadano.
Sin libertad de reunión — exclamaba Juan Car-
los Gómez cuando ya los hombres del Poder
combinaban los planes criminales de que él sería
víctima — no hay libertad electoral.
' La libertad electoral depende de la libertad de
la prensa y de la libertad de reunión.
.... sin discusión y sin combinación no hay
trabajo electoral posible.
Esto significaba una verdad elementalísima.
Era absurdo ir á las urnas.
Por lo demás, ¿á qué pretender hacer traba-
jos electorales si los Poderes Públicos, aliados á
una fracción reaccionaria, estaban resueltos á im-
pedir por la violencia el triunfo de los que com-
batían la fusión?
La brutalidad del decreto del !.'> de Noviem-
bre exasperó á Montevideo, ya alarmado por
la resolución gubernativa del 30 de Octubre clau-
surando las sesiones extraordinarias.
Las peores y más contradictorias reflexiones
inquietaban más y más á los espíritus.
¿Cuál sería la conducta posterior del Gobierno?
Distintamente se ignoraba.
Pero estaba en la conciencia pública que la
política de fusión llevaría su insensatez hasta re-
ducir el país á escombros, si fuese necesarío, para
el logro de sus planes.
346 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
En las últimas horas de la tarde la ciudad sin-
tióse consternada con la noticia de que se había
librado orden de prisión contra Juan Carlos Gó-
mez.
Montevideo presenció un espectáculo bochor-
noso.
Veinte hombres armados á fusil se estaciona-
ron frente á la casa del redactor de El Nacional.
Un agente de policía intimóle su prisión.
El ilustre tribuno fué encerrado en un cala-
bozo del Cabildo.
Allí tuvo por guardianes á sujetos complicados
en la mazorcada del 18 de Marzo.
Momentos después, eran arrastrados á la cár-
cel don Juan José Poyo, Alcalde Ordinario de la
Florida; don Eugenio Abella, don Miguel Nieto,
don Manuel Espinosa, don Antonio Zorrilla, don
Jacinto Reinal, don Esteban Sacarello, miembros de
la Comisión del Club déla Defensa ; don Vicente
Garzón y don Luis Tezanos, redactores de El Sol
Oriental.
Por la noche fueron transportados á la Isla Li-
bertad.
Á las cuatro de la mañana se les condujo á
bordo del vapor < Menay que hacía la carrera
á Buenos Aires, fletado especialmente por el Go-
bierno.
El delirio se apoderó de los hombres del Fiierfe.
Heraclio C. Fajardo, puesto al frente de El Na-
cional al solo efecto de que no cesara su publi-
cación, declaiaba:
CARLOS ONETO Y VIANA 347
La joaz pública ha sido alterada exclusiva-
mente por el Gobierno.
< La población está consternada.
c Por encima de la ley, por encima de la Carta
Fundamental se levanta la política fusionista y la
voluntad de una oligarquía intolerante.
Juan Carlos Gómez desde el < Menay envió
á la Junta Económico- Administrativa — encargada
según prescripción constitucional (art. 126) de
velar por la conservación de los derechos indi-
viduales— una enérgica protesta contra la con-
ducta de los hombres del Poder.
Con toda la sinceridad de su alma declaraba:
< Mi delito consiste en haber despertado el es-
píritu público adormecido sobre el peligro y pa-
tentizádole la verdad de una traición hipócrita y
cobarde. >
El P. E. dio noticia en mensaje á la Comisión
Permanente del decreto restrictivo del derecho de
reunión.
Aquella corporación estaba formada por el Se-
nador don Florentino Castellanos, su Presidente;
Senador don José Lozano, Diputados don José
Gabriel Palomeque, don Rafael Fernández Etche-
nique, don Hermenegildo Solsona, don Francisco
Fernández Fisterra y don Luis Magariños Cer-
vantes.
Todos fusionistas.
348 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Las medidas tomadas por el Gobierno fueron
aprobadas unánimemente por los miembros asis-
tentes á la sesión ( ^ K
Don José Gabriel Palomeque pidió se hiciera
constar en el acta que se había votado canónica-
mente.
Terminada la sesión, diversos grupos en cor-
poración concurrieron á la casa del Presidente
de la República.
Allí tomaron la palabra, pronunciándose en tér-
minos encomiásticos para la situación, el señor
Palomeque y don José Vázquez Sagastume, ciu-
dadano este último que había debutado en 1853
firmando la solicitud de intervención al Plenipo-
tenciario imperial y que había de ser más tarde
personaje conspicuo de la política de fusión.
Notició también el P. E. á la H. Comisión
Permanente los destierros.
Declaraba en su mensaje que la medida tan
necesaria como prudente áú \s> de Noviembre no
era suficiente para garantir la paz pública. Que
ella se hacía servir de nuevo pretexto de agita-
ción, por lo que el Presidente de la República
(1) El doctor don Florentino Castellanos, en su calidad de Pre-
sidente, no votó, y don Luis Magariños Cervantes se retiró antes
de que se tratara el mensaje del P. E.
Este último ciudadano asistió á la sesión al solo efecto de pedir
que la Comisión Permanente tomara en cuenta la protesta elevada
por algunos miembros del Cuerpo Legislativo contra la conducta
del P. E.
Como se rechazara su moción, don Luis Magariños se retiró de
la sala.
CARLOS ONETO Y VIANA 349
usando de sus facultades constitucionales, había
resuelto alejar temporalmente de esta capital al re-
dactor de El Nacional, promotor é incitador del
desorden, y á sus principales agentes y coopera-
dores ' .
Llevado el mensaje á la Comisión Permanente,
pasó á informe de una Comisión especial, com-
puesta por don Luis Magariños Cervantes y don
Rafael Fernández Echenique.
(1) Poder Ejecutivo.
Montevideo, Noviembre 2 de 1857.
Se ha puesto en noticia de la H. C. P. la resolución del Presi-
dente de la República, prohibiendo la reunión anunciada para
ayer y toda otra reunión en que se levante la bandera de los
antiguos partidos, cuj'.a lucha ha traído sobre el país males de
todo género ; pero esa medida tan prudente como necesaria no
era suficiente para garantir la paz y el orden público.
Ella se hacía servir de nuevo pretexto de agitación: }• la con-
moción tomaba creces.
La autoridad y la fuerza del Presidente de la República habían
sido enormemente ultrajadas por una audaz publicación calculada
para presentar al primer Magistrado como destituido de toda dig-
nidad y de todo prestigio ante la proyectada reunión de ciudada-
nos, á quienes se excitaba con falsos y absurdos peligros de nacio-
nalidad.
Más tolerancia por parte del Gobierno hubiera producido el des-
orden }• la anarquía, que son inevitables cuando la autoridad pú-
blica se deja abatir impunemente.
En tal situación, el Presidente de la República no podía ni
debía trepidar en cumplir con el sagrado deber que le impone la
Constitución, de conservar la tranquilidad pública; y usando de
sus facultades constitucionales, ha resuelto alejar temporalmente
de esta capital al Redactor de El Xacional. promotora incitador
del desorden, y á sus principales agentes y cooperadores.
De este modo la paz quedará inalterable y el Gobierno habrá
satisfecho la mayor y más justa exigencia del país, tan arruinado
por las frecuentes revueltas pasadas.
350 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Luis Magariños, á pesar de sus entusias-
mos fusionistas, condenó resueltamente la actitud
del Poder Ejecutivo.
Producida la discrepancia en el seno de la Co-
misión informante, se resolvió el nombramiento de
un miembro que la integrase.
En mala hora recayó la elección en don José
Gabriel Palomeque, que desde 1855 venía siendo
elemento incondicional del Gobierno.
El señor Palomeque, de acuerdo con don Ra-
fael Fernández Echenique, redactó el informe apro-
Penoso ha sido en realidad para el P. E. el empleo de esta me-
dida, pero ella sólo es imputable á los que la han provocado gra-
tuitamente.
La Administración actual había conseguido afianzar la paz y
hacer prácticas las instituciones por medio de una política liberal
y equitativa y auxiliada por el sentimiento pacifico del país; pero
suscitada una propaganda de partido, las doctrinas subversivas
de la prensa empiezan á traducirse en hechos. El temor de nue-
vas discordias se apodera de los ánimos y la paralización de los
elementos que constituyen la producción y la riqueza del país,
sustituj-e á la actividad con que, en la confianza de la paz, iban
desarrollándose esos elementos.
Las medidas adoptadas por el Gobierno restablecen esa con
fianza y los verdaderos intereses del país se habrán salvado.
La H. C. P. que se halla en el teatro de los sucesos, puede
apreciar con toda exactitud la necesidad y la justicia de aquellas
medidas, y el Presidente de la República, en cumplimiento del
artículo 81, las somete á su consideración.
El Presidente de la República promete otra vez más á la H.
C. P. y al país, que será perseverante en su empeño de conser-
var la paz y el respeto A la autoridad y á la ley.
Dios guarde á V. H. muchos años.
(íabriel Antonio Pereyr.a,
Joaquín Requena. — Carlos de San
Vicente.
Á la Honorable Comisión Permanente.
CARLOS ONETO Y VIANA 351
bando las medidas de seguridad y una minuta de
comunicación que la Comisión proponía fuera en-
viada al P. E. en contestación á su mensaje.
En la sesión del 5 de Noviembre se trató el
asunto.
El doctor don Florentino Castellanos abandonó
la presidencia para pronunciar un vehemente dis-
curso, en el que expuso la verdadera doctrina
constitucional y el alcance de los artículos 7Q y
81 de la Carta Fundamental.
El doctor Castellanos declaró que los destierros
eran una medida arbitraria y que por tanto no
debían ser aprobados por la Comisión Perma-
nente, encargada por la Constitución de velar por
su observancia y cumplimiento.
Don Luis Magariños Cervantes se produjo en
términos semejantes, condenando la conducta del
Poder.
En cambio el señor don José Gabriel Palome-
que, escarneciendo á la verdad y á la dignidad
del país, hizo una calurosa defensa de las medi-
das tomadas el 1.'^ y opinó, dominado por entu-
siasmo federal, que la Comisión Permanente debía
anticipar al P. E. la seguridad de su franca y de-
cidida cooperación en todos los casos que pudiesen
sobrevenir de imial naturaleza < * \
(1) <MI.\UTA DE COMUXICACrÓX
«Al Poder Ejecutivo.
« La Comisión Permanente se ha instruido de la nota del Po-
der Ejecutivo del día '1 del corriente, en la que cumpliendo con
352 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Los demás miembros de la Comisión Perma-
nente, sujetos sin valimiento ni significación, si-
guieron al diputado gubernista.
Esta conducta arrancó una protesta de indig-
nación del doctor don Fermín Ferreyra y Artigas,
que en aquellos momentos supo interpretar el
sentimiento popular.
«Esos hombres — decía — á la luz del día, en el
recinto augusto de las leyes y .á la faz de un
pueblo libre, han estrujado en el hueco de sus
manos las hojas benditas de nuestras libertades
patrias.
< Han autorizado la supresión de las garantías
constitucionales.
<: Han pretendido abrir una nueva puerta al Po-
der para que sin responsabilidad vaya extermi-
los deberes que le impone el Códig-o Fundamental de la Repú-
blica, se ha servido en ella dar cuenta á esta corporación y ex-
plicar los motivos que le indujeron á alejar del país temporal-
mente al redactor de El Nacional, promotor é incitador del
desorden, y á sus principales agentes y cooperadores.
« En tal caso cumple ;'i la H. C. P. expresar al P. E., por dolo
roso que le sea, que ella, participando también del amor á la paz
}- á la tranquilidad pública, no puede, sin falsear estos sentimien-
tos, dejar de aprobar con decisión esas medidas, tanto más justi-
ficadas cuanto que están en perfecta consonancia con las facul-
tades que confiere al P. E. el artículo 81 de la Carta Funda-
mental.
€ La Comisión Permanente, al dejar así aprobada la conducta
del P. E., se hace un deber, en reiterarle su franca y decidida coo-
peración en el presente caso y en todos lasque pudiesen ocurrir de
igual naturaleza, reservándose, sin embargo, el someter esta apro-
bación á la Honorable Asamblea General en debida oportunidad.
« Dios guarde al P. E. muchos años.
« Palonicquc. — Fcrndndcs Eclteniquc. >
CARLOS ONETO Y VIANA 353
nando cuanto pueda ofrecer una resistencia á su
capricho ó á su sistema.
< Habríamos perdonado á don José Gabriel Pa-
lomeque y á sus satélites que, olvidando sus
antiguas tradiciones de partido, por gloriosas que
fueran, las trocaran por otras que, aunque indig-
nas, les ofrecieran una posición personal.
< Les habríamos perdonado que vendieran su
dignidad de hombres para convertirse en instru-
mentos de un mandatario por la sed de oro ó
de un empleo que cubriese con oropel su nuli-
dad y su vileza.
<: Pero no se trata de partidos ni de influencias,
sino de garantías legales y de dignidad nacional.
<:No podemos contener un impulso de indig-
nación y de desprecio, que nos inspira esa farsa
de representantes del pueblo, que desempeñan su
elevada misión hollando los derechos más sagra-
dos con que la ley ha investido á los ciudada-
nos. »
El Nacional desde el día 10 pone nuevamente
al frente de sus columnas el nombre de Juan Car-
los Gómez <; Redactor principal, actualmente des-
terrado , como un homenaje rendido al infatiga-
ble defensor de los intereses nacionales, como un
acto de consecuencia con el ilustre escritor.
Igual cosa había hecho durante el Sitio El Co-
mercio del Plata, después de la muerte de su re-
dactor don Florencio Várela, como un anatenuí
354 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
diario contra sus verdugos, como un testimonio del
crimen inaudito cometido traidoramente, en el si-
lencio de la noche, por el puñal que había pa-
gado el oro del Cerrito ^ ^ \
Los últimos actos del Gobierno no tuvieron la
sola virtud de convulsionar el país.
También definieron más netamente la situación.
Los pocos elementos colorados que por diver-
sas circunstancias estaban todavía vinculados al
Fuerte y ocupaban cargos oficiales, fueron aleja-
dos por sospechosos.
Estas separaciones facilitaron la entrada de nue-
vos elementos del Cerrito, que merecían plena fe
al Jefe del Estado por su incondicional adhesión
á la política gubernista.
Don Gabriel Antonio Pereyra pudo conven-
cerse entonces de que la situación tenía por único
fundamento á los hombres que rodearon á don
Manuel Oribe; y que sus antiguos amigos de
la Guerra Grande rechazaban resueltamente la pre-
tendida fusión.
La actitud de éstos los exponía á sufrir las
brutalidades del oficialismo.
En campaña cosa peor sucedía.
Los caciques que imperaban en los Departa-
mentos, á título de propagar la fusión y la con-
cordia, perseguían cruelmente á los colorados ape-
gidos á sus tradiciones.
(1) Del doctor don Fermín Ferrej'ra y Artif^as.
CARLOS ONETO Y YIANA 355
En Mercedes, el doctor don Marcelo Mezquita,
ciudadano ilustrado y distinguido que estorbaba á
los manejos oficiales, después de sufrir vejámenes
de todo género, fué expulsado del Departamento
por las autoridades locales.
Ya no se consultaba á Montevideo para dis-
poner de la seguridad y la vida de los enemigos
de la fusión.
Se iba en camino de reproducir los tiempos
nefandos de la barbarie de Oribe.
El estado moral de la época era horrible.
Muy pronto nuevos actos del Poder, que ser-
virían de escándalo á todo el Río de la Plata,
pondrían en evidencia la descomposición reinante.
El 13 de Noviembre de 1857 dejaba de existir
don Manuel Oribe, después de una larga y cruenta
enfermedad.
Había vivido demasiado para la desgracia de
la Patria y muy poco para la justicia de los hom-
bres, í
Los que habían sido sus enemigos, aquellos
que habían combatido el sistema de sangre del
que fuera esforzado defensor, callaron ante su
tumba.
Unos por sentimiento piadoso, otros por no
humillar nuestra cultura con la recordación de epi-
sodios repugnantes que dieron celebridad sinies-
tra á su nombre.
La política de fusión que hacía alarde de con-
denar en absoluto el pasado porque había sido
:í56 biblioteca DEL CLUB VIDA NUEVA
funesto; que perseguía y expulsaba á los ciuda-
danos porque profesaban culto á las glorias de
la Defensa; que invocaba la concordia y confra-
ternidad como justificativo de todos sus atenta-
dos, dio la nota más irritante, más temeraria, más
oprobiosa con la pretensión inaudita de rehabilitar
ante sus contemporáneos y ante la historia la fi-
gura apocalíptica de aquel monstruo.
Don Gabriel Antonio Pereyra dispuso se verifi-
casen honores regios por ser un deber imprescin-
dible del Gobierno honrar la memoria de los fun-
dadores de nuestra nacionalidad é independencia ^ ^ \
Los Ministros de Gobierno y de Guerra y Ma-
rina, acompañados por el Jefe del E. M. G. y je-
fes y oficiales francos, acudieron en nombre del
(1) « ^Ministerio de Guerra y Marina.
« Montevideo, Noviembre 20 de 1857.
« siendo un deber imprescindible del Gobierno honrar la me-
moria de los fundadores de nuestra ittdcpendcncia y nacionalidad,
el P. E. ha acordado }•
« DECRETA :
€ Artículo 1." El martes 24 del corriente á las 11 de la mañana
se celebrarán las exequias fúnebres del finado Brigadier Gene-
ral don Manuel Oribe en la Iglesia Matriz de esta ciudad.
«Art. 2." A ese acto asistirán los ^Ministros del P. E, con las
corporaciones civiles y militares con luto oficial.
«Art. 3." Por el E. M. G. se invitará á los deudos del finado
Brigadier.
€ Art. 4.» Una guardia de honor será colocada en el templo por
el batallón de Guardias Nacionales de Infantería de la Capital.
« Art. 5.° El pabellón nacional y el de los 33 serán colocados á
derecha c izquierda del catafalco.
CARLOS ONETO Y VIANA 357
Presidente de la República á la casa mortuoria á
presentar su homenaje á los deudos.
Los secretarios de Estado, corporaciones civiles
y militares, instituciones de diverso orden, de luto
oficial, concurrieron á las exequias, que fueron
pomposas, preparadas con varios días de antici-
pación.
En el momento de depositarse el féretro en el
sepulcro, el Ministro Requena, en representación
del P. E. pronunció el discurso - panegírico.
El señor don José Vázquez Sagastume, novel po-
lítico fusionista, en elocuentes palabras reveló su
entusiasta admiración por el extinto.
Los órganos fusionistas, cuyos redactores habían
hecho sus primeros ensayos periodísticos en el
c Art. 6.° Por el E. M. G. se invitará á uno de los compañeros
del finado Brigadier que desembarcaron en el Arenal Grande el
19 de Abril de 1825, para que mantenga el pabellón con que des-
embarcaron en nuestras plaj-as.
« Art. 1.° Todos los cuerpos de la g-uarnición formarán en la
plaza Constitución para hacer los honores fúnebres al finado Bri-
gadier General don Manuel Oribe, quedando á cargo del Jefe del
E. M. G. nombrar al que ha de mandarlos y las descargas que
han de verificarse.
« Art. S." Desde la salida del Sol del día 2J se colocará el pa-
bellón nacional á media asta en la Fortaleza de San José }• demás
parajes públicos ; haciéndose el disparo de un cañonazo cada cuarto
de hora y once seguidos al último responso.
« Art. 9.° Una Comisión compuesta por el Ministro de Guerra
y Marina >• los Oficiales Mayores de los Ministerios pasarán des-
pués de los funerales á la casa mortuoria á dar los pésames á la
familia en nombre del Gobierno.
«Art, l'i. Comuniqúese, publíquese y dése al R. C.
« Pekevr.a.
« Carlos de San Vicente. »
358 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Defensor de la Independencia Americana, llenaron
sus columnas con anécdotas y episodios relati-
vos á las glorias y méritos de aquel á quien lle-
garon á calificar de fuerte columna del orden ins-
titucional é ilustre víctima del amor á la patria.
El diario oficial ponía de manifiesto su odio
al pasado y su adhesión á las ideas de olvido,
con estas palabras:
<: Cuando la regeneración que se opera entre nos-
otros haya rasgado el velo de las malas pasio-
nes que ocultan nuestros ojos y ofuscan la razón,
los hombres que fueron serán venerados por sus
hechos y reivindicados por la historia ante las
generaciones venideras.
« La vida política del General Oribe tiene he-
chos grandes, gloriosos, esplendentes, que adornan
y subliman su corona cívica, mil veces orlada con
el laurel de la victoria, timbre augusto del hom-
bre de honor.
Los hombres de su temple, los hombres cons-
picuos, los hombres de posición como el Gene-
ral Oribe tienen un juez recto, justo apreciador de
sus virtudes y de sus méritos.
<; Ese juez es la posteridad, es la historia.
« En cuanto á su vida privada, el General ha
sido siempre afable y simpático, un honrado pa-
dre de familia, un digno esposo y un buen amigo.
Retirado á la dulzura de la vida doméstica,
todos sus votos han sido para la felicidad de la
CARLOS ONETO Y VIANA 339
Patria, á la que consagró su vida desde muy joven,
como los patriotas de su época.
«Su naturaleza de fierro (porque era preciso
que así fuese para poder arrastrar la vida que lia
vivido el General Oribe) ha sido al fin vencida
por los años y por la rudeza del dolor.
' Ha sucumbido bajo el inescrutable mandato
de la Providencia y bajo el peso del destino, pero
ha fallecido en su hogar, rodeado de su aprecia-
ble familia y bajo el cielo de la Patria, perfumado
por la brisa matinal que circundaba su morada.
Van desapareciendo las notabilidades históri-
cas de la Patria, dejándonos sus nombres para
pedestal de nuestro monumento de glorias, para
pedestal de nuestro santuario.
<; El General don Manuel Oribe es una de las
notabilidades del Río de la Plata, á cuya libertad
consagró toda su vida, distinguiéndose por su pa-
triotismo y por sus virtudes.
De Washington tal vez no se hubiera podido
decir más.
La política de fusión se esforzó por que las so-
lemnidades tuvieran el mayor carácter posible y
que los elementos populares contribuyeran á la
apoteosis.
Don Gabriel Antonio Pereyra, una vez en la
pendiente, dispuesto á rehabilitar la memoria del
que había tenido la habilidad de convertirse en su
aliado después de reconocer su impotencia, puso
360 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
de SU parte el poderoso concurso que puede ofre-
cer el Jefe del Estado.
La República, órgano de Oribe, desbordante de
gratitud, exteriorizaba sus sentimientos con estas
palabras :
Reciba el digno ciudadano don Gabriel An-
tonio Pereyra los más sinceros agradecimientos
del Partido Nacional en masa. >
Estos hechos acusan una completa depravación
de la época.
La política de fusión no podía ser más cruel.
La apoteosis de Oribe, á raíz del destierro de
los hombres de la Defensa, significaba una burla
sangrienta.
Por otra parte, honrar la memoria de Oribe en
Montevideo, era inferir una grave injuria á sus
esforzados defensores; era arrancar de la historia
nacional la página brillante del Sitio Grande.
La explosión de la indignación pública debía
producirse.
Los deudos de las innumerables víctimas sacri-
ficadas á la saña del teniente de Rosas, no habían
podido obtener aún reparación alguna.
Los hijos de don Florencio Várela reclamaban
el castigo del malvado que por sentencia legal
había sido declarado autor de la muerte del ilus-
tre escritor.
Allá por Maldonado, el vecindario, impulsado
por sentimientos de piedad, se ocupaba en aque-
CARLOS ONETO Y VIANA 361
líos días de enterrar las osamentas que aún blan-
queaban las llanuras de India Muerta.
Los deudos de Soriano y de Tavares recorrían
las faldas del Cerrito en busca de los restos de
esos dos desgraciados ultimados en los últimos
momentos del Sitio.
El recuerdo de la horriole carnicería de Arroyo
Grande no se había borrado; y la memoria de
ios 1300 decapitados en aquel 6 de Diciembre, pro-
testaba contra la ceremonia impía que pomposa-
mente se realizaba.
Los nombres de Vedia, Piroto, Castillo, Henes-
trosa, Alonso, Sánchez, Carrillo, Biribiri, Gómez,
Aguilar, Arizmendi, Augusto Martínez, Pintos, Fe-
derico Acosta y Lara, Emilio de la Sierra (sobrino
de Oribe) y otros mártires eran recordados con
dolor por los hombres honrados, mientras el ofi-
cialismo aturdía la ciudad con el estrépito de las
campanas y los estampidos del cañón.
Se recordaba piadosamente á las víctimas de ¡as
Provincias.
Un sentimiento de solidaridad hacía común el
dolor con los deudos de los patriotas argentinos
sacrificados en las luchas por la libertad.
Á la memoria del ilustre redactor de El Comer-
cio del Plata se unía la de su hermano el doc-
tor don Rufino Várela, lanceado en premio de su
misión generosa ^^\
( 1 ) El doctor don Rufino Várela fué encargado por Lavalle de
conducir hasta el campamento de Oribe á varios prisioneros, en-
tre e'los el General don Eugenio Garzón y el Coronel Antuña.
Una vez allí lo ultimaron á lanzazos.
362 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
• El nombre del malogrado Coronel Pedro Cas-
telli (hijo del famoso convencional del año 10),
el de Marcos Avellaneda, el infortunado Goberna-
dor de Tucumán ' , el del General don Juan Após-
tol Martínez -', compañero de las Heras y La-
valle, víctimas ilustres cuyas cabezas fueron pues-
tas en picas y colocadas ala expectación en las
plazas públicas, venían á la mente de los hombres
sanos de la época mezclados con cierto sentimiento
de conmiseración.
Nadie podía olvidar á la desgraciada Santa Fe
anegada en sangre, donde Oribe se manchó con
crímenes horribles, obteniendo por ese hecho el
(1) «Cuartel General en Metuán, Octubre 3 de 184L
«Los salvajes unitarios Marcos Avellaneda, titulado Gober-
nador de Tucumán ; José M. Videla, Comandante Lucio Casas,
Sargento Mayor Gabriel Suárez, capitán José Espejo y teniente
primero Leonardo Souza han sido al momento ejecutados en
la forma ordinaria, rf excepción de Avellaneda, á quien mandé
cortar la cabeza, que será colgada ri la expectación pública en la
plaza de Tiicmuán.
« Manuel Oribe. »
A esta nota, Rosas contestó en estos términos :
« Dios es infinitamente justo.
« Con viva complacencia felicito £i V. E. y en su ilustre persona
al valiente, heroico ejército que tan dignamente comanda V. E. »
(Saldías: «Historia de Rosas >, tomo ni, pág. 86.)
( 2 ; « Cuartel General en las barrancas de Coronda, Abril 17 de 1841.
« Treinta y tantos muertos y algunos prisioneros, entre los cua-
les quedó el salvaje titulado General Juan Apóstol Martínez, al
que fué cortada la cabeza, fué el resultado de nuestras armas
federales.
«Felicito á V. E. por este glorioso suceso y me repito su muy
atento servidor.
« Manuel Oribe. »
CARLOS ONETO Y VIANA 363
puesto de General en Jefe del Ejército de Van-
guardia de la Confederación Argentina ^^V
Todos recordaban al infortunado Coronel Bor-
ba, cuyas orejas fueron enviadas á Buenos Aires
como ofrenda á Rosas ; al bravo Coronel Maciel,
condenado á tormentos inauditos antes de ser
ultimado; al Coronel Videla, á Casas, á Gabriel
Suárez, al capitán Espejo, caídos después de pri-
sioneros bajo la cuchilla de Oribe.
Estaba fresca en la memoria de todos la ca-
tástrofe horrible de la población de Belén, víc-
tima de una rápida excursión de Oribe, en que
fueron asesinados viejos, mujeres y niños, niños
que se alimentaban aún en los pechos de sus
madres -'.
Á esas recordaciones dolorosas uníase la de
las escenas horripilantes que sucedieron á los com-
bates de Quebrachito y Monte Grande, en que la
soldadesca enfurecida y ávida de sangre formaba
con los grupos de prisioneros pelotones atados
con maneadores, para después tomarlos por asalto
cebándose en sus carnes.
Nadie ignoraba aquella nota < única por su he-
dor carnicero » como dice Saldías, reveladora del
sentimiento perverso que inspiraba á su autor,
en la que Oribe comunicaba al Gobernador de
Córdoba don C. Arredondo haber impartido ór-
denes para que se lucieran severas pesquisas so-
( 1 ) Andrés Lamas, panfleto publicado en Río Janeiro.
(2) Andrés Lamas, panfleto citado.
364 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
bre el lugar donde estuviese enterrado el cadáver
de Lavalle con el fin de que le cortasen la ca-
beza y se la enviaran ' ,
En presencia de estas manifestaciones de ho-
rror, la política de fusión cometía la ignominia
de hacer al país cómplice de aquellas horren-
das bacanales.
Un grito de protesta se oyó en todas partes.
La lira de Heraclio C. Fajardo vibró de indig-
nación '^-\
(1) <V2 Octubre de 1841.
« He mandado hacer severas pesquisas en el lugar donde está
enterrado el cadáver de Lavalle, para que le corten la cabeza y me
la traigan.
« Manuel Oribe. »
Oribe dudó en un principio de la muerte de Lavalle.
Poroso, ordenó le enviaran la cabeza para cerciorarse.
Más tarde solicitó la extradición del cadáver, que fué negada
por el Gobierno de Bolivia. (Don Andrés Lamas. Folleto pu-
blicado en Río Janeiro.)
I
(L') «El templo del Señor está enlutado— Puebla su espacio fu-
neral concento— Y en su centro de cirios rodeado— Elévase pom-
poso monumento.
II
« Los ámbitos del aire, la campana— Con su tañido funerario
llena— Y en vibración periódica y cercana— El estampido del ca-
ñón resuena.
III
cVése afluir al místico recinto— Turba procaz de hipócrita en-
trecejo—Donde al destello del pudor extinto— Sucediera diabólico
reflejo.
CARLOS ONETO Y VIANA 365
El Senador doctor don Enrique Muñoz — en
nombre de la dignidad nacional -formuló enérgica
condenación contra aquellas ceremonias humi-
llantes.
El doctor don Fermín Ferreyra y Artigas, como
protesta elocuente, pidió se diera cumplimiento al
decreto del Gobierno de la Defensa que mandó
erigir una columna simbólica en el lugar donde
cayó Marcelino Sosa atravesado por una bala de
cañón disparada desde las baterías de Rosas.
< Quién es el procer, el patriota, el hombre— Que esa apoteosis
funeral recibe? — Cuál es su gloria, su blasón, su nombre? — Un
parricida 1 .. . un asesino 1... Oribe.
VI
« Y permites, Señor, que así se ofenda— Con sacrilega pompa tu
santuario— Sin que estalle tu cólera tremenda— Y fulmine al pro-
tervo temerario ?
VII
» Y peimites, Señor, que en este día — Se aliente la maldad con
tal ejemplo — Sin que en la frente de la turba impía— Se desplomen
las bóvedas del templo ?
IX
« Horrible sacrilegio ! — En el recinto mismo— Que rechazó nueve
años— Su bárbaro poder — Por premio á tanta gloria— Constancia
y heroísmo— Tribútanse ho}" honores — Al vándalo de ayer.
X
• Horrible sacrilegio ! - Los manes de \'arela— Demandan el cas-
tigo de su asesino vil— Y el llanto de mil madres — Y huérfanos aún
cuela... — \' le levanta altares la adulación servil! ...
XI
«Horrible sacrilegio !^La cólera divina— Más tarde ó más tem-
prano—Tremenda estallará— \' el brazo que hoy tirante— Tu vo-
luntad domina— Con implacable rayo— Oh pueblo! trozará...
« Heraclio C. Fajardo. »
366 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Dominado por viva indignación, escribía estas
palabras:
Desgraciado país donde se pospone indigna-
mente á un héroe y se levantan trofeos á un
bandido! . . . . >
En Buenos Aires, donde gobernaban los ele-
mentos sanos y cultos del viejo partido unitario
y el pueblo respiraba un ambiente saludable, se
levantó unánime protesta.
Mitre declaró que la indignación pública en
Montevideo, en la impotencia para levantar una
horca al criminal, había tenido que dejarlo morir
tranquilamente. . . .
Mármol, haciéndose intérprete del sentimiento
popular, escribía:
Si no alzamos la voz todos los hombres de
corazón para estigmatizar el escándalo que acaba
de dar un gobierno del Río de la Plata, con el
andar del tiempo todos seríamos comprendidos
en él ... .
La historia entera de América, tan fecunda en
episodios bárbaros y sangrientos, no tiene un
solo hombre con quien comparar á don Manuel
Oribe.
No era un tirano en la inteligencia política
de esta palabra, porque no tenía ni sistema ni
acción propia.
No era un caudillo, porque abandonado á sus
propios recursos era impotente y rudo.
CARLOS ONETO Y VIANA 367
No era un verdugo, porque era más que un
verdugo : mataba por orden y mataba por gusto.
Era una especie de fenómeno que no tiene
clasificación.
Si estuviéramos en los tiempos de las leyen-
das escocesas dinamos que la tierra Argentina y
Oriental brota sangre en ciertos días del año
por las huellas que dejó la planta de Manuel
Oribe!
Y sin embargo, al ejecutor de tantos hechos
atroces, de sorprendente barbarie, es al que se
decretan honores, porque ha muerto.
Para la República Argentina no ha muerto.
Para la República Oriental no ha muerto tam-
poco.
El Cerrito está allí; y entre la oscuridad de
la noche se ha de divisar quizá el brazo de Oribe
enclavando en su cúspide la bandera de Rosas,
con que traía á su patria la conquista y la es-
clavitud, el asesinato y el robo y la barbarie y
el vicio organizados en sistema.
Montevideo no ha muerto; y honrar á Oribe
es deshonrar la gloria eterna de esa Troya del
Plata.
Glorificar á Oribe y glorificar á la Defensa
sería como hacer una apoteosis á los nombres
unidos de Várela y Cabrera.
363 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
< Felizmente para la dignidad humana y para
la historia del Río de la Plata, esas tentativas ais-
ladas de rehabilitación se estrellan y se rompen
contra el muro de la conciencia pública.
< Quizá de muerto ha de ser tan funesto como
de vivo; y los que pretenden glorificar su me-
moria, no habrán conseguido sino hacerla más
odiosa al juicio de la posteridad. »
La producción de los últimos sucesos llevó á
los hombres de la Defensa á una situación excep-
cional.
Vacilaron entre optar por la inacción — que los
pondría en el caso de esperar el desarrollo de
los acontecimientos — y la prosecución de los tra-
bajos de reorganización que los expondría á las
persecuciones del oficialismo.
Éste, cada vez más ensoberbecido, se esforzaba
por hacer al país cómplice de sus atentados.
Largas listas eran enviadas desde campaña cu-
biertas de nombres, firmadas por los caudillejos
locales, los delegados militares y de policía, los
antiguos elementos oribistas y una cantidad in-
mensa de sujetos sin responsabilidad, analfa-
betos en su mayor parte, ' aplaudiendo la con-
ducta del Gobierno y la energía desplegada en
frente de la actitud de los enemigos déla fusión:
procedimiento muy rosista, que procura la justi-
CARLOS ONETO V VIANA 36g
ficación de los crímenes en la sanción de la masa
anónima é inconsciente ' que ya se había puesto
en práctica en 1855 para prestigiar la obra nefanda
del Pacto de la Unión, y que más de una vez
se había de emplear en épocas posteriores para
justificar grandes atentados.
La política fusionista arrastraba todo consigo,
dándole al orden de cosas existente un carácter
cada día más odioso.
Con el militarismo corrompido de la época se
formó la Guardia Sagrada de Salvación Pública,
remedo de la Sociedad Popular Restauradora de
Buenos Aires, que tenía de jefe honorario al
Presidente Pereyra con el grado de Coronel ; de
jefe efectivo á don Anacleto Medina, en calidad de
Sargento Mayor; al Inspector de Armas de Ayu-
dante; á los Brigadieres Generales don José Brito
del Pino y don Juan Antonio Costa, de capita-
nes de compañía; como cabos y sargentos, los
Tenientes Coroneles y Mayores que eligiera el
Jefe del Estado, y de soldados á toda la falange
del escalafón militar que se prestara á aquella
ignominia - .
(\) Rosas muchas veces se aprovechó de ese procedimiento.
Las facultades extraordinarias que se atribuía eran prestigiadas
por listas que venían de todos lados cubiertas de firmas recolec-
tadas por sus secuaces.
(2) «Artículo 1." Formase una Guardia de Salvación PítbUca
con el título de «Guardia de la Constitución» en honor y apoj'o
del Presidente de la República.
«Art. 2." La Guardia de la Constitución se reunirá en cuerpo'
formando dos compañías.
24
370 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
En esos momentos había llegado á Montevideo
don Venancio Flores.
Su presencia después de las últimas medidas
tomadas por el Gobierno, cuando la población se
encontraba bajo la impresión dolorosa que pro-
dujeron los homenajes á Oribe, fué comentada
contradictoriamente.
Se le invitó á una reunión de los conservadores,
que tuvo lugar en la casa de César Díaz el 15
de Noviembre.
«La primera se denominará « de la Ley» y la segunda «del Go-
bierno ».
«Art. 3." Esta Guardia Sagrada tendrá por jefe en calidad de
Coronel al Presidente de la República. Por segundo Tefe en clase
de Sargento Mayor, al Brigadier General don Anacleto Medina.
Por Aj'udante, al Jefe del Estado Mayor General, 3" por aban-
derado al Teniente Coronel don Salvador García.
« Art. 4.» La Compañía de la Ley tendrá por Capitán al señor
General don José Brito del Pino.
«La Coiupariia del Gobierno tendrá por Capitán al (¡eneraldon
José Antonio Costa.
«Art. 5." Los demás señores subalternos oficiales de las compa-
ñías serán nombrados por S. E. y elegidos entre la clase de Co-
roneles de la lista general de la Guardia,
«Los señores subalternos Cabos y Sargentos serán elegidos por
S. E. entre la clase de Tenientes Coroneles y Sargentos Mayores.
« Art. 6." Los demás Jefes y Oficiales serán todos soldados de la
Guardia de honor de la Constitución.]
«Art. 7." La Guardia de honor llevará una bandera sencilla de
la Patria.
«En una desús fajas blancas se escribirá:
« Guardia de honor de la Constitución y del Gobierno.
«En la corbata: Batallón Sagrado.
« Art. 8.° La bandera de que habla el artículo anterior será pre-
sentada á S. E. el Coronel del Cuerpo por una Comisión de Da-
mas presidida por doña Dolores \"idal de Perej'ra y doña Joaquina
de Requena.
«Montevideo, Xovierabre 13 de 18ó7. »
CARLOS ONETO Y VIANA
Su asistencia dio mérito á que se le juzgara
dispuesto á tomar participación en una reacción
saludable; sin embargo, muy pronto la estupe-
facción se apoderó de todos con la lectura del
manifiesto que diera á sus compatriotas.
Don Venancio Flores declaraba que el Pacto
de unión que en interés de la Patria había ce-
lebrado con el finado General don Manuel Oribe,
necesitaba más que nunca su dedicación para que
aquél fuera una realidad '^\>
(1 ) < A MIS COMPATRIOTAS
« Obligado por asuntos domésticos y ;í instancias de mis buenos
amigos á regresar á la Patria, debo una explicación de mi con-
ducta.
« Yo me ausenté con la resolución formal de no intervenir en
la política interna de mi país.
« Aquel llamamiento me señala el camino que debo seguir.
« El Pacto de unión, que en el interés de la Patria celebré
con el finado General don Manuel Oribe, necesita hoy más que
nunca de mi dedicación para que aquél sea una realidad.
« En la unión de todos los orientales está cifrado el porvenir de
la República.
« Exento de ambiciones bastardas, yo no traigo otras preten-
siones qus la de depositar mi voto con los de mis amigos en las
urnas electorales.
« Ese voto es de convicción y de patriotismo, porque la sitúa
ción del país exige la más decidida consagración á ese acto,
€ Los Representantes del pueblo que vengan en este raes tie-
nen una gran misión que cumplir.
«El examen de los Tratados con el Brasil, cuya discusión ha
suspendido la disolución del Cuerpo Legislativo, requiere un con-
tingente de patriotismo, de saber y sobre todo de ese puro sen-
timiento de independencia y libertad que sostiene el escudo de
nuestras armas.
< Trabajare, pues, por que ese patriotismo y ese saber en alas
de la unión de todos, sea la expresión de las próximas elecciones.
« Montevideo, Noviembre 16 de 1857,
< Venancio Flores. >
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El caudillo del 55 persistía en su obra, sin
arredrarle el cuadro pavoroso que tenía á su vista,
cuya causa generadora no había sido otra que
la alianza malhadada del 11 de Noviembre.
Entretanto la política de fusión seguía elabo-
rando sus planes para dar el golpe definitivo al
partido de la Defensa.
En la formación de las nuevas Cámaras, que
debía verificarse el 2Q de Noviembre, estaba la
gran solución.
El Club de la Unión, convertido en una depen-
dencia del Ministerio de Gobierno, fué encargado
de la combinación de candidatos y confección de
listas.
Alejados de la fusión los hombres de la De-
fensa, forzosamente los señalados como candida-
tos viables tenían que pertenecer al antiguo partido
blanco, cuyos hombres eran los únicos que irían
á las urnas.
Para salvar las apariencias se matizaban las lis-
tas con uno que otro ex florista — sujetos sin va-
limiento ó de esos cuya vida había sido una
constante claudicación.
Esto explica que fusionistas como don Manuel
Herrera y Obes, que estaba alejado de la política
militante, dedicando sus energías al progreso de
la Universidad, de la que había sido fundador,
fuera excluido de la nómina de candidatos para
dar cabida á los que prestigiaran francamente la
gestión del Gobierno.
CARLOS ONETO Y VIANA 373
Se cometía además la deslealtad de incluir en
las listas nombres consulares como los de don
Joaquín Suárez y doctor don José Ellauri, ciuda-
danos que de ningún modo ingresarían á las Cá-
maras, cuidándose especialmente de que sus su-
plentes fueran elementos incondicionales de la
situación.
El 27 de Noviembre fué nombrado Ministro de
Hacienda don Federico Nin Reyes, personaje cons-
picuo del fusionismo.
El 29 se verificaron las elecciones, de las que
resultaron nombrados los candidatos del Club de
la Unión, en todos los Departamentos, menos en
Minas.
En este último, los agentes oficialistas, ex floris-
tas que respondían á la influencia de don Erigido
Silveyra, defeccionaron, resultando electa por los
elementos colorados, con gran estupefacción de
los políticos de Montevideo, una trilogía de rebel-
des: Juan Carlos Gómez, el doctor don José Ma-
ría Muñoz y el doctor don Pedro Bustamante.
Por el Ministerio de Gobierno se dictó, poste-
riormente á la instalación de la Legislatura, una re-
solución por la que el P. E., convertido en juez
competente, ordenaba se practicaran nuevas elec-
ciones, porque las habidas habían sido una farsa
de elección que dio por resultados el nombramiento
de individuos complicados en la rebelión ^^l^>
(1; Para justificar esta resolución, el Gobierno declaraba que
don Erigido Silvej-ra había expulsado del Departamento á ¡as au-
374 * BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Como consecuencia de este úkase, la política
de fusión había de sustituir á los tres ilustres ciu-
dadanos por nulidades del fusionismo.
Los atentados del Poder fueron siendo cada
vez más irritantes, comprometiendo más y más la
paz pública.
Era un reto procaz y constante á todos los que
no sancionaran su conducta.
El 6 de Diciembre comienzan nuevamente las
prisiones.
El P. E. comete la monstruosidad de nombrar
juez encargado especialmente de entender en el
proceso.
Los juicios en comisión están expresamente
prohibidos por la Carta Fundamental ( artículo 110),
precepto sabio que tiene por fin prevenir las gran-
des iniquidades que podría cometer el Poder nom-
brando á determinados sujetos para que juzguen
á sus enemigos.
El nombramiento recayó en don Salvador Gar-
cía, autor del proyecto de la Guardia Sagrada, Fis-
cal que había sido del ejército de Rosas.
toridades legales con el fin de que sus agentes liicictnn á su vo-
luntad las elecciones.
Esto era completamente falso.
Cuando se realizaron en ¡Minas los comicios, el Departamento es-
taba perfectamente tranquilo.
Posteriormente A las elecciones, el coronel -Silveyra estuvo en
Montevideo, respondiendo al llamado del Presidente. Se retiró á
campaña para rebelarse en los días 14-15 de Diciembre de 1857.
CARLOS ONETO Y VIANA 375
Ya no había política posible ante la actitud
despótica del Poder y de su círculo.... ^^^^^
El país se declaraba en franca rebelión, y la
política fusionista, en vez de esforzarse por calmar
el espíritu público con medidas tranquilizadoras que
infundieran confianza y dieran esperanzas de cierto
mejoramiento, provocaba reacciones funestas con
sus insensatos decretos.
El 15 se le dan los pasaportes á César Díaz,
ordenándole el Jefe de Estado Mayor que en bre-
ves horas abandonara el país.
El Gobierno cometió la indignidad de estable-
cer en el pasaporte la cláusula de que había sido
solicitado por quien era expulsado sin motivo
justificado y sólo para satisfacer las exigencias
de los primaces de la fusión.
El soldado de Caseros rechazólo con altivez, sin
perjuicio de marchar resignadamente al destierro -K
( 1 ; Del doctor don Fermín Ferreyra y Artigas.
(2) «El General César Díaz.
«El Jefe del E. M. G. me ha intimado personalmente, en nom-
bre del Superior Gobierno, la orden de embarcarme dentro de
breves horas para Buenos Aires, entregándome al mismo tiempo
un pasaporte en el que aparece la cláusula de haber sido solici-
tado por mi.
«Como esto último no es exacto, sino que por el contrario soy
arrancado del país contra mi voluntad, sin motivo justificado, y
compeüdo á pasar al extranjero, devuelvo el expresado pasaporte,
sin perjuicio de dar puntual y entero cumplimiento á la orden del
Gobierno que me fué trasmitida por e! Jefe del Estado Mayor Ge-
neral.
« Dios guarde á \'. E. muchos años.
« César Díaz.
«Excmo. señor ^linistro de Guerra v Marina.»
376 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El mismo día se libran nuevas órdenes de pri-
sión contra los hombres de la Defensa.
Primero fueron aprehendidos don Santiago La-
vandera, don Juan Crisóstomo Vázquez y Hera-
clio Fajardo, siendo inmediatamente conducidos al
vapor Constitución que debía partir para Bue-
nos Aires. Al comandante del buque se le ordenó
que permaneciera en el puerto hasta tanto la au-
toridad embarcara á todos los que iría resolviendo
fuesen desterrados.
No faltó quien hiciera la reflexión de que el
Gobierno debía aprovechar la oportunidad y com-
prar el Menay > ó el Pampero , buques anun-
ciados en venta, reservando su adquisición para
el servicio de los destierros, que podría de ese
modo ser establecido con toda comodidad y fá-
cilmente dos veces por semana.
El día 16 fueron aprehendidos don César Orsini
— redactor de // Sospiro dell" Esule, republicano ita-
liano expulsado de su país por su admiración á
la figura genial deMazzini; don Juan Manuel de
la Sierra, Administrador y propietario de El Na-
cional; don Juan Nepomuceno Madero, propieta-
rio de El Comercio del Plata (su redactor el doc-
tor don Miguel Cañé ya se había embarcado para
Buenos Aires el 12); don R. Reynaud, editor de
El Sol Oriental, asestándose así golpe seguro á
la prensa.
Se les condujo también al Constitución .
En seguida fueron conducidos igualmente don
CARLOS OXETO Y VIAXA 377
Antonio Bové, don José María Cabot, don Mau-
ricio Zavalla, don Manuel Pagóla, don Felipe Bap-
tista, y momentos antes de partir el buque, don
Serafín Olivera.
El Constitución / salió el 17 con el carga-
mento de desterrados.
Estas medidas, que acusaban las ideas criminales
de los hombres del Gobierno, llenaron de estupor
á la población.
Al anuncio de rebelión el Presidente de la Re-
pública llama á los cuarteles á la Guardia Nacio-
nal de la Capital ' ' encargando de su comando
á don Jaime Illa y Viamont y don Lesmes Bas-
tardea, ambos del Cerrito, el segundo oriundo de
España, individuo siniestro, reaccionario, antiguo
soldado del despotismo, que después de defender
en su país la causa del oscurantismo y la opre-
sión, vino al Río de la Plata á luchar por el
triunfo de la barbarie, no sin antes defeccionar del
servicio de la libertad ^-\
(1; El Jefe de la (¡uardia Nacional proclamó á su legión con
una arenga bélica, diciendo « que el puesto de honor estaba en
los cuarteles.»
Los órganos fusionistas declaraban que aquel bravo había ha
blado á sus soldados como lo harían Nclsoii y JVapolci'm.
( 'J) « DECRETO
« -Ministerio de Guerra y Marina.
« Montevideo, Diciembre 16 de IS'w
« El Presidente de la República acuerda y
< decreta:
« Artículo 1." La G. X. de 1. de la Capital y sus suburbios es
llamada al servicio de este día
37S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
No bien se produjo el primer amago de pro-
testa armada, la política de fusión, en nombre de
la moral, del derecho, de la justicia, de la causa
pública, da el golpe de gracia á la prensa, cali-
ficando de cómplices de la rebelión á los redacto-
res, editores é impresores de las publicaciones anár-
quicas que excitaren los rencores de los viejos par-
tidos.
Á los pocos días eran cerradas las oficinas de
El Nacional.
Y en tanto que los órganos fusionistas llena-
ban sus columnas con denuestos dirigidos á los
hombres de la Defensa, El Comercio del Plata
informaba á sus lectores de la entrada y salida
de los buques, de la variación del precio de los
frutos y del permanente conflicto de las poten-
cias en el Extremo Oriente.
« Art. 2." Compuesta de dos batallones, como antes estaba dis-
puesto, el primero será de los ciudadanos á quienes les comprenda
la ley de enrolamiento, y se formará de los de esta ciudad ; el
segundo será de pardos y morenos y tendrá su residencia en la
Villa de la Unión.
«Art. 3." El Jefe natural de toda la G. X, lo será el Comandante
don Jaime Illa y Viamont, y del '1." batallón el Teniente Coronel
don Lesmes Bastarrica.
« Art. 4.° Publíquese, comuniqúese.
« Pkruyra.
« Carlos de San Vicente. »
CARLOS ONETO Y VIANA 379
La rebelión tenía fatalmente que producirse.
Sin embargo entiendo que era una insensatez,
desde que el partido de la Defensa no estaba en
condiciones para las reivindicaciones armadas.
Había sufrido demasiado.
Desde 1854, acciones y reacciones deplorables
venían minándolo.
Á raíz de la elección presidencial del General
Flores se produjo la anarquía. Los conservadores
no quisieron hacerse solidarios de las arbitrarie-
dades ni de las intransigencias partidarias del
Gobierno militar y siguieron á Melchor Pacheco
y Obes, alejándose de la situación.
Más tarde, el amor á la concordia y á los prin-
cipios los llevó á tomar las armas. La revolución
de Agosto fué de resultados desastrosos. Prepa-
330 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ró el camino para los sucesos que se desarrolla-
ron posteriormente.
El Pacto de la Unión se encargó de comple-
tar la ruina. Aliados Flores y Oribe ametrallaron
á los hombres de la Defensa.
Las jornadas luctuosas de Noviembre no fue-
ron otra cosa que una matanza cruel de elemen-
tos útiles y sanos sacrificados á la prepotencia
del caudillaje.
El triunfo de don Gabriel Antonio Pereyra, im-
puesto por Oribe, vino á constituir una derrota
para todos los hombres del Sitio, inclusos los ele-
mentos floristas aliados de aquél.
Triunfante el candidato del Pacto, los conser-
vadores procediendo con bondad de propósitos
y celo patriótico, supieron ofrecerle su concurso
para destruir el influjo funesto de Oribe.
Don Gabriel Antonio Pereyra, inspirándose en
el espíritu que presidió la celebración del Pacto,
destinado exclusivamente á destruir á los con-
servadores, prescindió de ellos, aceptando indig-
namente la cooperación del caudillaje del Cerrito,
que dirigido por Oribe y don Bernardo P. Berro,
se había declarado en franca rebelión contra su
acción y el prestigio de su autoridad.
En Diciembre de 1857, cuando la política fu-
sionista buscando el coronamiento de su obra, de-
portaba á los conservadores, el partido de la De-
fensa se encontraba en una situación desespe-
rante.
CARLOS ONETO Y VIANA 3S1
Rivera y Pacheco ya no existían.
El prestigio del primero lo había heredado don
Venancio Flores. El uso que de él hizo lo sabía
el país.
Desde el ostracismo no ejercía el caudillo as-
cendiente alguno sobre sus antiguos partidarios.
Quedaba como personalidad militar culminante
César Díaz.
Sin embargo el soldado de Caseros no poseía
ciertas cualidades que habían hecho de don Ve-
nancio Flores jefe de partido.
Hombre culto, ilustrado, de ciudad, sin vincu-
laciones con los elementos de campaña, su pa-
labra no ejercía gran influjo entre los hombres
del viejo partido riverista.
La política fiisionisfa había además arrastrado
á don Anacleto Medina, nulidad como político,
pero elemento militar de valía.
Los hombres de pensamiento se habían anar-
quizado.
En tanto que Juan Carlos Gómez daba la nota
más alta del radicalismo oponiéndose al triunfo
de una política que juzgaba funesta, don Andrés
Lamas convertido en un situacionista á oiitmnce,
instaba á sus amigos á que se incorporasen á
la fusión.
Don Manuel Herrera y Obes con su actitud
de absoluta inacción, profesando, sin embargo,
platónicamente ideas fusionistas, contribuía á im-
fundir desconfianzas y desalientos en los que en
3S2 BIBLIOTECA DEL.CLUB VIDA NUEVA
otro tiempo habían visto en él al hombre capaz
de encarnar una solución salvadora.
Don Lorenzo Batlle, víctima de sus conviccio-
nes, habíase esterilizado durante catorce meses en
el Ministerio, vinculando su nombre á muchas
arbitrariedades.
Las circunstancias consignadas habían llevado
al partido de la Defensa á una situación que no
le permitía acudir á las armas.
La rebelión era absurda.
El Gobierno tenía, por otra parte, á su dispo-
sición elementos poderosos.
Contaba con el caudillaje y los elementos del
Cerrito, sin excepción alguna; con algunos caudi-
llejos colorados, los que habían perdurado en la
traición del 55; con algunos militares, ex rive-
ristas, como don Anacleto Medina y el General
don José Antonio Costa, firmante del Pacto; con
la protección que le prestara Urquiza, en cambio
de los odios que en Montevideo se fomentaban
contra los hombres de Buenos Aires, y con el
apoyo del Gobierno Imperial, interesado en su
triunfo, porque de él dependía la aprobación del
tratado del 4 de Septiembre.
El levantamiento del Coronel Silveyra en Mi-
nas fué, pues, una empresa temeraria y dispara-
tada.
Hostigado y perseguido, don Erigido Silveyra
comprendió que su situación era imposible pro-
longarla.
CARLOS OXETO Y VIANA 383
Juzgó un medio de eludir la persecución de
que era objeto, levantando el estandarte de la
rebelión.
Su acción no estaba en armonía con ningún
plan previamente combinado, ni tenía ramifica-
ciones en los demás Departamentos, ni obede-
cía á ninguna orden de los elementos directores
del partido de la Defensa.
Una vez insurreccionado, su situación vino á
ser gravísima, por cuanto la perspectiva que podía
ofrecerle la derrota, tenía que ser pavorosa.
Su actitud tuvo inmensa é inmediata repercu-
sión y no pudo menos de ser simpática á los
que sentían constantemente el vejamen y la opre-
sión del oficialismo.
El espíritu de solidaridad, proveniente no sólo
del viejo compañerismo, sino también de la co-
munidad en la desgracia, excitó á los hombres
de la Guerra Grande.
Viéndolo solo, abandonado, comprometido en
aquella empresa temeraria, se lanzaron á la re-
vuelta Isidro Caballero, islas, Francisco Tajes y
otros cuantos. Tajes, absolutamente extraño á to-
dos los sucesos, se había alejado al Departamento
del Salto, para atender asuntos particulares.
Espíritu noble, templado al calor de los gran-
des heroísmos, capaz de todo sacrificio, tan pronto
enteróse del peligro que corrían sus amigos, sin
vacilaciones ni cavilosidades, arrastrado por sus
inclinaciones generosas, dejó de lado sus intere-
38* BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ses, SU familia, sus afecciones y buscó su incor-
poración á los rebeldes.
Aquellos hombres impulsados puramente por
sus sentimientos, no tenían plan ni rumbos.
Faltábanles recursos bélicos, dinero, hasta direc-
ción: cosas indispensables en un movimiento de
ese género.
Sin jefe, sólo tuvieron un pensamiento, que fué
para César Díaz, la figura militar más descollante
en esos momentos del partido de la Defensa.
Esto significaba además una protesta contra el
predominio del caudillaje del Cerrito.
En César Díaz estaba ante todo el soldado de
Caseros.
Entretanto los políticos de Montevideo eviden-
ciaban sus condiciones de moralidad poniendo
en persecución de los rebeldes á don Lucas Mo-
reno, don Dionisio Coronel y don Bernardino Olid,
trinidad siniestra, cuyos nombres infundían pavor
á las gentes pacíficas de campaña.
Don Lucas Moreno, nombrado jefe de las fuer-
zas de la Colonia, San José, Florida, Soriano, Du-
razno, lanzó su proclama de corte rosista, en la
que vació todos sus sentimientos perversos.
Este sujeto, ávido de escenas de sangre, exci-
taba los odios de los suyos hacia los enemigos,
calificándolos de anarquistas que rechaza nuestra
sociedad, que pretenden vivir del pillaje, etc. Y con
el desembarazo que podía permitirle la época,
revelando además el carácter que adquiriría la re-
CARLOS ONETO Y VIANA 385
presión, declaraba: Nuestro honor, nuestras es-
posas, nuestros hijos, nuestras propiedades se
interesan en que acudamos á la voz del Gobierno,
de la patria y de la ley ' ' .
César Díaz, personalidad conspicua entre los
conservadores, vinculado estrechamente á los re-
beldes por sus antecedentes y por su actuación
en los últimos sucesos, juzgó imposible declinar
el cargo de responsabilidad que se le ofrecía.
Reunió á los compañeros de ostracismo, mani-
festándoles su resolución de correr la suerte de
sus amigos.
La ¡dea no dejó de ser bien recibida por mu-
chos de ellos — que, lejos de meditar serenamente
sobre su gravedad y su alcance, dominados por
fuertes pasiones, sólo pensaban en responder con
(1) « PROCLAMA
«El ciudadano Lucas ^Moreno, coronel de caballería de linea,
jefe de las fuerzas de los Departamentos de la Colonia, San José,
Florida, Suriano, Durazno, á los Guardias Xacionales de su mando:
«Ciudadanos: La defensa de la Patria, de la ley y del Gobierno
nos llama á las armas.
♦ Nuestro honor, nuestras esposas, nuestros hijos, nuestras pro-
piedades se interesan en que acudamos á su voz.
« Cumplamos tan sagrado deber.
«¡Ciudadanos! De un lado están la nación entera, su tlobierno y
sus leyes; del otro, unos pocos anarquistas que rechaza nuestra
sociedad; los cuales pretenden vivir del pillaje }• de las revolu-
ciones
«Hagámoslos entrar en su deber; aseguremos la paz y las insti-
tuciones, y pronto regresaremos á nuestros hogares á gozar de la
tranquilidad que tanto precisa el país.
«Colonia, 22 de Diciembre de 1S57.
« Lucas Moreno. »
386 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
violencias á las agresiones de que habían sido
víctimas.
Por otra parte, era la única forma de poder re-
gresar al país, donde tenían sus afecciones y sus
intereses, y abandonar el destierro, que poco tiempo
después se volvería penosísimo por la falta de
medios de subsistencia.
Juan Carlos Gómez tuvo, sin embargo, en aque-
llos momentos la clarovidencia de las cosas.
Manifestóse resueltamente contrario á una cam-
paña militar, principalmente á toda expedición
armada que partiese de Buenos Aires, que no ha-
ría sino dar armas á los enemigos sin añadir un
ápice de fuerza moral ni material á la revolución. >
La política fusionista, que explotaba en contra
de los conservadores las relaciones que éstos man-
tenían con los más distinguidos hombres públi-
cos porteños, atribuyéndoles insidiosamente á unos
y á otros propósitos de anarquizar el país para fa-
cilitar el triunfo de supuestos planes anexionis-
tas, tendría entonces armas poderosas para su pro-
paganda, fomentando las pasiones populares é
hiriendo el sentimiento nativo de nuestro pueblo.
Por otra parte, el Gobierno de Buenos Aires
que estaba en un pie de relaciones muy tirantes
con Urquiza, aliado natural de los políticos de
Montevideo, no quería, de manera alguna, com-
prometer su estabilidad en aventuras peligrosas
y se obstinaba en permanecer dentro de una si-
tuación de perfecta y rigorosa neutralidad.
CARLOS ONETO Y VIAN'A 3S7
Juan Carlos Gómez tenía el convencimiento de
que la rebelión no contaría con el concurso del
Gobierno y de que era absurdo lanzarse á la
lucha con enemigos poderosos, que aunque odia-
dos por el país, tenían apoyo en elementos de
acción y sabrían beneficiar el amor por la paz, sen-
timiento siempre arraigado en el pueblo.
César Díaz, que no estaba en el caso de aten-
der á razonamientos de esa índole, por cuanto
sus compromisos con los revolucionarios y la
misma situación de éstos no le permitían aban-
donarlos, reiteró sus manifestaciones, declarando
que para él era cuestión de honor partir.
Puesto así de manifiesto tan firme como irre-
vocable propósito y los antecedentes que indu-
jeron á formarlo, no pudo menos Juan Carlos Gó-
mez de resignarse. Siendo así, dijo, no hay más
remedio; el mal está hecho. No puede usted de-
jar á nuestros amigos . . .
Sin embargo, y á pesar de todo, Juan Carlos
Gómez persuadido de que la campana militar no
podía ser de resultados favorables, y de que la efi-
cacia de los trabajos fallaría por la misma calidad
de los hombres que se lanzarían desde allí, se
opuso enérgicamente á que la expedición se ve-
rificara en la forma que se proyectaba, que era
desembarcar en un punto de la costa, cercano á
Montevideo, para obtener la incorporación del
cuerpo revolucionario en acción.
3SS BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Entendía Juan Carlos Gómez que lanzarse á
nuestra campaña á disputar el terreno á los cau-
dillos constituidos en Jefes de zonas militares, era
absurdo. Concibió entonces el proyecto temera-
rio de realizar un desembarco en el puerto de
Montevideo, ocupando las calles de la ciudad.
Juzgaba que todo otro plan era inaceptable, por-
que además de las dificultades insuperables que
tendrían que vencer quienes como ellos se en-
contraban exhaustos de recursos, estaba la absoluta
imposibilidad de apoderarse después de la Capi-
tal.
Desde luego, desembarcar fuera de ella, en un
punto próximo, para conseguir incorporaciones
con el fin de asaltarla, importaba dejar librada
á los enemigos la defensa de Montevideo y sa-
crificar, por consiguiente, á los amigos de aden-
tro que se lanzaran á la aventura, arrastrados
por la presencia de sus compañeros frente á la
ciudad.
César Díaz rechazó absolutamente esta propo-
sición.
Estaba evidentemente en lo cierto, sin que
esto importe decir que lo estuviera también en
sus proyectos.
Desembarcar en la misma ciudad para venir
á resolver la contienda sobre el empedrado de
Montevideo, era plan absurdo.
No se haría otra cosa que reproducir las tristes
CARLOS ONETO Y VIANA
jornadas de Noviembre del 55: ser ametrallados
por los hombres del Pacto.
Quedó resuelto el desembarco en el Cerro,
donde se verificaría la incorporación de las fuer-
zas comandadas por Erigido Silveyra, Poyo, Pa-
rías, Caballero, etc.
César Díaz impuso á los amigos de sus ideas
respecto á la campaña, y no tardó en alistar la
pequeña expedición que se compondría de los ciu-
dadanos desterrados últimamente y de unos cuan-
tos beneméritos legionarios garibaldinos, soldados
de la causa de la civilización en el Río de la
Plata.
Juan Carlos Gómez declaró que no aceptaba
la responsabilidad de lo que se iba á hacer, y
dominado por sus sentimientos generosos tuvo el
valor de exponerse á perder la admiración que por
él sentían los cruzados, aconsejándoles pruden-
temente que no se incorporaran á la expedición
porque iban á ser sacrificados.
Fueron estériles las tentativas para obtener re-
cursos bélicos del Gobierno de Buenos Aires.
Éste, consecuente con la conducta adoptada
desde un principio, seguía resuelto á no promover
conflicto alguno con el Gobierno de Paraná, al
que se dirigiría el de Montevideo implorándole
« su acción y apoyo simultánea ó separadamente
con el del Brasil. >
Es indudable, no obstante, que los hombres
dirigentes de Buenos Aires profesaban profundas
390 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
simpatías por la causa revolucionaria y deseaban
ardientemente su triunfo, porque así tendrían en
Montevideo un Gobierno amigo que en cualquier
emergencia no vincularía su suerte á Urquiza,
que en aquellos momentos era el enemigo de las
libertades y bienestar del pueblo argentino.
Entretanto en Montevideo los elementos gu-
bernistas se disponían á la defensa.
Tomaron medidas extraordinarias conducentes á
asegurar el triunfo, muchas de ellas arbitrarias y
humillantes para la dignidad nacional.
El Gobierno, por decreto del !.« de Enero, llamó
á todos los jefes y oficiales de línea residentes
en la Capital y en la campaña, dándoles un término
prudencial para que se presentaran al Jefe de Ar-
mas, que era el Brigadier General don José An-
tonio Costa.
Los que desobedeciesen al llamado serían con-
siderados desertores, borrados de la lista militar
y sujetos á las penas de ordenanza (i).
(1) «Ministerio deCuerra y ^Marina.
♦ ^Montevideo, Enero L° de 1858.
<E1 Gobierno, en acuerdo de esta fecha, decreta:
« Artículo L° Todos los jefes y oficiales del Ejército de línea
afectos al E. M. G. Pasivo, residentes en la Capital, se presenta-
rán al señor Jefe de las Armas en el término de 48 horas, desde
la publicación de este decreto.
« Art. -." Los residentes en los Departamentos del interior que
no estuvieren desempeñando empleos civiles ó militares, se pre-
sentarán al señor Comandante (ieneral de Armas dentro del tér-
mino de 15 días.
CARLOS ONETO Y VIANA 301
Concedióse licencia con el carácter de temporal
— que sería una separación definitiva — al Ministro
de Guerra y Marina don Carlos de San Vi-
cente, entusiasta fusionista que había sido de los
defensores de la Nueva Troya, hombre anciano y
enfermo que no podía atender cumplidamente su
cargo, para reemplazarlo por el Jefe del E. M. G.
don Andrés A. Gómez, elemento del Cerrito.
Para ocupar el puesto que quedaba vacante,
fué nombrado don Pedro P. Bermúdez. (Enero
3 de 1858.)
Desembarcaron fuerzas navales inglesas, fran-
cesas, americanas, españolas, brasileras, á ins-
tancias del Gobierno con el pretexto de pro-
teger los bienes y las personas de los extranjeros >,
las que ocuparon puntos convenientes en distintos
parajes de la ciudad.
Se libró orden de nuevas prisiones, entre otras
la del Brigadier General don Enrique Martínez,
padre político de César Díaz, y la de don Jacobo
D. Várela, persona respetable que se había dis-
tinguido por su abnegación al lado del doctor
Teodoro Miguel Vilardebó en los momentos do-
lorosos por que atravesaba Montevideo cuando
la fiebre amarilla, y que para la situación tenía el
c Art. 3.° Los que no obedecieren las disposiciones anteriores
serán considerados como desertores del Ejército, borrados de la
lista militar y sujetos á las penas de ordenanza.
< Pereyra.
€ Andrés A. Gómez. ^
392 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
delito de ser hermano del doctor don Fiorencio
Várela.
El 4 de Enero el P. E. declara por decreto en
estado de sitio á la Capital ^ .
En consecuencia la autoridad policial dictó una
serie de disposiciones que se caracterizan por su
brutalidad.
Todo habitante de la ciudad que tuviera armas
de munición debía presentarlas al Departamento
de Policía en el término de 24 horas.
El que no lo hiciera sería expulsado del país.
Se prohibió franquear la línea llamada de cir-
cunvalación^ una vez practicada la descubierta.
Después de la puesta del sol quedaba impe-
dido el acceso á la ciudad. Tampoco se podía
salir.
Á las ocho de la noche, toda puerta que diese
á la calle debía estar cerrada.
Montevideo á esa hora tomaba el lúgubre as-
pecto de una ciudad abandonada.
Ya se habían dictado días anteriores medidas
de excesivo rigor.
Todo individuo que entrase al Departamento de
(1) < Ministerio de Guerra y Marina.
€ Montevideo, Enero 4 de 1858.
«Articulo I." El P. E. ha acordado y decreta:
< Declárase en estado de sitio á la Capital de la República.
« Art. '2." Publiquese por edictos }• por los periódicos, comuní-
quese y dése al Libro Competente.
« Pkreyra.
< \oaq)tin Requena. — Andrés A. Gomes.. —
Federico Xin Reyes. »
CARLOS ONETO Y VIANA 393
Montevideo, por mar ó por tierra, debía presen-
tarse á la Oficina Central de Policía, los prime-
ros en ei término de dos horas, los segundos en
el de cuatro horas.
Todo habitante de Montevideo que recibiese
huéspedes, quedaba obligado á dar inmediata-
mente aviso á la Policía.
Los dueños de casa debían igualmente avisar
si el huésped ó inquilino se mudaba. Y en este
caso hasta se imponía á los ciudadanos que se
convirtieran en espías, pues debían además de-
nunciar la nueva casa y barrio donde se trasla-
dara la persona que había sido su huésped ó in-
quilino ' .
El mismo día 4 fué reemplazado en la Cartera
de Gobierno y Relaciones don Joaquín Requena
por el doctor don Antonio de las Carreras, hom-
(1) « EDICTO DR POLICÍA
< El Jefe Político \' de Policía, con anuencia superior previene:
c I." 'J'odos los individuos que desde esta fecha entrasen en el
Departamento de Montevideo, por mar ó por tierra, se presenta-
riin en la oiicina Central de Policía, los primeros dentro del ter-
mino de dos horas y los segundos de cuatro horas
« i.° Todos los habitantes del Departamento de Montevideo que
reciban huéspedes, darán inmediatamente aviso á la Policía.
Los dueños de casa avisarán igualmente si el huésped ó inquilino
se mudara, designando la casa y el barrio á donde lo verifiquen.
< 3."
< 4." Los que contravinieren á las disposiciones del presente
edicto, quedan sujetos al procedimiento rigoroso que el "caso de-
mande
«.Montevideo, Diciembre 28 de 1857.
« Luis de Herrera. »
394 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
bre enérgico, inteligente, de carácter inflexible, par-
tidario de las medidas extremas, vinculado espe-
cialmente á los personajes más conspicuos del
Cerrito, desde 1853, principalmente á don Bernardo
P. Berro y al doctor don Cándido Juanicó.
El nuevo Ministro profesaba odio á los con-
servadores, y no influyó poco esta circunstancia
para que se le llamara á aquel alto puesto.
Hombre joven é intransigente, era el indicado
para hacer prácticos los ideales de la política ///-
sionista.
Su primer acto fué un manifiesto que apareció
firmado por el Presidente de la República y el
Ministerio, dirigido á los residentes extranjeros.
Temió la fusión que los antiguos legionarios
franceses é italianos tomaran partido con la causa
revolucionaria, y para prevenir cualquier pronun-
ciamiento, el P. E., después de anatematizar á la
rebelión, declaraba que la voz y el ejemplo de
los honrados y buenos extranjeros debían servir
á obstar al extravío funesto y criminal á que al-
gunos pocos habían sido arrastrados por el in-
terés del oro.
Mientras tanto en Buenos Aires se ultimaban
los preparativos revolucionarios.
Faltaba aún un elemento indispensable, que era
el medio de transporte.
César Díaz venció finalmente esa dificultad con-
tratando bajo toda reserva con un armador ita-
liano la goleta < Maypú de propiedad del Go-
CARLOS ONETO Y VIANA 395
bierno argentino, pero que por razones de eco-
nomía la había desarmado, lo mismo que otros
buques, y estaba desde 1855 en manos de par-
ticulares arrendatarios.
La vigilancia establecida por las autoridades en
la costa, hacía difícil la partida de la expedición ;
sin embargo, había que precipitarla, no sólo por-
que se dictaron medidas para disolverla, sino tam-
bién porque era apremiante la situación del cuerpo
revolucionario en campaña.
Enterado el Gobierno porteño del arrendamiento
de la « Maypú y de que zarparía en el día con
la expedición, libró orden á la Comandancia de
Marina para su apresamiento.
Un aviso dado á tiempo á César Díaz por
Héctor F. Várela, en quien los conservadores habían
depositado plena confianza, haciéndolo sabedor
de sus planes, evitó desgraciadamente que fuera
impedida la partida ' ' \
Abandonaron el puerto el día 3 á las 3 y 1 2
de la tarde.
( 1 } c Señor General don César Díaz.
< Mi querido general y amigo :
«Me avisan en estos momentos que el (jobierno va á mandar
orden á la Capitanía del Puerto para suspender la salida de la.
« Maypú ».
« Creo, General, que si esto llegara á suceder, la causa se cu-
briría de ridículo. Por esto es que, contando con la confianza que
usted se ha servido dispensarme confiándome sus planes respecto á
la revolución, me permito aconsejarle que se haga á la vela in-
mediatamente, para evitar los desagrados á que pudiera dar lugar
la detención de la « Maypú >.
396 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Formaban apenas una legión de 75 hombres,
que venían al sacrificio.
Así que hubieron desembarcado el día 6, en el
saladero Lafone, se verificó la incorporación de las
fuerzas de Erigido Silveyra, Poyo, Caballero y Pa-
rías, en número de QOO hombres próximamente.
En deliberaciones inútiles y algunos prepara-
tivos pasaron el día y los siguientes sin ser
molestados, hasta que en la madrugada del 9 aco-
metieron la empresa temeraria de asaltar la Capital
en combinación con ciertos elementos de adentro.
César Díaz en persona mandaba el centro de
la línea.
La operación fué desastrosa.
El movimiento que debía verificarse en la ciu-
dad á favor de los asaltantes falló, por una erró-
nea interpretación de órdenes, según unos, por
falta de resolución de los de adentro, según otros,
sin que haya faltado quien lo atribuyera á una in-
fame traición.
< Avíseme u«ted si algo se les hace. Tenga la fineza de contes
tarme por la ballenera que conduce la presente.
< Sin más por ahora, y haciendo votos por la felicidad de usted
y demás compañeros, lo saluda S. S. \- amigo,
« Héctor F. Várela. »
€ Señor don Héctor F. \'arela.
< Mi amigo :
«Son las tres y media de ¡a tarde, hora en que lecibo su car-
tita; agradezco su aviso, debiendo advertirle que ahora mismo
nos hacemos á la vela.
«Confio en Dios y en la santidad de nuestra causa.
« Su amigo
« Céíiur Dia-r. >
CARLOS ONETO Y VIANA 397
Las tropas gubernistas rechazaron ventajosa-
mente el ataque.
Los asaltantes tuvieron que retirarse dejando la
línea cubierta de cadáveres, entre otros el del Sar-
gento Mayor don Macedonio Parías.
El desastre, aparte de su importancia efectiva,
tenía una gran significación moral.
Aquella revolución — que desde un principio ha-
bía sido una insensatez — se iniciaba con una de-
rrota, que necesariamente tendría gran repercusión
y produciría el efecto de envanecerá los que defen-
dían la situación, prestigiándola al mismo tiempo,
y abatir los entusiasmos de los revolucionarios
infundiendo el desaliento entre sus partidarios.
Así lo comprendió César Díaz.
Situado con su gente nuevamente en el saladero
Lafone, en la falda del Cerro, reunió en consejo
á los jefes á sus órdenes.
Se resolvió no permanecer en la inacción, que
sería desmoralizadora, juzgando indispensable la
revancha para neutralizar el efecto de la derrota.
El día 10 lo emplearon en reorganizar el ejér-
cito, que se encontraba bastante quebrantado por
las pérdidas sufridas en el asalto del día anterior.
El 11 se pusieron en marcha en busca de don
Lucas Moreno, que con una fuerte división se
dirigía apresuradamente á Montevideo.
Entretanto en la Capital se tomaban medidas
extraordinarias.
Por decreto del 12 de Enero se creó el Tribu-
39S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
nal Militar Especial encargado de juzgar suma-
riamente toda connivencia con los enemigos del
Gobierno, nombrándose para componerlo á suje-
tos insignificantes, en su mayoría antiguos ofi-
ciales de Oribe ' —y en calidad de auditor al doc-
tor don Ambrosio Velazco.
Los hombres de la Defensa aterrados con la
instalación del Tribunal marcial que venía á juz-
garlos, abandonaron sus casas para ocultarse unos
en las Legaciones y otros en los buques de guerra
extranjeros de estación en el puerto.
El doctor don Antonio de las Carreras impul-
sado por sus sentimientos de exterminio, dirigióse
(1) « Minister o de Guerra y Marina.
« Montevideo, Enero 12 de 1S58.
«El Presidente de la República ha acordado y
« DECRETA :
« 1." Establécese un Tribunal Militar para juzgar sumariamente
todo delito de rebelión, como conspiración, motín ó connivencia
con los enemigos del Gobierno.
«2.° Este Tribunal durará mientras no se derogue el decreto que
puso á. la Capital en estado de sitio. Será compuesto por el Coro-
nel don José A. Freiré, Coronel don Francisco Castro, Coronel
don Jorge Liñán, Coronel don Benigno Evia ; Tenientes Corone-
les don Juan A. Estomba, don Lesmes Bastarrica, don Fortunato
Anzoátegu}', don Francisco Ríos Resco, don Zacarías Fontecielli;
Sargentos Maj-ore « don Pedro P. Bermúdez, don Joaquín Espina,
don Juan E. Lenguas, don Miguel Fernández, nombrándose para
Secretario al Sargento Ma^-or don Pedro P. Bermúdez.
«3.° El ^Ministro de Guerra y Marina queda encargado de la
ejecución de este decreto, que se comunicará, publicará por bando
y dará al Libro Competente.
« Perevra.
'Andrés A. Gómez.*
CARLOS ONETO Y VIANA 399
á los Representantes diplomáticos, en su carácter
de Ministro de Relaciones Exteriores, protestando
contra, la conducta humanitaria que adoptaban
concediendo amparo á aquellos desgraciados que
escapaban de las persecuciones del Poder.
De acuerdo con el Presidente de la República
y los primaces de la política de fusión, dirigióse
también el Ministro terrorista al Gobierno Im-
perial y á don Justo José de Urquiza, solicitando el
ai)oyo y acción de ambos, ya conjunta ya separa-
damente.
Tanto al Gobierno de Río Janeiro como al de
Paraná se hacía ver que los antecedentes de la re-
belión estaban en la importancia que el Gobierno
de Buenos Aires había dado á las pasadas elec-
ciones en razón á que de ellas dependía la elección
de Presidente de la República.
Y agregaba insidiosamente que si bien el Go-
bierno contaba con el apoyo de los buenos y tenía
fuerzas superabundantes para resistir y dominar
á los elementos de la rebelión, eso no obstante,
con el desarrollo de las hostilidades del Gobierno
de Buenos Aires podía verse comprometida la in-
dependencia c integridad de la República.
Terminaba el Ministro en esta forma:
En previsión, sin embargo, de las vicisitu-
des de la guerra y en vista sobre todo de la acti-
tud de Buenos Aires, cuyos Gobiernos jamás se
han desmentido en la pretensión de dominar á
400 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
todo trance este territorio, el Presidente de la Re-
pública considera de su deber ponerse en todos
los casos y precaver las complicaciones y desas-
tres que pudieran surgir.
< En este concepto y atento al interés evidente
de los Gobiernos de la Confederación y del Bra-
sil, reconocido desde la fundación de este Es-
tado en pactos solemnes, cuales son la Conven-
ción de Paz de 1828 y el Tratado de Marzo 7 de
1856, cuyos artículos 3 y 4 confirman y ratifican
la obligación de defender la independencia é in-
tegridad de esta República — no sólo en el caso
de conquista declarada sino en el de que « alguna
nación extranjera pretendiese mudar la forma de
Gobierno ó designar ó imponer la persona ó per-
sonas que hayan de gobernarle —el Presidente
de la República espera y confía en que vuestro
Gobierno comprenderá que ha llegado el caso
de hacer efectivas esas estipulaciones (' .
El fin de esta nota salta á la vista: se trataba
de demostrar que la revolución no respondía á
otros planes que á los anexionistas ideados por
Juan Carlos Gómez y los principales hombres
públicos porteños.
Mientras se producían estos sucesos, el cuerpo
revolucionario entraba en el Departamento de San
José, después de haber recibido en el camino pe-
queñas incorporaciones.
(1) Memoria del Ministerio de Kelaciones Exteriores, años 56
y 58, Anexo H, página 144.
CARLOS ONETO Y VIANA 401
En la mañana del 15, la vanguardia mandada
por Francisco Tajes divisó las primeras avanza-
das de don Lucas Moreno.
Éste traía 2,500 soldados, tropa organizada y
con abundante material bélico.
El día anterior, don Lucas Moreno noticiaba á
Montevideo que las fuerzas á su mando estaban
perfectamente armadas, á caballo y con un espíritu
excelente de entusiasmo general ' ' .
Avistados ambos ejércitos, tomaron respectiva-
mente sus posiciones.
Se encontraban en los campos de Cagancha,
memorables ya para las armas de la libertad.
Era un día abrasador y por demás sofocante.
César Díaz pasó revista á 1,100 soldados.
A distancia de veinte cuadras, en la azotea de
Callorda, dejó el convoy con algunos enfermos,
provisiones y bagaje bélico.
El choque fué violento desde un principio. La
caballería gubernista, comandada por don Dioni-
sio Coronel, penetró en el mismo campo del ala
derecha revolucionaria, que estaba formada por la
división á las órdenes de don Erigido Silveyra,
introduciendo el desorden y la confusión. Poco
tiempo después esta última se declaraba en franca
(1) < Santa Lucia, Enero 14 á las 4 de la tarde.
« las fuerzas que mando están armadas perfectamente }• á ca-
ballo, dispuestas á sostener á la autoridad y á la ley con entu-
siasmo o:eneraI. Estamos próximos á un suceso de armas.
« Lucas Moreno, »
26
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
derrota, iniciando el desbande, que concluyó por
una dispersión completa, envolviendo á su propio
jefe.
Esa gente no volvió á reunirse con el ejército.
Huyeron en todas direcciones. Algunos grupos
fueron alcanzados en Tala por don Bernardino
Olid, y destruidos.
Durante el entrevero y con la violencia del em-
puje, parte de las fuerzas gubernistas atravesaron
el campo pasando á la retaguardia, hasta llegar á
las carretas que estaban en la casa de Callorda.
Allí se entregaron al saqueo y á sus hábitos de
matanza, ultimando á las pocas personas que en-
contraron.
Así perecieron el anciano coronel don Juan Bau-
tista Brie, veterano oficial de la legión francesa;
el distinguido ciudadano don Bonifacio Vidal, her-
mano de la señora del Presidente de la República;
los tenientes coroneles don Benito Larraya y don
Juan Crisóstomo Vázquez; don Ceferino Nieto,
don Pablo J. Ríos, el cirujano del Ejército don
Jorge Smith y don Juan Salaverry.
Terminada la masacre, algunos de sus autores
volvieron al campo de batalla, mientras que otros
siguieron á don Dionisio Coronel, en persecución
de los fugitivos.
Producido el desbande de la división de Mi-
nas, sólo quedaron en el campo, en perfecto or-
den, el centro que mandaba don Eugenio Abella,
y la izquierda á las órdenes de Poyo y Caballero.
CARLOS ONETO Y VIANA 403
Contra ellos don Lucas Moreno lanzó sus tro-
pas enardecidas por la pelea y llenas de aliento
que les infundiera el triunfo obtenido.
La lucha fué desesperada.
Los revolucionarios se encontraban en situación
terrible. Se batían uno contra cinco.
La confusión amenaza nuevamente producirse,
y el entrevero, si se realiza, hubiera sido fatal.
Pocos casos registran los anales de nuestras
luchas, en que se hiciera tanto derroche de bra-
vura.
Es que al frente de la falange rebelde estaban
los viejos conservadores, los héroes de la ciudad
troyana, los que ostentaban como título honroso el
patrimonio de heroísmo que les legara Melchor
Pacheco y Obes.
Parte de la división de don Lucas Moreno fué á
estrellarse contra el cuadro de infantería de Abella.
Así encontró la muerte don Pedro Carro, uno de
los autores de los excesos del 2 de Agosto en
la Colonia.
Los entusiasmos que al comenzar el combate
animaron á las huestes gubernistas, fueron trocán-
dose en desmoralización, y habían de concluir
en estupor y espanto.
Los revolucionarios hicieron un esfuerzo su-
premo.
Llevaron varias cargas tan vigorosas, que ba-
rrieron el campo enemigo.
Don Juan José Poyo, don Juan B. Hubo y don
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Isidro Caballero fueron los héroes de la jornada.
Don Lucas Moreno huyó al anochecer á ocul-
tar su vergüenza ^^ dejando el campo cubierto de
cadáveres.
César Díaz tuvo que deplorar algunas pérdidas,
entre otras la de su Ayudante, el distinguido
oficial don Vicente Viana Medoci, que murió va-
lerosamente en lo más recio del ataque.
El mismo día 15 — en tanto corría sangre en
los campos de Cagancha — el Gobierno declaraba
rebeldes traidores á la patria, borrándolos de la
lista militar, á Díaz, Freiré, Tajes, Brie, los Sol-
sona (don Sebastián y don José María), Sacca-
rello, Espinosa, Macedonio Parías y demás jefes
y oficiales que no se habían presentado al lla-
mado del decreto del l.o de Enero 2.
( 1 ) De ahí tiene su origen el tan usado ' como Moreno en Ca-
'¿anclia*, cuando se quiere poner en ridículo el comportamiento de
alguno.
¡Moreno disponía de fuerzas cinco veces superiores á las revolu-
cionarias, pues éstas, después de la dispersión de la división de
don Erigido Silveyra, quedaron reducidas á menos de 500 hom-
bres.
(2) «¡Ministerio de Guerra }• ¡Marina.
«¡Montevideo, Enero 15 de 1858.
«En cumplimiento del artículo 3." del superior decreto del 1."
del corriente, quedan dados de baja y borrados de la lista militar,
por rebeldes traidores á la patria, los Generales don César Díaz y
don ¡Manuel Freiré, Coroneles don Domingo García, don Erigido
Silve3Ta. Francisco Tajes, Eulalio ¡Martínez, José ¡María Solsona,
Juan ¡Mendoza y Juan Bautista Brie; Tenientes Coroneles don Juan
C. Vázquez, don Sebastián Solsona, Eugenio Abella é Isidro Ca-
ballero: Teniente Coronel graduado, Sargento ¡Mayor don Grego-
rio Castro; Sargentos Mayores don Wenceslao Regules, Esteban
Saccarello, Manuel Espinosa, José María Cabot, José ¡María
CARLOS ONETO Y VIANA 405
Sobre el campo de batalla, en medio de los
montones de cadáveres, mientras recogían los he-
ridos, César Díaz terminaba la proclama con que
anunciaría al país el triunfo de las armas de la
libertad.
Pocos documentos, tal vez ninguno, registra
nuestra historia militar con igual mérito. De ex-
posición brillante, conciso, viril, todo un pro-
ceso de los acontecimientos desarrollados desde
el l.o de Marzo de 1856, hecho con espíritu jus-
ticiero, apasionado por el bien, sin esa fraseolo-
gía tonta é inútil que caracteriza á las proclamas
militares.
El soldado de Caseros declaraba á sus com-
patriotas:
De todas las Administraciones que se han
sucedido en la República durante los años que
cuenta de existencia, ninguna ha sido tan funesta
á los intereses más vitales del país como la del
ciudadano don Gabriel Antonio Pereyra.
Ningún mandatario ha hecho un uso tan
Conde, Macedonío Parias, Aurelio Freiré ; Sargentos Majores
graduados, Capitanes don Xicomedes Martínez, don Luis \'iera:
Capitanes Xicasio Borges, don Feliciano González, Celestino Za-
mora, Manuel Parías, Adolfo Larragoyta, Simón Patino. \'icente
Lezama. Francisco Camero, Manuel Pagóla, León Quijano, Sa-
turnino Roldan, Pedro Zas, Blas Planes, Victorino Pérez, José
P. Perea; Aj'udante Maj-or don José ^Mendoza; Teniente 2.» .Sal-
vador Larrobla; Alférez Isidoro Alburquerque.
« Andrés A. Góincs. »
406 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
monstruoso del Poder como el señor Pereyra.
Ninguno ha asestado golpes más rudos á la
Constitución, á las libertades públicas y á los
derechos primordiales de los ciudadanos. Ninguno
ha abusado tanto de la paciencia de los pueblos
y de su disposición á la paz.
< Á pesar del origen vicioso de la Presidencia
del señor Pereyra y de los medios por los cua-
les fué impuesta al país, en cierto modo no hubo
en la República un solo ciudadano que no se
subordinase á su autoridad en la esperanza de
que el nuevo Gobierno adoptaría una política to-
lerante y ajena á las pretensiones exageradas de
partido.
' Las prolongadas desgracias del país y la ne-
cesidad de una paz reparadora imponían ese sa-
crificio, que no hubo nadie que rehusara ha-
cerlo.
< Cómo ha correspondido á tan nobles sacri-
ficios el Gobierno del señor Pereyra, vosotros lo
sabéis, conciudadanos y habitantes todos de la
República.
Él ha dado el espectáculo de los más gran-
des desaciertos, del más absoluto desprecio por
las formas, iniciando su marcha por la crimi-
nal tolerancia del escandaloso atentado del 18
de Marzo de 1856 contra el Poder Legislativo,
que puso cuando menos en problema la inde-
pendencia de los Poderes Públicos, y por el vio-
lento destierro de ciudadanos que no tenían con-
CARLOS ONETO Y VIANA 407
tra sí otro cargo que pertenecer al gran partido
político que había defendido la libertad y la in-
dependencia de la patria.
Desde ese instante fué fácil prever la suerte
que le esperaba al país bajo la actual Adminis-
tración; y el tiempo ha venido á confirmar y á
justificar las previsiones de entonces.
Desde aquel momento los derechos más sa-
grados del ciudadano y aun del hombre, su li-
bertad, su seguridad, su vida misma, no tenían
más garantía en la República que los caprichos
y voluntariedades del Poder y del círculo funesto
que lo rodea. Ciudadanos pacíficos y beneméri-
tos por más de un título, han sido injustamente
encarcelados en obscuros calabozos, arrojados
violentamente de su hogar y de la patria, sin
consideración á los trámites prescriptos por las
leyes.
< La libertad de la prensa — ese centinela avan-
zado délas libertades populares — ha desaparecido
completamente y los escritores públicos han po-
dido ser arrastrados á la cárcel en pleno día y
lanzados fuera del país por la independencia de
sus ideas y por sus opiniones.
Después de estas declaraciones recordaba el
espíritu de paz que animó á los conservadores
cuando se esforzaban por obtener una solución
pacífica del problema político de Noviembre.
Una sola esperanza — decía -un solo camino
legal le quedaba al partido de la Defensa de Mon-
408 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tevideo para reivindicar sus derechos y oponer un
dique á los desbordes de la Administración, y era
presentarse en los comicios públicos á disputar
fácilmente el triunfo electoral ; pero el Gobierno
del señor Pereyra le cerró también este único cami-
no que le quedaba, prohibiendo por un decreto
las reuniones políticas proyectadas con aquel no-
ble objeto, al mismo tiempo que promovía por
medios oficiales las del partido en que había de-
cidido apoyarse.
Juzgando los propósitos de la política fusio-
nista en la campaña electoral, dejaba formulada
una vez más la protesta de los hombres de la
Defensa contra los protocolos del 4 de Septiembre,
con estas palabras :
« El objeto de esos indignos manejos, de esa
serie de atentados contra los derechos del público
y contra el Código Fundamental, no ha sido otro
que llevar al seno de la Legislatura á hombres
complacientes con el Poder, dispuestos de ante-
mano á aprobar todos sus desmanes y excesos,
y por último, conciudadanos, á poner el sello de
su sanción á un tratado vergonzoso para la Re-
pública y funesto para sus intereses políticos, eco-
nómicos y comerciales >
Después de la enumeración de esos hechos que
justificaban plenamente la rebelión, la explicaba
en estos términos:
Cerradas así por el despotismo y por la vio-
lencia las vías legales y pacíficas; defraudado el pue-
CARLOS ONETO Y VIANA 400
blo en sus esperanzas, atropellado en sus más
sagrados derechos ; violada la Constitución, no
una sino mil veces, falseada y destruida por los
excesos del Poder la base de nuestras institucio-
nes democráticas, no quedaba ya término medio
entre apelar al recurso extremo de las armas para
restablecer el imperio de la ley ó someterse á un
despotismo brutal.
La elección no era ni podía ser dudosa para
un pueblo viril que ha sabido conquistar su liber-
tad y su independencia á costa de su sangre.
Era ya indispensable armarse para salvar á la
República de los males y de la vergüenza de la
tiranía, y eso han hecho los valientes que me
han honrado colocándome á su frente.
Y concluía, por lo que le era personal, en esta
forma :
En cuanto á mí, compatriotas y habitantes
todos de la República, juro por mi honor y á la
faz del pueblo, que al aceptar el puesto que me han
confiado mis compañeros de armas, no he sido
movido á impulso de ningún sentimiento bastardo
ni de ninguna aspiración personal. El supremo
interés de la patria, es lo único que me ha mo-
vido á acudir al llamado de mis conciudadanos
y amigos, y á compartir con ellos sus fatigas, sus
glorias y sus peligros.
Espero con entera confianza que la opinión
del país y la posteridad sabrán hacer justicia á
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
la sinceridad de mis palabras y á la pureza de mis
intenciones. ;
El resultado de Caganclia exasperó á los po-
líticos fusionistas, quienes temieron que la rebe-
lión pudiese extenderse.
En rigor, el triunfo revolucionario significaba bien
poco.
La revolución estaba aniquilada, reducida ape-
nas á quinientos hombres.
No contaba con recursos capaces de vencer á
los organizados y poderosos elementos de que dis-
ponía el Gobierno.
La victoria de Cagancha tenía su explicación en
la ineptitud de don Lucas Moreno, verdadera nu-
lidad, incapaz de dirigir un ejército regular, que
si había adquirido fama, había sido en las épocas
dolorosas de la Guerra Grande. Y eso mismo, hay
que hacer notar que el triunfo de las armas revolu-
cionarias tuvo un carácter parecido al de las victo-
rias de Pirro. Producido el desbande de la división
de Minas, César Díaz quedó en el campo, victo-
rioso, con unos pocos centenares de hombres, en
la imposibilidad absoluta de presentar batalla á
ninguna otra fuerza gubernista.
Entretanto, en la Capital los hombres del Po-
der se esforzaban por disimular el desastre de
sus armas. Se hizo pública la victoria de la ca-
ballería de don Dionisio Coronel, sin ocultarse
CARLOS ONETO Y VIANA 411
siquiera la masacre de la azotea de Callorda, que
alguien calificara de suceso glorioso ^ .
Entretanto los políticos fusionistas, que tenían
el convencimiento de lo que podían dar los cau-
dillos del Cerrito, jefes de las divisiones en cam-
paña, y que temían que la protección del Imperio
y de Urquiza pudiese ser tardía, aceptaron el
nombramiento de don Anacleto Medina para Ge-
neral en Jefe del Ejército de operaciones (-\.
Don Anacleto Medina era el individuo indicado
desde un principio para dirigir con acierto la gue-
rra. Hombre de experiencia y veterano, el mejor
de los jefes de Rivera en la Guerra Grande, sus
cualidades militares eran indiscutibles.
Más evidente se hacía su superioridad con el
contraste que ofrecían á su lado los demás jefes
gubernistas, antiguos tenientes de Oribe, cuya ha-
bilidad al servicio de Rosas había consistido en
cumplir fielmente las ejecuciones monstruosas or-
denadas por aquél, pero que jamás habían sabido
dirigir una campaña militar.
Á pesar de todas esas circunstancias, tiene su
(1) Don José Gabriel Palomeqae.
(2) € Montevideo, Enero 18 de 18i8.
« El Presidente de la República acuerda }• decreta :
< Artículo !.<• Queda non-brado General en Tefe del Ejército de
operaciones en campaña el señor Brigadier General don Anacleto
Medina.
« Art. 2." Comuniqúese, pubiíquese }• dése al Registro Xacional.
« Pereyka.
< Andrés A. Gomes. >
412 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
explicación la conducta de los políticos fusionistas
y del Gobierno, no encargando á Medina del
mando de las fuerzas.
Si bien éste se había declarado fusionista de-
cidido, en materia política no era Medina hombre
capaz de tener convicciones, por su misma igno-
rancia.
Por otra parte, los políticos de la época no po-
dían olvidar sus antecedentes. Riverista toda su vida,
había seguido á su jefe en sus patriadas memo-
rables, distinguiéndose siempre por su fidelidad.
La última etapa de su carrera militar estaba en al
campaña de 1853 contra la reacción del caudillaje
del Cerrito dirigida por don Bernardo P. Berro.
Fué Medina de los jefes que mejor secunda-
ron la obra patriótica de don Venancio Flores,
de tranquilizar el país y destruir rápidamente la
rebelión.
Eran éstos motivos suficientes para que los fu-
sionistas resistieran.
Solamente la necesidad podía imponer esa con-
cesión.
Don Anacleto Medina fué nombrado Jefe del
Ejército á los tres días de Cagancha, cuando no
se había disipado aún la impresión que produjo
la derrota en las esferas oficiales.
Entretanto el Gobierno, en previsión de las
vicisitudes de la guerra, continuaba trabajando por
obtener el apoyo de Urquiza y del Brasil.
Para eso el Ministro en la Corte, don Andrés
CARLOS ONETO Y VIANA 413
Lamas, cumpliendo con las instrucciones recibidas
de Montevideo, habíase presentado en el palacio
de don Pedro II á gestionar la intervención im-
perial.
Con fecha 16 de Enero de 1858, nuestro Ple-
nipotenciario dirigióse al Vizconde de Maranguape,
Ministro de Negocios Extranjeros del Imperio, ha-
ciéndole ver la gravedad de la situación por que
atravesaba la República.
Don Andrés Lamas había manifestado al Mi-
nistro del Imperio que la causa originaria del mo-
vimiento revolucionario la constituía el tratado del
4 de Septiembre y muy principalmente la cláu-
sula relativa á la navegación de las aguas limí-
trofes, y que los rebeldes exigían como condición
para deponer las armas, la anulación de los tra-
tados celebrados con el Brasil.
Así interesaba al Gabinete Imperial, vinculán-
dolo al Gobierno de Montevideo.
En su nota ratificaba sus declaraciones en es-
tos términos :
< Como S. E. el señor Vizconde de Maranguape
sabe, la oposición que sufrió el Tratado de Co-
mercio y Navegación del 4 de Septiembre, de
parte de la fracción en rebelión, se fundó espe-
cialmente en lo que respecta á la Laguna Merín
y en la nulidad de los tratados de 1851.
Esta nulidad fué alta y decididamente procla-
mada, y es la base de la condenación pronun-
414 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ciada por aquella fracción contra el tratado del
4 de Septiembre.
í Ese tratado es uno de los pretextos, el prin-
cipal pretexto de la rebelión.
La exigencia de anular los tratados existentes
con el Brasil es un compromiso, no sólo implícito
sino muy explícitamente contraído por la fracción
revolucionaria.
Hechas estas declaraciones, don Andrés Lamas,
para ser consecuente con la conducta de los po-
líticos fusionistas y del Gobierno de Montevideo,
que acusaban á los conservadores de alianzas
criminales con los porteños, agregaba insidiosa-
mente:
« Tai anulación, por otra parte, está en la esen-
cia de la política de esa fracción que quiere ha-
cer predominar absolutamente en el Estado Orien-
tal la política de Buenos Aires.
Y para destruir toda vacilación que pudiera ani-
mar al Gabinete imperial, nuestro Plenipotenciario
creaba imaginariamente una perspectiva pavorosa
que presentaba á la vista del Vizconde de Maran-
guape:
El rompimiento de los tratados de 1851 —de-
cía—sería un casas belli para el Brasil y la Con-
federación Argentina, que garantió la validez y
ejecución de aquellos pactos. ¿Conviene más al
Imperio aceptar el casas bclli contenido en el
programa de la rebelión, después del triunfo de
CARLOS ONETO Y VIANA 415
ésta sobre el orden constitucional, ó prevenir ese
caso auxiliando al Gobierno de la República en
su lucha con la rebelión declaradamente hostil
á las buenas relaciones con el imperio?
Después de éstas y de otras alarmantes conside-
raciones sobre la irremisible pérdida de nuestra au-
tonomía, absorbida por el Estado de Buenos Aires,
y de aplicará los rebeldes los calificativos más de-
primentes que pudieran usarse en una nota diplo-
mática, llegando hasta afirmar que la rebelión, por
los elementos que la componían, constituía un peli-
gro no sólo político, sino también social, el Pleni-
potenciario de la República cometía la indigni-
dad de implorar en tono quejumbroso la inter-
vención imperial, declarando además que el Go-
bierno de Montevideo, al que le cabía el honor de
representar, la aceptaría con agradecimiento.
« En presencia de la deplorable actualidad de
mi país — decía don Andrés Lamas al Ministro del
Imperio—creo de mi estricto deber provocar de
nuevo sobre ella las más profundas meditaciones
del Gobierno de S. M. el Emperador.
Al hacerlo por la presente nota, puedo y debo
también declarar que el Gobierno de la República
que tengo el honor de representar, solicita y acep-
taría con agradecimiento la intervención del Bra-
sil y de la Confederación Argentina para salvar
los elementos de la Independencia Oriental apa-
gando prontamente el incendio de la rebelión que
amenaza consumirlos ; y que, en ese caso, estaría
416 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
dispuesto á adoptar, de acuerdo con los Gobier-
nos del Brasil y de la Confederación, las medidas
que parecieran más convenientes y eficaces para
impedir la reaparición de esa dolorosa necesidad.
Debo también representar á S. E. el señor Viz-
conde de Maranguape que si e! Gobierno de
S. M. estuviese resuelto, como parece al Gobierno
de la República que debe estarlo, á oponerse desde
ya hasta por la fuerza de sus armas, á que con
los auxilios de Buenos Aires se lleve á efecto
el fin declarado de anular los tratados de 1851,
por los cuales el Brasil se comprometió á soste-
ner la independencia del Estado Oriental, ó á que
los rebeldes establezcan y consoliden el predo-
minio de la política de Buenos Aires que anularía
de facto los más importantes fines de los mismos
tratados, ¿^5 de la más urgente y reconocida impor-
tancia aumentar las fuerzas navales en Montevi-
deo, de manera que en algunas de las eventua-
lidades que pueden darse, estén en estado de
hacer efectiva aquella oposición en tiempo y de
modo oportuno.
Don Andrés Lamas, el estadista ilustre que se
había entregado con todos sus entusiasmos á la
causa fusionista, llegando hasta calificar, en mo-
mento de verdadera estupidización, de bandidos
desalmados á los patricios que obstinadamente de-
fendían los principios de la libertad y la cultura
nacional, terminaba su nota al Ministro de Nego-
cios Extranjeros con estas palabras :
CARLOS ONETO Y VIANA
< El Gobierno de la República verá con satis-
facción el aumento de las fuerzas imperiales para
ocurrir oportunamente á cualquier eventualidad : y
si esto se verifica, puedo desde ya asegurar á S. E.
el señor Vizconde de Maranguape que el Gobierno
de la República hará cuanto esté á su alcance para
que las tropas imperiales fueren alojadas conve-
niente é higiénicamente.
Pocos días después de la comunicación del Mi-
nistro de la República en la Corte al Vizconde
de Maranguape, el doctor don Antonio de las Ca-
rreras dirigía un Mensaje al Plenipotenciario del
Imperio en Montevideo, doctor don José María
do Amaral, ratificando el pedido de protección, é
implorando especialmente del Plenipotenciario im-
perial el auxilio de fuerzas navales.
■■ El Gobierno de la República -decía— teme que
sus esfuerzos sean inútiles si la anarquía creciese
y aumentase sus medios hostiles con los auxilios
que puede liallar en la tolerancia ó parcialidad de
un Gobierno extraño.
En tal situación, el Gobierno juzgó poder
y deber recurrir á la buena y leal amistad del Go-
bierno de S. M. el Emperador del Brasil, para pe-
dirle el apoyo material de recursos marítimos que
le son indispensables.
Una semana después, la política fusionista, que
continuaba enrostrando á los conservadores sus
relaciones con los extranjeros porque menoscaban
su calidad de ciudadanos y la dignidad nacional,
418 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
acudía nuevamente á la casa de la Legación del
Imperio á solicitar recursos pecuniarios para ha-
cer frente á los gastos que demandaba la guerra.
Así obtuvo la cantidad de 110.000 pesos oro,
gravando además al Estado con 9,450 pesos en
concepto de diferencias de cambio, comisión al
Banco Mauá, etc. ' .
El Ministro Amara!, interviniendo francamente
en la gestión administrativa, estableció en el pro-
tocolo que con aquella suma el Gobierno no po-
dría atender á ninguna otra obligación que no
fuera la que originasen las operaciones militares
contra la rebelión ^-\
El Gobierno fusionista que explotaba el senti-
miento patriotero de la turba, parodiando el ame-
ricanismo de Rosas, recibía, sin embargo, en aque-
llos momentos oro extranjero con que había de
comprar el plomo fratricida!
Y mientras fomentaba los odios contra los hom-
bres de Buenos Aires que encarnaban la so-
ciabilidad y la cultura argentina, hacía manifesta-
ciones de júbilo por la conducta adoptada por
Urquiza, que había resuelto intervenir con sus tro-
pas en los sucesos que se desarrollaban en la
República.
( 1 ) Anexo F, página 131, Memoria del Ministerio de Relacio-
nes Exteriores: año 1858.
(2) Cláusula 5.". « El actual empréstito no podrá ser aplicado al
pago de las deudas anteriores, ni en todo ni en parte. Será exclu-
sivamente aplicado á gastos futuros de los Departamentos de
Guerra y Marina, (Gobierno y Relaciones.» ( Memoria del Ministerio
de Relaciones, años 1856-58. -Anexo F., página 128.)
CARLOS OXETO Y VIANA 419
Don Justo José de Urquiza odiaba á los con-
servadores, á quienes jamás había logrado enga-
ñar ' .
Tenía el convencimiento de que para ellos con-
tinuaba siendo el verdugo de India Muerta y
Arroyo Grande.
Por otra parte, la causa de los conservadores
era la causa de los hombres de Buenos Aires.
Sarmiento, Mitre, Juan Carlos Gómez, Vélez Sar-
field, César Díaz, Alsina, Cañé, Mezquita, tenían
los mismos ideales.
El odio al caudillaje y á la prepotencia militar
constituía la característica de aquellos hombres.
Urquiza tuvo la intuición del porvenir.
Juzgó que había llegado el momento propicio
para dar el golpe de gracia á sus enemigos de
Montevideo.
Con fecha 21 de Enero de 1858, oficiaba el
Ministro de Relaciones del Gobierno de Paraná
al doctor don Antonio de las Carreras, acusando
recibo de la nota que ponía en su conocimiento
1 ) En el mismo año 1851, cuando Urquiza tomaba el título de
Libertador rebelándose contra Rosas, desde París Melchor Pa-
checo y Obes escribía á don Lorenzo BatUe, ^Ministro de la (Gue-
rra de la Defensa, estas líneas:
«Xo es á mí, en efecto, á quien se ha de hacer creer que Urquiza
tira la espada para destruir el despotismo, suplantándolo con un
régimen de libertad que hará la felicidad de esos pueblos.
«Los hombres no cambian de la mañana á la noche: un Crom-
wel en Washington ni un Rosas en Cincinato.
«Urquiza tírala espada para conservar su posición 3- la vida....
ve en el triunfo la posibilidad de llegar á ser lo que es Rosas.»
420 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
oficialmente el estado de guerra por que atrave-
saba la República á consecuencia de la cooperación
que prestaba el Gobierno de Buenos Aires á los
anarquistas, facilitando hombres, armas y dinero,
con el reprobado objeto de imponer un Gobierno
al pueblo oriental, con ataque directo de su sobe-
ranía é independencia.
Urquiza — que de hecho venía siendo aliado de
la política fusionista desde que se realizara el
Pacto de la Unión, y que estaba al corriente de
que en Montevideo no se hacía otra cosa que im-
putar calumniosamente á los hombres de la De-
fensa supuestos planes contra la autonomía na-
cional—pretendía justificar su intromisión en nues-
tros asuntos internos haciendo uso de aquella
mistificación.
< Mi Gobierno — decía al Ministro de Relaciones
Exteriores de las Carreras— consecuente con los
compromisos que contrajo al firmar la Conven-
ción de 1828 y el Tratado del 7 de Marzo de
1856, y consecuente también con las declaracio-
nes que á este respecto tiene hechas al Gobierno
de V. E., ha estado y está dispuesto á no consen-
tir que se ataque la independencia del Estado
Oriental, que se imponga contra la voluntad del
pueblo y por corporaciones armadas del exterior Go-
bierno alguno en ofensa de su soberanía, y para
conseguir tan noble propósito, empleará sin re-
servas todos los elementos de poder con que cuenta.
< Á mi Gobierno le será satisfactorio proceder
CARLOS ONETO Y VIANA 421
en perfecto acuerdo de vistas y acción con el
Gobierno de S. M. el Emperador del Brasil, su
antiguo aliado.
V Por lo mismo, y sin perjuicio de que, como
debo creerlo, se habrá dirigido V. E. al Go-
bierno del Imperio, yo me dirigiré al Excmo. se-
ñor Ministro Plenipotenciario en ésta, comuni-
cándole la resolución del Gobierno argentino, con
el objeto de recabar el acuerdo de su Gobierno
así como la oportunidad de ejercer conjuntamente
dicha intervención y el modo, si, como es de es-
perar, el Gobierno Imperial concuerda en ella.^
Y, ganando tiempo, previniendo el caso en
que el Gobierno Imperial no diera una contes-
tación perentoria, agregaba:
Pero si el Gobierno de la Banda Oriental cre-
yese desde luego necesaria la internación de fuer-
zas argentinas en apoyo de la autoridad y de la
soberanía del pueblo oriental amagada, se inter-
narán en número suficiente, y tendrán la alta
gloria de contribuir á consolidar la paz y el or-
den legal de la República Oriental, y no regresa-
rán hasta que dejen á sus hermanos viviendo en
armonía bajo una sola bandera — ]a de la Cons-
titución y de la ley ' .
Los escuadrones entrerrianos atravesaron el
Uruguay, internándose en nuestro territorio en
momentos que don Anacleto Medina perseguía
(1) Memoria del Ministerio de Relaciones, años 56 58. Anexo
H, página 145.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
con toda tenacidad á los revolucionarios, que
marchaban precipitadamente hacia el Paso de
Quinteros.
Mientras tanto los hombres del Poder- para
mejor ganar la voluntad de Urquiza y halagar los
sentimientos del caudillaje provinciano, que pro-
fesaba odios inveterados á la cultura portería —
completaban la farsa que venían explotando desde
tiempo atrás, expulsando del país al doctor don
Carlos Calvo, Representante diplomático del Estado
de Buenos Aires ^ y declarando además cerra-
dos los puertos de la República al comercio y
correspondencia de nuestros vecinos, por encon-
trarse en el deber el Gobierno de garantirse por
todos los medios á su alcance de las agresiones
que parten de aquel Estado en apoyo de los anar-
(1} «Ministerio de Relaciones Exteriores.
« Montevideo, Enero 23 de 1858.
«El Presidente de la República, en acuerdo de ¡Ministros, ha acor-
dado y decreta;
«Artículo 1.» Cásase el exequátur al Comisionado Especial del
Estado de Buenos Aires, don Carlos Calvo.
«Art. 2.° Expídase por la Cancillería el correspondiente pasa-
porte para que en el perentorio término de veinticuatro horas
deje el territorio de la República.
«Oficíese inmediatamente al Gobierno de Buenos Aires y dése al
Registro correspondiente.
« Pereyka,
« Antonio de las Carreras. >
Don Carlos Calvo se embarcó al día siguiente en el buque de
guerra «General Pinto >, quedando Monsieur de Maillefer, Encar-
dado de Neffocios de Francia, á cargo de los intereses argentinos.
CARLOS ONETO Y YIANA 423
quistas encabezados por César Díaz y otros caii-
dillejos í ^ ^ . . .
Para continuar la serie interminable de atenta-
dos, se deportaba al Senador don Enrique Muñoz,
y se obligaba al doctor don Pedro Bustamante
á expatriarse para Buenos Aires.
(1} Decreto del '-1 de Enero de 1353.
424 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
XI
Al día siguiente de Cagancha, el pequeño cuerpo
revolucionario, reducido á quinientos hombres, se
puso en marcha con dirección á San José.
El estado de aquella gente era deplorable.
Se encontraban desmoralizados, sin recursos,
casi aislados, en la imposibilidad de aceptar com-
bate que ofrecieran las tropas gubernistas.
César Díaz esforzóse por infundirles bríos, ha-
blándoles de próximas incorporaciones y hacién-
doles ver que se podría sacar partido del efecto
pavoroso que había producido en las filas del
Gobierno el desastre de Cagancha.
Sin embargo, el soldado de Caseros permanecía
en la inacción, persuadido de que no debía aven-
turarse en tomar una actitud ofensiva que podía
ser funesta.
CARLOS ONETO Y VIANA 425
Acampados en las inmediaciones de San José
permanecieron dos días, hasta que un chasque
de las partidas exploradoras comunicó la proxi-
midad de Medina, que había salido de Montevideo
con fuerzas de las tres armas.
Pusiéronse entonces en marcha con dirección á
la Florida.
En el Pintado divisóse al ejército del Gobierno
que venía siguiendo las huellas de los rebeldes.
En consejo de jefes, presidido por César Díaz,
resolvióse esquivar el combate, pues era absurdo
ofrecer ó aceptar batalla en aquellas condiciones.
César Díaz juzgó acertado pasar al Norte del
Río Negro en busca de incorporaciones. Confiaba
en ciertos elementos que se sublevarían á su paso
en el Departamento de Tacuarembó.
Pudieron llegar sin inconvenientes y con rela-
tiva facilidad al Durazno el 24 á la noche. Allí
avistaron nuevamente las fuerzas de Medina, que
guardaban una buena distancia. Durante el día
25 no ocurrió ningún suceso importante. Acam-
pados en la costa del Yí, á pocas cuadras del
pueblo, tomaron algunas medidas de seguridad.
El 26 don Gregorio Castro anuncia que las fuer-
zas de Medina se precipitaban á escape sobre
el Durazno.
Los rebeldes se ponen en marcha con dirección
al Paso de Quinteros, en el Río Negro.
Al día siguiente volvióse á avistar á las tropas
426 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
del Gobierno, que apuraban con tenacidad su
marcha.
Al caer la tarde vadeaban los rebeldes el Río
Negro por el Paso de Quinteros, pero ya bajo
el tiroteo de las" avanzadas de Medina.
La presencia de las tropas gubernistas, nume-
rosas, regulares, con recursos poderosos, intro-
dujo el desconcierto en el campo revolucionario.
Comiénzase á sentirse las defecciones. Los es-
fuerzos de César Díaz y de Francisco Tajes para
reanimar á la pequeña falange, fueron estériles.
La desmoralización se extendía.
Desde la salida precipitada del Durazno los
revolucionarios no habían comido ni bebido, ni
mucho menos descansado un solo instante.
Nuevas defecciones redujeron más el pequeño
cuerpo. Unos huyeron, otros se pasaron á las
banderas contrarias creyendo ganar así el perdón
de la vida.
El resto, extenuado y en estado de completo
desaliento, continuaba respondiendo flojamente al
tiroteo enemigo.
Las tiopas de Medina, vigorosas y animadas,
seguían tenazmente á aquella legión de hombres
que huían ....
El 28 por la mañana todo el ejército de Me-
dina se encontraba á la vista del cuerpo revolu-
cionario.
Más de 2500 soldados de las tres armas lo com-
CARLOS ONETO Y VIANA
ponían, con pertrechos y provisiones en abun-
dancia.
Los rebeldes quedaban reducidos á 460. No te-
nían municiones, que habían sido gastadas en
los tiroteos sostenidos los días anteriores.
En ese momento volvieron á sufrir nuevas de-
fecciones.
Aquello era un desastre.
Las fuerzas del Gobierno los rodearon.
Tomaron todos los pasos y los puntos mili-
tares convenientes.
No quedaba posibilidad de escape.
Allí estaban don Bernardino Olid, don Dionisio
Coronel, don Cipriano Cames, don Timoteo Apa-
ricio, don Lesmes Bastarrica, don Pío Coronel, don
Francisco Lasala, toda la falange del Cerrito.
Sólo faltaba don Lucas Moreno para comple-
tar el cuadro siniestro.
César Díaz reunió en consejo á los jefes supe-
riores.
Convencido de la esterilidad de cualquier es-
fuerzo, se decidió por la transacción. Así lo expuso
á los demás compañeros, quienes, persuadidos
como su jefe de la impotencia en que se encon-
traban, manifestaron la convicción de su inferio-
ridad.
La mayoría declaróse francamente por la pro-
posición de César Díaz ; algunos pocos callaron.
En ese instante se oyó la voz de Francisco
428 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Tajes. El héroe de la ciudad troyana no acep-
taba transacción alguna, y con palabra enérgica
pidió se muriese en defensa de la libertad.
Resuelto finalmente que se debía buscar una
transacción siempre que se pudiera obtenerla
en condiciones honrosas ' ^ César Díaz envió
de parlamentario al teniente coronel don Manuel
Espinosa, acompañado de un ayudante.
Don Anacleto Medina, con toda la soberbia del
analfabeto, exigió la rendición absoluta.
impuesto César Díaz de las exigencias del jefe
gubernista, y decidido á una acción temeraria antes
que á la humillación, respondió en estos términos
por el mismo parlamentario :
Señor General :
La actitud que podrá notar V. E. en el ejér-
cito á mis órdenes, le demostrará que estamos dis-
puestos á combatir hasta el último trance antes
que rendirnos en las condiciones humillantes que
nos propone.
' Si V. E. quiere evitar la efusión de sangre, mo-
difique sus exigencias, y depondremos las armas.
Dios guarde á V. E. muchos años.
César Díaz. >
(1) Antonio Díaz: c Historia del Rio déla Plata», tomo ix, pá-
gina 211.
CARLOS ONETO Y VIANA 42Q
Medina era un hombre inflexible, formado en
los campamentos, rústico y altanero. Carácter de
hierro, irreductible, incapaz de un sentimiento ge-
neroso. En la Guerra Grande no se señaló por
ningún acto de crueldad, que tampoco se lo hu-
bieran permitido sus superiores, pero fué el me-
nos clemente de los jefes de Rivera. En la cam-
paña de 1853 había cometido algunos excesos.
Por manera que los revolucionarios, que bien
lo conocían porque habían combatido á sus ór-
denes más de una vez, no apelaban á sus sen-
timientos generosos, á un altruismo que no tenía;
lejos de eso, proponíanle una solución que faci-
litaba su cometido poniendo término ala campaña;
y, ya que se trataba de un hombre que jamás
había sido sanguinario ni había demostrado ins-
tintos perversos, ni recibido agravios délos que en
un tiempo habían sido sus compañerps, eran per-
fectamente explicables las esperanzas de los rebel-
des, de que Medina, jefe supremo de las fuerzas
del Gobierno, hiciera uso de su posición para ofre-
cerles una solución ventajosa para ambos.
Por otra parte, la guerra no había levantado
odios todavía. Apenas hacía 20 días que estaban
en campaña. Fuera de la masacre de Callorda,
ejecutada por la gente de don Dionisio Coronel,
no se habían producido escenas de barbarie.
Además Medina había permanecido extraño á
la lucha hasta el día que se le nombrara Gene-
ral en Jefe de las tropas del Gobierno; y en Mon-
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tevideo nunca los conservadores lo habían tocado.
El mismo Juan Carlos Gómez, en los días te-
rribles del mes de Octubre, cuando Medina pre-
sidía decorativamente las asambleas fusionistas,
convertido en instrumento de don Cándido Jua-
nicó, jamás se ensañó en su persona; por el
contrario, más de una vez, al deplorar su con-
ducta, dejó constancia de sus antecedentes glo-
riosos y de sus grandes sacrificios por la causa
de la libertad.
De modo que ningún agravio ni resentimiento
podía guardar Medina para los conservadores.
Enterado del mensaje de César Díaz, el gene-
ral gubernista hizo llamar al Jefe de su Estado
Mayor don Francisco Lasala, y en su presencia
estableció las nuevas condiciones bajo las cuales
debían los revolucionarios deponer las armas.
Los jefes pasarían al territorio brasilero escol-
tados convenientemente, y el resto del ejército,
oficiales y tropa, marcharían á la Capital á las
órdenes del Gobierno.
Mientras se gestionaban las condiciones del des-
arme, dos jefes subalternos del cuerpo revolu-
cionario abandonaron el campo sin esperar el
resultado definitivo de la negociación. Estos fue-
ron don Gregorio Castro y don Nicasio Borges,
quienes se negaron á obedecer la orden del
Cuartel General de que regresaran para el ca-
so en que hubiese necesidad de empeñar com-
bate.
CARLOS ONETO Y VIANA 431
Aceptados los términos en que debían entre-
garse los revolucionarios, se nombró la escolta
que debía acompañarlos hasta el Brasil, ponién-
dose al pie de la relación nominal de los jefes
que marchaban al destierro el decreto que servía
de salvoconducto ". >
El mismo día 28 debieron partir en cumpli-
miento de lo pactado. Sin embargo continuaron
detenidos.
El 2Q César Díaz escribía á Montevideo, y en
su carta, si bien se revela que era presa de la duda
y de terribles presentimientos, dejaba ver su con-
fianza en don Anacleto Medina, su antiguo com-
pañero de sacrificios y abnegaciones '-\
Pasemos á Montevideo.
La noticia del triunfo fué traída á la Capital por
chasques despachados del Cuartel General.
El Presidente de la República recibió el parte
del General en Jefe.
Los primaces de la política de fusión, que for-
(1) Antonio Díaz: .. Historia del Río de la Plata », tomo ix, pá-
gina 212.
(2) c Paso de Quinteros en el Río Xegro, Enero 29 de 1858.
« Señora doña Josefa M. de Díaz.
< Mí Pepa querida :
«Después de extraordinarios esfuerzos para sostener la cam-
paña nos hemos visto obligados á capitular.
< El General Medina ha garantido la vida de todos los oficiales
y soldados que me acompañaron.
«En cuanto á mí y los demás jefes, nos han dado un pasaporte
para marchar á la frontera del Brasil bajo una escolta de fuer-
zas de su mando.
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
maban una camarilla, partidarios todos de las me-
didas radicales, recibieron por su parte oficios
de los caudillos jefes de las distintas divisiones
de que estaba compuesto el ejército.
En el campamento existían dos entidades.
De un lado Medina con su autoridad de Ge-
neral en Jefe y cierto prestigio que podía haberle
dado la victoria.
Del otro los caudillos oribistas que formaban
una verdadera liga, de la que era el alma don
Francisco Lasala, figura sombría, que tenía el
puesto de Jefe del Estado Mayor General, colocado
por los políticos fusionistas de Montevideo al lado
de Medina para que dirigiese y controlase sus
actos.
El caudillaje del Cerrito, consecuente con sus
antecedentes y para satisfacer sus instintos sal-
vajes, pedía la decapitación de los prisioneros.
Al efecto pusieron en juego todas sus vincu-
c Esto ha sido pactado antes de deponer las armas. Y tengo en
mi bolsillo el expresado pasaporte ; mas segiin lo convenido, de-
bíamos haber seguido ayer para nuestro destino y hasta ho}' es-
tamos detenidos.
« No rae figuro que el General IMedina sea capaz de violar un
convenio celebrado con todas las formalidades de la guerra, pero
no puedo, sin embargo, hablarte con seguridad de mi futura
suerte.
< Xos llevarán al Brasil ':
«Xos llevarán á Montevideo!- —Quién sabe !
« Pienso á todas horas en ti.
« César.
CARLOS ONETO Y VIANA 433
laciones con la camarilla de Montevideo para
obtener la orden de ejecución.
Prescindieron en absoluto de Medina y del Pre-
sidente Pereyra, librando toda la acción á los pri-
maces del fusionismo.
Don Francisco Lasala, al dar cuenta al Ministro
de las Carreras del resultado de la campaña, de-
claraba con júbilo que el anarquista César Díaz
y demás individuos de la gavilla salvaje de con-
servadores habían caído en su poder; y agregaba
que era necesario penetrarse de la necesidad de
hacer un escarmiento.
Para inducir mejor á los hombres de Monte-
video, Lasala pintaba en forma pavorosa el estado
de ¡os ánimos en el Ejército.— Si no se procede
á la mayor urgencia, decía, no respondo de lo
que puedan hacer los Jefes del Ejército, pues to-
dos, todos exigen la ejecución de los principales
revolucionarios. — Por el momento ha sido preciso
respetar la palabra de Medina, pero es necesario
que á todo trance ustedes arranquen la orden
de Pereyra para que sean pasados por las ar-
mas. ...
Se refería á los jefes superiores, pues tratán-
dose de los demás se contentaban con que fueran
quintados con arreglo á la ordenanza.
Y en cuanto á los beneméritos legionarios, que
habían envejecido al servicio de la libertad, el in-
humano Jefe del Estado Mayor dejaba ver cuál
sería su destino, al expresarse en esta forma
28
434 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
brutal : .... esos corren por nuestra cuenta. )
Don Antonio de las Carreras, representante del
füsionismo en el Fuerte, de acuerdo con don Cán-
dido Juanicó, el personaje más conspicuo entre
los políticos de la época, comenzó á trabajar el
ánimo del Presidente de la República.
Mientras esto sucedía, las campanas anuncia-
ban á todos los ámbitos la victoria de las armas
del Gobierno, y el Boletín Oficial, con partes re-
dactados en el Fuerte^ detallaba los sucesos.
La turba oribista se lanzó á la calle dando co-
mienzo á una nueva era de excesos.
Eran las mismas puebladas que habían afren-
tado á la cultura nacional con las mazhorcadas de
Marzo.
Se dirigieron á la casa del Jefe del Estado, á
donde desde temprano habían acudido los más
conspicuos elementos de la fusión.
Frente á la casa presidencial la turba levantó
una grita estridente pidiendo el castigo de los
rebeldes y la aparición á su vista de don Gabriel
Antonio Pereyra.
Éste accedió al pedido de la multitud, presen-
tándose. Un vocerío infernal saludó al Presiden-
te, reiterando el pedido de la represión, acom-
pañado de frases groseras é injuriosas dirigidas á
los vencidos.
Entretanto iban llegando los elementos oficia-
listas que se disputaban la proximidad del Jefe
del Estado, á fin de estrecharle la mano y pre-
CARLOS OXETO Y VIANA 435
sentarle las felicitaciones que correspondía por
el gran triunfo obtenido.
Los primaces de la fusión rodearon al Presi-
dente esforzándose por convencerlo de la necesi-
dad del escarmiento. Á la palabra de Medina no
había que atribuirle valor, pues en su calidad de
Jefe del Ejército no tenía facultad para hacer pac-
tos que sólo correspondía al Gobierno.
La conducta de aquellos hombres probaba su
moralidad.
Entendían que la circunstancia de hacer ver al
país que los rebeldes se habían rendido á discre-
ción, permitía al vencedor disponer de la vida de
los vencidos.
Era la vieja tesis de Rosas.
Para dominar la voluntad de! señor Pereyra, pu-
sieron hábilmente en juego todos los resortes de
que podían disponer.
Las distintas corporaciones públicas pasaron á
saludar al Presidente, ofreciéndole su adhesión in-
condicional y su solidaridad en las responsabili-
dades de la represión.
Los órganos fusionistas uniformemente se es-
forzaron por hacer al país cómplice de lo que
venían preparando.
La camarilla ganó la alianza de doña Dolores
Vidal, señora del Presidente, mujer que tenía el
alma de Fredegunda, voluntariosa, de carácter, y
que ejercía gran influjo sobre su esposo.
Ella debía convencer á don Gabriel de la ne-
436 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
cesidad de librar al país de los elementos pertur-
badores que al día siguiente de su libertad serían
nuevamente agentes de disturbios y de anarquía.
Doña Dolores Vidal profesaba odio á los con-
servadores, á quienes no perdonaba sus rebeldías
y la sistemada oposición al Gobierno de su ma-
rido. Convirtióse en instrumento de los planes de
la camarilla y con ella se dispusieron á dominar la
ancianidad del señor Pereyra.
Concluyó éste por asesorarse de los más cons-
picuos personajes de la fusión.
La orden de ejecución fué arrancada.
Inmediatamente se despacharon chasques para
el Cuartel General.
El Ministro de las Carreras redactó la forma
en que debía verificarse aquel acto salvaje.
« Pena de muerte por arcabuceo en el acto de
recibir la orden y sin otro requisito, para los Ge-
nerales don César Díaz y don Manuel Freiré '■ ^ '
Coroneles don Francisco Tajes, don Eulalio Mar-
tínez y demás jefes cabecillas que hayan hecho
reuniones, asesinando algunas personas. En cuanto
á los oficiales, se mandarán quintar, etc.. .. >
Tal como habían exigido los caudillos oribis-
tas por intermedio de don Francisco Lasala.
La política de fusión convertida en instrumento
( 1 ) El General don Manuel Freiré había estado en Montevideo
hasta el 20 de Diciembre de 1857.
Burlando la vigilancia del Gobierno logró embarcarse para in-
corporarse á sus amigos.
CARLOS ONETO Y VIANA 437
del caudillaje, imponía al país una monstruosidad.
Al oficio que informaba la manera como serían
ejecutados los prisioneros, acompañaba el siguiente
Mensaje del Presidente de la República:
« Montevideo, Enero 30 de 185S.
< Señor Brigadier General don Anacleto Medina.
V En contestación á la nota de V. S. de fecha
28 del corriente, el Gobierno ha tomado una re-
solución que le será comunicada por el Ministerio
respectiv'o, á la cual dará usted inmediato cum-
plimiento reuniendo previamente los Jefes del Ejér-
cito^ á quienes informará usted de aquella resolu-
ción.
De usted atento S. S.
« Gabriel A. Pereyr.a. ;>
Se daba una vez más satisfacción al caudillaje,
reuniéndolo previamente para enterarlo de que el
Gobierno accedía á sus exigencias.
Esta formalidad era, por otra parte, perfecta-
mente inútil, por cuanto los primaces de la fu-
sión, estrechamente vinculados á los caudillos que
estaban en el Ejército, se habían apresurado á
darles cuenta de la victoria obtenida sobre el
Presidente de la República.
438 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El triunfo de la camarilla quedó envuelto en
reservas durante dos días.
En la mañana del l.o de Febrero comenzaron
los rumores, y muy pronto circuló la noticia de
que se había dado orden de ejecución.
La ciudad quedó aterrada, presa del estupor.
El Comercio del Plata desapareció ese mismo
día.
Todos los elementos sanos de la población pu-
siéronse en movimiento para obtener la revoca-
ción del decreto condenatorio.
Los amigos y parientes de los vencidos, la Co-
misión de Beneficencia Pública, el Cuerpo Diplo-
mático intercedieron, poniendo en juego los me-
dios posibles para salvar á los desgraciados pri-
sioneros.
El Ministro Imperial fué el primero en interpo-
ner la demanda de clemencia.
Las damas más distinguidas vinculadas á la se-
ñora del Presidente por antigua amistad, corrieron
á su casa á fin de implorar de sus sentimientos ca-
ritativos pusiera su influencia en favor de la vida
de aquellos desgraciados.
Pero todo fué inútil: los ruegos y los pedidos
eran oídos con salvaje desprecio.
Mientras esto sucedía, se propala por la ciudad
una nueva que tuvo la virtud de aumentar el do-
lor que dominaba ala población, llevando la deses-
peración á todos los ánimos.
El Brigadier General don Enrique Martínez, pa-
CARLOS ONETO Y VIANA 439
dre político de César Díaz, asilado en la casa del
Encargado de Negocios de Estados Unidos, di-
rige una circular á los Ministros Diplomáticos de-
nunciando que los prisioneros habían depuesto
las armas bajo la fe jurada de una capitulación.
Este notable documento, lleno de sinceridad,
que revela toda la indignación de su autor, pro-
dujo honda impresión y desconcertó á los hom-
bres del Gobierno, que entendían que todo pa-
saría ignorado.
El General Martínez — que en un principio du-
daba de la orden gubernativa — colocándose en
el caso en que no hubiese habido pacto alguno,
como proclamaban los hombres del Fuerte, de-
cía:
< Si esos jefes y oficiales fueran considerados
como prisioneros de guerra, era un inaudito acto
de barbarie, inconciliable con los principios de
justicia y de humanidad que reconocen y respe-
tan todas las naciones civilizadas de nuestra época,
atentar contra sus vidas por el mero hecho de
haber sido desgraciados en los combates y en-
contrarse en manos de sus enemigos.
<;Tal atentado yo no podía ni debía esperar
del Gobierno de un país democrático, regido por
instituciones tan liberales como las de esta Re-
pública y donde los actos de los mandatarios
están sujetos á serias y graves responsabilidades.
« Si no fuera en tal carácter que se les con-
440 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
sideraba; si fuera como simples criminales por
la insurrección que encabezaron contra la auto-
ridad gubernativa, entonces esos jefes y oficiales
debían ser juzgados por sus jueces naturales, con
sujeción á las formas establecidas por Mas leyes
respectivas y castigados como lo determinaran las
sentencias que dieran los Tribunales competen-
tes, únicos que en la República, donde existe la
división de los Poderes Públicos, pueden juzgar
y penar.
; El Código Fundamental del Estado que re-
glamenta las atribuciones de aquellos Poderes,
así lo dispone, y haciendo justicia al Gobierno
que en este país tiene el P. E., yo no podía ni
debía admitir tal usurpación de atribuciones y
menos con el solo intento de sacrificar aquellos
hombres á una venganza injustificable y arrojar
sobre la autoridad que tal abuso hacía de su po-
sición toda la responsabilidad del asesinato frío
y calculado d que en tal caso quedaría reducida
aquella ejecución. >
Y para explicar cómo había podido vigorizar
su incredulidad, agregaba:
« Para pensar así, sólo tenía las razones que
dejo aducidas; pero ayer vino á mis manos
la carta que he depositado en las de S. E.
el señor Encargado de Negocios de S. M. B., en
que el General Díaz participa á mi familia que
se ha entregado á las fuerzas del Gobierno bajo
la fe de una capitulación en que se prometía á
CARLOS ONETO Y VIANA
los vencidos el poder pasar libremente al territorio
vecino del Imperio del Brasil, otorgándoles sus
respectivos pasaportes.
< Esta consideración dio nuevas creces á mi
confianza.
« La vida de esos hombres desgraciados estaba
bajo la custodia no sólo de las leyes del país,
de la justicia y de la humanidad, sino también del
honor nacional empeñado en una capitulación,
que, como la presente, ponía fin á una contienda
civil, reservando al país la vida de seres que le
son tan preciosos, como cada uno de aquellos
bravos cuyos nombres encierran toda una histo-
ria, la más brillante de servicios prestados á la
independencia y á la libertad.
Después, haciéndose cargo de la conducta del
Gobierno al ordenar la ejecución, continuaba:
Ya no es un rumor sino un hecho desgra-
ciadamente cierto y notorio, que el Gobierno que-
riendo revestirse de una severidad que tiene lí-
mites trazados por las leyes del país, ha ido hasta
ordenar el fusilamiento inmediato de los rendidos,
sin forma, sin juicio, sin sentencia, sin causa ni
delito clasificado y probado, y de combatientes
que haciendo al Gobierno de su país la honra
que no podían negarle sin arrojar sobre él y el
país el insulto y la vergüenza, habían depuesto
las armas y renunciado á la contienda en la se-
guridad de que la palabra empeñada en un pacto
442 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
bélico como es la capitulación mencionada, sería
respetada y cumplida. »
Y terminaba solicitando la intercesión del Mi-
nistro á que se dirigía "^^ en esta forma:
« En tal caso, como padre, como ciudadano,
como compañero de armas de esas beneméritas
víctimas de su ardimiento patriótico y de la no-
bleza de sus sentimientos, vengo, señor, á de-
nunciar este hecho, protestando contra él con
toda la energía que merece, y á interesar los
sentimientos benévolos de V. E. y la respetabi-
lidad del alto cargo que inviste, á fin de que ha-
ciéndolos valer cerca de S. E. el señor Presidente
de la República obtenga para aquellos jefes y
oficiales, que estoy autorizado para poner bajo
la protección de V. E., el respeto á lo pactado y
á los derechos y garantías con que los cubren
las leyes escritas del país y las generales de la
humanidad á cuyo frente se encuentra la gran
nación que V. E. tiene el honor de representar
tan dignamente en este país.
Hecho público este documento que ponía en
evidencia la felonía del Gobierno, levantóse un
clamor general de protesta.
La casa del señor Pereyra fué asediada nue-
vamente por elementos de todas clases y nacio-
nalidades, que imploraban unánimemente por la
salvación de los capitulados.
( 1 ) Este oficio fué pasado á los Ministros de Inglaterra, Fran-
cia y Estados Unidos.
CARLOS ONETO Y VIANA 443
Esto ocurría el día 2 de Febrero.
La orden de ejecución había sido librada en
la mañana del 30, por chasque de actividad, como
pidiera Lasala.
Don Antonio de las Carreras tenía el conven-
cimiento de que tan pronto llegase al Cuartel
General la resolución gubernativa, sería cum-
plida.
No sólo confiaba en la fidelidad de Medina,
cuya norma de conducta había sido toda su vida
obedecer estrictamente, sin discutir, las disposi-
ciones de sus superiores, y que estaba además
sobradamente vinculado al doctor don Cándido
Juanicó y á todos los personajes conspicuos de
la fusión, sino también tenía la persuasión de
que en el caso en que Medina ejerciera por vez
primera un acto de rebeldía, se encontraría ais-
lado y sin autoridad, pues todas las divisiones
del ejército eran comandadas por los antiguos
tenientes de Oribe — los mismos que por inter-
medio de don Francisco Lasala pedían la ejecu-
ción de los principales revolucionarios.
Lo que faltaba entonces era explicar la con-
ducta del Gobierno.
La capitulación se hizo evidente.
Estaba en la conciencia pública.
La camarilla fusionista — que con una perver-
sidad inconcebible seguía juzgando que el hecho
de hacer ver al país que no había existido pacto
alguno autorizaba al Gobierno á disponer de la
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
vida de los vencidos — presentó documentos com-
probatorios venidos del Cuartel General, que de-
claraban haberse rendido aquéllos á discreción '■ ^ •
Se venía á demostrar que vivíamos en plena
época de Rosas.
No se ocultaba el crimen, ni se trataba de ate-
nuarlo, ni se le atribuía á ninguna circunstancia
desgraciada.
Llegóse á tal grado de perversión, que los hom-
bres del Gobierno proclamaban abiertamente la
necesidad del acto de justicia que había realizado
el Presidente de la República.
Para disipar un tanto la atmósfera de impreca-
ciones y de protesta, la política de fusión — que
no tuvo escrúpulos en llegar hasta el crimen —
comete un acto por el cual venía á agregar al
asesinato el escarnio.
Don Gabriel Antonio Pereyra suscribió el si-
(1) «Excmo. señor Presidente de la República, don Gabriel A.
Pereyra.
« Cuartel General. — Paso de Quinteros en el Río Negro,
Enero 28 de 1858.
« ]Mi querido Presidente :
c Hemos triunfado completamente, pues el ejército rebelde, que
logramos alcanzar, todo se ha sometido }• ha entregado sus armas,
caballos y bagajes.
«Señor Presidente: mañana le daré una noticia de todo lo ocu-
rrido en este suceso tan feliz para la tranquilidad de la Repú-
blica.
«Los Generales Díaz y Freiré, el Coronel Tajes y catorce jefes
más están prisioneres en nuestro poder.
«Felicito á V. E. por este espléndido triunfo.
< De V. E. amigo afectísimo,
« Aiiaclcto Medina. »
CARLOS ONETO Y VIANA
guíente mensaje, que llegaría tarde al Cuartel Ge-
neral :
« Montevideo, Febrero 2 de 1858.
Señor Brigadier General don Anacleto Medina.
< El Gobierno ha ordenado la ejecución de los
jefes de la rebelión que han caído en poder de
las armas nacionales; pero atendiendo á circuns-
tancias que han mediado en el sometimiento— y
que recién conoce— y á consideraciones de que el
Gobierno no ha podido prescindir, ordena á V. E.
que en el acto de recibir este despacho suspenda
V. E. la ejecución, conduciéndolos á la Villa de
la Unión.
<: Dios guarde á V. E. muchos años.
« Gabriel Antonio Pereyra. >
Las cosas allá en Río Negro se habían pro-
ducido tal como querían los elementos conspi-
cuos de la fusión.
Comenzaron á llegar á la Capital, por distintos
conductos, oficios del ejército.
Éstos uniformemente declaraban que los rebel-
des se habían rendido incondicionalmente.
Simultáneamente llegaban las cartas de los ca-
pitulados á sus familias que unifoimemente daban
cuenta de las condiciones bajo las cuales habían
depuesto las armas.
446 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Veamos, mientras tanto, lo que había ocurrido.
Don Anacleto Medina había dado comienzo á
la ejecución de lo pactado, encargando al Capi-
tán don Melchor Alvarez de la conducción de
ios deportados hasta la frontera.
< Pusiéronse en marcha para el Brasil los jefes,
pero á tres leguas de camino recibieron contra-
orden y volvieron al campo donde acababan de
ser degollados 78 de los suyos.
« Terrible sospecha les hizo concebir aquel in-
cidente anexo al de su vuelta, pero nada dijeron
ni se les dijo.
< Con todo, rumores siniestros llegaron á sus
oídos.
« Se hablaba de una reunión habida entre los
jefes del Ejército vencedor; varios chasques aca-
baban de ser despachados á la ciudad y se es-
peraban órdenes del Gobierno.
« En medio de estas zozobras, y como si no
se aguardara otra cosa que la vuelta de los capi-
tulados de alta graduación, el ejército del Go-
bierno emprendió su marcha con rumbo á Mon-
tevideo.
« El tiempo era caluroso. Las jornadas se ha-
cían de noche y sin novedad. El 31 de Enero se
concedió permiso á los capitulados para escribir
á sus familias: lo hicieron. Algunas de estas car-
tas tienen todo el acento de las esperanzas per-
didas.
^ El 1." de Febrero, á medio día, fué comuni-
cada la orden de levantar el campo.
CARLOS ONETO Y VIANA
< Mientras se hacían los preparativos de mar-
cha, un oficial superior se presentó á César Díaz
pidiéndole su pasaporte á nombre y de orden del
General en Jefe, que necesitaba hacer en él algu-
nas alteraciones. El General opuso cierta resisten-
cia á entregarlo, fundándose en que era su única
garantía, pero siguiendo luego el consejo de Fran-
cisco Tajes, sacó una copia del documento, y
lo entregó ^ .
«Á las 2 de la tarde rompió el Ejército su mar-
cha caminando hasta las 7, hora en que hizo alto
sobre una cuchilla, donde desplegó en batalla.
« Presenciaban los prisioneros la maniobra del
despliegue, cuando vino sobre ellos un grupo del
que se destacaron varios soldados, y echándose
sobre César Díaz lo desmontaron del caballo, des-
pojándolo de sus espuelas, dinero y prendas de
vestir; le ataron los brazos con un maneador
( codo con codo > -';) y empezaron á empujarlo
(1) «Cuartel Genera], Paso de Quinteros, Enero 28 de 185í?.
«Ejército de operaciones.
«Pasan al Brasil con mi garantía y acompañados del señor Jefe
Político de Cerro Largro hasta dejarlos del otro lado de la fron-
tera, el General don César Díaz, General don Manuel Freirc, Co-
ronel don Francisco Tajes, Coronel don Eulalio Martínez, Teniente
Coronel don Isidro Caballero, Teniente Coronel don José Mora, Te-
niente Coronel don Eugenio Abella: Mayores en propiedad J' gra-
duados don Benigno Islas, Aurelio Freiré, Manuel Espinosa, An-
tonio Almada, Ezequiel Burgos, Ciríaco Burgos, Luis Viera, Es-
teban Saccarello, Juan José Poj'o.
« Aiiachto Medina. »
Es copia. César Días.
[2, Antonio Díaz, tomo ix, página 214. « Historia del Río de la
Plata».
443 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
hacia un espinillal anticipadamente indicado para
lugar de suplicio.
<■ Pidió permiso para escribir á su esposa, y se
lo negaron; seguidamente rogó al Comandante
Bastarrica, allí cercano, se hiciera cargo de su re-
loj, única prenda escapada del saqueo, para en-
tregar á la mujer, ante quien debía suplir el tes-
timonio de su pensamiento.
< Luego se despidió de sus compañeros con un
gesto, y al pasar delante del Jefe del Ejército ven-
cedor, que se preparaba á contemplar impasible
la ejecución, le dijo: «General, ¿qué vale ya la
palabra de un General Oriental ? > — « Vaya usted,
vaya. General, replicó Medina; esa es la orden del
Gobierno; y una descarga puso fin al episodio ^'^.^
Inmediatamente sufrieron la misma muerte Freiré,
Francisco Tajes y Eulalio Martínez.
El primero murió con estoicismo romano: sin
una queja, ni una protesta siquiera.
El segundo intentó poner fin á su existencia,
juzgando indigno de su persona caer ultimado
por mano de verdugos. « Á Francisco Tajes — ex-
clamó con arrogancia — no lo matan traidores co-
bardes.
Su esfuerzo fué inútil. El más generoso, el más
caballeresco, el más bueno, el más bravo, el más
leal < el corazón más noble que jamás ha latido
en pecho humano •-' el caballero sin tacha y
( 1 ) Francisco Bauza.
(2) Del doctor ilon José Pedro Ramírez.
CARLOS ONETO Y VIANA 449
sin reproche del Río déla Plata '^ cayó atrave-
sado por la descarga de orden.
El ejército siguió su marcha.
Los jefes prisioneros fueron entregados á la
custodia de don Dionisio Coronel; los oficiales
á don Ignacio Madriaga y la tropa á don Cipriano
Carnes.
El día 2, al llegar á la costa del Tala, así como
á las dos de la mañana, nuevamente se detuvo.
En medio del silencio de la noche, fueron se-
parados del resto de los capitulados, don Isidro
Caballero, don Juan José Poyo, don Benigno Islas,
don Ramón Islas, don Esteban Saccarello, don
Manuel Espinosa, don Aurelio Freiré y don Rufino
Mas.
Uno tras otro fueron fusilados.
Se reanuda la marcha con rumbo á la capital.
El día 3 se repiten las escenas de barbarie.
En medio de una gritería infernal, fueron eje-
cutados los oficiales don Victoriano Pérez, don
Bautista Bonino, don Regino Méndez, don Pedro
Nessy, don Juan Perrigault y don Domingo Lus-
trini.
Sus cadáveres quedaron insepultos, tendidos en
las yerbas.
El ejército siguió lentamente.
El mismo día 3, en las proximidades del Santa
Lucía, Cipriano Cames hacía arrancar las visceras
á una veintena de legionarios.
[3'j Del General don Bartolomé Mitre.
29
450 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Aquel bárbaro venía lanceando á los desgracia-
dos que, víctimas del cansancio, quedaban reza-
gados en la marcha.
Un reguero de sangre señalaba las huellas del
ejército.
Por la noche, alrededor de grandes fogatas, en-
tre mate y mate, se comentaban las escenas de
barbarie ocurridas durante el día.
Los gestos de dolor de las víctimas, los gemi-
dos de los moribundos, las imprecaciones, todas
las manifestaciones dolorosas de la agonía servían
á aquellas gentes educadas en la escuela de san-
gre implantada por Rosas, de materia para pasar
buenamente las veladas de campamento.
El día 6 se reanuda la matanza, comenzándose
por el capitán Pietro Dural, valeroso garibaldino
que profesaba admiración por César Díaz. Su
cabeza separada del cuerpo rodó por el ejército.
Cesaron entonces en la obra de sangre.
< El espectáculo había sido espantoso. Aquella
gente se había entregado á sus hábitos de ma-
tanza durante varios días.
« Se mató á fusil, á lanza, á cuchillo.
« Se mató en grupos y uno á uno.
« Los extranjeros fueron todos degollados por
ser extranjeros.
< Cada vez que se daba de beber á los prisio-
neros, eran degollados algunos en las orillas de
los arroyos.
<' Al fin de cada comida se degollaba á otros. >
CARLOS ONETO V VIANA
El día 10, ya en las cercanías de Montevideo,
se detuvieron, dando así tiempo á que en la Ca-
pital concluyeran los preparativos con que los
elementos del Gobierno festejarían la entrada de
los vencedores.
El 11 llegaron á la Unión. No quedaba toda-
vía terminada la atroz carnicería, pues allí fueron
ultimados varios desgraciados para solemnizar el
fin de la jornada.
Al Colegio de la Unión acudieron el Ministro
de Guerra y Marina don Andrés A. Gómez, don
Julio C. Pereyra y los miembros de la H. C. Per-
manente, don José Gabriel Palomeque, don José
Lozano, don Rafael Fernández Echenique, don
Francisco Fernández Fisterra y don Hermenegildo
Solsona.
Se procedió á una clasificación individual de
los prisioneros, cumpliendo el decreto gubernativo
del día, á fin de poner en libertad á los que no
aparecieren con nota de otro crimen que el de re-
belión.
Se pudo ver que la orden del Gobierno no ha-
bía sido cumplida totalmente en lo que se refería
á las personas que debían haber sido ejecutadas.
Los caudillos del ejército habían procedido como
mejor les plugo. Salvaron á varios de los que
estaban incluidos en la resolución gubernativa, obe-
deciendo á circunstancias de parentesco, de amis-
tad ó de simpatía.
452 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Dionisio Coronel libró al bravo Hubo,
héroe de Cagancha.
Don Agustín Muñoz al Teniente Coronel don
Antonio Almada.
Don Cipriano Carnes al Comandante don José
Mora.
Don Francisco Lasala al Sargento Mayor don
Wenceslao Regules.
Don Gervasio Burgueño al Comandante don
Luis Viera.
Fueron además librados unos cuantos oficiales
por distintos jefes gubernistas, principalmente por
don Gervasio Burgueño, que se singularizó por
su conducta moderada.
La actitud levantisca de los caudillos se explica.
Eran los dueños de la situación, y sus actos
no sufrían control alguno; cosa que, por otra parte,
no hubieran permitido.
El mismo día 11, el ejército hizo su entrada
triunfal en Montevideo.
Una batería colocada en la Plaza Cagancha,
tan pronto asomó la columna vencedora atronó
los aires con una triple salva.
El estampido del cañón continuó resonando
durante el día.
Los acordes del Himno Nacional se confundían
con el vocerío de la plebe que rodeaba á la
columna.
Los primaces de la fusión hacían á los verdu-
gos esa aparatosa recepción en nombre de una
CARLOS ONETO Y VIANA 433
política de olvido, de confraternidad y concordia.
El ejército recorrió las principales calles de la
ciudad, pasando por frente á la casa del Presi-
dente de la República. Allí don Gabriel Antonio
Pereyra se puso á la cabeza de la columna y si-
guieron hasta el Cerrito, donde vivaquearon du-
rante el día.
El patricio de 183Q había perdido el sentido
moral.
Confundido con aquellos hombres que chorrea-
ban sangre, el señor Pereyra rivalizó con los te-
nientes de Oribe en la orgía á que se entregaron
para conmemorar la matanza de días anteriores.
Allá en el Cerrito pudo aquella gente evocar el
pasado. Diez años de continua lucha, de esfuerzo
inútil para entrar en la ciudad sitiada, defendida
por los mismos que habían caído víctimas de la
perfidia y la traición.
Recorrieron la falda, visitando los sitios lúgu-
bres destinados en un tiempo al suplicio de los
prisioneros.
Allí estuvieron hasta el caer de la tarde; luego
volvieron á las proximidades de la ciudad, donde
establecieron su campamento.
La camarilla fusionista que había enseñado al
país el refinamiento de su perversión, que des-
atendía toda consideración que no fuera las exi-
gencias del caudillaje y su predominio personal,
dio una vez más prueba de su moralidad con un
nuevo escarnio lanzado al rostro de quienes lio-
454 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
raban la pérdida de los ilustres patricios sacrifi-
cados á la saña del despotismo.
Don Antonio de las Carreras redactó el audaz
decreto del 11 de Febrero, en el que se declaraba
que estando asegurada la paz en toda la Repú-
blica con el triunfo de las armas nacionales y el
castigo de la rebelión en el Paso de Quinteros, el
Gobierno, consecuente con sus sentimientos de cle-
mencia y magnanimidad, en cuanto fueran com-
patibles con los principios de recta justicia, base
de su Administración, resolvía poner inmediata-
mente en libertad á los prisioneros clasificados.
La prensa fusionista, que era la única que exis-
tía entonces en Montevideo, aplaudió comentando
extensamente lo que calificara de acto de fraterni-
dad del Gobierno.
Y junto á las grandes alabanzas por la conducta
generosa que adoptaba el Poder salvando á los
que habían llegado hasta la Capital, se mezclaba
la apoteosis al crimen, la rememoración de la
orgía cometida en los días lúgubres de Febrero.
El órgano principal de la fusión declaraba:
El triunfo de Quinteros es otro triunfo de
Ayacucho en su importancia: éste para la Amé-
rica entera, aquél para la patria.
« En Ayacucho quedó sellada la independencia
Sudamericana.
< Con el completo y feliz suceso de Quinteros
quedó afianzada la independencia de la República,
CARLOS OXETO Y VIANA
conquistándose al mismo tiempo para el país un
porvenir de paz y de ventura.
Aquellos hombres se abrazaban al crimen, dando
así al mundo un triste espectáculo de oprobio
y descomposición.
456 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
XII
La legalidad quedó asesinada en Quinteros, es-
cribía en Buenos Aires Juan Carlos Gómez; y
como consecuencia, el desconcierto y la subver-
sión se apoderaron de todos los resortes de la
política y la administración.
Entre el Gobierno y los elementos honestos
del país se estableció un abismo.
Aquél vino á quedar moralmente herido de
muerte, pues á medida que fueron transcurriendo
los días y conociéndose mejor los sucesos, más
monstruoso se presentaba el crimen á los ojos
de todos.
La camarilla fusionista prescindió, sin embargo,
de la condenación pública, y continuó su obra
demoledora.
El Presidente Pereyra, declarado fuera de ley
CARLOS ONFTO Y VIANA 457
por el partido de la Defensa, se vio fatalmente
obligado á ceder á las exigencias de quienes lo
habían empujado al crimen.
En medio del desorden en que vivía Montevi-
deo, durante los días que siguieron á la ejecución
de los prisioneros, la política de fusión cometía un
nuevo atentado que vino á dar en tierra con to-
das las apariencias que hubieran podido quedar
de régimen institucional.
Por decreto gubernativo se destituyó á los miem-
bros del Supremo Tribunal, invocándose como
justificativo el hecho de que el Gobierno Proviso-
rio de 1853 había establecido arbitrariamente va-
riaciones en la composición de la Administración
Superior de Justicia.
Además el Poder Ejecutivo formuló una serie
de cargos contra los Camaristas, com.o si tuviera
legítimamente tal facultad; hizo notar la desmorali-
zación notoria en que se encontraba la Justicia y
la necesidad de un pronto y eficaz remedio.
«Ministerio de Gobierno.
DECRETO
« Montevideo, Febrero 4 de 1858.
Considerando: que después déla conservación
del orden y de la paz pública, nada interesa más
á la sociedad que una recta é ilustrada Adminis-
tración de Justicia, creada conforme á leyes;
45S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
« Que es notoria la desmoralización de la ac-
tual Administración de Justicia;
« Que exige por lo tanto un pronto y eficaz
remedio;
Que la base de la actual organización de la
Cámara de Apelaciones ha sido el derrocamiento
revolucionario é injustificado de los legítimos Ma-
gistrados que la constituían en 1853;
« Que con semejante procedimiento se ha vio-
lado el artículo 103 de la Constitución de la Re-
pública;
Que todas las elecciones ó nombramientos pos-
teriores no son sino efectos del hecho radical vi-
cioso; y que, de consiguiente, vienen sellados de
nulidad desde su origen;
< Que considerando además la absoluta incapa-
cidad legal de los nombrados, con excepción de
uno solo, en presencia del artículo 102 de la
Constitución, no es posible absolutamente mirar
en el Tribunal deshecho el verdadero Tribunal
de la ley;
< Que si á todo ello se añade el notorio proce-
dimiento inmoral seguido por ese Tribunal en
casos de interés público, tal como el de cohecho
y venalidad de un ex Juez de lo Civil de Pay-
sandú, el de violencias y ultrajes sobre varios
menores de color, arrebatados á sus padres por
un defensor de menores, y otros, es intolerable
por más tiempo la conservación de semejante
Tribunal de hecho;
CARLOS ONETO V VIANA 459
«Que con arreglo al citado artículo 103 de la
Constitución, no hay otros verdaderos camaris-
tas que los que existan sin haberse jubilado ó
sin renunciar el cargo que legítimamente desem-
peñaban en Septiembre de 1853;
«Y que en este caso se encuentra únicamente
el señor Camarista don Cándido Juanicó;
« El Presidente de la República, en consejo de
Ministros, ha acordado y decreta:
<; Artículo l.o Repóllese en el ejercicio del cargo
de miembro de la Excelentísima Cámara de Ape-
laciones al señor don Cándido Juanicó, para que
integrando por ahora el Tribunal, en cada caso
conforme á las leyes, proceda á administrar justi-
cia y provea á lo demás que corresponda.
Art. 2.0 Oficíese oportunamente al Cuerpo Le-
gislativo para el nombramiento de los demás
miembros permanentes de la Excelentísima Cá-
mara de Apelaciones, conforme á la Constitución.
Art. 3.0 Cesan, por consiguiente, los actuales
miembros de hecho del expresado Tribunal.
«Art. 4.0 Comuniqúese, publíquese.
« Perevra.
<í. Antonio de las Carreras.—
Andrés A. Gómez. — Fe-
derico Nin Reyes.
460 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Cándido Juanicó, Deas ex machina de la
situación, fué el instigador de este úkase atenta-
torio, siendo también el principal beneficiado.
Asegurado el cargo de Presidente del Tribunal
para quien había sido el alma del movimiento polí-
tico de la época, el Poder Ejecutivo, con todo des-
caro, dirigióse en Mensaje á la Asamblea Legisla-
tiva como si fuera una dependencia suya, para que
procediera á la elección de los demás miembros.
Esto hacía la política fusionista estando aún
fresca la sangre de los caídos en Quinteros, con
lo que venía á confirmar su propósito de pres-
cindir de toda consideración de moral ó lega-
lidad que obstase al triunfo de sus planes.
La Asamblea Legislativa se instaló el 15 de
Febrero.
Estaba compuesta puramente por adictos al
fusionismo, pues el Gobierno había cerrado las
puertas á quienes manifestasen su rebeldía. Por
eso el órgano oficial, refiriéndose á su composi-
ción, podía declarar con regocijo: «los elementos
hoy son homogéneos....- contando que con
esa homogeneidad la política de fusión seguiría
impunemente rebajando el nivel moral del país.
La Asamblea aceptó el temperamento adoptado
por el P. E., que se había reservado el nombra-
miento de Presidente del Supremo Tribunal, y
procedió como se le indicara, nombrando á los
demás miembros ^^K
(1) Don Manuel Herrera y Obes, uno de los nombrados, declinó
decorosamente el cargo.
CARLOS ONETO Y VIANA
Entretanto la noticia de la masacre salvando
las fronteras de la República, había circulado, y
el clamor unánime de los pueblos civilizados
formuló su fallo condenatorio separando á nues-
tro país del concierto de las naciones.
El Gobierno de Montevideo quedó aislado.
Sus propios amigos retrocedieron horrorizados,
no sin antes hacer pública declaración de su abso-
luta desvinculación con los sucesos acaecidos.
Don Justo José de Urquiza, que poco tiempo
antes manifestara alborozado que sus legiones
tendrían la alta gloria de contribuir á consolidar
el orden constitucional en la República y que no
regresarían á Entre -Ríos hasta tanto no dejaran
á sus hermanos viviendo en armonía bajo una sola
bandera, se apresuró á oficiar al Ministro de S. M.
Británica declarándole que sus tropas estaban
exentas de responsabilidad, por cuanto no habían
concurrido á la destrucción de los revoluciona-
rios ( ^ .
( 1 ) «El abajo firmado M. de S. M. B. ha tenido el honor de re-
cibir la nota de S. E. el señor don Bernabé ^Mendoza Ministro de
Relaciones Exteriores de Urquiza ) del 31 del próximo pasado,
adjuntando la copia de la correspondencia entre el Gobierno de
Montevideo y el de la Confederación Argfentina, en la que agité I
solicitó y éste acordó auxilios militares para sofocar la rebelión
en la República de Montevideo.
« El infrascripto no dejará de remitir al Gobierno de S. !M. copia
de la nota de S. E. y de la correspondencia adjunta.
« Las fuerzas del Gobierno de Montevideo vencieron la rebelión
antes de la llegada del auxilio acordado por el Gobierno de la Con-
federación.
« El Gobierno Argentino está exento de responsabilidad por ¡a
lamentable carnicería 'masacre]
462 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
La prensa imperial — aliada de la política fusio-
nista é interesada en su triunfo por la solidaridad
de intereses — protestó con energía pidiendo se
denunciaran los tratados existentes con un Go-
bierno que se había puesto fuera del Derecho
de Gentes, convirtiendo en horrible matadero hu-
mano ^ á las hermosas campiñas de la Repú-
blica.
En el mismo Parlamento se levantaron voces
de protesta, y el Gabinete de S. M., cómplice de
la conducta de los hombres de Montevideo, pre-
tendió descargarse de toda responsabilidad de-
clarando que el Plenipotenciario brasilero había
« El abajo firmado cuidará de hacer conocer al Gobierno de
S. ]\L B. que las tropas argentinas no han tenido parte en los la-
mentables sucesos que han manchado el triunfo del Gobienno de
Montevideo.
€ crueldades que provocan la venganza y ponen á una re-
volución el sello de la justicia.
< W. D. Chiistie.
« Buenos Aires, Febrero 22,58 »
Las tropas de Urquiza estuvieron todavía en nuestro territo-
rio hasta el 10 de Abril, día en que repasaron el Uruguay.
Don Gabriel Antonio Pereyra en esta forma expresiva agra-
decía el concurso que había recibido :
« Diríjase en mi nombre al Excmo. señor Presidente de la Con-
federación Argentina manifestándole toda mi gratitud y la del
Pueblo Oriental por el valioso servicio prestado por sus exce-
lentes y disciplinadas tropas ; no olvidando que si ¡a necesidad
lo exigiese por accidentes que pudiesen sobrevenir, ese servicio
se renovaría con toda la decisión y lealtad que distinguen todos
los actos de su ilustre Jefe.
€ Gabriel A. Perevka.»
(1) De O Jornal do Coiinnercio,
CARLOS ONETO Y VIANA 463
sido el primero en interponer su influencia cerca
del Gobierno para salvar á los capitulados.
El Gobierno inglés, perplejo ante la carnicería
que se había cometido, vaciló en continuar soste-
niendo relaciones con un Gobierno que se había
manchado con los crímenes más odiosos ' '.
La prensa francesa reflejaba su indignación en
largos comentarios elogiosos para los defensores
de Montevideo caídos de manera tan villana.
Los diarios espaiioles procedieron de igual ma-
nera.
La prensa de Buenos Aires dio la nota más
alta de protesta denunciando al mundo la con-
ducta criminal del viejo partido de Rosas y Oribe.
Sarmiento y Mitre formularon su enérgica con-
denación acompañando á Juan Carlos Gómez,
quien, al señalar con marca candente á los ver-
dugos, en un momento de exasperación, ven-
cida su alma generosa por el dolor, escribía:
< La expiación y el escarmiento vendrán ....
« Los asesinos del paso de Quinteros quedan
emplazados.
La reprobación universal no arredró, sin em-
bargo, á los políticos de la fusión, quienes, lejos
de guardar silencio sobre su conducta, se esfor-
zaron por glorificar el crimen, presentándolo ante
propios y extraños como un acto de justicia que
el país reclamaba.
La camarilla buscó el mayor número de corn-
il) Xota de Mr. Thorton. Encargado de Xegocios de S. !M. B.
464 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
plices, extendiendo la solidaridad de manera que
atenuara la responsabilidad de cada uno.
Pero hizo algo más, y en esto puso en evi-
dencia su perfidia.
La conciencia universal atribuyó á los elemen-
tos del Cerrito la masacre. Don Antonio de las
Carreras y don Cándido Juanicó, Berro, Erráz-
quin, don Andrés Gómez, Nin Reyes y el Gabi-
nete Imperial no habían sido sino aliados del
caudillaje oribista, ávido siempre de sangre y de
barbarie.
Don Gabriel Antonio Pereyra, execrado por
sus antiguos amigos, que fulminaron su política,
y entregado á los elementos de la escuela de
Rosas, no podía en manera alguna producirse
sino de acuerdo con las tendencias de los que
lo rodeaban y que eran los que daban fuerza y
prestigio á la situación.
Ahora bien; la camarilla fusionista — que no era
otra cosa que la representante de los principios
terroristas del caudillaje reaccionario — esforzóse
por demostrar que la ejecución de los capitula-
dos no había tenido otro origen que la volun-
tad del Presidente Pereyra.
Con esto no solamente respondía á la acusa-
ción universal, que veía en aquel acto de bar-
barie la acción de los maestros del Cerrito, sino
que rodeaba á la ejecución de cierto sello espe-
cial desde que fuera ordenada por don Gabriel
A. Pereyra, que de cualquier modo tenía en su
CARLOS ONETO Y VIANA 465
favor sus antecedentes gloriosos y que había sido
compañero de sacrificios de los ejecutados.
No se trataba de descargar responsabilidades,
desde que todos aceptaban el hecho como justo
y necesario.
Se pretendía demostrar que no era la vieja en-
seña rosista la que destruía por satisfacer pasio-
nes salvajes, sino que quien lo hacía era un hom-
bre que había envejecido al servicio del país,
antiguo compañero de los ejecutados, y que había
sido impulsado por la necesidad, atendiendo á las
exigencias de una política reparadora, de olvido y
de confraternidad.
La camarilla, prudente y previsora, procedió
desde un principio con suprema habilidad.
Toda la gloria de la jornada la atribuyó al
Presidente de la República, á quien elevaron á la
altura de un hombre extraordinario.
Los mensajes, los partes oficiales, las felicita-
ciones, todo venía directamente dirigido al señor
Pereyra.
Los primaces de la fusión desaparecían abso-
lutamente. Don Cándido Juanicó ni siquiera con-
curría al Fuerte. Si tomaba ostensiblemente á ve-
ces alguna actitud, era solamente para demostrar
su adhesión á la política del Presidente de la
República.
Los caudillos del Cerrito, que estaban en rela-
ción estrecha con los hombres de Montevideo,
por correspondencia confidencial, se dirigían ofi-
30
466 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
cialmente sólo al señor Pereyra y sobre él des-
cargaban las alabanzas, agotando los superlati-
vo¿ elogiosos.
De campaña llegaban listas de adhesión á la
conducta justiciera del Jefe del Estado, encabe-
zadas por el Jefe Político y las autoridades loca-
les, Cura párroco y caudillejos de pago, las que
venían concebidas en términos honrosísimos para
don Gabriel A. Pereyra, omitiéndose cuidadosa-
mente á todos los demás elementos conspicuos
de la política fusionista.
Toda esta farsa respondía á los planes de la
camarilla que se había adueñado del Fuerte.
Don Antonio de las Carreras, el mismo día
que arrancaba del Presidente de la República la
orden monstruosa de ejecutar á los capitulados,
escribía en carácter < reservadísimo rogando en-
carecidamente y por motivos de alta conveniencia,
que todas las manifestaciones se dirigieran al se-
ñor Presidente y que ni la más ligera felicitación
se dirigiera al Ministro de Gobierno.
Esto pone en evidencia la conducta criminal
de los primaces de la fusión, que después de en-
tregar el país á la execración universal por sa-
tisfacer sus odios y las exigencias del caudillaje,
cometía la infamia de imponer ante el mundo, so-
bre el Presidente de la República, la responsabi-
lidad del crimen que premeditadamente habían
cometido.
El documento que va á continuación, lo con-
CARLOS ONETO Y VIANA 467
ceptúo de importancia extraordinaria, porque es
la prueba elocuente de la perfidia que impulsaba
á la camarilla y proclama además el carácter de
la situación por que atravesaba el país durante
aquella época nefanda. Él pone en evidencia los
móviles inconfesables de los directores de la fu-
sión y sus esfuerzos para contradecir á la voz
universal que acusaba al viejo partido de Rosas
y Oribe de ser autor del exterminio de todo un
ejército de patriotas ultimados por haber querido
cometer el delito de escribir en la prensa, de
reunirse en los Clubs y de votar en las urnas ''^'■. »
( Reservadísima. )
< Señor don Santiago Botana.
«Mi estimado amigo:
' Mil felicitaciones á usted y demás compañe-
ros.—Se espera el parte oficial para festejar la no-
ticia.
Ruego á usted encarecidamente -y por moti-
vos de alta conveniencia, que todas las manifes-
(1) Del doctor don José Pedro Ramírez.
(2) La palabra encarecidamente está subraj-ada en el original
existente en mi poder.
Este valioso documento, que me fué donado por mi distinguido
amigo el señor Adolfo H. Pérez Olave, se encontraba en el archi-
vo dejado por el doctor Leopoldo Olave, Juez de Comercio en la
época, ciudadano de influencia entre los elementos fusionistas.
468 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
taciones se dirijan al señor Presidente y que ni
la más ligera felicitación se dirija al Ministro de
Gobierno. — Se lo mego á usted muy encarecida-
mente y que lo haga comprender á los amigos.
« Suyo afmo. amigo y S. S.
« Antonio de las Carreras.
« Enero 30 858. »
Después de la lectura de este documento, queda
perfectamente explicada la conducta de los hom-
bres de la época, que, obedeciendo á la consig-
na, concurrían todos á la apología del Presidente
Pereyra y del sistema político que éste repre-
sentaba.
Atendiendo á los propósitos ya enunciados,
la camarilla prosiguió su tarea en el sentido de
que fuera prestigiada por el mayor número posi-
ble la acción desplegada por el Gobierno.
El Cuerpo Legislativo — que por sus anteceden-
tes y su composición estaba destinado á servir
dócilmente á los manejos de la política de fusión —
aceptó la solidaridad que le pedía el R E. apro-
bando las medidas tomadas para la pacificación
del país.
En la segunda quincena de Marzo la Cámara
de Diputados se pronunciaba entusiasta por la
actitud del Gobierno, aceptando el temperamento
que proponía una Comisión especial compuesta
CARLOS ONETO Y VIAN'A 469
por don Juan José de Herrera, don Octavio La-
pido, don Avelino Lerena y don Jaime Illa y Via-
mont, todos partidarios de la política de olvido
y concordia.
Mientras en la Capital la fusión se esforzaba
por rodearse de prestigio, en campaña el caudi-
llaje—que contaba con la impunidad para sus ac-
tos—se dedicaba al saqueo de las haciendas de
los hombres de la Defensa.
A tal grado de vandalismo llegó esa operación
que hundía en la miseria á los deudos de las mis-
mas víctimas sacrificadas en Quinteros, que Juan
Carlos Gómez, movido por sus sentimientos hu-
manitarios, se despojó de sus altiveces y de la
altanería con que acostumbraba hablar á los ver-
dugos, para implorarles la promulgación de medi-
das eficaces que aliviaran la condición desgraciada
á que quedaban sujetas las familias de los caídos.
Don Antonio de las Carreras, juzgando la re-
sonancia que iba á tener la conducta del caudi-
llaje expoliador— á raíz de la matanza que con-
moviera á la humanidad — se esforzó vanamente
por atacar la acción de aquellos hombres ame-
nazándoles con una represión que no estaba
en sus manos ejercer. . . .
En los primeros días de Marzo se dirigía á las
autoridades departamentales en esta forma :
« Ha sido informado el Gobierno de que en
algunos Departamentos se cometen excesos so-
bre las propiedades de aquellos que se han en-
470 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
contrado en la rebelión sometida en el Paso de
Quinteros.
« Estos excesos contrarían los principios de
orden que han triunfado y que el Gobierno está
resuelto á mantener imperantes sobre los odios
y las pasiones que una lucha horrenda, aunque
corta, haya podido despertar . .
Y después de hacer notar que los bienes de
los rebeldes merecían una protección especial por-
que estaban afectos por las leyes y principios le-
gales en vigencia á la responsabilidad de los per-
juicios causados por sus propietarios, agregaba
con desenvoltura:
< Firme el Gobierno en esa vía de moralidad
y respeto á los derechos legítimos, si severo ha
sido para castigar á los que intentaron derrocar
el imperio de las instituciones, no ha de ser me-
nos para con aquellos que concurran á desacre-
ditar su triunfo, aun cuando hayan cooperado á
alcanzarlo. >
Estos hechos, unidos al cortejo calamitoso que
acompañó á la guerra, desolaron la campaña em-
peorando su situación, ya bastante penosa antes
de que se produjera el movimiento revoluciona-
rio.
En Montevideo, entretanto, los jefes de la po-
lítica fusionista continuaban empeñados en pres-
tigiar al Gobierno, rodeando al Presidente de la
República y colmándolo de títulos y considera-
ciones.
CARLOS ONETO Y VIANA 471
Se ensalzaba la conducta pasada deprimiendo
siempre á los caídos con calificativos injuriosos
lanzados á la desesperación de sus deudos.
La política de fusión, siempre implacable, hacía
sentir el peso odioso de su omnipotencia para
humillar á quienes guardaban en el fondo de su
alma todos los santos odios que habían provo-
cado la saña primitiva de los verdugos.
El día 6 de Marzo se produjo en Montevideo
un nuevo acto execrable, horrible, revelador de la
corrupción de la época.
Llegaron á la Capital los cadáveres de César
Díaz, Francisco Tajes y Manuel Freiré para ser de-
positados en el Cementerio público, previo per-
miso concedido por el Gobierno, que no juzgó
conveniente oponerse á la petición de los deu-
dos.
La llegada de los cadáveres conmovió á la po-
blación.
La demostración de duelo fué grandiosa, reve-
lando todos los elementos sanos el profundo dolor
que sentían en presencia de los despojos vene-
rables de las víctimas.
Las ceremonias piadosas alcanzaron á tal grado
de solemnidad, que fué una verdadera apoteosis.
Juan Carlos Gómez pudo bien exclamar:
« Á la faz de los verdugos, el pueblo de Mon-
tevideo ha rendido homenaje público y solemne
á los mártires de la libertad.
< Más de dos mil personas llenaban el templo
472 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
en que se celebraban las exequias fúnebres de
los valientes que cayeron víctimas de la alevosía
de cobardes y traicioneros enemigos.
« Mil señoras fueron allí á protestar, en nombre
de los sentimientos de la madre, de la esposa, de
la hija, contra la sanción oficial del crimen y de la
infamia. >
La política de fusión no vaciló.
Juzgó acaso que era dar prueba de debilidad
soportar en silencio aquella manifestación que
envolvía una condenación al crimen por ella glo-
rificado.
Y como contestación á la actitud de protesta
de los amigos y parientes de las víctimas, se dis-
cutieron ese mismo día en el Parlamento los pro-
yectos presentados por don José Gabriel Palome-
que premiando á los verdugos.
Esa conducta significaba el mayor escarnio con
que la camarilla fusionista podía ultrajar el justo
dolor de los que honraban en aquellos momen-
tos la memoria de los mártires.
Don José Gabriel Palomeque en nombre de la
confraternidad de los orientales, cubría con oro la
sangre que chorreaba de las manos de Medina ^^ ;
( 1 ) «El Senado y Cámara de Representantes reunidos en Asam-
blea General,
« decretan:
« Artículo 1." De los fondos del Tesoro Nacional acuérdase al
Brigadier General don Anacleto Medina la suma de veinte mil pe-
sos en recompensa de sus señalados servicios prestados á la Re-
pública.
CARLOS ONETO Y VI ANA 473
y siguiendo la norma trazada por el doctor don
Cándido Juanicó y don Antonio de las Carreras,
de levantar á la excelsitud á don Gabriel Antonio
Pereyra, atribuyéndole exclusivamente la gloria
de la obra criminal del caudillaje, había de pedir
se le proclamara Gran Ciudadano Benemérito de
la Patria ^ ' j' Brigadier General de los Ejércitos
de la República.
Y como si con lo que antecede no bastara, la
camarilla terrorista, por intermedio de su órgano,
« Art. 2.° El P. E. hará el abono de forma }■ modo conveniente.
«Art. 3.'^ Comuniqúese, pubiíquese, etc. »
En la sesión el Ministro de las Carreras declaró que el Poder
Ejecutivo había tenido el pctisanticuto de pedir un premio para
el Ejército que salvó el país de ¡a anarquía, teniendo muy pre-
sentes los servicios y la situación del General Medina.
Entonces don José Gabriel Palomeque se adelantó á manifestar
que renunciaba el honor de la iniciativa en vista de las declara-
ciones del señor Ministro.
(1) «PROYECTO DE LEY
«El Senado y Cámara de Representantes de la República Orien-
tal del Uruguay, reunidos en Asamblea General :
« Considerando que el Excmo. señor Presidente de la República,
don Gabriel A. Pereyra, llenando fielmente su programa de Paz,
de Unión, de Instituciones y Libertad, mediante la práctica per-
severante de una política elevada, noble é imparcial, ha estable-
cido sólidamente el principio de autoridad y el imperio de la Ley;
« Considerando que S. E. el señor Pereyra, con su constancia en
esa política }• con su abnegación personal, ha creado para la Re-
pública, víctima antes de los odios de partidos ó de pretensiones
personales, una época de estabilidad, de orden y de progreso sobre
las ruinas del caudillaje y la demagogia:
«Considerando que la extinción de esos dos elementos del des-
quicio nacional y de la destrucción de los pueblos, es un gran be-
neficio para la República, que progresará sin obstáculo bajo la
apacible sombra del orden y de las instituciones ;
« Considerando que, como un efecto de la Política de S E. el
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
respondía en esta forma cruel á las manifesta-
ciones de dolor de la población:
El escarmiento tuvo lugar en la cabeza de
los autores de la rebelión.
«No era posible otro medio: las cabezas, los
autores, los promotores de la destrucción del
país, de la violación del honor de la mujer y del
exterminio de los orientales, debían purgar su
negro crimen y servir de escarmiento para que
ciudadano don Gabriel Antonio Pereyra, los gloriosos sucesos de
Callorda y Quinteros, sobre la rebelión, importan un verdadero y
exclusivo triunfo de la autoridad y de las instituciones de la Re-
pública, quedando así labrada la base inmutable del orden y de
la mejor garantía para la felicidad copiún;
«Considerando que tan benéficos resultados, que el pueblo acepta
con decisión, y que presentan por primera vez un hermoso espec-
táculo sin ejemplo en los fastos de la República, excitan la grati-
tud nacional hacia el ilustre ciudadano que con sus virtudes ha
sabido prepararlos y sabe contenerlos;
« Estando, por consecuencia, los Representantes del pueblo en el
deber de responder al sentimiento público, reconociendo por un
acto solemne y en uso de sus facultades constitucionales tan gran
servicio,
< DECRETAN :
«Artículo 1." Se declara al ciudadano don Gabriel A, Pereyra
Gran Ciudadano Benemérito de la Patria.
« Art. 2." Una Comisión del Cuerpo Legislativo, nombrada por el
Presidente de la Honorable Asamblea General, presentará esta
declaración al ciudadano don Gabriel A. Pereyra.
«Art. 3." Comuniqúese, etc.
<José G. Paloineque. »
«Artículo 1.° Promuévese al empleo de Brigadier General de la
República al ciudadano don Gabriel A. Pereyra.
«Art. 2." Comuniqúese, etc., etc.
« Paloineque.—Solsofta. »
CARLOS ONETO Y VIANA
al menos los nuevos desenfrenos no contasen
con la impunidad.
«Ahí están los cadáveres de Díaz, Tajes y
Freiré, que el triunfo de la buena causa restituye
al lugar sagrado.
«Nadie insulte los restos del hombre que la
justicia humana ha enviado á la justicia divina.
< . . . .nosotros no les consagraríamos ni una pa-
labra desagradable si no se estuviese jugando con
sus nombres para continuar una obra nefanda
y hostilizar desde lejos al Gobierno de la Repú-
blica y á su oolítica de fraternidad y justicia. >
No pasaron muchos días de estas declaracio-
nes, y como para demostrar acabadamente la cul-
tura predominante, replicando á los ataques que
venían de Buenos Aires, se producía el órgano
fusionista en estos términos:
< Despilfarren dineros públicos para pagar plu-
mas envilecidas que escriban á tanto por ca-
lumnia.
Reúnan en sus bacanales á los ateos y des-
creídos de todas las nacionalidades, la escoria de
las sociedades europeas, los Gómez de la Amé-
rica del Sur; pónganles en las manos un puñado
de oro y señálenles la reputación que es nece-
sario infamar, la virtud que se debe pisotear, el
crimen que es preciso divinizar, la propiedad que
tienen que robar.
< Háganlo todo, políticos de la mazhorca uni-
tario - porteña.
476 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
« Era necesario oro para corromper; para alterar
nuestra paz. Al Judas lo llenasteis de oro porteño;
nos mandasteis á Juan Gados Gómez embriagado
en la orgía, al infernal Gómez, y el Judas se pre-
sentó entre nosotros, compró á cuatro asesinos y
llevó de la mano á sus ilusos amigos hasta el
sendero que los conduciría á Quinteros. ^
Y en este tenor continuaba su prédica, en la
que se confundían las injurias á los muertos con
las lujurias á los vivos.
La camarilla reanudó su campaña contra Juan
Carlos Gómez que desde Buenos Aires fulminaba
á la política ///s/í7/?¿s^«, descargando sobre su per-
sona los motes más denigrantes que imaginaba.
-Apenas consolidada la paz, ya la política de
fusión se empeñó en la sanción del tratado del 4
de Septiembre.
En el mes de Mayo, en la Cámara de Diputa-
dos, don Bernabé Caravia, uno de los nombrados
últimamente miembro del Superior Tribunal, hacía
moción para que se le tomara en consideración.
La Comisión informante, compuesta por don
C. Juanicó, don Bernabé Caravia, don Manuel
N. Tapia, don Rafael F. Echenique, don José Itu-
rriaga y don M. N. Haedo, después de estudiar
detenidamente todas las cláusulas, aconsejaba fuera
sancionado, declarando que era altamente digno
de la aprobación solicitada por el P. E., por ser
CARLOS ONETO Y VIANA 477
altamente ventajoso rí los intereses actuales y fu-
turos de la República.
Refiriéndose á la oposición que habían hecho
los hombres de la Defensa, dirigidos por Juan
Carlos Gómez, dejaba escritas estas palabras :
c La grita que en oposición á él levantó la prensa
demagoga cuando en vísperas de las elecciones
generales intentó concitar contra el Gobierno
todo el odio de prevenciones nacionales invete-
radas, no merece un solo momento de seria re-
flexión.
La Cámara, que estaba compuesta por elemen-
tos homogéneos, como declarara el órgano oficial,
dio prueba de su homogeneidad aprobando uná-
nimemente el tratado.
En el Senado también pasó, como era natural ;
sin embargo se sancionó con un agregado, obra
del doctor don Florentino Castellanos, que ate-
nuaba el rigor de la cláusula más grave y funesta
para la República :
Se considera parte integrante del tratado del
4 de Septiembre el contenido de la nota de 5 de
Octubre de 1857, pasada por el Ministro Pleni-
potenciario de la República al de Negocios Ex-
tranjeros de S. M. el Emperador del Brasil.
En la nota de la referencia se establecía que,
en concepto de nuestro Gobierno, la práctica del
principio relativo á la navegación de la laguna Me-
rín y el Yaguarón, no podía quedar sujeta á nin-
guna condición que la hiciera ilusoria ó inexequiblc,
478 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
y que los reglamentos que de acuerdo con el ar-
tículo 13 del tratado establecieran la apertura á la
bandera de la República de las aguas menciona-
das estarían basados en los pñncipios ahora
iiniversalniente reconocidos y aplicados por los pue-
blos civilizados, esto es, en los principios adopta-
dos para la navegación entre riberanos, después
del Congreso de Viena de 1815, y ya reconocidos
y admitidos por la República y por el Impe-
rio ^ ^ ^ :
Devuelto á la Cámara de Diputados con ese
aditamento, que acaso hubiera sido salvador, la
Cámara homogénea rechazólo unánimemente, sos-
teniendo con criminal torpeza la forma primitiva,
que nos hacía perder para siempre nuestro indis-
cutible derecho á las aguas fronterizas.
Votado más tarde el punto en Asamblea Ge-
(1) «1.° Que la concesión hecha en principio por el artículo 13
del Tratado de Comercio y Navegación del 4 de Septiembre es
por su naturaleza permanente é irrevocable.
«Que ella, modificando substancialmente, destruyendo, el hecho
existente antes de 1851 y el simple reconocimiento de ese hecho
que hizo, por necesidad superior, el tratado del 12 de Octubre de
aquel año, restablece el principio de la comunidad natural de
aquellas aguas.
« Que la práctica de ese principio no puede estar sujeta á nin-
guna condición que lo haga inexequible ó ilusorio.
«Y, por consiguiente, que los Reglamentos en que, de acuerdo
con el artículo 13 del Tratado, se verificara la apertura á la ban-
dera de la República Oriental del Uruguay, de las aguas de la
Laguna Merfn y del Lago, serán basados en los principios ahora
universalmente reconocidos y aplicados por los pueblos civiliza-
dos, esto es, en los principios adoptados />«;-« la navegación entre
riberanos después del Congreso de Vlena de 1815, y j-a reconocidos
y admitidos por la República y el Imperio. »
CARLOS ONETO Y VIANA 479
neral, quedó suprimido en definitiva el agregado
propuesto.
Mientras se discutía el tratado de Comercio y
Navegación se produce un hecho aparentemente
inexplicable, que vino á despejar un tanto la si-
tuación.
El doctor don Antonio de las Carreras, repre-
sentante de la camarilla terrorista en el Fuerte,
no pudiendo, sin comprometer el desenvolvimiento
de la política imperante, resistir los odios po-
pulares, se vio obligado á abandonar la cartera.
Don Gabriel Antonio Pereyra, hostigado por
tocfos lados, hasta por ciertos elementos adictos
á la situación que no fueron extraños á las in-
trigas que tomaron de blanco al Ministro de Go-
bierno y Relaciones, adoptó una actitud indiferente,
dejando que se alejara quien habíale arrastrado á
la ejecución de Febrero.
El altanero Secretario de Estado disgustado
por la conducta del Presidente de la República,
sin dar explicaciones de clase alguna, envió al
señor Pereyra su renuncia, cuyo laconismo no
dejaba traslucir la causal de su resolución.
Excmo. señor Presidente.
Sírvase V. E. aceptar la renuncia que hago
de las Carteras de Gobierno y Relaciones Exte-
480 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
riores con que V. E. se sirvió honrarme en Enero
4 del corriente año.
< Dios guarde á V. E. muchos años.
< Antonio de las Carreras.
Los políticos fusionistas temblaron ante la caída
del Ministro, dándose cuenta de que se ponían
en juego medios ilícitos para hacer presión en el
ánimo del Jefe del Estado.
El órgano oficial de la fusión, sin confundirse,
en frente del peligro, declaraba con franqueza:
« Lo que conviene en la presente crisis produ-
cida por la renuncia del doctor de las Carreras
^5 anudar la política iniciada el Ifi de Marzo; es
fortalecer la homogeneidad en el Ministerio; es, en
fin, uniformar la acción del Gobierno, para que el
programa del Presidente de la República sea el
único punto de partida de todos los Ministros. »
Mientras esto sucedía, intrigas que tenían su
origen en los mismos elementos gubernistas,
provocaron á don Antonio de las Carreras á que
explicase su actitud — que no explicaba la ge-
neralidad — ya que la opinión rechazaba la es-
pecie circulante de que divergencias en ciertas
medidas administrativas lo habían llevado á la
dimisión.
El ex Ministro, que no podía entrar en consi-
deraciones de ningún género sin tocar al Pre-
CARLOS ONETO Y VIANA
sidente de !a República, juzgó que debía resig-
narse á soportar las deslealtades de quienes lo
habían acompañado en las medidas sangrientas
que lo exponían al odio popular.
< . . . . he creído deber — decía — hacer un nuevo
acto de abnegación, imponiéndome silencio sobre
hechos y detalles cuya revelación sería, quizá,
una arma para los enemigos de una Administra-
ción que he sostenido en los momentos más
dihciles.
Don Gabriel Antonio Pereyra prescindió de
las exigencias de la camarilla quinterista, y buscó
dentro de la situación quien corrigiese los males
que pesaban sobre el país.
Entregó la cartera de Gobierno al General don
Antonio Díaz — Secretario de Estado en el Depar-
tamento de Guerra, antiguo Ministro de Oribe
en el Cerrito— y anexó la de Relaciones al Mi-
nisterio de Hacienda que continuó á cargo de
don Federico Nin Reyes.
La entrada de don Antonio Díaz al Ministerio
de Gobierno señala indudablemente una distinta
gestión política, más humana, menos brutal que
la que predominaba con don Antonio de las Ca-
rreras. Sin embargo, su acción no pudo desen-
volverse, desde que por la composición de los
elementos de la política y la Administración per-
duraba el viejo sistema.
El nuevo Ministro comenzó por mejorar la
situación de la campaña entregada al despotismo
31
482 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
de los caudillos. Con esto ganó la simpatía del
vecindario.
Introdujo reformas saludables en el personal de
las autoridades policiales, dando así ciertas ga-
rantías que habían desaparecido totalmente desde
tiempo atrás.
Su obra fué azarosa, porque después de ven-
cida la rebelión, el caudillaje se había entregado
á tropelías de todas clases y la campaña era víc-
tima de sus golpes vandálicos. A eso hay que
agregar que gavillas de asesinos y ladrones ataca-
ban audazmente á los pueblos y hasta á las au-
toridades; se cometían asesinatos horribles desde
que la aparcería y el compadrazgo garantían la
impunidad ^^ V
Á tal punto llegó el vandalismo, que toda la
parte nordeste de la República se volvió inhabi-
table. Don Dionisio Coronel había convertido
aquellas regiones en amparo de los forajidos.
Nombradas nuevas autoridades, que fueron con
encargo especial de perseguir á los criminales,
tuvieron que declararse impotentes.
El Jefe Político enviado á ese fin, escribía al
Ministro de Gobierno:
< Es necesario que el Gobierno ponga á mis
órdenes todo el escuadrón de Dragones, porque
con las policías es casi imposible poderse per-
seguir y exterminar esta gavilla de asesinos. ...»
Á ese estado deplorable había conducido al
(1; Antonio Díaz: c Historia del Río de la Plata».
CARLOS ONETO Y VIANA 483
país !a política de fusión, que para sostenerse
en medio del desastre, se había aliado al caudi-
llaje!
484 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
XIII
De Julio de 1858 á Enero de 1859 pasó la
República por un período de relativa calma.
El Gobierno continuó esforzándose por mejorar
las cosas, dedicando especialmente su atención
al problema financiero, el más grave que pesaba
sobre el país, pues el estado de la hacienda ve-
nía empeorando desde fines de 1854, época en
que el Imperio cesó de prestarnos la protección
pecuniaria de un subsidio mensual.
Pero á ese estado de relativa calma sucedió el
año 185Q, de terrible agitación, en que la política
fusionista compromete nuevamente los intereses
nacionales, revelando en muchos de sus actos una
torpeza inaudita.
En Febrero se anunció oficialmente otro tratado
celebrado en la Corte el 2 de Enero — con el
CARLOS ONETO Y VIANA 485
rimbombante título de Tratado Definitivo Com-
plementario de la Convención Preliminar de Paz
de 1828 —firmado por don Andrés Lamas, el
Plenipotenciario de la Confederación en Río doc-
tor don Luis José de la Peña y los Represen-
tantes del Imperio don José María da Silva Pa-
ranhos y el Vizconde del Uruguay.
Era otro vejamen que se pretendía imponer al
país, como si no fueran ya bastantes los que ha-
bía sufrido en los últimos tiempos.
El nuevo tratado colocaba á la República bajo
el amparo del Imperio y de la Confederación,
quienes la declaraban absolutamente y perpe-
tuamente neutral entre sus limítrofes.
Se nos imponía, además, la prohibición de
contraer alianzas con los Estados signatarios ó
con otro Estado cualquiera en contra de los pri-
meros—imposición que no podía hacerse sin un
evidente menoscabo de nuestra soberanía. Por
otra parte, no había en nuestro favor compensa-
ción alguna, pues no se establecía la recipro-
cidad de obligaciones; de modo que los protec-
tores quedaban en completa libertad de acción
para proceder contra la República.
Las cláusulas 8.^ y Q.-^ encerraban esas decla-
raciones.
La primera estaba redactada así:
siendo indispensable para la completa
ejecución del pensamiento de la Convención de
1828, que la República del Uruguay forme un
486 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Estado absolutamente y perpetuamente neutral en
tre sus limítrofes, las tres Altas Partes Contratantes
convinieron y ajustaron :
<; La República Oriental del Uruguay queda de-
clarada y garantida como Estado absoluta y per-
fectamente neutro entre el Imperio del Brasil y la
Confederación Argentina.
Y la cláusula 9.» que constituía el complemento
de tan humillantes estipulaciones, decía:
« 1.0 La República Oriental del Uruguay no con-
traerá alianza política ni con el Imperio del Bra-
sil ni con la Confederación Argentina, ni con
ningún otro Estado, contra alguna de las Potencias
signatarias, y no celebrará ningún contrato que
tenga por obligación suministrar contra alguna de
ellas, socorro de hombres ó de dinero ú otro ma-
terial bélico cualquiera.
< 2.0 La misma República observará y hará obser-
var á sus ciudadanos y habitantes, bajo penas
graves y eficaces, la más estricta neutralidad en
cualquiera desinteligencia que pueda tener lugar
(Dios no permita) entre el Imperio del Brasil y
la Confederación Argentina.
« 3.0 En caso de guerra entre las dos dichas Po-
tencias, ellas considerarán inviolablemente cerrado
el territorio de la República neutra á sus fuerzas
beligerantes y á la de sus aliados y auxiliares '•^\»
Tan pronto el protocolo llegó á Montevideo,
una agitación semejante á la producida cuando
(1) Memoria Nin Rej'es ; Anexo B, pi'igina 53.
CARLOS ONETO Y VIANA 487
se discutía el año anterior el famoso tratado de
Comercio y Navegación, invadió los círculos po-
líticos y hasta las clases populares.
No se veía en el nuevo tratado ninguna ven-
taja, pues una neutralidad impuesta de antemano
á la República en esa forma no sólo anulaba su
acción de país soberano, sino que podía con-
trariar en un momento dado sus propias conve-
niencias.
Por otra parte, la cláusula por la cual nuestros
poderosos vecinos se comprometían en caso de
sruerra entre ellos á consldQvav inviolablemente ce-
rrado nuestro territorio á las fuerzas beligerantes
y á las de sus aliados, no podía ser más absurda.
La inviolabilidad del territorio de la República
resulta necesariamente de su personalidad inter-
nacional y en manera alguna puede servir de ma-
teria para cláusula de un tratado. En cuanto á que
se respete esa inviolabilidad, ha estado siempre
en la conciencia del país que eso depende de las
circunstancias, de la necesidad que tengan los
beligerantes de desconocerla y de cómo entien-
dan el respeto á los derechos ajenos.
Por lo demás, el reconocimiento en el papel,
aparte de ser desdoroso para la República, por
cuanto supone que sin esa declaración se podría
hacer lo contrario, no tiene ninguna importancia
práctica y efectiva, ni mucho menos.
Sólo quedaba del nuevo tratado un hecho cierto
y doloroso: la intervención una vez más de don
4S8 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Justo José de Urquiza y del Imperio en actos que
correspondían exclusivamente á nuestra soberanía.
Y ese hecho doloroso muy pronto lo com-
prendieron todos los ciudadanos, por lo cual re-
beláronse francamente contra la sanción del tra-
tatado.
Juan Carlos Gómez desde Buenos Aires fué
de los primeros en denunciar al país la nueva
ignominia que se le imponía.
El Gobierno de Montevideo, interesado en con-
scrv^ar la protección de los Gobiernos vecinos,
que se prestarían una vez más, si llegara el caso, á
ahogar en sangre cualquier movimiento revolu-
cionario, puso en juego todas sus fuerzas para
conseguir la aprobación.
Sin embargo se encontró con que tenía que
vencer dificultades insuperables, pues dentro de
los mismos elementos situacionistas levantaba se-
rias resistencias.
Por otra parte, los últimos sucesos habían im-
preso rumbos distintos á las fracciones dominantes.
La separación de don Antonio de las Carre-
ras privó al Gobierno de un elemento valioso que
mantenía la cohesión entre los directores de la
política fusionista.
Así que no tuvo el país que luchar aislado,
desde que entre los hombres influyentes contaba
con aliados.
El oficialismo pregonó los grandes méritos que
reunía el convenio, declarando que se trataba de
CARLOS ONETO Y VIANA 489
un nuevo triunfo diplomático de la política fu-
sionista.
En los primeros días de Abril el P. E. lo so-
metía á consideración del Senado.
Tan pronto pasó á estudio de la Comisión
informante, ya se produjo un conflicto.
La mayoría, compuesta por don Octavio La-
pido y don Juan José Brid, se expidió favorable-
mente, declarando que era el hecho más notable
y más benéfico en sus consecuencias ulteriores
de la diplomacia sudamericana y que alcanzaba
la realización de las más ardientes aspiraciones
de nuestros patriotas y pensadores; en cambio
la minoría, que la formaba el doctor don Ambro-
sio Velazco, pronuncióse abiertamente en contra,
señalando los muchos inconvenientes que ence-
rraba.
La primera discusión fué borrascosa.
El Ministerio concurrió á defender la gestión
diplomática del P. E., pero á pesar de los esfuer-
zos del General don Antonio Díaz y de don
Federico Nin Reyes, se vio que la actitud de la
mayoría del Senado era contraria á su aproba-
ción.
El Gobierno, para hacer presión en el ánimo
de los miembros del Cuerpo Legislativo, hizo uso
nuevamente del procedimiento rosista, que con-
sistía en la sanción plebiscitaria.
De campaña llegaban listas cubiertas de firmas
recolectadas por las autoridades locales, pidiendo
490 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
la aprobación de la neutralización que el vecinda-
rio juzgaba de grandes beneficios para el país.
Después de haberse publicado millares de nom-
bres por secciones , don Octavio Lapido decla-
raba en el Senado que el tratado de neutralización
era un faro que alumbraría el porvenir de la Re-
pública; que el pueblo en masa lo acataba, en
prueba de lo cual se remitía á las firmas presenta-
das de todos los Departamentos.
Convencido de la derrota, el Ministro de Ha-
cienda declaró que dado el espíritu reinante, no
se podía seguir tratando un asunto que exigía
una discusión sensata y templada.
El P. E., ante la agitación producida por el de-
bate y la oposición que hacía el país al tratado,
prefirió dirigirse en Mensaje al Cuerpo Legis-
lativo, retirándolo hasta mejor oportunidad '^•.
(1) «Montevideo, Mayo 6 de 1859.
« El P. E. siempre atento al mantenimiento del orden público, ce-
loso hasta el extremo por 1* conservación de la paz pública, de
ese inapreciable bien por el que tantos esfuerzos ha hecho y está
dispuesto á hacer para que no se nos arrebate ; considerando como
el principal elemento de progreso y civilización de la Patria, ur-
gió al H. Senado para la discusión del tratado celebrado en la
Corte del Brasil el 2 de Enero de 1S59 entre los Plenipotenciarios
de la República, del Imperio y de la Confederación Argentina.
« Hoy que los sucesos se han desenvuelto con una rapidez más
activa cuanto ha sido la demora del despacho de la Comisión del
H. Senado, ha venido aquel asunto á entrar en discusión en mo-
mentos que la atención del Gobierno está enteramente contraída
en preservar al país de los inconvenientes que esos sucesos tien-
den á prepararle ; y cree cumplir con uno de sus más importan-
tes deberes pidiendo al H. Senado la suspensión de la discusión
CARLOS ONETO Y VIANA
Suspendida la discusión en el Senado, la po-
lítica fusionista, que en ningún caso podía darse
por vencida, esforzóse por crear una atmósfera
favorable á la neutralización.
Los primaces de la fusión promovieron grandes
reuniones que se verificaron en el teatro Solís,
con el objeto de prestigiar el proyecto del Go-
bierno.
El doctor don Cándido Juanicó, iniciador de
ese movimiento y gran partidario de la neutrali-
zación, cedió la presidencia á don Anacleto Me-
dina, cuyo nombre había aparecido en primer tér-
mino en la invitación que profusamente se hizo
circular por la ciudad.
De la reunión de Solís resultó un manifiesto,
cuya primera firma había de ser la de Medina -^^
del mencionado tratado hasta que desaparezcan los recelos que
abriga, que se defina la situación y se encuentre en posición de
dedicar su atención á este importante asunto que debe ser tratado
bajo el imperio de la más perfecta tranquilidad. >
(1)
«1.» presentamos la más completa adhesión al pensamiento
político de la neutralización de la República, proclamada por el
ciudadano Presidente don Gabriel Antonio Pereyra, como el ver-
dadero medio de libertarla de las agitaciones del pasado, de las
influencias é intereses extraños que han contribuido á promover
ó perpetuar esas agitaciones }• como la garantía más eficaz para
su independencia, para la integridad de su territorio y para el des-
arrollo de todos los gérmenes de prosperidad, sofocados por el
estado de desorden y guerra permanente en que hemos vivido.
«2.° prestaremos una vez más y con este motivo, nuestra
adhesión á la política del Presidente de la República, y nuestra
decisión á secundar sus patrióticos esfuerzos en pro de la Inde-
pendencia, de laPaz y del Progreso, del País. — Anacleto Medina,
Manuel Errázquin, R. Fernández Echenique, Cristóbal Salvañach,
Luis de Herrera, Cándido Juanicó, Lesmes Bastarrica, José G.
492 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
seguida de la de Juanicó, Errázquin, Herrera, La-
pido, etc., en el que se declaraba da más completa
adhesión al pensamiento político de la neutndiza-
ción de la República proclamado por el ciudadano
Presidente don Gabriel Antonio Pereyra, como el
verdadero medio de libertarla de las agitaciones del
pasado, de las influencias é intereses extraños que
han contribuido á promover ó perpetuar esas agi-
taciones y como la garantía más eficaz para su
independencia, para la integridad de su territorio
y para el desarrollo de todos los gérmenes de pros-
peridad sofocados por el estado de desorden y
guerra permanente en que hemos vivido. >
Después de todas estas manifestaciones de pú-
blica adhesión, que fueron convenientemente ex-
plotadas por los hombres del Gobierno, el doctor
don Cándido Juanicó presentó en la Cámara de
Diputados un proyecto sustitutivo de mucho más
alcance que el que había sido rechazado por el
Senado, que llegó á ser aprobado por la rama
popular legislativa cuya homogeneidad era garantía
Palomeque, Enrique de Arrascaeta, Bernabé Caravia, Pedro
Fuentes, Jaime Illa y \'iamont, Octavio Lapido, Pedro Lenguas,
José Brito del Pino, Antonio de las Carreras, Doroteo García, To-
más Villalba, Francisco Lecoq, Andrés A. Gómez, Antonio 'SI.
Pérez, Enrique Juanicó, Juan José de Herrera, Aurelio Berro,
José SI. Reyes, José P. Pintos, Jaime Estrázulas, ^lanuel ^N.
Tapia, Jaoquín Re\'es, Narciso del Castillo, Ildefonso García
Lagos, Plácido Laguna, Juan A. Estomba, Prudencio Olava-
rriarza, Leandro Gómez, Santiago Botana, Carlos de San Vicente,
Román García, Justino Aréchaga, Jacinto Párraga, Atanasio C.
Aguirre.
CARLOS ONETO Y VIANA 493
suficiente de sumisión á todas las exigencias de
la política fusionista ^ .
Poco después de conocerse en Montevideo el
tratado de neutralización, y mientras se hacían so-
bre él los comentarios más desfavorables, llegó la
noticia de un arreglo financiero celebrado también
en Río con intervención de don Andrés Lamas,
entre el Gobierno y el Barón de Mauá, dueño de
una fuerte casa bancaria que había tenido rela-
ciones con el Estado en épocas anteriores.
La opinión pública, ya prevenida contra toda
negociación que viniese del Imperio y convencida
de la torpeza con que la política de fusión pro-
cedía en la gestión de los negocios públicos, se
alarmó, levantando su protesta desde un principio,
sin conocer las cláusulas del nuevo arreglo ni sa-
ber hasta qué punto debían ser rechazadas.
La atmósfera que se produjo fué tal que llegó
á influir en el ánimo de los mismos miembros del
Cuerpo Legislativo adictos á la situación.
( 1 ) c Artículo 1." La República Oriental del Uruguay en todo
su territorio se declara neutralizada pai-a con todas ías ilaciones
que acepten su tteutralisación y reciprocamente la respeten y
mantengan.
« Art. 2.° El P. E. llevará adelante con las potencias amigas, y
especialmente con la Francia, la Inglaterra, la España y los Es-
tados Unidos de Xorte-América la negociación ya iniciada con el
Brasil y la Confederación Argentina para la neutralización de la
República.
« Art. 3." Comuniqúese, publíquese, etc.
«Sala de Sesiones, Junio 27 de 1853.
* Julio C. Per eyr a. —Justino B. Garda.*
494 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Sea dicho, sin embargo, que esta vez la ges-
tión del Gobierno no había sido perjudicial para
el Estado.
El arreglo financiero de 185Q-obra de don Fe-
derico Nin Reyes y don Andrés Lamas — fué fa-
vorable á los intereses del país, mejoró su situa-
ción financiera, que era calamitosa, y dio origen
á la consolidación de la deuda pública — operación
que reportó grandes ventajas.
Además, como consecuencia de aquellos bene-
ficios, quedaron allanadas todas las dificultades
de orden económico-financiero que hubieran obs-
taculizado la marcha del nuevo Gobierno á elegirse
el 1.0 de Marzo de 1860.
A pesar de eso, el clamor público levantó una
fuerte grita en contra.
Los hombres del Gobierno, interesados en su
aprobación, resolvieron obtenerla de cualquier
modo, aun cuando fuera por medios brutales y
atentatorios.
Puesto á discusión en el Senado, muy pronto
se vio la resistencia que provocaba el nuevo
arreglo.
El oficialismo, resuelto á no dejarse ganar ba-
talla, cometió una nueva mazhorcada que hubiera
podido tener las proporciones de las de Marzo,
si no fuera que la oposición principal no estaba
encarnada en los hombres de la Defensa, que no
tenían asiento en el Cuerpo Legislativo.
CARLOS ONETO Y VIANA 495
La barra, ocupada ex profeso por gente merce-
naria, interrumpía á los Senadores que tomaban
la palabra para oponerse á la aprobación del
arreglo y los cubrían de insultos é improperios.
Don Bernardo P. Berro, Presidente del Senado,
ante la actitud amenazante de los hombres de la
barra, que iban expresamente á humillar á los Se-
nadores opositores, y por tanto á deshonrar al
mismo Cuerpo Legislativo, permaneció impasible,
guardando una actitud de completa indiferencia.
Llegadas las cosas á ese punto, en que se ha-
cía imposible poder continuar la discusión por
cuanto los miembros del Senado se veían sin
garantías y amenazados á cada paso en su pro-
pia vida, varios Senadores se apersonaron á don
Bernardo P. Berro en su calidad de Presidente
del alto Cuerpo, para manifestarie que conside-
rándose despojados de las inmunidades que la Cons-
titución acuerda á los Representantes de la Na-
ción y sin la libertad de opinión que el Código
político garante, en virtud de tales antecedentes
no podrían asistir á las sesiones de la Cámara
hasta que no obtuviesen seguridades bastantes de
que se harían efectivas aquellas inmunidades y ga-
rantías.
Don Bernardo P. Berro como no pudiera des-
atender las protestas de los Senadores que ame-
nazaban retirarse del Senado dejando así en evi-
dencia la completa subversión existente, se diri-
496 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
gió al Ministro de Gobierno don Antonio Díaz
notificándole que, como desgraciadamente las cir-
cunstancias que acompañaron y precedieron al suceso
á que se referían los protestantes, hacían fundada
la reclamación de los señores Senadores, ocurría al
Ministro, en la confianza de que el Gobierno valo-
rando como es debido la necesidad de reprimir y
precaver todo exceso dispondría lo conveniente ^''.
Al fin fué sancionado el arreglo financiero el
1.0 de Agosto de 185Q.
Otro suceso se produjo en la época, que me-
rece consignarse detalladamente para que el lector
(1) « Excmo. señor Ministro de Gobierno, General don Antonio
Díaz.
< Montevideo, Junio 2 de 1858.
« Después del desorden ocurrido en la noche que tuvo lugar la
segunda discusión del contrato estipulado con el Banco de Mauá
sobre la conversión de la Deuda, varios señores Senadores se me
han dirigido manifestándome que se consideran despojados de las
inmunidades que la Constitución acuerda á los representantes de
la nación }• sin la libertad de opinión que la misma garante en
su art. 49, y que en virtud de tales antecedentes no podrán asistir
á las sesiones de la Cámara, mientras no obtengan seguridades
bastantes de que se han de hacer efectivas esas inmunidades }•
garantías.
« Como desgraciadamente las circunstancias que acompañaron y
precedieron al mencionado suceso hacen fundadas las reclama-
ciones de esos señores Senadores, en cumplimiento de mi deber
ocurro á V. E., en la confianza de que el Gobierno valorando
como es debido la necesidad de reprimir y precaver todo exceso,
dispondrá lo conveniente.
« Dios guarde á \'. E. muchos años.
« Bernardo P. Berro. •
CARLOS ONETO Y VIANA 407
pueda darse cuenta exacta de la subversión á que
llegó el país con la política fusionista.
En Noviembre de 1856, cuando la lucha que
sostuvieron en los comicios los elementos ho-
nestos del país contra don Manuel Oribe y don
Bernardo P. Berro aliados del caudillaje, triunfó
en Florida el candidato del Gobierno doctor don
Emeterio Regúnaga sobre don Juan Pablo Ca-
ravia, candidato de Oribe.
Á raíz de la derrota, los elementos oribistas
elevaron al Senado una protesta contra el resul-
tado del escrutinio.
Como el candidato triunfante había sido pro-
clamado de acuerdo con la voluntad del Presi-
dente de la República, los elementos situacionistas
del Senado, antiguos amigos de don Manuel Oribe,
juzgaron conveniente no separarse de la línea de
conducta que se habían trazado desvinculándose
del caudillaje del Cerrito para plegarse á la po-
lítica de evolución que ofrecía don Gabriel Anto-
nio Pereyra,
Por manera que, á pesar de haber sido tomada
en consideración la petición de los protestantes,
que exigían nada menos que se anulase la elec-
ción de Senador, no se resolvió el punto, que-
dando el asunto encarpetado.
Al año siguiente los peticionarios confiados en
el cambio que se había operado en la situación
y contando con que el Presidente de la República
no prestaría su concurso al doctor Regúnaga, por
32
49S BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
estar éste estrechamente vinculado á los conser-
vadores, especialmente á Juan Carlos Gómez, rei-
teraron el pedido de anulación.
Hay que hacer notar que el Senador por Flo-
rida se había incorporado á la Cámara en 1857,
tan pronto se abrieron las sesiones ordinarias.
Había tomado parte en diferentes debates que
se suscitaron en el Senado durante el año.
Á pesar de esos hechos, que daban un carácter
d2 absoluta irrevocabilidad á la aprobación de
sus poderes, por cuanto su anulación después de
un año de estar el Senador incorporado á la
Cámara implicaba la nulidad de todos los actos
sancionados con el voto del doctor Regúnaga;
á pesar de todo, digo, los elementos oribistas in-
sistieron en que debía declararse la anulación.
En su favor Invocaban que habíanse incluido en
el escrutinio los votos de una 5.^ sección que á
la fecha no tenía el Departamento de la Florida.
Ciertos elementos gubernistas — principalmente
aquellos que guardaban odio á los hombres de
la Defensa — como don Bernardo P. Berro — se pu-
sieron francamente del lado de los protestantes,
é hicieron lo posible por conseguir la expulsión
del doctor Regúnaga.
Sin embargo, el año 1858 transcurrió sin que
nada se resolviera, pues las grandes agitaciones
de! primer semestre impidieron que el Senado
tomara una resolución definitiva.
Á mediados de 185Q vuelve á pedirse, por quie-
CARLOS ON'ETO V VIAXA 499
nes vieron toda la perspectiva del éxito, que se
tratase nuevamente el punto.
Hacía cerca de tres años que el doctor Regú-
naga se había incorporado al Senado.
La cuestión de límites del Departamento pro-
movida por los que pretendían su expulsión, no
era otra cosa que un pretexto.
Juan Carlos Gómez ya había demostrado hasta
la evidencia en EL Nacional de 1857 que la cir-
cunscripción que en concepto de los protestan-
tes debía haber sido excluida, formaba parte in-
tegrante de la Florida y que siempre sus electores
habían unido sus votos al de los demás veci-
nos del Departamento.
Lo que había era puramente que el doctor Re-
gúnaga tenía en su contra el delito de ser de
los hombres de la Defensa, y en aquellas épo-
cas de mistificación, en vez de anexarse al cau-
dillaje disfrazando la traición con el título de
fusionista, se plegó á la causa de los que habían
caído en Quinteros.
De modo que, en 185Q, cuando sólo predomi-
naban los verdugos, era el doctor Regúnaga un
elemento incómodo.
Otro antecedente existía que perjudicaba la si-
tuación del Senador por la Florida : su primer
suplente era Juan Carlos Gómez.
Si bien es cierto que en ningún caso Juan
Carlos Gómez, después del suceso de Quinteros,
tomaría un asiento en el Senado, la sola posi-
500 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
bilidad de que eso sucediera infundía pavor á los
primaces de la fusión.
Las circunstancias consignadas bastan para ex-
plicar por qué se puso nuevamente en discusión
la protesta elevada tres años atrás por los elec-
tores de Florida.
El Senado, después de tomar en cuenta el in-
forme presentado por la Comisión que al efecto
se había nombrado, procedió de acuerdo con lo
que ella aconsejaba expulsando de su seno al
doctor Regúnaga ' ' ■.
La sesión fué borrascosa. El doctor don Am-
brosio Velazco formuló su enérgica protesta
contra el atentado que se cometía en el mismo
recinto de las leyes, declarando con franqueza
que lo que se hacía no era otra cosa que ex-
pulsar á un Senador que para la situación tenía
la mácula de ser uno de tantos vinculados á los
caídos en Quinteros.
El doctor Velazco, al salir de la sala de sesio-
nes, pagó su rebeldía. Los esbirros enviados con
(1) «MINUTA DE DECRETO
« Declárase nula la elección de Senador practicada en el De-
partamento de la Florida el 21 de Diciembre de 1856.
« Procédase á nuevo escrutinio por la mesa central legalmente
constituida y el Colegio Electoral que resulte nombrado haga la
elección de Senador.
< Comuniqúese, etc.
* Atanasio Lapido. — Juan José Brid. —
hian }osé Ruis. >
(Diario de Sesiones del Senado, año 18j<í, pág. 548.)
CARLOS ONETO Y VIAXA 501
la consigna de vejar á quienes se opusieran al
triunfo de la política de fusión, lo rodearon ame-
nazándole de muerte y profiriendo palabras soeces
y humillantes.
Don Ambrosio Velazco revelando gran ente-
reza, siguió su marcha pausadamente por entre
los vociferadores ^ .
Los agentes de seguridad, que no estaban pre-
sentes para garantir la inviolabilidad de los legisla-
dores, procedían ante aquellos excesos con la misma
indiferencia que don Bernardo P. Berro, quien, en
vez de hacer uso de su autoridad para salvar las in-
munidades de los Senadores, presenciaba impa-
sible aquellas escenas, como si no menoscabaran
el decoro del Cuerpo que presidía y la misma
dignidad del país.
Las agitaciones producidas por estos sucesos
llegaron á preocupar seriamente al Gobierno.
Es de notarse además, que la política de fu-
sión había sufrido algunos dislocamientos des-
■; 1 ; Estas palabras no importan una defensa de la personalidad
del doctor \'elazco.
Ya he dicho que éste era un hombre de pasiones sórdidas, in-
capaz de altruismos y de ningún sentimiento generoso.
Su conducta honorable en este caso, es curiosa é inexplicable,
tanto más cuanto que era un decidido situacionista y ninguna
vinculación tenía con los conservadores. Hasta éstos habíanle
fustigado con severidad, principalmente Juan Carlos Gómez, con
motivo del atentado llevado á cabo por el doctor Velazco contra
el Presidente del Tribunal, doctor don Salvador Tort, á quien en
plena sala de audiencias asestóle un golpe de palo en la cabeza,
que hizo rodar por el suelo al anciano Camarista.
502 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
pues de la separación del doctor Antonio de las
Carreras,
La entrada del General don Antonio Díaz al
Ministerio de Gobierno introdujo cierta anarquía
en las filas gubernistas, pues el Ministro saliente
estaba estrechamente vinculado á los elementos
dirigentes de la fusión.
Por manera que desapareció la unidad que se
vio en un tiempo en la acción de los primaces
del fusionismo.
Hubo quienes mantuviéronse inconmovibles,
prestando su concurso á la situación; pero otros,
en cambio, juzgaron conveniente permanecer ale-
jados del Fuerte, sin que esta actitud importara
su oposición al Gobierno.
La discusión de los últimos asuntos sometidos
por el P. E. á la consideración del Senado, puso
en evidencia las rebeldías que animaban á algunos
miembros conspicuos de la fusión.
A esto hay que agregar que formáronse cír-
culos que respondían á las exigencias de deter-
minadas personalidades; y si bien éstas no se
aprovechaban de su influjo para hacer política
personal, obstaban, indudablemente, con su acti-
tud, á la armonía que debía existir entre los ele-
mentos situacionistas.
Las escisiones llegaron al Fuerte mismo.
Don Gabriel Antonio Pereyra por decreto des-
CARLOS ONETO Y VIANA 503
tituyó á don Federico Nin Reyes, Ministro de
Hacienda y Relaciones ^ .
Este procedimiento tan insólito, dictatorial y
vejatorio, ponía en transparencia la anarquía que
había invadido las alturas.
Don Federico Nin Reyes había acompañado al
Gobierno en sus momentos difíciles y aceptado
la responsabilidad de todos los sucesos de san-
gre, y contribuyó con su proyecto de consolida-
ción de la deuda á mejorar la situación financiera.
Se procedió, sin embargo, con todo rigor, como
si de por medio hubiese alguna grave cuestión
de Estado.
Producida la crisis ministerial en condiciones
tan alarmantes, don Gabriel Antonio Pereyra juz-
gó necesario imprimir el antiguo carácter férreo á
la política de fusión.
Inmediatamente llamó á su casa á don Cándido
Juanicó, el personaje más indicado para dar con-
sejos en aquellos momentos.
(1) «Ministerio de Gobierno.
« Montevideo, Tuüo 23 de 1859.
« El Presidente de la República acuerda y decreta :
«Artículo 1." Exonérase al señor Federico Xin Reyes del Minis-
terio de Hacienda y Relaciones Exteriores, de que estaba encar-
gado.
« Art. 2." Nómbrase para desempeñar interinamente aquellos Mi-
nisterios al Colector General de Aduanas don Cristóbal Salva-
ñach.
«Art. 3." Comuniqúese, etc.
« Pereyra.
« Antonio Días. »
504 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
El doctor Juanicó era por temperamento parti-
dario de las medidas radicales, poco escrupuloso,
inteligente y sobre todo profundo conocedor de
la época y de las necesidades de la política fu-
sionista.
Su triunfo importaba la derrota de don Anto-
nio Díaz, y si bien no fué la intención de don
Gabriel Antonio Pereyra anular la acción política
del General Díaz, forzosamente eso sucedería
desde que la situación se entregara á las inspi-
raciones del doctor Juanicó.
Don Antonio de las Carreras fué llarnado nue-
vamente al Ministerio de Gobierno y Relaciones,
relegándose al General Díaz al Ministerio de Gue-
rra y Marina • ^ \
Triunfante don Antonio de las Carreras, lleva-
do al Ministerio por don Cándido Juanicó, que-
daba nuevamente el Fuerte en poder de los par-
tidarios del régimen de sangre.
Sin embargo, lo cierto es que la situación se
consolidaba, por cuanto todos los elementos del
Cerrito, incluso el caudillaje, volviéronse á agru-
( 1 ) « Montevideo, Julio 23 de 1859.
« El Presidente de la República acuerda y decreta :
«Articulo l.o Nómbrase Ministro de Estado en los Departamentos
de Gobierno y Relaciones Exteriores al doctor don Antonio de
las Carreras.
« Art. 2." Comuniqúese, etc.
« Pereyra.
« Antonio Días. »
CARLOS ONETO Y VIANA
par en derredor de los hombres del Gobierno,
constituyéndose en columna de la situación.
Mientras estos sucesos se producían, graves
acontecimientos que se desarrollaban en el otro
lado del río vinieron á conmover el país, no sólo
por la solidaridad de intereses políticos de nues-
tros hombres con los bandos en lucha en la Con-
federación, sino también porque ellos dieron mo-
tivo á una usurpación que constituye un verda-
dero atentado á nuestra soberanía.
Las relaciones entre Buenos Aires y don Justo
José de Urquiza llegaron, á principios del año
185Q, á un estado de tirantez peligroso.
Urquiza preparó sus tropas, dispuesto á solu-
cionar la vieja cuestión pendiente con los hom-
bres de Buenos Aires.
Los porteños, á su vez, con el convencimiento
ds que no debían someterse á las imposiciones
del caudillo de Paraná y previendo su actitud,
comenzaron á organizarse.
Todos estos preparativos bélicos necesariamente
debían preocupar la atención de nuestros hom-
bres.
En la batalla que se iba á librar en tierra ar-
gentina, chocarían los dos principios que estaban
en pugna en la República: el caudillaje y la prepo-
tencia del sable de un lado, y los pj-iíícipios re-
publicanos y la cultura del país del otro.
506 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Además, la política de fusión aliada de Urquiza,
así como se interesaba por su triunfo temía las
consecuencias de su derrota.
En los últimos días de Marzo de 1859, el Go-
bierno de Buenos Aires, por decreto suscrito por
don Valentín Alsina y el doctor Dalmacio Vélez
Sarfield, nombraba á don Bartolomé Mitre < Ge-
neral en Jefe del Ejército en operaciones ».
Á este decreto siguió un llamado á los viejos
soldados de la libertad para oponerse al avance
del caudillaje provinciano.
Entre los primeros que concurrieron al lado de
Mitre figuró el General don Enrique Martínez, que
fué nombrado Jefe del Estado Mayor del Ejér-
cito.
Este hecho no pudo menos de preocupar al Go-
bierno de Montevideo, y su preocupación llegó
á una verdadera alarma cuando don Venancio
Flores, en el mes de Junio, abandona precipitada-
mente su retiro de Entre Ríos para incorporarse
al ejército de Buenos Aires.
Por decreto gubernativo se le acusó de deser-
ción, mandándose que fuera borrado de la lista
de los generales de la República ''•.
(1) «Ministerio de Guerra y Marina.
« Montevideo, Tunio 30 de 1S59.
« Habiendo pasado el General don Venancio Flores á Buenos
Aires desde la Provincia de Entre Ríos, sin previo consentimiento
del Gobierno, y por cuanto importa aquel hecho una deserción del
CARLOS ONETO Y VIANA
Los Órganos fusionistas se descargaron con-
tra la causa de los porteños, defendiendo con
más calor que nunca las pretensiones de Urquiza.
Entretanto, los sucesos fueron precipitándose;
mientras se movían los ejércitos, la escuadra de
la Confederación, dirigida por el Comodoro Cor-
dero, desciende por el Paraná para dar comienzo
á las hostilidades.
La escuadrilla de Buenos Aires comandada por
Murature y Sussini — que debía ser derrotada por
la de Urquiza — ganándole de mano, se apoderó
de la isla de Martín García, punto estratégico que
domina la desembocadura del Paraná.
Martín García pertenecía á la República por di-
versos conceptos.
Su proximidad á nuestras costas hace indiscu-
tible geográficamente nuestro derecho.
Históricamente siempre nos perteneció.
Apenas establecida la Asamblea Constituyente
y Legislativa en 182Q dictaba leyes para ser apli-
cadas en la Isla, lo que prueba el ejercicio de la
soberanía, no discutida entonces.
Por ley del 13 de Octubre de ese año, pro-
mulgada el 21 del mismo mes, se ordenó el es-
Ejército, el Presidente de la República, en acuerdo de esta fecha,
ha resuelto :
« Artículo 1.° Dése de baja en el Ejército al Brigadier General
don Venancio Flores, borrándosele de la lista de los Generales de
la República.
« Art. 2.° Comuniqúese, publiquese.
« Pereyra.
« Antonio Dias. >
508 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
tablecimiento de una Aduana en la Isla para el
comercio del Uruguay.
Los frecuentes trastornos y convulsiones pos-
teriores obstaron á la ejecución de aquella ley.
Sin embargo la autoridad del país no se desco-
noció por nadie en el correr de los años.
Sobrevino la Guerra Grande.
Martín García quedó, como es natural, expuesta
á los azares de la guerra.
La escuadra de Rosas la ocupó é hizo de ella
posición estratégica. Sin embargo, ninguna impor-
tancia tiene esa ocupación en punto á derecho,
pues también ocupó Rosas todo el país hasta
los muros de Montevideo.
Además, durante la guerra la República recu-
peró su soberanía.
En la noche del 5 de Agosto de 1845 los le-
gionarios garibaldinos arriaban el pabellón de
Rosas de las vetustas paredes del fortín casi en
escombros, enarbolando la bandera de la República.
Terminada la Guerra Grande, don Justo José
de Urquiza, Director Supremo de la Confederación,
reclamó la entrega de la Isla.
El Gobierno de don Juan Francisco Giró, pro-
cediendo con toda torpeza, accedió al pedido, no
sin consignar nuestros derechos de soberanía.
La prensa de la época dejó constancia de la
improcedencia de la reclamación y ocupóse ex-
tensamente del asunto.
Á pesar de lo ocurrido, corrieron los años,
CARLOS ONETO V VIANA 509
quedando Martín García en estado de completo
abandono, hasta que en 185Q la escuadra de Bue-
nos Aires apoderóse de ella como punto estra-
tégico para hostilizar á los buques del Gobierno
de Paraná.
Como estaba en la conciencia del país nuestro
derecho de propiedad, se produjo inmediatamente
un movimiento de protesta contra la usurpación,
pidiéndose por todos al Gobierno una acción enér-
gica en defensa de la integridad territorial.
La política de fusión que, por ganar la protec-
ción del caudillaje provinciano se había anexado
á Urquiza fomentando en Montevideo odios ha-
cia los elementos dirigentes de la política porteña,
mal podía dirigirse diplomáticamente al Gobierno
de Buenos Aires — cuyo representante había sido
expulsado violentamente— para hacerle ver la fuerza
de nuestro derecho.
Los hombres del Gobierno, que habían explo-
tado tanto el sentimiento patriótico del pueblo
acusando á los conservadores de alianzas crimi-
nales con el extranjero para atacar la integridad
nacional, presenciaron aquella usurpación en me-
dio de la unánime protesta del país.
Transcurrieron varios meses, y como no pu-
diese el Gobierno de A\ontevideo dirigirse al de
Buenos Aires, con quien no cultivaba relaciones
de ningún género, dirigióse á don Andrés Lamas
en Río Janeiro para que nuestro Plenipotenciario
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
gestionara la intervención del Gobierno Imperial
en nuestro favor,
Don Andrés Lamas, de acuerdo con las instruc-
ciones que le fueron enviadas de Montevideo,
ofició al Consejero don Joáo Luis Viera Cansan-
cao de Sinimbú, Ministro de Negocios Extranje-
ros del Imperio, exponiendo los sucesos ocurridos
en el Río de la Plata y todos los antecedentes
de la usurpación, y concluía pidiendo al Gobierno
Imperial, aliado del Gobierno de Montevideo, su
protección que en aquel caso sería salvadora.
Si bien Cansancáo de Sinimbú era el más
honrado de los políticos brasileros, como el Ga-
binete del Imperio sólo entendía la alianza cuando
hubiese que facilitar la anarquía en la República
ó contribuir á su ruina, entretuvo á nuestro Ple-
nipotenciario con promesas que no podían ser
de ningún resultado práctico.
Don José María da Silva Paranhos llegó á
hacer en el Senado declaraciones que halagaron
al Gobierno de Montevideo, pero á esas mani-
festaciones no siguió acción alguna.
El Gobierno de Buenos Aires, como para con-
sagrar su dominio, presentaba á las Cámaras un
proyecto suscrito por Alsina y Vélez Sarfield
creando un pueblo en Martín García, y para fo-
mentar su desarrollo se le eximía de impuesto
durante ocho años.
Mientras nuestro Gobierno gestionaba el favor
extraño, los ejércitos de Urquiza y Mitre se en-
CARLOS ONETO Y VIANA 511
centraron en los campos de Cepeda (Octubre 23
del 59).
Las caballerías de Buenos Aires no pudieron
resistir el empuje de los escuadrones provincia-
nos. En completo desorden huyeron en todas di-
recciones, quedando apenas en el campo para
salvar el honor del Ejército 60 hombres á las
órdenes de don Venancio Flores, cuya intrepidez
consignó Mitre de manera especial en su parte
al Gobierno.
Urquiza siguió su marcha victoriosa.
El 31 de Octubre desde la cañada de Quilmes,
á 20 leguas de la Capital, lanzaba su proclama al
vecindario de Buenos Aires.
El estupor se apoderó de los porteños, y ante
la perspectiva de una entrada sangrienta de las
tropas provincianas á la ciudad, exigieron del Go-
bierno la paz.
Sólo la voz de Juan Carlos Gómez se hizo oir
para reclamar un esfuerzo supremo; pero fué inútil:
cayó en el vacío.
El austero Gobernador don Valentín Aisina, an-
tes de transigir con Urquiza optó por la dimisión ;
en tanto que Juan Carlos Gómez se embarca para
Río Janeiro en señal de protesta contra la sumi-
sión de Buenos Aires.
En posesión del P. E. el Presidente del Senado
don Felipe Lavallol, da comienzo á las negocia-
ciones con el vencedor.
El 10 de Noviembre, en San José de Flores se
512 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
ajustó el Pacto de Familia, entre el Gobierno de
Buenos Aires y la Confederación bajo la res-
petable mediación del Excmo. Gobierno de la
República del Paraguay, representado por su S. E.
el señor Ministro Mediador, Brigadier General don
Francisco Solano López > firmando por Buenos
Aires el doctor don Carlos Tejedor y doctor don
Juan Bautista de la Peña; por Urquiza el Gene-
ral don Tomás Guido, Ministro de la Confede-
ración ante la Corte de don Pedro 11 ; y por el
Gobierno de la Provincia de San Luis, el General
don Juan Esteban Pedernera y Diputado don Da-
niel Araoz.
Triunfante Urquiza, el Gobierno de Montevideo
quedaba en otra situación para gestionar la en-
trega de Martín García.
Pero la política de fusión, que no quería mal-
quistarse con el caudillo de Paraná, juzgó más
conveniente presentarle sus felicitaciones acom-
pañadas de sus homenajes de respeto por el
triunfo que coronara sus armas'''.
(1) «Excmo. señor Presidente de la Confederación Argentina, Ca-
pitán General don Justo José de Urquiza
«Montevideo, Noviembre 26 de 1859.
«Mi buen amigo :
«Con lamas íntima satisfacción felicito á V. E. por el gran re-
sultado de su patriótico empeño para restablecer la tranquilidad
en la provincia de Buenos Aires, afianzando al mismo tiempo la
integridad y la paz de la Confederación.
«Definida la situación de esa República de un modo tan feliz y
con la garantía que ofrecen para su porvenir el nombre y el alto
civismo de \'. E., debe esperarse que ella también continuará en
CARLOS ONETO Y VIANA 513
Martín García siguió en poder de ios argen-
tinos.
Mientras tanto, los políticos fusionistas, que
aplaudían á dos manos la victoria de Urquiza,
continuaban injuriando á los hombres de la De-
fensa á quienes atribuían supuestos planes con-
trarios á la integ'ridad nacional.
la marcha de progreso y prosperidad á que la llaman sus altos
destinos y de la que por tantos títulos es digna ante las naciones
americanas.
«Con tan plausible motivo, me complazco en saludar á^". E. con
la expresión de amistad y distinguida consideración.
«Gabriel A. Pereyra.>
33
BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
XIV
Iniciado el año 1860 comenzó la agitación
electoral que terminaría el l.o de Marzo con la
elección presidencial.
La política de fusión había formado un Cuerpo
Legislativo compuesto en sus nueve décimas par-
tes por elementos del antiguo partido blanco.
Este hecho venía á colocar la solución del
gran problema en manos de los hombres del
Cerrito.
Y lo peor estaba en que la acción del caudi-
llaje primaría, pues desde Quinteros toda la fuerza
de la política quedó concentrada en manos de
los caudillos, los que hacían sentir su prepoten-
cia sobre los hombres de Montevideo siempre
que fuese necesaria para cohonestar sus desen-
frenos.
CARLOS ONETO Y VIANA 515
En cuanto á la acción de los elementos ex co-
lorados, fácil es comprender que no podía ser
sino nula, no sólo por su debilidad numérica,
sino también por ia calidad de quienes los com-
ponían.
Eran los pocos ex floristas que habían perdu-
rado en la traición del 55, sujetos de poco va-
limiento y sin autoridad, que para justificar su ac-
titud en medio de aquella depravación, extremaban
la nota del entusiasmo fusionista, haciendo alarde
de sus ideas de unión y confraternidad.
No más blancos, no más colorados, no más
riveristas ni floristas ni conservadores, había dicho
don José Gabriel Palomeque en 1856, cuando se
confundía con las figuras siniestras del Cerrito.
Y de igual manera procedían don Basilio Bus-
tamante, Gayoso, don H. Solsona, Lozano y al-
gunas otras nulidades que matizaban la falange
compacta de los elementos oribistas.
Esos hombres no podían hacer otra cosa que
anexarse á las distintas fracciones en que estaba
dividido el Cuerpo Legislativo.
Ahora bien, la elección del \P de Marzo pon-
dría en evidencia la mistificación de la política
fusionista, pues el triunfo había de corresponder
exclusivamente á los elementos del Cerrito, desde
que en sus manos estaba la solución y para nada
necesitaban de los sufragios de los ex floristas,
á los cuales no se les dispensaría siquiera la
gracia de ser oídos ó atendidos como coopera-
516 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
dores decididos que eran de la política de la
época.
Tan pronto circularon los nombres de los
candidatos probables, pudo notarse la tendencia
á perpetuar el predominio de los hombres par-
tidarios del régimen de sangre.
Proclamada por algunos representantes sin au-
toridad dentro de la misma situación, la candida-
tura de don Julio C. Pereyra, hijo del Jefe del Estado
y Presidente de la Cámara de Diputados, inme-
diatamente se vio que era irrisoria, pues ni si-
quiera entre los más adictos á la casa del Pre-
sidente encontró sostenedores.
Entre los elementos ilustrados de la Asamblea
tuvo sus partidarios don Eduardo Acevedo, el
más aceptable de todos los políticos de entonces,
que si bien había unido su nombre á algunos
desmanes de la política fusionista, reunía ciertas
cualidades personales recomendables y no estaba
vinculado al caudillaje sanguinario.
Pero, por lo mismo que le faltaba esta última
cualidad, su candidatura no era viable, pues sin
satisfacer las exigencias de los caudillos no se
concebía una solución práctica.
Don Bernabé Caravia y don Diego Lamas
llegaron á ser proclamados, el último con un
buen número de votos en su favor que hizo
probable su elección.
Sin embargo, la intervención de un factor pode-
roso debía dar otro rumbo á los sucesos.
CARLOS ONETO Y VIANA 517
Ciertos elementos conspicuos del fusionismo
proclamaron al respetable patriota seilor don
Bernardo P. Berro, reconociendo en este virtuoso
ciudadano las honorables cualidades que deben
adornar al que ha de elevarse á la altura de ocu-
par el puesto de Presidente de la República por
nombramiento de los Representantes de los Pue-
blos; comprendiendo además que aquel patriota
eminente haría la felicidad de esta tierra, segun-
dando en lo que fuera justo la sabia política del
benemérito señor don Gabriel Antonio Percyra " .
La proclamación de don Bernardo P. Berro
significaba un ultraje lanzado á la dignidad na-
cional.
Su triunfo importaba un verdadero coronamiento
de la obra criminal de la política de fusión.
( 1 } Términos en que fué concebida la proclamación hecha por
La Constitución.
Don Bernardo P. Berro había guardado silencio completo res-
pecto á su candidatura : y como para disipar toda atmósfera des-
favorable que se pudiera hacer, publicó un Manifiesto el 10 de Fe-
brero :
«Declaro con toda la franqueza que es necesaria en estos casos,
que si los que tienen la misión de dar un nuevo P. E. á la Repú-
blica el l.".de Marzo próximo, me llamasen á ocupar ese elevado
puesto, 3-0 no contrariaría su voluntad: me prestaría resignado al
sacrificio, confiando en los auxilios déla Providencia, en el apoyo
de mis conciudadanos y en la fortaleza inquebrantable de espíritu
que siento en mí para desempeñar íntegra y sinceramente mis
deberes, sin servir á otros intereses que á los intereses sagrados
de la Patria y sin detenerme en ese camino ante ningún género
de responsabilidad.
«Montevideo, Febrero 9 de ISó*?.
« Bernardo F. Be>ro. >
518 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
Don Bernardo P. Berro era < un hombre pú-
blico imposible en todo país donde se apreciara
algo la moralidad y el decoro del Estado» '^^:
representaba la voluntad del caudillaje, de aquel
mismo caudillaje que había ahogado á los capi-
tulados de Quinteros en su propia sangre.
Sus antecedentes, que los constituía su larga
actuación en la vida pública, acusaban sus condi-
ciones de político.
En el campo sitiador había sido el más dócil
de los Ministros de Oribe, y con éste suscribió
los decretos monstruosos de la época.
Las confiscaciones á los hombres de la De-
fensa—verdadero latrocinio por el cual se despo-
jaba de sus propiedades á las víctimas para pre-
miar á los verdugos — había sido obra de don Ber-
nardo P. Berro.
Fué además idólatra de Rosas y rivalizaba con
don Manuel Oribe en la admiración por aquel
monstruo.
Los crímenes de Santos Lugares, los de la cam-
paña de las Provincias y de la Guerra Grande
habían sido para don Bernardo P. Berro meros
accidentes de la lucha.
Jamás tuvo una palabra de reproche, la más
mínima siquiera, para condenarlos.
Después de la paz de Octubre, durante la Pre-
sidencia de don Juan Francisco Giró, incorporóse
en el Cuerpo Legislativo á la mayoría reacciona-
i 1 ; De Juan Carlos Gómez.
CARLOS ONETO Y VIANA 519
ria, y fué de los más intransigentes, siempre ene-
migo de las medidas conciliadoras.
En el Ministerio precipitó los sucesos con sus
intemperancias y su soberbia, negándose á aceptar
todo temperamento transaccional que propusie-
ran los hombres de la Defensa.
Separado don Juan Francisco Giró del Fuerte,
fué don Bernardo P. Berro quien desde la casa
del Ministro de Francia lanzó aquellas proclamas
y decretos incendiarios invitando á Lavalleja á
traicionar á los conservadores y prometiendo oro
á los beneméritos legionarios para que volvieran
sus armas contra los que habían sido sus her-
manos en glorias y sacrificios.
Alejado de la casa de Monsieur de Maillefer,
provocó la reacción del caudillaje del Cerrito, en-
tregando así el país á los horrores de la guerra
civil.
Hizo un llamado á aquel caudillaje que cho-
rreaba sangre, y cuyo solo nombre infundía te-
rror á todos los habitantes del país.
Con esa gente pretendió restaurar la legalidad
caída en Septiembre; con don Cipriano Cames,
don Lucas Moreno, don Bernardino Olid, don
Dionisio Coronel, don León Benítez y toda la
falange de sicarios de Rosas.
En 1857, imperando el régimen fusionista, don
Bernardo R Berro se rebela contra la evolución
que ofrecía á la nación don Gabriel Antonio Pe-
reyra, para plegarse á Oribe y al caudillaje; y
520 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
aliado de éstos, triunfa su candidatura de Sena-
dor en Maldonado y Rocha merced á la felonía
de don Bernardino Olid y de los caudillejos de
aquellas regiones.
Toda su vida había sido don Bernardo R. Be-
rro un decidido reaccionario y ardoroso partidario
del despotismo.
Entre Rivadavia y Rosas optaba decididamente
por el último.
La proclamación de su candidatura demostraba
acabadamente los planes de la política fusionista,
pues tan pronto triunfara don Bernardo P. Berro,
quedaría el país en absoluto sometido al domi-
nio sin control de los hombres del Cerrito.
Por otra parte, se buscaba al proclamario satis-
facer la voluntad prepotente del caudillaje, para
que éste pudiese arredrar toda dificultad que sur-
giese é imponer al Cuerpo elector su elección. Y
esto se hacía porque don Bernardo P. Berro
estaba como ninguno estrechamente vinculado á
los caudillos, no sólo por razón de una antigua
amistad, sino también por afinidades de creencias
políticas vigorizadas en los largos años de convi-
vencia.
La candidatura de don Bernardo P. Berro de-
bió necesariamente levantar resistencias, principal-
mente entre los elementos no muy vinculados á la
situación, quienes estaban convencidos deque con
su triunfo si bien no se llegaría á mayor pros-
titución que la que imprimió á los negocios pú-
CARLOS ONETO Y VIANA 521
bli'cos don Gabriel A. Pereyra, imposible en nin-
gún gobierno ' ' y hasta sería su despotismo
soportable con relación al de su antecesor, que fué
una verdadera orgía de sangre '-\ seguiría, sin
embargo, el país entregado á la intransigencia par-
tidaria, que como nunca prevalecería en las deli-
beraciones del Fuerte.
El doctor don Antonio de las Carreras, Minis-
tro de Gobierno y Relaciones, interesado en la
elección de don Bernardo P. Berro, desde que
con ella quedaría consolidado definitivamente el
triunfo de los elementos del Cerrito, puso de su
parte todo el prestigio de su posición para faci-
litar la obtención de la mayoría de sufragios.
Mientras en la ciudad los oficialistas congre-
gaban electores y obtenían que los partidarios del
doctor don Eduardo Acevedo se inclinasen hacia
el señor Berro, en campaña los caudillos se dis-
ponían á contribuir con su concurso para que
su candidato triunfara el l.o de Marzo.
Llegado el día de la elección Montevideo pre-
senció un espectáculo desdoroso, que significaba
una afrenta para un país republicano.
Mientras la Asamblea estaba reunida la pJaza
pública era un campamento militar ocupado por
Bernardino Olid y Gervasio Burgueño con algu-
nos centenares de paisanos reclutados en las
(1) Del doctor don José P. Ramírez.
(2) Del doctor don JosO P, Ramírez.
522 BIBLIOTECA DEL CLUB VIDA NUEVA
sierras de Minas para venir á imponer la candi-
datura de Berro ^^ .
Y esto sucedía porque don Antonio de las
Carreras, resuelto á que triunfara de cualquier
modo su candidato, temiendo las rebeldías de los
electores, juzgó medida práctica una imposición de
ese género.
Electo don Bernardo P. Berro, el grito del cau-
dillaje resonó en el país anunciando á cuatro
vientos que en la Capital había triunfado el Mi-
nistro de 1853, y que desde aquel día hasta el
nombre de la política fusionista desaparecería para
dar lugar á la dictadura irresponsable de los ele-
mentos que tenían escrita su historia con la san-
gre de los mártires.
Y para infundir pavor á quienes soñasen con
restauraciones vindicatorias, don Bernardo P. Berro
iniciaba su marcha gubernativa con un decreto
horrible, entregando el país á los verdugos de
Quinteros, como si su ideal fuera ahogar en san-
gre á todos los que se rebelaran contra el des-
potismo ' - .
( 1 ) Del doctor don José Pedro Ramírez.
(2) c Montevideo, Marzo 8 de 1860.
«Ministerio de Guerra y Marina.
« El Presidente de la República acuerda y
« Artículo 1." Quedan determinadas cinco zonas militares en los
Departamentos de campafia, que se formarán del modo siguiente :
CARLOS ONETO Y VIANA 523
Así comenzaría, para seguir por una vía de
excesos, de brutalidades de todo género, aislando
el país más y más del concierto de las naciones,
hasta provocar con sus insensateces la reacción
partidaria de 1863 y los conflictos externos de
1864 que abrieron las puertas de la patria á la
invasión extranjera.
De Marzo de 1900 á Noviembre de 1901.
FIN
« La 1.* sección, Canelones, Minas y Maldonado.
« La 2." sección, Florida, Durazno }• Cerro Largo.
« La 3.» sección, San José, Colonia y Soriano.
« La 4." sección, Paysandú, Salto y Tacuarembó.
« La 5." sección, el Departamento de la Capital.
« Art. 2." Nómbrase para el comando de la fuerza militar de la
1.^ sección al Tefe Político de Minas, Coronel don Bernardino Olid.
« Para el comando de la 2.^ sección, al Coronel don D'onisio Co-
ronel.
« Para el comando de la 3." sección, al Coronel don Lucas Mo-
reno.
Para el comando de la 4.» sección, al Coronel don Diego La-
mas.
<■ Art. 3.° El Gobierno se reserva nombrar en oportunidad al
jefe que deba mandar la 5.' sección militar.
< Art. 4.° Resérvase al señor Brigadier General don Anacleto
Medina el mando de General en Tefe del Ejército.
« Art. 5." Comuniqúese, publíquese.
< Berro.
« Salvador Garda. >
ÍMDICE
ÍNDICE
Consecuencia de la desigual representación de los partí
dos en las Cámaras de 1852. — Elección de don Bernardo
P. Berro de Presidente del Senado el 15 de Febrero. —
Abnegación de los hombres de la Defensa. — Elección
presidencial de don Juan Francisco Giró (1.° de Marzo
de 1852). — Por qué lo votaron los representantes déla
Defensa. — La candidatura de don Manuel Herrera y
Obes. — Primer Ministerio de Giró. — Significación del
llamado de César Díaz al Ministerio de Guerra y Mari-
na. — Fundamento sobre que descansaba la política de
fusión : no hay vencidos ni vencedores. — Primeros sín-
tomas del fracaso de la política fusionista. - Sesión de
la Cámara de Diputados del 19 de Abril de 1852. — Con-
ducta de don Cándido Juanicó. — Regreso de Melchor
Pacheco }• Obes de su misión diplomática á París. —
Previsiones de Pacheco. — Renuncia de César Díaz. —
Don Venancio Flores es llamado al Ministerio de la
Guerra. — Elección de miembros para integrar la H. C.
Permanente. — Intolerancia de la mayoría parlamen-
taria. — Actitud de los conservadores. — Fundación de
la Sociedad de los Amigos del Fais
II
Agresiones de la mayoría. — Discusión relativa á la me-
dalla de Caseros. — Sus causas, sus ñnes y sus efectos.
— Renuncia de don Venancio Flores. —Ataques de la
mayoría al doctor don Florentino Castellanos, Ministro
52S índice
de Gobierno y Relaciones. — Sesión del 3 de Mayo de
1853 en la Cámara de Diputados. — Proposición del doc-
tor Ambrosio \'elazco para que declarase la incapaci-
dad ad)uinistrativa de los J/?w/s/ros. —Adhesión de
don Eduardo Acevedo, don Cándido Juanicó y don
Taime Estrázulas. — Juan Carlos Gómez defendiendo
la gestión del Gobierno. — Nuevos ataques de la iiiayo-
i-ia. Rechazo de diversos proj'ectos de los representan-
tes de la Defensa. — Ley de ciudadanía del 4 de Junio
de 1853. — Nacionalismo y cosmopolitismo. — Defensa
de los extranjeros por Juan Carlos Gómez. — Renun-
cia del doctor Florentino Castellanos. — Don Bernardo
P. Berro es llamado al Ministerio. — Su actitud en el
Fuerte. — Profecía del doctor don Eduardo Acevedo...
III
Esfuerzos de los hombres de la Defensa para conservar la
paz. — Provocaciones de la maj^oría. — Cambio de con-
ducta del Presidente Giró. — La Guardia Nacional es
llamada á cuarteles. — Su objeto. — El 18 de Julio de
1853. — Don León de Palleja. — Actitud de César Díaz y
Melchor Pacheco y Obes. —Ministerio mixto. Don Ma-
nuel Herrera y Obes y don Venancio Flores en el Fuer-
te. — Sus primeros actos. — Profecía de don Andrés
Lamas. — Fracaso del primer ensaj-o de fusión. — Juan
Carlos Gómez funda El Orden, órgano del partido Con-
servador.— Su programa, sus propósitos. — Propagan-
da patriótica de Juan Carlos Gómez.— Situación desgra-
ciada del Presidente Giró después del 18 de Julio.—
Justas exigencias de los hombres de la Defensa. — Re-
nuncia de don Venancio Flores. Retiro de su renuncia.
— Sus causas. —Decreto contra la prensa del 17 de Sep-
tiembre de 1853. — Por qué lo firmaron don ^'enancio
Flores j- don Manuel Herrera j' Obes. — Don \'enancio
Flores abandona definitivamente el Ministerio de la
Guerra. — La anarquía en el Fuerte. — Deserción del
Presidente Giró. Su asilo en la Legación de Francia.
— Sus declaraciones. — El triunvirato: Rivera. Lavalleja
y Flores. — Planes políticos de Pacheco. — Manifiesto
del Gobierno Provisorio. —Juan Carlos Gómez y don
Págs.
ÍNDICE 529
Págs.
Lorenzo Batlle en el Ministerio. — Rebelión del caudi-
llaje del Cerrito. — Su sometimiento. — Manifiesto del
15 de Octubre de 1853 del Gobierno Provisorio. — Don
Bernardo P. Berro}- el caudillaje. — Decretes lanzados
desde la Legación de Francia. — Renuncia Pacheco la
Jefatura del E. M. G. el 6 de Octubre. — Muerte de La-
valleja. — Su significación. — Nuevos rumbos del Go-
bierno Provisorio. — Pacheco y Rivera. — Nuevo levan-
tamiento de los caudillos del Cerrito. — Renuncia del
Ministerio. — Carácter de la reacción del caudillaje. —
Sus consecuencias. — La reacción colorada y el estable-
cimientodel gobierno militar. Sus excesos. — Deporta-
ción del doctor don Eduardo Acevedo, don Cándido
Juanicó. don Jaime Estrázulas, don Manuel Herrera y
Obes y don Francisco Solano Antuña. — César Díaz asu-
me el Gobierno. — Decreto brutal contra don Bernardo
P. Berro. — Otros decretos atentatorios. — Derrota de la
rebelión. — Don Venancio Flores reasume el mando. —
El país es llamado á comicios. — La Doble Asamblea Le-
gislativa y Constituyente. — Su composición. — Elec-
ción presidencial de don Venancio Flores. — Actitud de
los conservadores 41
IV
Desaciertos del Gobierno militar. — Lucha entre conser-
vadores y floristas. — Revolución de Agosto de 1855 —
Transacción absurda del 9 de Septiembre. -- Don Ma
nuel Basilio Bustamante Presidente del Senado en ejer-
cicio del P. E. — Alianza de don Venancio Flores y
don Manuel Oribe. — El Pacto de la Unión. — Revolu-
ción de los conservadores de Noviembre de 1855. —
Restablecimiento de la política de fusión en el Gobierno.
— El problema presidencial de 1856. — Conflicto entre
Flores }' Oribe. — Triunfo de don Manuel Oribe. — Pro-
clamación de don Gabriel Antonio Pereyra. — Su elec-
ción 146
V
Antecedentes del señor Pereym.- — Circunstancias que ro-
34
530 índice
Págs.
dearon á su proclamación. — Atentado contra el Cuerpo
Legislativo el 18 de Marzo de 1856. — Renuncia del doc-
tor Ellauri, Ministro de Gobierno y Relaciones. — El
doctor Joaquín Requena lo reemplaza. —Doble mani-
fiesto al país del Presidente de la República. — Don
Fernando Torres y don José María Muñoz : su posición
en la política de la época. — Síntomas revolucionarios. —
Don Manuel Oribe reúne fuerzas paia guardar el or-
den.— Destierro de César Díaz el 28 de Marzo. — Me-
didas contra la prensa. — Inseguridad de la situación.
— Ratificación del Pacto de los Generales. — Su^ conse-
cuencias. — Retiro de don Venancio Flores á Entre
Ríos 156
VI
Estado de la Hacienda. —Don Lorenzo Batlle en el Minis-
terio. — Su posibilismo. — Sus propósitos, — Juan Carlos
Gómez }' don Lorenzo Batlle. — La elección de Sena-
dores en Noviembre de 1856 — Ruptura de relaciones
entre el Presidente Pereyra }• don Manuel Oribe. — Ac-
titud del país. — Concurso de los conservadores al Go-
bierno,— Conducta de don Bernardo P. Berro. — Su
elección en Maldonado. — Felonía de Bernardino Olid.
— Elección de Alcalde Ordinario de Montevideo el 1.° de
Enero de 1857. — La fiebre amarilla invade la ciudad,
— Juan Carlos Gómez asume la redacción de El Na-
cional. — Su programa. — Su campaña contra la política
de fusión. — Ataques del oficialismo contra Juan Car-
los Gómez. — Estado moral de la época. —Juan Carlos
Gómez y sus ideas fusionistas. — El ideal de Juan Car-
los Gómez : la reconstrucción del antiguo Virreinato.
— Elecciones generales de 1857. — Actitud del Presi-
dente. — Don Gabriel Antonio Pereyra es proclamado
Presidente del Partido Nacional. — Agresiones á los
hombres de la Defensa. — Carácter de la lucha coraicial.
— Don Anacleto Medina. — Su intervención en el mo-
vimiento político; su significación. —El Club de la
Unión. — El Club de la Defensa 186
ÍNDICE 331
Vil
Xuestros tratados con el Brasil. — La cuestión de límites.
— Tratado de San Ildefonso (1777). — Tratado de 1801
(Paz de Badajoz]. — Pérdida de las Misiones (Tratado
de 1804). — Artigas y la pérdida de las Misiones. — Mi-
sión de Otorguez en 1812. — Combates de Santo Tomás,
Yapeyú y la Cruz. — Derrota de Otorguez. — Armisti-
cio de 1812 entre el Príncipe Regente de Portugal y la
Junta de Gobierno de Buenos .Aires. — Instrucciones que
llevaron á la Asamblea Constituj-ente los Diputados del
año 1813. — Invasión portuguesa de 1817. — Conducta
criminal del Cabildo de Montevideo. —Acta del 30 de
Enero de 1819: Límites hasta el Arape}-. — Congreso de
la Cisplatina. — Acuerdo entre el Barón de la Laguna
j- el Congreso de la Cisplatina. — Límites de Í821.—
Invasión de los 33. — Declaratoria de incorporación á
las Provincias L'nidas el 25 de Agosto de 1825. — Lej-
de 25 de Octubre de 1825 dictada por el Congreso Cons-
tituyente de Buenos Aires incorporando la Provincia
Oriental. —Rivera invade las Misiones. Su triunfo y su
significación moral. — Tentativas de arreglo con el Im-
perio.— Rechazo del Protocolo García. — Rivadavia y
nuestra Independencia. — Renuncia de Rivadavia. — Do-
rrego y la guerra con el Brasil. — Pérdida definitiva de
las Misiones. — Convención de 1828. —Triunfo de la di-
ploma"ia imperial. —Rivera se retira de las Misiones.
— Los años que siguen.- La Guerra Grande. — Cordia-
lidad de relaciones entre Rosas y don Pedro II. —Mi-
sión Magariños en 1815. — Don Santiago \'ázquez y las
instrucciones que se dieron á nuestro Plenipotenciario
en la Corte. — Fracaso de la misión Magariños. — Nom-
bramiento de don Andrés Lamas en 1847. — Sus prime-
ros pasos. — Necesidad de la alianza con el Brasil. —
Instrucciones que se dieron á don Andrés Lamas. —
Tratados de 1851. — El uti possidetís. —'La. navega.c\6n
y propiedad de las aguas limítrofes. — Comunidad de
navegación en el Cuareim y anuentes del Uruguav. —
Principio que pretendió aplicarse á la Laguna Merín y
Yaguarón. — Concepto de la propiedad y concepto de
la navegación. — Principios jurídicos proclamados por
el Congreso Internacional reunido en Viena en 1815.—
Págs.
532
índice
VIII
Págs.
Navegación y propiedad en el Derecho Internacional
moderno 260
Situación del país á mediados del año 1857. — Nuestras re-
laciones con Urquiza )' con el Estado de Buenos Aires.
— Tratado del 4 de Septiembre, de revisión al de Comer-
cio y Navegación de 1851. —Demarcación de límites y
colocación de mojones. — Don José María Reyes, Co-
misario de la República. —Don Manuel Francisco de
Souza Andrea, Comisario del Imperio. — Juan Carlos
Gómez y el tratado del 4 de Septiembre. — Su campaña
en El Nacional contra el tratado. — Convocatoria de
las Cámaras á sesiones extraordinarias. — Sesión del 29
de Octubre en la Cámara de Diputados. — Actitud pa-
triótica del doctor don Pedro Bustamante y de la maj-o-
ría florista. — Rechazo de la moción Palomeque. — Golpe
de Estado del 30 de Octubre. — Disolución del Cuerpo
Legislativo
321
IX
La cuestión electoral. — Organización del partido de la De-
fensa. — Conmoción producida en el país. — La gran
Asamblea que debía reunirse el l.^de Noviembre en el
teatro de San Felipe.— Temores del Presidente de la Re-
pública.—Juan Carlos Gómez y César Díaz son citados
?i\ Fuerte. — Acútuá agresiva del Presidente Pereyra.
— Decreto contra la libertad de reunión del 1." de No
viembre. — Orden de prisión contra Juan Carlos Gó-
mez.—Don Lorenzo Batlle abandona el Ministerio.—
Gravedad de la situación — Don Anacleto Medina es
nombrado Comandante General de Armas. — Prisión
de los miembros del Club de la Defensa. — Destierro
de Juan Carlos Gómez. -Más destierros. — Mensaje del
P. E. á la Comisión Permanente. — Aprobación de las
medidas tomadas por el Gobierno. — Pro'esta del doc-
tor don Florentino Castellanos. —Adhesión incondicio-
índice 533
Págs.
nal de don José Gabriel Palomeque á los decretos del
Poder Ejecutivo. — El doctor don Fermín Ferreyra y
Artigas. — Situación de fuerza. — Nuevos acontecimien-
tos. — Fallecimiento de don Manuel Oribe. — Honores
nacionales. — Protesta del país. — Efecto que produjo
en Buenos Aires. — La palabra de Mitre y de Mármol. —
La guardia de Salvación Pública. — Llegada de don
Venancio Flores á Montevideo. — Su manifiesto. —Los
conservadores y don Venancio Flores. — El Club de la
Unión y los candidatos á la Representación Nacional.
— Don Federico Nin Reyes, Ministro de Hacienda. —
Resultado de 4as elecciones en Minas. —Su anulación
por decreto del P. E. — Nuevas prisiones. — Juicios en
comisión. — Nuevos destierros. — Convocatoria de la
Guardia Nacional. — Golpe de gracia á la prensa.—
Desaparición de El Xacional 338
Los conserA-adores y la revolución. — Situación del Par-
tido de la Defensa. —Anarquía de los elementos de
pensamiento, — Sublevación de don Erigido Silveyra. —
Incorporación de Poyo, Caballero, Farías, etc. — César
Díaz es proclamado jefe de la revolución. — Prepara
tivos en Buenos Aires. — Juan Carlos Gómez y la re-
belión. —Plan militar de César Díaz.- Resistencia de
Juan Carlos Gmez. — Su justificación. ^Medidas to-
madas por el Gobierno de Montevideo. — Se concede
licencia al Ministro déla Guerra, don Carlos de San
Vicente. — Don Andrés A. Gómez es llamado al Minis-
terio de Guerra y Marina. — Nuevas prisiones. — De-
cretos atentatorios. — El estado de sitio. — Renuncia
del Ministro Requena. — El doctor don Antonio de las
Carreras ocupa el Ministerio de Gobierno y Relaciones,
— Sus propósitos. — Partida de los revolucionarios, de
Buenos Aires {3 Enero de 1858). — Desembarco en el
saladero de Lafone.— Incorporación del cuerpo revolucio-
nario en campaña. — Asalto á Montevideo. — Derrota de
los revo'ucionarios.— Creación del Tribunal Militar
Especial. — El Gobierno pide auxilios á L'rquiza y al
Imperio. — Los rebeldes se internan en el país. — Bata-
534 índice
Págs.
]la de Cagancha (15 de Enero de 1858 ':. —Impotencia de
)a rebelión. — Manifiesto de César Díaz. — Impresión
que produjo en ^lontevideo la derrota de Caganclia. —
Don Anacleto Jledina es nombrado Gí';?É';-fl/ en Jefe del
Ejército en Operaciones. —Don Andrés Lamas }• los
auxilios del Imperio.— La revolnción y el tratado de}
4 de Septiembre. —Don Andrés Lamas 3^ los revolucio-
narios.— Don Antonio de las Carreras y el Gabinete
Imperial. — Ruptura de las relaciones con el Estado de
Buenos Aires. — Expulsión del doctor don Carlos
Calvo 379
XI
Desmoralización en el campo revolucionario. — Recursos
poderosos con que contaba el Gobierno. — Don Ana-
cleto Medina en persecución de los rebel¿des. — Los al-
canza en el Paso de Quinteros. — Las condiciones del
sometimiento. — Exigencias del caudillaj.» del Cerri^o.
— Don Francisco Lasala, Jefe del Estado Mayor Gene-
ral.— Los primaces de la fusión y los caudillos. — Or-
den de ejecución de los capitulados. — Cómo sc produjo.
— Actitud de la población de ¡Montevideo. — Lo que
importaba la capitulación. —Lo que entendían los pri-
males de la fusión. — Conducta de don Gabriel A. Pe-
rej'ra.- Petición del Brigadier General don Enrique
Martínez. — Oficio del Presidente Pereyra al General
Medina. — Los fusilamientos en el campamento. — Las
escenas de barbarie 424
XII
Situación moral del Gobierno después de Quinteros. -
Nuevo golpe de Estado. — Derrocamiento del Poder Ju-
dicial.—Llegada á la Capital del ejército vencedor. —
Impresión que produjo en el extranjero la ejecución
de los prisioneros. — Acusación universal. —Actitud de
los primaces de la fusión. — Don Cándido Juanicó y don
Antonio de las Carreras— Apología del crimen por el
ÍNDICE 535
Págs.
oficialismo. — Proyectos de don jostí Gabriel Palome-
que. — Excesos á que se entregó el caudillaje después
del triunfo. — Aprobación del tratado ;Iel 4 de Septiem-
bre—Desprestigio de la situación. — Renuncia del doc-
tor don Antonio de las Carreras. —Sus causas.— El
General don Antonio Díaz en el Ministerio de Go-
bierno.-Su actuación. — Estado de la camparía 456
XIII
tratado de nuestra Neutralización. — Su alcance. — Lo
que perseguíala política de fusión.- Juan Carlos Gómez
y el tratado. — Discusión legislativa. —Actitud del Se-
nado.—Proceder de don Bernardo P. Berro. —Mensaje
del Poder Ejecutivo. — Atmósfera favorable á la neu-
tralidad.— Proyecto del doctor don Cándido jluanicó. —
La cuestión de límites de la Florida. — Expulsión del
doctor Regúnaga del Senado. — Nuevo atentado de la
política de fusión. —Objeto de la expulsión del Sena-
dor por la Florida. —Sesión borrascosa en el Senado.
— Actitud del doctor don Ambrosio Velazco —Crisis
política, — Anarquía en el F^príe. — Destitución del
Ministro de Hacienda, Nin Reyes. — Vuelta del doctor
de las Carreras al Ministerio de Gobierno —Triunfo
de don Cándido Juanicó. —Relación éntrelas luchas
políticas de la Confederación y nuestros partidos.—
Acontecimientos desarrollados en 1859 en la Argentina.
— Ruptura entre Urquiza y los porteños. — Comienzo
de las hostilidades. — La escuadra de Buenos Ahes se
apodera de la Isla de Martín García. —Proceso relati-
vo á la pérdida de la Isla —Conducta criminal déla
política de fusión —Batalla de Cepeda: derrota de Mi-
tre.—Cordialidad entre el caudillaje provinciano y los
políticos fusionistas. — Gestión de don Andrés Lamas
en el Janeiro sobre Martín García. — Su inutilidad 484
XIV
El problema presidencial de 1860. — Quiénes lo resolverían.
— Composición de la Asamblea. —Situación de los
536 índice
Págs.
elementos ex floristas. —Proclamación de don Julio C.
Pereyra. — Candidaturas de don Bernabé Caravia y
don Diego Lamas. — Los electores del doctor don
Eduardo Acevedo. —Proclamación de don Bernardo P,
Berro. —Intervención de los caudillos en su favor.—
Lo que significaba el triunfo de Berro. —Primeros ac-
tos del nuevo Presidente. — Lo que se quería 511
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? ; á.-'ÍTf*:
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"^ •?MOr't V
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8 50
Oneto y Viana, Carlos ♦
La política de
fusión. ^i^
Impr. de r^¿1
Do rn al eche y Reyes ----^IJv
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